Un artículo de Nieves y Miro Fuenzalida.
En
El fin del capitalismo, las feministas K. Gibson y J. Graham dicen que
la izquierda —al criticar la sociedad capitalista— se equivoca de blanco
porque la sociedad capitalista que critica ya no existe: quedo atrás en
la historia y hoy nos vemos confrontados con un nuevo sistema. Pero que
el capitalismo esté afectado por constantes cambios no es novedad; su
sobrevivencia misma depende de su constante transformación.
Ya
en los años 30 y 40 muchos habían notado que importantes cambios se
estaban produciendo en las instituciones económicas. Pero es solo al
final del siglo XX cuando surge la conciencia de que la época de oro del
capitalismo, que había empezado en el 45, esta llegando a su término
con el surgimiento de la economía informática.
En
el 93, Peter Drucker, autor de La sociedad post capitalista, dice que
estamos entrando en una nueva sociedad que exhibe cambios fundamentales
en las estructuras sociales, en las relaciones de clases, en las
funciones del Estado, en las motivaciones económicas y en los problemas
sociales. La época del capitalismo definida primariamente por la
contradicción y el conflicto entre el capital y el trabajo ha terminado.
La
fuente y el factor productivo determinante ahora no son el capital, la
tierra o el trabajo, sino el conocimiento que se encuentra en la mente
de un nuevo tipo de trabajadores. Los proletarios y capitalistas han
sido reemplazados por los analistas simbólicos y los trabajadores de
servicio como clases centrales. La acumulación de capital necesaria para
la producción y el costo del trabajo como los elementos más importantes
en la creación de riquezas han sido desplazados por la aplicación de la
información al trabajo.
Si
en el pasado inmediato los capitalistas organizaron el capital y el
trabajo, hoy son los trabajadores poseedores del conocimiento y la
información los que organizan y dirigen el proceso productivo. Continúan
siendo empleados de una organización o compañía, pero son ellos los que
poseen los materiales y los instrumentos necesarios para la producción,
porque estos están contenidos en su propio conocimiento que llevan
donde quiera que vayan.
Los
trabajadores de las industrias tradicionales en donde el trabajo simple
es la mayor ocupación no desaparecen pero quedan relegados a un lugar
subalterno. Es debido a esta separación entre propiedad y control que ya
no se puede hablar de empresas capitalistas en sentido tradicional. El
viejo antagonismo entre burguesía y proletariado ha sido reemplazado por
la tensión entre los trabajadores poseedores del conocimiento y los
trabajadores comprometidos con servicios técnicos menores.
En
los países con alto desarrollo económico la proporción de empleados que
trabajan en las áreas de información y servicios alcanza a tres cuartos
de la población laboral —y continua aumentando.
Dentro
de este grupo los primeros corresponden al personal administrativo de
las corporaciones, del gobierno y otras organizaciones. Estos son los
que “aplican la información a la información” y los otros son los que se
ocupan de los servicios técnicos ordinarios, los que “aplican la
información al trabajo”. El conflicto entre estos dos grupos representa
la mayor contradicción en la sociedad post capitalista, a pesar de que
aun no han alcanzado el nivel de clases independientes y la línea de
demarcación entre ellos todavía no es totalmente clara. Pero, lo que si
es claro es el abismo salarial que existe entre ellos y es este
antagonismo el que empieza a transformarse en una amenaza real a la
estabilidad del sistema.
Según
Drucker el avance de la ciencia y la tecnología moderna han hecho del
capitalismo un sistema económico obsoleto en los países desarrollados.
El modo de producción y la estructura de la propiedad privada del
capitalismo tradicional hoy ya no existen, lo que, ciertamente, es
difícil de negar. En la Teoría del imperialismo, Lenin, hace bastante
tiempo atrás, demostraba que el capitalismo había dado paso al
imperialismo como su etapa superior. Y esta etapa superior, la verdad,
no ha sido la última.
La
economía de mercado hoy ha cambiado básicamente las relaciones
capitalistas de producción y distribución. Esta no es la sociedad
capitalista tal como la describió Marx. El presente y, más aun, el
futuro, dice Drucker, difícilmente pueden ser comprendidos en los mismos
términos que el pasado.
La
pregunta que uno podría hacerse aquí es si estos cambios actuales
representan solo variaciones dentro del mismo modo capitalista de
producción o, por el contrario, contienen un nuevo modo de producción.
La idea de una sociedad post capitalista, en todo caso, es bien ambigua.
Es
cierto que la propiedad privada de los medios de producción o la venta
del trabajo ya no son suficientes para definir las clases sociales.
Pero, de ahí no se sigue que las clases han desaparecido en términos de
control del capital o que la propiedad privada de los medios de
producción es suficiente para definir al capitalismo. Lo que distingue
al capitalismo, como dice el comentarista económico Dirlik, es que es un
sistema económico que transforma el dinero en capital para generar más
capital que, en última instancia, depende de la producción y extracción
de plusvalía. Y lo que fundamentalmente no ha variado es la distribución
de la plusvalía, a pesar de que la forma de la propiedad del capital ha
pasado del capitalista al control institucional (fondos de pensión,
corporaciones).
