13.10.2013.
La identidad nacional cubana está actualmente desconectada de su
herencia aborigen. Esa realidad explica por qué no pocos compatriotas
vean el tema de la lucha de los hermanos indígenas en América, como algo
muy justo, pero lejano. Así la propuesta del movimiento indígena de
conmemorar el 12 de octubre como Día de la Resistencia, Dignidad,
Rebeldía y Lucha, no se ha generalizado en el país, a lo que se suma que
aún hay espacios donde persiste el mito colonialista eurocéntrico “ del
descubrimiento realizado por el valeroso y tenaz Almirante Cristóbal
Colón , el 12 de octubre de 1492”.
Es cierto que la ausencia de un núcleo poblacional indígena fuerte en
Cuba y el Caribe de hoy, limita una acción cultural y política sólida,
encaminada a rescatar los aportes a la historia de los primeros
descubridores de nuestro archipiélago, pero la dificultad principal está
en que la memoria histórica en lo fundamental, se basa en la
construcción desde la época colonial, de una falsa conciencia que
sustenta la extinción y desvalorización de la población indígena. Así la
mayoría de los cubanos y cubanas no asumen sus antepasados indígenas, y
perdemos la riqueza de incorporar toda la herencia cultural y
cosmovisiva de no menos de siete mil años de historia.
Debemos explicarnos cómo y porqué, lo mejor del pensamiento y
liderazgo intelectual y revolucionario cubano, siempre se sintió parte
del movimiento de resistencia de los pueblos originarios. Hora es de
rescatar los valores del indigenismo revolucionario de José Martí, Julio
Antonio Mella, y Fidel Castro.
La presencia indígena
Las culturas indoamericanas, fueron severamente diezmadas por la
criminalidad que acompañó la conquista y colonización española. Según
afirmaciones del padre Bartolomé de las Casas, el costo mortal de la
conquista para los habitantes de
Cuba ,
Jamaica ,
Borinquén y las
Antillas Menores fue de 3 millones de vidas, y solo para
Quisqueya , consideraba una pérdida similar
1 .
Independientemente de errores en una u otra apreciación de cálculo,
el balance es brutal: De veinte a treinta millones de muertos en toda la
región!”. En lugar del “encuentro de culturas y civilizaciones” que se
ha intentado sustentar, la conquista y colonización fue, como señala
Steven Katz el, el peor desastre civilizatorio y demográfico conocido en la historia de la humanidad
2 .
Pero a diferencia de lo que comúnmente se ha repetido, la población
aborigen en Cuba no desapareció ni fue completamente exterminada.
La sociedad excluyente y legalidad pigmentocrática y racista del
colonialismo, que imponía como condición de movilidad y ascenso social
la “limpieza de sangre”, determinó el “blanqueamiento” de numerosas
familias de colonos, que tenían en su base materna lo indígena y, sus
descendientes ya mestizados y transculturados, acompañaron la
constitución de la sociedad criolla primero, y la formación de la
nacionalidad después, para estar presentes en nuestro actual mosaico
etno-sociológico.
No todo fue asimilación. Núcleos significativos de la población
aborigen sobrevivieron hasta el siglo XIX, para constituirse en el
grueso del primer campesinado cubano. Sus descendientes arribaron al
siglo XX, con una presencia que fue documentada por cientistas del
calibre de Manuel Rivero de la Calle y Antonio Núñez Jiménez. Hoy están
entre nosotros, abriendo como cubanos y cubanas el nuevo milenio de
retos y confirmaciones. Los he visto y disfrutado en pueblos de leyenda y
heroicidad como Jiguaní, Yateras o El Caney, están en el honrado hacer
del campo, en los seres emancipados y cultos de la Revolución, entre
maestros y médicos, constructores e ingenieros, en la sonrisa alegre de
niños y niñas, trigueños, de cuerpos robustos y bellos, vivaces,
felices, en cualquier pueblo o ciudad.
Los genuinos descubridores del archipiélago cubano, nos legaron
saberes, conocimientos sobre plantas y modos de cultivarlas y
utilizarlas, con distintas funciones de alimentación y salud, así como
una rica mitología conservada en la memoria colectiva, en costumbres y
hábitos de la vida cotidiana. Está la presencia aborigen en la
toponimia, comida, artesanías, arquitectura, creencias, música, fiestas,
y espiritualidad popular. Muchos cubanos y cubanas, independientemente
del color de su piel, no saben que también tienen lo indígena
incorporado en su idiosincrasia, gestualidad y genes.
