 
 13.10.2013.
La identidad nacional cubana está actualmente desconectada de su 
herencia aborigen. Esa realidad explica por qué no pocos compatriotas 
vean el tema de la lucha de los hermanos indígenas en América, como algo
 muy justo, pero lejano. Así la propuesta del movimiento indígena de 
conmemorar el 12 de octubre como Día de la Resistencia, Dignidad, 
Rebeldía y Lucha, no se ha generalizado en el país, a lo que se suma que
 aún hay espacios donde persiste el mito colonialista eurocéntrico “ del
 descubrimiento realizado por el valeroso y tenaz Almirante Cristóbal 
Colón , el 12 de octubre de 1492”.
Es cierto que la ausencia de un núcleo poblacional indígena fuerte en
 Cuba y el Caribe de hoy, limita una acción cultural y política sólida, 
encaminada a rescatar los aportes a la historia de los primeros 
descubridores de nuestro archipiélago, pero la dificultad principal está
 en que la memoria histórica en lo fundamental, se basa en la 
construcción desde la época colonial, de una falsa conciencia que 
sustenta la extinción y desvalorización de la población indígena. Así la
 mayoría de los cubanos y cubanas no asumen sus antepasados indígenas, y
 perdemos la riqueza de incorporar toda la herencia cultural y 
cosmovisiva de no menos de siete mil años de historia.
Debemos explicarnos cómo y porqué, lo mejor del pensamiento y 
liderazgo intelectual y revolucionario cubano, siempre se sintió parte 
del movimiento de resistencia de los pueblos originarios. Hora es de 
rescatar los valores del indigenismo revolucionario de José Martí, Julio
 Antonio Mella, y Fidel Castro.
 La presencia indígena 
Las culturas indoamericanas, fueron severamente diezmadas por la 
criminalidad que acompañó la conquista y colonización española. Según 
afirmaciones del padre Bartolomé de las Casas, el costo mortal de la 
conquista para los habitantes de 
 Cuba , 
 Jamaica , 
 Borinquén  y las 
 Antillas Menores  fue de 3 millones de vidas, y solo para 
 Quisqueya , consideraba una pérdida similar
 1 .
Independientemente de errores en una u otra apreciación de cálculo, 
el balance es brutal: De veinte a treinta millones de muertos en toda la
 región!”. En lugar del “encuentro de culturas y civilizaciones” que se 
ha intentado sustentar, la conquista y colonización fue, como señala 
 Steven Katz el, el peor desastre civilizatorio y demográfico conocido en la historia de la humanidad
 2 .
 Pero a diferencia de lo que comúnmente se ha repetido, la población 
aborigen en Cuba no desapareció ni fue completamente exterminada.
La sociedad excluyente y legalidad pigmentocrática y racista del 
colonialismo, que imponía como condición de movilidad y ascenso social 
la “limpieza de sangre”, determinó el “blanqueamiento” de numerosas 
familias de colonos, que tenían en su base materna lo indígena y, sus 
descendientes ya mestizados y transculturados, acompañaron la 
constitución de la sociedad criolla primero, y la formación de la 
nacionalidad después, para estar presentes en nuestro actual mosaico 
etno-sociológico.
No todo fue asimilación. Núcleos significativos de la población 
aborigen sobrevivieron hasta el siglo XIX, para constituirse en el 
grueso del primer campesinado cubano. Sus descendientes arribaron al 
siglo XX, con una presencia que fue documentada por cientistas del 
calibre de Manuel Rivero de la Calle y Antonio Núñez Jiménez. Hoy están 
entre nosotros, abriendo como cubanos y cubanas el nuevo milenio de 
retos y confirmaciones. Los he visto y disfrutado en pueblos de leyenda y
 heroicidad como Jiguaní, Yateras o El Caney, están en el honrado hacer 
del campo, en los seres emancipados y cultos de la Revolución, entre 
maestros y médicos, constructores e ingenieros, en la sonrisa alegre de 
niños y niñas, trigueños, de cuerpos robustos y bellos, vivaces, 
felices, en cualquier pueblo o ciudad.