En
la década de los 90 los fondos de pensión proveían más de la mitad de
todo el capital disponible para inversiones. Pero ello no se tradujo en
una distribución más igualitaria de ingresos o beneficios. En estados
Unidos, por ejemplo, más de la mitad de todos los ingresos y beneficios
son controlados por el uno por ciento de la población. La desigualdad no
solo se mantiene, sino que ha aumentado.
La
noción de clase puede haber variado en estas nuevas circunstancias, lo
que reclama su revisión, pero no su desaparición. Desde el momento en
que, por ahora, el capital se hace global, también las clases. El cambio
de la producción de mercancías a la producción de conocimientos crea
una nueva división laboral, pero no una sociedad post capitalista. La
producción industrial simplemente ha cambiado de ubicación.
Son
los países en desarrollo los que se han transformado en los talleres
del mundo produciendo los bienes que se consumen en los países ricos. El
cambio fundamental, como nota Dirlik, no se encuentra en la naturaleza
de la inversión capitalista en la producción de artículos industriales,
sino en su reubicación espacial.
Es
muy posible, segun Dirlik, que el intento de los países desarrollados
de retener la dirección de la economía mundial cambiando la estrategia
al control de la información y el conocimiento encubra una crisis en
progreso. La reubicación de la producción industrial invita al traslado
de capitales y con ello de conocimiento e información. A la larga no hay
razón para pensar que la producción de artículos y la producción de
conocimientos permanecerán separados.
La
apertura de campus en China y otros lugares de Asia por parte de
instituciones de superior de Estados Unidos y Europa, por ejemplo, ya
señala cambios en el flujo de conocimientos. Lo que esto indica,
podríamos decir, no es el inicio de una sociedad post capitalista, sino
la emergencia del capitalismo global, en otras palabras: la
transnacionalizacion del capital, la producción y la clase capitalista
con intereses comunes y nuevas contradicciones internas.
Los
cambios descritos por Drucker son ciertamente realidades que contienen
profundas consecuencias económicas, políticas y sociales. Las soluciones
a los problemas que ha creado no las vamos a encontrar en el mercado ni
en la repetición de los eslóganes del siglo pasado.
Lo
que requerimos es buscar nuevas formas de gobierno político, de
organización comunal y de estrategias partidarias. Sin el reconocimiento
y la comprensión de estos nuevos mecanismos económicos la izquierda
política corre el riesgo de ser relegada al desván de la historia.
A
pesar de que muchos proclamaron la muerte del marxismo después del 89
éste, como recuerda Jameson, continua siendo el único “sistema
analítico” capaz de describir el capitalismo contemporáneo porque posee
la capacidad de reconocer las contradicciones mejor que cualquier otra
aproximación analítica.
No
debemos considerar al marxismo, dice Jameson, como una filosofía, una
ideología o una visión del mundo, sino como una “problemática”, como un
cierto modo de pensar cuya efectividad depende de su habilidad para
plantear cuestiones decisivas. Al centro de la problemática marxista
esta el problema de la naturaleza de la producción de valor en la
sociedad industrial cuyo fin es la producción de plusvalía. Las formas
de apropiación de la plusvalía pueden cambiar a lo largo del tiempo,
como efectivamente han cambiado ahora, pero su problemática retiene su
papel central.
Cada
vez que hay cambios en la estructura del capitalismo se habla de su
fin, confundiendo sus crisis con su termino. El imperialismo fue la
respuesta a la crisis capitalista del final del siglo XIX. El fin del
imperialismo ha creado una crisis cuya resolución ha sido la
transnacionalizacion del capital. Es a esta tercera etapa en el
desarrollo del capitalismo a la que Jameson llama capitalismo tardío.
¿Es
el capitalismo un fenómeno social permanente? Y si no lo es… ¿Cuáles
serían las condiciones bajo las cuales uno podría decir que ha llegado a
su fin? La respuesta depende de qué entendamos por capitalismo. Si lo
pensamos como un fenómeno histórico, entonces, tiene un comienzo y un
fin.
La
prioridad absoluta de la acumulación de capital en desmedro del
bienestar humano se ha intensificado a tal grado en la actual fase
global que las próximas crisis serán las de sobreproducción. Los planes
de austeridad con la rebaja a los salarios, la reducción o eliminación
del bienestar social y la explotación del trabajo barato en los países
del sur son un obstáculo real a la expansión del consumo global. Lo
vimos en Asia en los años 97 y 98 y lo más probable es que aumentaran en
severidad al tener ahora una dimensión mundial.
Si
incluimos la crisis ambiental, la disminución de los recursos naturales
y las guerras por la supremacía económica y el control sobre las
fuentes de energía es difícil predecir cual conjunto de problemas pueden
ser resueltos para salvar el sistema sin exacerbar los otros.
Como
dicen muchos historiadores del capitalismo contemporáneo donde mejor
podemos ver los límites del capitalismo es en su expansión global. El
capital siempre ha obtenido nueva vida gracias al crecimiento espacial.
Con su globalización, la expansión espacial ya no será posible.