Hombres y mujeres de combate
El nervio emancipador que rescata el Día de la Resistencia Indígena,
nos compulsa a repensar y precisar nuestra común historia. El tema
adquiere una connotación sumamente actual, cuando hemos comenzado a
celebrar en Cuba los 500 años de fundación de las primeras siete villas.
No se puede olvidar que estas poblaciones nacieron en medio de la
operación militar de la conquista, sobre la ruina de los cacicatos
aborígenes, diezmados por el secuestro de sus pobladores para el trabajo
forzado en las llamadas encomiendas, sometidos a extensas jornadas
–“mientras había luz”- en los lavaderos de oro, apaleados y torturados,
vejados con la esclavización sexual de sus mujeres, flagelados por
enfermedades mortales portadas por sus verdugos
3 .
Los indígenas que habitaban Cuba, no fueron mansos ni se dejaron
victimizar impunemente. En las encomiendas, en acto de rebeldía, no
pocos optaron por el suicidio, se ahorcaban en grupos y con ellos a sus
hijos. Muchos más optaron por enfrenar y combatir a aquellos demonios
que habían asaltado sus vidas y sociedad. Estos hombres y mujeres
iniciaron la tradición combativa de nuestro pueblo.
Cristóbal Colón arriba a nuestras costas al día 27 de octubre de
1492. Al mes de estar explorando la isla de Cuba – el 27 de Noviembre-,
el Almirante invasor recoge en su diario el primer encontronazo con los
habitantes, que intentaron empuñando sus armas, impedir un desembarco
por la hoy costa guantanamera. Como certeramente anotó Hortensia
Pichardo este es el primer amago de resistencia de los indígenas en la
Isla, y el primero que reporta Colón como cronista a su llegada a
América
4
. Colón vuelve a encontrarse con indígenas en son de guerra el 3 de
diciembre, pero en esta ocasión actúa con más inteligencia “ por manera
que todos se apaciguaron”
5 .
En 1510, la primera batalla victoriosa de nuestros indígenas contra
una tropa de invasores, dará desde entonces, el nombre de la bahía y
provincia de Matanzas. El cacique Yaguacayex (o Guayucayex) , con la
cooperación del cacique Habaguanex, trazó y ejecutó el plan de ataque
contra los invasores
6 . Estos fueron nuestros primeros rebeldes.
La guerra de conquista
Cuando en 1510, el teniente Diego Velázquez invadió Cuba, encontró la
fuerte resistencia de cacique Hatuey. De Maisí y Baracoa a Bayamo, se
extendieron los combates. El 2 de febrero 1512, el cacique quisqueyano
fue juzgado como sacrílego y rebelde, y quemado vivo
7 ,
tal como hacía la Iglesia Católica en la época, con los revolucionarios
y hombres de ciencia y cultura europeos. Con Hatuey llegó a Cuba el
concepto de cimarrón, de insubordinación y resistencia activa frente a
los colonialistas. Desde entonces, los invasores nunca disfrutaron de
paz
8 .
Los indígenas afrontaron con espíritu rebelde la represión y el
asesinato de la conquista y ocupación territorial, que sucedió al
asesinato de Hatuey. Matanzas como la realizada en Caonao (probablemente
en las inmedia ciones de las actuales provincias de Camagüey y Ciego de
Ávila), donde fueron acuchillados más de 2 mil hombres, mujeres y
niños, con el único y bárbaro propósito de sembrar el terror, y
paralizar la resistencia a los invasores, dejaron una memoria que
mantuvo la constante hostilidad de los aborígenes. Luego de su fundación
en 1515, Puerto Príncipe, la villa más cercana al trágico
acontecimiento, fue objeto de sistemática hostilidad, ataca e
incendiada.
El conocimiento sobre sus enemigos, costumbres y armamento, el
saberlos hombres y mortales en lugar de demonios, hizo de la resistencia
un hecho mucho más efectivo. A partir de 1520 en Cuba –y también en
Quisqueya-, los documentos demuestran que los ataques de los aborígenes
ganan en efectividad.