Los genuinos descubridores del archipiélago cubano, nos legaron 
saberes, conocimientos sobre plantas y modos de cultivarlas y 
utilizarlas, con distintas funciones de alimentación y salud, así como 
una rica mitología conservada en la memoria colectiva, en costumbres y 
hábitos de la vida cotidiana. Está la presencia aborigen en la 
toponimia, comida, artesanías, arquitectura, creencias, música, fiestas,
 y espiritualidad popular. Muchos cubanos y cubanas, independientemente 
del color de su piel, no saben que también tienen lo indígena 
incorporado en su idiosincrasia, gestualidad y genes.
 Hombres y mujeres de combate 
El nervio emancipador que rescata el Día de la Resistencia Indígena, 
nos compulsa a repensar y precisar nuestra común historia. El tema 
adquiere una connotación sumamente actual, cuando hemos comenzado a 
celebrar en Cuba los 500 años de fundación de las primeras siete villas.
 No se puede olvidar que estas poblaciones nacieron en medio de la 
operación militar de la conquista, sobre la ruina de los cacicatos 
aborígenes, diezmados por el secuestro de sus pobladores para el trabajo
 forzado en las llamadas encomiendas, sometidos a extensas jornadas 
–“mientras había luz”- en los lavaderos de oro, apaleados y torturados, 
vejados con la esclavización sexual de sus mujeres, flagelados por 
enfermedades mortales portadas por sus verdugos
 3 .
Los indígenas que habitaban Cuba, no fueron mansos ni se dejaron 
victimizar impunemente. En las encomiendas, en acto de rebeldía, no 
pocos optaron por el suicidio, se ahorcaban en grupos y con ellos a sus 
hijos. Muchos más optaron por enfrenar y combatir a aquellos demonios 
que habían asaltado sus vidas y sociedad. Estos hombres y mujeres 
iniciaron la tradición combativa de nuestro pueblo.
Cristóbal  Colón arriba a nuestras costas al día 27 de octubre de 
1492. Al mes de estar explorando la isla de Cuba – el 27 de Noviembre-, 
el Almirante invasor recoge en su diario el primer encontronazo con los 
habitantes, que intentaron empuñando sus armas, impedir un desembarco 
por la hoy costa guantanamera. Como certeramente anotó Hortensia 
Pichardo este es el primer amago de resistencia de los indígenas en la 
Isla, y el primero que reporta Colón como cronista a su llegada a 
América 
 4 
 . Colón vuelve a encontrarse con indígenas en son de guerra el 3 de 
diciembre, pero en esta ocasión actúa con más inteligencia “ por manera 
que todos se apaciguaron” 
 5  .
En 1510, la primera batalla victoriosa de nuestros indígenas contra 
una tropa de invasores, dará desde entonces, el nombre de la bahía y 
provincia de Matanzas. El cacique Yaguacayex (o Guayucayex) , con la 
cooperación del cacique Habaguanex, trazó y ejecutó el plan de ataque 
contra los invasores 
 6  . Estos fueron nuestros primeros rebeldes.
 La guerra de conquista 
Cuando en 1510, el teniente Diego Velázquez invadió Cuba, encontró la
 fuerte resistencia de cacique Hatuey. De Maisí y Baracoa a Bayamo, se 
extendieron los combates. El 2 de febrero 1512, el cacique quisqueyano 
fue juzgado como sacrílego y rebelde, y quemado vivo
 7 ,
 tal como hacía la Iglesia Católica en la época, con los revolucionarios
 y hombres de ciencia y cultura europeos. Con Hatuey llegó a Cuba el 
concepto de cimarrón, de insubordinación y resistencia activa frente a 
los colonialistas. Desde entonces, los invasores nunca disfrutaron de 
paz
 8 .
