Traducido
del ruso por Josafat S. Comín
El
portal informativo y de análisis “Newsbalt” entrevistó al presidente del
Partido Socialista de Letonia, Alfred Rubiks. Cuando en la época soviética
comandaba el CC. del partido Comunista de la RSSL, fue uno de los pocos que se
negó a abandonar el barco que se hundía y mantuvo su fidelidad a los ideales
soviéticos. Algo que posteriormente le supuso seis años de cárcel, convirtiéndose
en la práctica, en el primer preso político de la nueva Letonia. La popularidad
que le granjeó su entereza le sirvió para ser elegido en el 2009 parlamentario
europeo por Letonia en Bruselas.
¿Cree
usted que la caída de la Unión Soviética, estaba de antemano predeterminada por
los condicionantes propios de su estructura social?
En ningún
caso. El colapso de la URSS está unido a la acción premeditada de muchas
figuras, incluyendo a aquellos que promocionaron a Gorbachov para que ocupase
la jefatura de Estado. Es decir, fue introducido allí, de modo premeditado,
para hacer labores de zapa. Sí, la Unión Soviética en aquel momento necesitaba
cambios. Esto era algo que las fuerzas sanas, dentro del PCUS, comprendían
perfectamente y apoyaron las reformas del XXVII Congreso del Partido. La vida
no se detiene, significa movimiento, y cualquier aparato estatal necesita
corregirse, perfeccionarse: por eso las reformas es algo que se da en todos los
países, tengan el régimen que tengan. Pero su puesta en marcha no significaba
la necesidad de destruir la URSS y renegar del ideal socialista. El punto de no
retorno se alcanzó una vez que Gorbachov recibió el cargo de presidente e
inició la reforma constitucional y de la base legislativa del país. El
resultado fue el desmoronamiento de la URSS: pero yo estoy convencido de que se
podía haber evitado. Gorbachov se convirtió en un aniquilador: una vez hizo el
trabajo sucio, salió huyendo del cargo, sin intentar siquiera detener el
proceso de disgregación del país que le había sido confiado.
¿Por qué
Letonia no conservó la base industrial heredada de la URSS?
Después
de salir de la cárcel, me tocó ser testigo de escenas lamentables. Gente con
lágrimas en los ojos, que indicando edificios en ruina y solares, me explicaban:
“¡Y pensar la fábrica tan potente que había aquí hasta hace poco! Aquí
trabajábamos nosotros y los miembros de nuestras familias”. No cabe duda de que
la responsabilidad por la pérdida de la base industrial que nos había quedado
en herencia de la URSS, reside en los gobiernos de los noventa, quienes
adoptaron un gran número de decisiones nefastas. Tampoco podemos despreciar el
papel jugado por los “bienhechores” extranjeros, que llegaron a nuestras
tierras en calidad de consejeros. Por cierto, eso es algo que ya se inició en
los últimos años de gobierno soviético.
Estoy
seguro de que occidente no estaba interesado en el desarrollo de Letonia.
Enviaron a sus emisarios para que seleccionasen aquello con lo que enriquecerse
y al mismo tiempo ahogar a la competencia. Ambas tareas fueron cumplidas con
éxito. En general, los occidentales ven a las antiguas repúblicas soviéticas,
como meras colonias, privadas de derechos, donde se puede hacer aquello que
ellos tienen prohibido en sus países. Un ejemplo que ha pasado desapercibido,
pero que es bien elocuente: el modo en que los amos europeos occidentales
equipan las grandes granjas porcinas en sus países y en Letonia. Yo he tenido
oportunidad de ver como en Bélgica equipamientos similares se construyen
cumpliendo toda la normativa ecológica, evitando así que se produzca un olor
desagradable, por muy cerca que estés. Lógicamente sale más caro. En Letonia,
un empresario danés, atraído por lo barato de los terrenos, ha levantado a las
afueras de Aizpute, una granja porcina con un gigantesco depósito de purines a
cielo abierto, lo que provoca que el aroma se propague varios kilómetros a la
redonda. ¿A que hay diferencia?
Tuve
la oportunidad de leer una investigación de científicos alemanes, llevada a
cabo en colaboración con la Academia letona de ciencias: sus autores
demostraban que la destrucción de un sector agroindustrial, como el letón, que
funcionaba bien, era algo perfectamente
evitable.
Sin
ir más lejos, el koljos de Tervete, sigue funcionando a día de hoy, convertido
en una empresa diversificada de éxito. ¿Qué impedía hacer lo mismo con el resto
de koljoses?
Una
serie de antiguos colegas suyos del Partido Comunista, han hecho una exitosa
carrera política en la Letonia actual. ¿Por qué se negó usted a abandonar ese
barco que se hundía, aunque luego lo tuviese que pagar con seis años de cárcel?
El
cómo actuar en cada situación es algo que evidentemente depende de la elección
individual de cada uno. Yo no podía renegar de los ideales a los que había
jurado fidelidad. Los que cambiaron de chaqueta, fueron gentes sin convicciones,
que siempre estarán con el que sea más fuerte en cada momento. Yo me siento más
próximo a los que están dispuestos a aceptar las hogueras de la inquisición con
las palabras: “Y sin embargo gira”. Estoy con aquellos, que se negaron a
delatar a sus camaradas partisanos, siendo torturados en los calabozos de la
Gestapo.
¿Cómo
valora usted las perspectivas de la idea socialista en el mundo contemporáneo?
Estoy
convencido de que la vía socialista de desarrollo es el futuro, no el pasado. Porque
si vemos como vive el mundo en la actualidad, resulta evidente que así no puede
continuar por mucho tiempo: Infinidad de conflictos bélicos locales,
contaminación generalizada de la naturaleza, la discordia por motivos de raza o
religión, el empobrecimiento de amplias masas populares. Los capitalistas no
están interesados en resolver todos estos problemas, solo les interesa el
beneficio a corto plazo. Los pueblos merecen una vida mejor de la que tienen ahora.