Entre 1522 y 1532 el cacique Guamá también en el oriente cubano, dio
una dura pelea contra los encomenderos que explotaban y asesinaban a sus
hermanos. Los vecinos de las villas y los hacendados vivieron en
constante sobresalto. Ya entre los combatientes de Guamá estaban los
cimarrones negros, los primeros esclavos africanos emancipados por
rebelión
9 La resistencia a la conquista como subraya el arqueólogo cubano José Jiménez Santander
, fue la primera guerra que los habitantes de nuestro archipiélago enfrentaron contra la dominación colonial
10 .
Diez años después de decretarse por el gobierno colonial en 1542, el
fin de las encomiendas, aún los encomenderos en complicidad con la
jerarquía de la Iglesia Católica en Cuba, se resistían a reconocer la
libertad a los aborígenes. Entonces se les compulsó a vivir en pueblos
de indios, con el incentivo de otorgarles algunas tierras realengas.
Pero esta “paz” no impidió que en 1661 ante la escasez de esclavos, los
vecinos de Santiago de Cuba, Bayamo y Puerto Príncipe, solicitaran al
Rey hacer la guerra y esclavizar a los indígenas que se negaban a
aproximarse a sus villas y se mantenían aislados en palenques,
acompañados de negros esclavos fugitivos, petición que es satisfecha por
el monarca.
Paradoja y reencuentro
Los terratenientes que dominaban los cabildos y la impartición de
justicia, tratarían una y otra vez de arrebatar las tierras realengas
otorgadas a los indígenas. El robo y la injusticia, pueden hallarse en
los archivos que guardan los documentos más antiguos de la jurisdicción
habanera de Guanabacoa. Esta situación se hizo crítica para los
avecinados en San Luis de Los Caneyes, lo que los llevó a protagonizar
en 1758 una rebelión
11
. La continua situación explosiva, hizo que el Rey Carlos IV
interviniera en 1796 a favor de los indígenas de San Luis, en momentos
en que se censuraba al protector de indios, por ser ese funcionario
cómplice de los hacendados santiagueros.
Los conflictos con los terratenientes continúan
12
y la paradoja de ser el Rey, quien “protegiera” a los indígenas del
acoso de los terratenientes criollos, sin dudas estuvo en la base de las
relaciones clientelares que se establecen entre los indígenas, algunos
campesinos peninsulares – como el líder oriental realista Pedro
Garrido-, y la Corona española, y que explica la alineación de los
“indios” en el bando colonialista al iniciarse la contienda
independentista. Este por demás, fue un fenómeno que también se produce
en otras regiones de América Latina.
Recién, en la excelente entrega del seri al histórico Duaba: La
Odisea del Honor , muchos compatriotas conocieron de las unidades
militares irregulares de indígenas, organizadas por el mando español
recién reiniciada la guerra de independencia en 1895, y la oposición que
realizaron estos combatientes al General Antonio Maceo y a los
expedicionarios que desembarcaron por Duaba. Pienso que merita un
esfuerzo de divulgación histórica, de libros y artículos, de seguro que
una obra audiovisual tan apasionante como la que nos han hecho llegar el
MINCULT, las FAR y la Televisión Cubana, para que también se aprecie la
continuidad de aquella historia.
Fue precisamente Antonio Maceo, con su certero sentido de la unidad
nacional, quién se propuso recolocar a los indígenas frente a su propia
historia. Consciente de la trascendencia más que militar, política, de
la alineación junto a los españoles de los descendientes de los pueblos
aborígenes, el jefe mambí pidió a varios de los insurgentes que
mantenían relaciones con familias indígenas, trabajar en la
incorporación de estos a las filas independentistas. Fue Cristina Pérez,
una criolla casada con Ramón Ramírez, un cacique menor, la que logró
convencer a quienes estaban luchando en el bando equivocado. El éxito de
tan brillante operación política, de profundo contenido ético, se
concretó en la formación del Regimiento Hatuey. Ya el 31 de agosto de
1895, un centenar de indígenas estaba incorporado al regimiento, y el
valor y destreza militar de sus integrantes decide la batalla de Sao del
Indio. Estos combatientes terminaron la contienda insurrecta y legaron
la leyenda que hasta hoy habla de los “guapos de Yateras”
13 .
Lo hispano
Conmemorar el Día de la Resistencia Indígena el 12 de octubre, no es
un acto anti-español. Con la raíz étnica que se reconoce hispana, para
identificar a los pueblos del actual Estado español, nos sentimos los
cubanos y latinoamericanos íntimamente vinculados.