Los indígenas afrontaron con espíritu rebelde la represión y el 
asesinato de la conquista y ocupación territorial, que sucedió al 
asesinato de Hatuey. Matanzas como la realizada en Caonao (probablemente
 en las inmedia ciones de las actuales provincias de Camagüey y Ciego de
 Ávila), donde fueron acuchillados más de 2 mil hombres, mujeres y 
niños, con el único y bárbaro propósito de sembrar el terror, y 
paralizar la resistencia a los invasores, dejaron una memoria que 
mantuvo la constante hostilidad de los aborígenes. Luego de su fundación
 en 1515, Puerto Príncipe, la villa más cercana al trágico 
acontecimiento, fue objeto de sistemática hostilidad, ataca e 
incendiada.
El conocimiento sobre sus enemigos, costumbres y armamento, el 
saberlos hombres y mortales en lugar de demonios, hizo de la resistencia
 un hecho mucho más efectivo. A partir de 1520 en Cuba –y también en 
Quisqueya-, los documentos demuestran que los ataques de los aborígenes 
ganan en efectividad.
Entre 1522 y 1532 el cacique Guamá también en el oriente cubano, dio 
una dura pelea contra los encomenderos que explotaban y asesinaban a sus
 hermanos. Los vecinos de las villas y los hacendados vivieron en 
constante sobresalto. Ya entre los combatientes de Guamá estaban los 
cimarrones negros, los primeros esclavos africanos emancipados por 
rebelión
 9  La resistencia a la conquista como subraya el arqueólogo cubano José Jiménez Santander 
, fue la primera guerra que los habitantes de nuestro archipiélago enfrentaron contra la dominación colonial
 10 .
Diez años después de decretarse por el gobierno colonial en 1542, el 
fin de las encomiendas, aún los encomenderos en complicidad con la 
jerarquía de la Iglesia Católica en Cuba, se resistían a reconocer la 
libertad a los aborígenes. Entonces se les compulsó a vivir en pueblos 
de indios, con el incentivo de otorgarles algunas tierras realengas. 
Pero esta “paz” no impidió que en 1661 ante la escasez de esclavos, los 
vecinos de Santiago de Cuba, Bayamo y Puerto Príncipe, solicitaran al 
Rey hacer la guerra y esclavizar a los indígenas que se negaban a 
aproximarse a sus villas y se mantenían aislados en palenques, 
acompañados de negros esclavos fugitivos, petición que es satisfecha por
 el monarca.
 Paradoja y reencuentro
Los terratenientes que dominaban los cabildos y la impartición de 
justicia, tratarían una y otra vez de arrebatar las tierras realengas 
otorgadas a los indígenas. El robo y la injusticia, pueden hallarse en 
los archivos que guardan los documentos más antiguos de la jurisdicción 
habanera de Guanabacoa. Esta situación se hizo crítica para los 
avecinados en San Luis de Los Caneyes, lo que los llevó a protagonizar 
en 1758 una rebelión 
 11 
 . La continua situación explosiva, hizo que el Rey Carlos IV 
interviniera en 1796 a favor de los indígenas de San Luis, en momentos 
en que se censuraba al protector de indios, por ser ese funcionario 
cómplice de los hacendados santiagueros.
Los conflictos con los terratenientes continúan 
 12 
 y la paradoja de ser el Rey, quien “protegiera” a los indígenas del 
acoso de los terratenientes criollos, sin dudas estuvo en la base de las
 relaciones clientelares que se establecen entre los indígenas, algunos 
campesinos peninsulares – como el líder oriental realista Pedro 
Garrido-, y la Corona española, y que explica la alineación de los 
“indios” en el bando colonialista al iniciarse la contienda 
independentista. Este por demás, fue un fenómeno que también se produce 
en otras regiones de América Latina.
Recién, en la excelente entrega del seri al histórico Duaba: La 
Odisea del Honor , muchos compatriotas conocieron de las unidades 
militares irregulares de indígenas, organizadas por el mando español 
recién reiniciada la guerra de independencia en 1895, y la oposición que
 realizaron estos combatientes al General Antonio Maceo y a los 
expedicionarios que desembarcaron por Duaba. Pienso que merita un 
esfuerzo de divulgación histórica, de libros y artículos, de seguro que 
una obra audiovisual tan apasionante como la que nos han hecho llegar el
 MINCULT, las FAR y la Televisión Cubana, para que también se aprecie la
 continuidad de aquella historia.
Fue precisamente Antonio Maceo, con su certero sentido de la unidad 
nacional, quién se propuso recolocar a los indígenas frente a su propia 
historia. Consciente de la trascendencia más que militar, política, de 
la alineación junto a los españoles de los descendientes de los pueblos 
aborígenes, el jefe mambí pidió a varios de los insurgentes que 
mantenían relaciones con familias indígenas, trabajar en la 
incorporación de estos a las filas independentistas. Fue Cristina Pérez,
 una criolla casada con Ramón Ramírez, un cacique menor, la que logró 
convencer a quienes estaban luchando en el bando equivocado. El éxito de
 tan brillante operación política, de profundo contenido ético, se 
concretó en la formación del Regimiento Hatuey. Ya el 31 de agosto de 
1895, un centenar de indígenas estaba incorporado al regimiento, y el 
valor y destreza militar de sus integrantes decide la batalla de Sao del
 Indio. Estos combatientes terminaron la contienda insurrecta y legaron 
la leyenda que hasta hoy habla de los “guapos de Yateras” 
 13  .
 Lo hispano 
Conmemorar el Día de la Resistencia Indígena el 12 de octubre, no es 
un acto anti-español. Con la raíz étnica que se reconoce hispana, para 
identificar a los pueblos del actual Estado español, nos sentimos los 
cubanos y latinoamericanos íntimamente vinculados.
En medio milenio de colonia, de la Europa ibérica no solo llegaron 
los genocidas soldados de fortuna que masacraron y robaron a los pueblos
 originarios, y la plaga de comerciantes, jerarcas eclesiásticos, 
funcionarios monárquicos y burócratas ladrones que se enriquecieron con 
las relaciones colonialistas de explotación. También arribaron sujetos 
portadores de todo lo progresivo y laborioso que latía en los pueblos 
del Viejo Continente: campesinos y artesanos, intelectuales, maestros y 
artistas, hombres y mujeres de bien —no pocos sacerdotes y religiosas 
que como el padre Bartolomé de La Casas, dieron su aporte de entrega 
humanista y sabiduría—, campesinos y artesanos humildes, que hicieron de
 estas tierras su nuevo hogar, y con ello las convirtieron en el 
escenario de sus amores, pasiones, resistencias y luchas 
 14  .
El encuentro de culturas se dio definitivamente en la sociedad 
colonial de los siglos XVI y XVII, en la relación profunda con la España
 humilde, trabajadora, culta y popular, con las civilizaciones, culturas
 y naturaleza indoamericanas, con los negros esclavos y demás migrantes.
 La latinoamericanidad vista desde lo indoamericano, lo afroamericano y 
lo hispano, integra las principales raíces que fundamentan nuestra 
identidad nacional y regional.
Frente a la España feudalizante, del egoísmo monárquico, frente al 
anti héroe del pillaje; siempre estuvo –latente una veces, explícita 
otras- la España antifeudal y antimonárquica, junto al héroe del trabajo
 honrado y la cultura, no faltaron los que sin titubear, se incorporaron
 en el siglo XIX, a la causa de la independencia nacional.