En medio milenio de colonia, de la Europa ibérica no solo llegaron
los genocidas soldados de fortuna que masacraron y robaron a los pueblos
originarios, y la plaga de comerciantes, jerarcas eclesiásticos,
funcionarios monárquicos y burócratas ladrones que se enriquecieron con
las relaciones colonialistas de explotación. También arribaron sujetos
portadores de todo lo progresivo y laborioso que latía en los pueblos
del Viejo Continente: campesinos y artesanos, intelectuales, maestros y
artistas, hombres y mujeres de bien —no pocos sacerdotes y religiosas
que como el padre Bartolomé de La Casas, dieron su aporte de entrega
humanista y sabiduría—, campesinos y artesanos humildes, que hicieron de
estas tierras su nuevo hogar, y con ello las convirtieron en el
escenario de sus amores, pasiones, resistencias y luchas
14 .
El encuentro de culturas se dio definitivamente en la sociedad
colonial de los siglos XVI y XVII, en la relación profunda con la España
humilde, trabajadora, culta y popular, con las civilizaciones, culturas
y naturaleza indoamericanas, con los negros esclavos y demás migrantes.
La latinoamericanidad vista desde lo indoamericano, lo afroamericano y
lo hispano, integra las principales raíces que fundamentan nuestra
identidad nacional y regional.
Frente a la España feudalizante, del egoísmo monárquico, frente al
anti héroe del pillaje; siempre estuvo –latente una veces, explícita
otras- la España antifeudal y antimonárquica, junto al héroe del trabajo
honrado y la cultura, no faltaron los que sin titubear, se incorporaron
en el siglo XIX, a la causa de la independencia nacional.
Desde la ética y la ideología de la Revolución
La decodificación en clave de emancipación y dignificación humana,
nos califica y cualifica el hacer y lo por hacer de la historiografía
revolucionaria. De la mano de Martí procuremos privilegiar la historia
real, y en vez de “descubrimiento” precisemos que se trató de una
invasión. Que renunciemos a la neutralidad genérica del concepto viaje, y
puntualicemos sobre las expediciones militares que organizó el
Almirante invasor Cristóbal Colón. Así mismo debemos decodificar el mito
fundador, y ratificar que no existió un “encuentro de civilizaciones y
culturas”, sino un hecho de guerra de rapiña, de apropiación forzada y
depredatoria del territorio y sus recursos naturales y humanos, que
devino en genocidio y etnocidio.
Precisamente la afirmación sobre la extinción y/o desaparición de los
aborígenes cubanos, y los apasionantes debates que sobre esta
problemática se pueden sostener, tienen como incuestionable realidad
histórica, la criminalidad genocida de los conquistadores europeos.
También somos herederos de ese mundo colonial de injusticias y
explotación que forjaron los hombres que simboliza el Almirante
Cristóbal Colón. De lo que se trata es de saber a qué herencia
renunciamos y cual reivindicamos.
Es necesario reconocer la impronta de las personalidades en la
Historia, y para quienes trabajamos por un mundo mejor, resulta de
particular interés estudiar el universo ético de los sujetos de y en la
historia. Cristóbal Colón, sus capitanes y continuadores, fueron audaces
e inteligentes soldados, líderes con la capacidad de fundar un nuevo
orden de explotación colonialista en esta parte del planeta, que a su
vez impactó y reconfiguró el mundo de entonces. En interés de ese orden
desataron nuevas fuerzas productivas, fundaron villas, construyeron
iglesias y conventos, importaron bienes y tecnología. Jugó un papel
fundamental la ambición de victoria y riquezas que movía a aquellos
hombres: Son los héroes de la acumulación originaria del capital,
anti-héroes frente al humanismo y la dignificación humana.
Nuestros caciques e indígenas rebeldes, también fueron audaces e
inteligentes soldados, líderes con capacidad de resistencia, que además
de aprestarse a derrotar la tecnología y la experiencia militar de los
invasores, tuvieron que vencer sus propios temores y limitaciones
cosmovisivas, que si fueron malévolamente utilizadas por los europeos
para aumentar su ventaja. Estos primeros rebeldes de América fueron
héroes de los derechos humanos, de la emancipación.
Las interesantes polémicas acerca de la llegada por uno u otro puerto
oriental, del Almirante invasor Cristóbal Colón, no puede dejar de
significar para todos los implicados, que el 28 de octubre de 1492,
marcó el acto militar de la ocupación del territorio poblado por
nuestros antepasados aborígenes, y en tanto, de la imposición de la
lógica egoísta del sistema de dominación del colonialismo europeo.