 Desde la ética y la ideología de la Revolución 
La decodificación en clave de emancipación y dignificación humana, 
nos califica y cualifica el hacer y lo por hacer de la historiografía 
revolucionaria. De la mano de Martí procuremos privilegiar la historia 
real, y en vez de “descubrimiento” precisemos que se trató de una 
invasión. Que renunciemos a la neutralidad genérica del concepto viaje, y
 puntualicemos sobre las expediciones militares que organizó el 
Almirante invasor Cristóbal Colón. Así mismo debemos decodificar el mito
 fundador, y ratificar que no existió un “encuentro de civilizaciones y 
culturas”, sino un hecho de guerra de rapiña, de apropiación forzada y 
depredatoria del territorio y sus recursos naturales y humanos, que 
devino en genocidio y etnocidio.
Precisamente la afirmación sobre la extinción y/o desaparición de los
 aborígenes cubanos, y los apasionantes debates que sobre esta 
problemática se pueden sostener, tienen como incuestionable realidad 
histórica, la criminalidad genocida de los conquistadores europeos. 
También somos herederos de ese mundo colonial de injusticias y 
explotación que forjaron los hombres que simboliza el Almirante 
Cristóbal Colón. De lo que se trata es de saber a qué herencia 
renunciamos y cual reivindicamos.
Es necesario reconocer la impronta de las personalidades en la 
Historia, y para quienes trabajamos por un mundo mejor, resulta de 
particular interés estudiar el universo ético de los sujetos de y en la 
historia. Cristóbal Colón, sus capitanes y continuadores, fueron audaces
 e inteligentes soldados, líderes con la capacidad de fundar un nuevo 
orden de explotación colonialista en esta parte del planeta, que a su 
vez impactó y reconfiguró el mundo de entonces. En interés de ese orden 
desataron nuevas fuerzas productivas, fundaron villas, construyeron 
iglesias y conventos, importaron bienes y tecnología. Jugó un papel 
fundamental la ambición de victoria y riquezas que movía a aquellos 
hombres: Son los héroes de la acumulación originaria del capital, 
anti-héroes frente al humanismo y la dignificación humana.
Nuestros caciques e indígenas rebeldes, también fueron audaces e 
inteligentes soldados, líderes con capacidad de resistencia, que además 
de aprestarse a derrotar la tecnología y la experiencia militar de los 
invasores, tuvieron que vencer sus propios temores y limitaciones 
cosmovisivas, que si fueron malévolamente utilizadas por los europeos 
para aumentar su ventaja. Estos primeros rebeldes de América fueron 
héroes de los derechos humanos, de la emancipación.
Las interesantes polémicas acerca de la llegada por uno u otro puerto
 oriental, del Almirante invasor Cristóbal Colón, no puede dejar de 
significar para todos los implicados, que el 28 de octubre de 1492, 
marcó el acto militar de la ocupación del territorio poblado por 
nuestros antepasados aborígenes, y en tanto, de la imposición de la 
lógica egoísta del sistema de dominación del colonialismo europeo.
 Con criterio político 
El estado de la problemática historiográfica repercute directamente 
en decisiones concretas en política cultural, comunicacional y 
educacional.
Los padres de la patria, se fueron a la manigua en 1868, enarbolando 
el recuerdo rebelde de Hatuey, y desde entonces en Granma es tradición 
el recuerdo de honor, que ha quedado tangible en hermoso monumento. Hay 
que felicitar a los matanceros en su certeza de fijar en monumento y 
sobre todo en la memoria histórica local, la batalla de la bahía que 
recuerda la estirpe rebelde de sus antepasados indígenas. ¿Cuánto más 
nos falta? ¿Ahora en vísperas de la fundación de las primeras villas, 
hemos pensado en el nuevo monumento que merecen las víctimas del 
exterminio masivo del cacicato de Caonabo? ¿Dónde hacer el obelisco que 
recuerde esa primera resistencia del 27 de noviembre de 1492? ¿Nuestros 
primeros rebeldes atacaron con éxito Baracoa, Puerto Príncipe, y otras 
villas españolas, merecen estas acciones una tarja antes o durante los 
actos oficiales por los 500 años de fundación? ¿Se ha estudiado esta 
necesidad de expresión patria a escala de país?