Con criterio político
El estado de la problemática historiográfica repercute directamente
en decisiones concretas en política cultural, comunicacional y
educacional.
Los padres de la patria, se fueron a la manigua en 1868, enarbolando
el recuerdo rebelde de Hatuey, y desde entonces en Granma es tradición
el recuerdo de honor, que ha quedado tangible en hermoso monumento. Hay
que felicitar a los matanceros en su certeza de fijar en monumento y
sobre todo en la memoria histórica local, la batalla de la bahía que
recuerda la estirpe rebelde de sus antepasados indígenas. ¿Cuánto más
nos falta? ¿Ahora en vísperas de la fundación de las primeras villas,
hemos pensado en el nuevo monumento que merecen las víctimas del
exterminio masivo del cacicato de Caonabo? ¿Dónde hacer el obelisco que
recuerde esa primera resistencia del 27 de noviembre de 1492? ¿Nuestros
primeros rebeldes atacaron con éxito Baracoa, Puerto Príncipe, y otras
villas españolas, merecen estas acciones una tarja antes o durante los
actos oficiales por los 500 años de fundación? ¿Se ha estudiado esta
necesidad de expresión patria a escala de país?
¿Qué efeméride realmente merece que se destaque y honre, el día de
protesta armada de noviembre, hasta ahora irrelevante en el universo
comunicacional cubano, o el que se celebra generalmente para glorificar
la llegada del conquistador? ¿Hasta cuándo el 2 de febrero 1512 y el
recuerdo hermoso de Hatuey, va a ser solo un acto de historia local de
los granmenses, que apenas merece unas pocas líneas de cobertura
periodística?
Aún permanece en Cuba, dando su pelea de conservadurismo, el espíritu
del Día de la Raza. Julio Antonio Mella hace 85 años, batió lanzas
contra este espectro del colonialismo
15
. Ahora “la Raza” aparece metamorfoseada como “fiesta Iberoamericana”,
pero la esencialidad de antaño se mantiene, con blasones y honores de
conquista, y teatralidades que “reconstruyen”, el momento primigenio del
desembarco del Almirante invasor “de rodillas” en la tierra que acaba
de posesionar como propiedad europea! ¿Por qué no celebrar en Cuba, con
mucha alegría, la sobrevivencia y el renacer comprometido de nuestros
pueblos originarios, y también la presencia irredenta de Afroamérica, de
los cimarrones indígenas y negros, que se unieron en la resistencia y
el amor a la libertad?
La actual realidad educativa cubana es de sostenida recuperación y
avances, y la enseñanza de la Historia constituye uno de los carriles
por donde afortunadamente transita el perfeccionamiento. Pero sobre el
tema aborigen y el legado combativo de los indígenas, aún es muy débil
la propuesta historiográfica escolar. Un hecho sumamente significativo,
es que ningún programa de estudios, desde la enseñanza general hasta la
universitaria, presenta a los estudiantes y al púbico cubano, una
sistematización histórica de la resistencia indígena a la conquista y
ocupación.
La primera guerra colonial que se emprendió contra las comunidades
aborígenes que poblaban Cuba, no se referencia como tal en nuestras
escuelas y universidades. El sujeto de la historia es, en todos los
casos, el conquistador español, y los hechos de armas de nuestros
primeros rebeldes, a lo sumo se tratan minimizados y con una
significativa inconexión.
Los estudios que sobre este tema se han realizado en el país,
permanecen fuera del circuito masivo de distribución de la información
científico-docente, y hoy solo constituyen rarezas bibliográficas en
algunas bibliotecas. Hay propuestas muy serias del Instituto Cubano de
Antropología, incluso premiadas como resultados de ciencia por la
Academia de Ciencias de Cuba, que aún no se introducen.
La patria Nuestroamericana
Cuando reconstruimos el pasado, aprendemos de sus saberes, y nos
autodefinimos como lo que somos, actuales herederos en este archipiélago
de siete mil años de historia, realizamos un acto de universalidad,
respeto e integración solidaria a esa parte-raíz de nuestro tiempo. Nos
auto reconocemos en los esfuerzos revolucionarios que lideran los
gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, por recuperar la
historia y el espacio, la dignidad, los derechos y recursos, que les
fueron arrebatados a los pueblos originarios que conforman y enriquecen
la vida de estas naciones.