¿Qué efeméride realmente merece que se destaque y honre, el día de 
protesta armada de noviembre, hasta ahora irrelevante en el universo 
comunicacional cubano, o el que se celebra generalmente para glorificar 
la llegada del conquistador? ¿Hasta cuándo el 2 de febrero 1512 y el 
recuerdo hermoso de Hatuey, va a ser solo un acto de historia local de 
los granmenses, que apenas merece unas pocas líneas de cobertura 
periodística?
Aún permanece en Cuba, dando su pelea de conservadurismo, el espíritu
 del Día de la Raza. Julio Antonio Mella hace 85 años, batió lanzas 
contra este espectro del colonialismo 
 15 
 . Ahora “la Raza” aparece metamorfoseada como “fiesta Iberoamericana”, 
pero la esencialidad de antaño se mantiene, con blasones y honores de 
conquista, y teatralidades que “reconstruyen”, el momento primigenio del
 desembarco del Almirante invasor “de rodillas” en la tierra que acaba 
de posesionar como propiedad europea! ¿Por qué no celebrar en Cuba, con 
mucha alegría, la sobrevivencia y el renacer comprometido de nuestros 
pueblos originarios, y también la presencia irredenta de Afroamérica, de
 los cimarrones indígenas y negros, que se unieron en la resistencia y 
el amor a la libertad?
La actual realidad educativa cubana es de sostenida recuperación y 
avances, y la enseñanza de la Historia constituye uno de los carriles 
por donde afortunadamente transita el perfeccionamiento. Pero sobre el 
tema aborigen y el legado combativo de los indígenas, aún es muy débil 
la propuesta historiográfica escolar. Un hecho sumamente significativo, 
es que ningún programa de estudios, desde la enseñanza general hasta la 
universitaria, presenta a los estudiantes y al púbico cubano, una 
sistematización histórica de la resistencia indígena a la conquista y 
ocupación.
La primera guerra colonial que se emprendió contra las comunidades 
aborígenes que poblaban Cuba, no se referencia como tal en nuestras 
escuelas y universidades. El sujeto de la historia es, en todos los 
casos, el conquistador español, y los hechos de armas de nuestros 
primeros rebeldes, a lo sumo se tratan minimizados y con una 
significativa inconexión.
Los estudios que sobre este tema se han realizado en el país, 
permanecen fuera del circuito masivo de distribución de la información 
científico-docente, y hoy solo constituyen rarezas bibliográficas en 
algunas bibliotecas. Hay propuestas muy serias del Instituto Cubano de 
Antropología, incluso premiadas como resultados de ciencia por la 
Academia de Ciencias de Cuba, que aún no se introducen.
 La patria Nuestroamericana
Cuando reconstruimos el pasado, aprendemos de sus saberes, y nos 
autodefinimos como lo que somos, actuales herederos en este archipiélago
 de siete mil años de historia, realizamos un acto de universalidad, 
respeto e integración solidaria a esa parte-raíz de nuestro tiempo. Nos 
auto reconocemos en los esfuerzos revolucionarios que lideran los 
gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, por recuperar la 
historia y el espacio, la dignidad, los derechos y recursos, que les 
fueron arrebatados a los pueblos originarios que conforman y enriquecen 
la vida de estas naciones.
El conocimiento de la historia de los pueblos indoamericanos que 
poblaron nuestro archipiélago, también nos sitúa en condiciones para 
interactuar en la complejidad del momento que vivimos, libres de 
visiones edulcoradas y facilismos. Entendemos por qué con frecuencia, la
 imagen que muchos indígenas tienen de sí mismos es de impotencia, 
miseria y abandono, lo que produce marginalidad, deterioro social y 
hostilidad. Comprendemos cómo tras quinientos años de opresión económica
 y enajenación ideológico-cultural, no está libre el mundo indoamericano
 actual, de peligros de mayor desestructuración, de arcaísmo y 
fundamentalismos, de las relaciones clientelares y el acecho de la 
demagogia y la manipulación política, de la presión del mercado y la 
ideología burguesa y egoísta hegemónica.
Veamos el Día de la Resistencia implicados en el cambio progresivo de
 los pueblos y sus circunstancias, en la historia que forjaron nuestros 
maestros internacionalistas junto a los misquitos, afines del pasado 
siglo, en ép oca de la asediada Revolución Sandinista, epopeya de 
alfabetización, ciencia, cultura y salud, recuperada hoy con nuevos 
educadores y médicos que trabajan junto a los hermanos nicaragüenses, 
que se ha multiplicado con la Alianza Bolivariana para las 
Américas-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), en las selvas y 
sabanas de la República Bolivariana de Venezuela, y los andes 
ecuatorianos y bolivianos, que llega a otros muchas comunidades 
aborígenes de centro y sur américa, y recién se abre a la Amazonía 
brasileña.
 1 Hidefuji Someda: Apología e historia: estudios sobre fray Bartolomé de las Casas . Fondo Editorial 
 PUCP  , Lima, 2005, p 61-62.
 2 Ver: 
 Steven Katz  : The Holocaust in Historical Context , (2 vols.), Nueva York, Oxford Universtity Press, 2003.
 3 Así lo describe el padre 
Bartolomé de las Casas, un testigo excepcional. Ver: Bartolomé de las 
Casas: Historia de las Indias , Fondo de Cultura Económica. México. 
1951, tomo III, p. 326
 4 Hortensia Pichardo: El 
descubrimiento de Cuba. Relación del primer viaje de Cristóbal Colón, 
Documentos para la Historia de Cuba , Tomo I, Editorial de Ciencias 
Sociales, La Habana, 1971, p 23.
 5 Iden Ant., p 27.
 6 Bartolomé de las Casas: Historia de las Indias , Fondo de Cultura Económica. México. 1951, Tomo. IV, p. 31
 7 Ver: César Rodríguez Expósito: Hatuey. El primer libertador de Cuba , Editorial Cubanicen, La Habana, 1944.
 8 Ver: Osvaldo Morales 
Patiño: La rebeldía de los indocubanos , La Habana, 1946; Jorge Ibarra: 
“Las grandes sublevaciones Indias dese 1520 hasta 1540 y la abolición de
 las encomiendas”, en Aproximaciones a Clío , Editorial de Ciencias 
Sociales, Ciudad de La Habana, 1979; Felipe de J. Pérez Cruz: Los 
primeros rebeldes de América , La Habana, 1988
 9 Ver: Juan Jiménez Pastrana: Guamá , Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1985
 10 Ver: José Jiménez Santander: La guerra omitida. La guerra digna , Instituto Cubano de Antropología, La Habana, 2012 (inédito)
 11 Olga Portuondo: “Una 
sublevación de indios en 1758”, en revista de la Biblioteca Nacional 
José Martí. La Habana, No 1, enero-abril, 1981, p. 199-204.
 12 Juan Manuel Reyes 
Cardero: “La inserción del aborigen en la sociedad colonial santiaguera:
 el caso del pueblo indio de San Luis de los Caneyes”, en Ciencia en su 
PC, Revista electrónica editada por MEGACEN, Centro de Información y 
Gestión Tecnológica de Santiago de Cuba. Cuba, Santiago de Cuba, No 1, 
2009, 
http://cienciapc.idict.cu/index.php/cienciapc/article/view/28/92.
 13 Miguel Lozano: “Regimiento Hatuey: aporte indígena a la independencia cubana”, en Prensa Latina, marzo 23, 2011, 
http://martianos.ning.com/favicon.ico
 14 Rosario Márquez Macías: La emigración española a América, 1765-1824 . Universidad de Oviedo, Oviedo, 1995.
 15 Julio Antonio Mella: La 
fiesta de la raza, en Mella. Documentos y artículos, Editorial de 
Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p 459-