El conocimiento de la historia de los pueblos indoamericanos que
poblaron nuestro archipiélago, también nos sitúa en condiciones para
interactuar en la complejidad del momento que vivimos, libres de
visiones edulcoradas y facilismos. Entendemos por qué con frecuencia, la
imagen que muchos indígenas tienen de sí mismos es de impotencia,
miseria y abandono, lo que produce marginalidad, deterioro social y
hostilidad. Comprendemos cómo tras quinientos años de opresión económica
y enajenación ideológico-cultural, no está libre el mundo indoamericano
actual, de peligros de mayor desestructuración, de arcaísmo y
fundamentalismos, de las relaciones clientelares y el acecho de la
demagogia y la manipulación política, de la presión del mercado y la
ideología burguesa y egoísta hegemónica.
Veamos el Día de la Resistencia implicados en el cambio progresivo de
los pueblos y sus circunstancias, en la historia que forjaron nuestros
maestros internacionalistas junto a los misquitos, afines del pasado
siglo, en ép oca de la asediada Revolución Sandinista, epopeya de
alfabetización, ciencia, cultura y salud, recuperada hoy con nuevos
educadores y médicos que trabajan junto a los hermanos nicaragüenses,
que se ha multiplicado con la Alianza Bolivariana para las
Américas-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), en las selvas y
sabanas de la República Bolivariana de Venezuela, y los andes
ecuatorianos y bolivianos, que llega a otros muchas comunidades
aborígenes de centro y sur américa, y recién se abre a la Amazonía
brasileña.
1 Hidefuji Someda: Apología e historia: estudios sobre fray Bartolomé de las Casas . Fondo Editorial
PUCP , Lima, 2005, p 61-62.
2 Ver:
Steven Katz : The Holocaust in Historical Context , (2 vols.), Nueva York, Oxford Universtity Press, 2003.
3 Así lo describe el padre
Bartolomé de las Casas, un testigo excepcional. Ver: Bartolomé de las
Casas: Historia de las Indias , Fondo de Cultura Económica. México.
1951, tomo III, p. 326
4 Hortensia Pichardo: El
descubrimiento de Cuba. Relación del primer viaje de Cristóbal Colón,
Documentos para la Historia de Cuba , Tomo I, Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana, 1971, p 23.
5 Iden Ant., p 27.
6 Bartolomé de las Casas: Historia de las Indias , Fondo de Cultura Económica. México. 1951, Tomo. IV, p. 31
7 Ver: César Rodríguez Expósito: Hatuey. El primer libertador de Cuba , Editorial Cubanicen, La Habana, 1944.
8 Ver: Osvaldo Morales
Patiño: La rebeldía de los indocubanos , La Habana, 1946; Jorge Ibarra:
“Las grandes sublevaciones Indias dese 1520 hasta 1540 y la abolición de
las encomiendas”, en Aproximaciones a Clío , Editorial de Ciencias
Sociales, Ciudad de La Habana, 1979; Felipe de J. Pérez Cruz: Los
primeros rebeldes de América , La Habana, 1988
9 Ver: Juan Jiménez Pastrana: Guamá , Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1985
10 Ver: José Jiménez Santander: La guerra omitida. La guerra digna , Instituto Cubano de Antropología, La Habana, 2012 (inédito)
11 Olga Portuondo: “Una
sublevación de indios en 1758”, en revista de la Biblioteca Nacional
José Martí. La Habana, No 1, enero-abril, 1981, p. 199-204.
12 Juan Manuel Reyes
Cardero: “La inserción del aborigen en la sociedad colonial santiaguera:
el caso del pueblo indio de San Luis de los Caneyes”, en Ciencia en su
PC, Revista electrónica editada por MEGACEN, Centro de Información y
Gestión Tecnológica de Santiago de Cuba. Cuba, Santiago de Cuba, No 1,
2009,
http://cienciapc.idict.cu/index.php/cienciapc/article/view/28/92.
13 Miguel Lozano: “Regimiento Hatuey: aporte indígena a la independencia cubana”, en Prensa Latina, marzo 23, 2011,
http://martianos.ning.com/favicon.ico
14 Rosario Márquez Macías: La emigración española a América, 1765-1824 . Universidad de Oviedo, Oviedo, 1995.
15 Julio Antonio Mella: La
fiesta de la raza, en Mella. Documentos y artículos, Editorial de
Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p 459-