“El populismo no tiene un contenido específico, es una forma de
pensar las identidades sociales, un modo de articular demandas
dispersas, una manera de construir lo político.” (Ernesto Laclau) La
PSOE, el partido-régimen de Andalucía El líder jornalero andaluz, Diego
Cañamero, define al PSOE de Andalucía como “la PSOE”. “Está la Peugot,
está la Renault, […]
“El populismo no tiene un contenido específico, es una forma
de pensar las identidades sociales, un modo de articular demandas
dispersas, una manera de construir lo político.” (Ernesto Laclau)
La PSOE, el partido-régimen de Andalucía
El líder jornalero andaluz, Diego Cañamero, define al PSOE de
Andalucía como “la PSOE”. “Está la Peugot, está la Renault, y está la
PSOE”, suele decir. Con ello nos indica el carácter socio-político que
caracteriza a este partido en Andalucía: como
partido-régimen
hegemónico de la política andaluza capaz de controlar todos los resortes
del poder administrativo autonómico en nuestra nación, al punto de
ejercer más como una agencia de colocación, o como una multinacional de
la política, que como un partido político entregado a la vida
democrática normalizada. El PSOE-A tiene unos intereses que defender y
esos intereses se hacen confundir con los propios intereses colectivos
del pueblo andaluz, al modo típicamente populista.
Su labor como partido-régimen no tiene un contenido específico,
funciona más como una forma de pensar las identidades políticas,
sociales y culturales que son y se presentan como hegemónicas en
Andalucía que como un gestor de la administración pública,
estableciéndose en la práctica como un modo factual, desde su control
omnipresente de la administración autonómica, de articular en torno a sí
demandas dispersas y plurales que han sido propias de la vida
socio-política andaluza durante décadas, y ejerciendo como si de la
figura de un líder representativo y carismático se tratase,
despersonalizado pero capaz de aglutinar en torno a su figura política
las principales demandas colectivas de la mayor parte de la sociedad.
El PSOE en Andalucía es la expresión política de un régimen. Un
régimen engrasado durante décadas de gobierno ininterrumpido capaz de
articular, con los años, los más variopintos mecanismos de control
político, social, mediático y administrativo en la comunidad. Un régimen
que se visibiliza desde la doble dimensión propia de todo régimen
populista: la estructural-administrativa y la simbólico-identitaria. Una
maquinaria política, administrativa y electoral gigantesca capaz de
sostenerse elección tras elección, generación tras generación, como
fuerza hegemónica de la vida política andaluza. Incluso en los momentos
más delicados.
El PSOE ha sido capaz de construir un sistema institucional, político
y administrativo plenamente estructurado, que no requiere de ningún
tipo de recomposición política que lo normalice socialmente –ya lo ha
conseguido-, desde el cual poder afrontar cualquier desafío político
incluso en los tiempos en los que su matriz española atraviesa por sus
peores momentos y diferentes ventanas de oportunidad se abren ante
quienes pretenden derrocar dicha hegemonía.
Su pleno control de la administración pública dependiente de la Junta
de Andalucía, su extensa administración paralela y su metódica gestión
del control y reparto de los recursos públicos en función de sus propios
intereses partidistas, sumado a su capacidad para presentarse ante
amplias capas de la sociedad como el partido que mejor defiende los
intereses de los trabajadores y trabajadoras de Andalucía y la defensa
de Andalucía en sí misma, le otorgan una fuerza electoral que
sistemáticamente es capaz de alcanzar el gobierno autonómico. La Junta
de Andalucía es el PSOE-A y el PSOE-A es la Junta de Andalucía, y así
lleva siendo desde hace más de tres décadas.
El Populismo de La PSOE
Las redes clientelares extendidas por el PSOE a lo largo y ancho de
toda la nación andaluza son bien conocidas. Pero ello por sí mismo no es
capaz de explicar la fuerza hegemónica que el PSOE ejerce en nuestra
tierra, así como sus continuas victorias electorales. Sin su capacidad
para manejar de forma certera el componente simbólico-identitario e
ideológico que es propio del “sentido común” del pueblo andaluz, nada de
eso sería posible.
El PSOE es mucho más que un partido de gobierno capaz de manejar a su
antojo una potente administración paralela de la que dependen, directa o
indirectamente, cientos de miles de puestos de trabajo, o de haber
explotado a su favor el hambre y la miseria del mundo rural andaluz con
su manejo político del antiguo PER, es el partido en el cual han
depositado su confianza muchos millones de personas diferentes a largo
de todas estas décadas, como partido representativo de la izquierda y
como depositario de la defensa de los valores sociales y culturales,
políticos y económicos, del pueblo andaluz.
Entre otras cosas, como expone Luís Barbero en el diario El País
en un artículo de análisis sobre el resultado de las elecciones del pasado 22-M, esto se puede explicar parcialmente en virtud del papel desempeñado por el PSOE durante la transición: “
el
PSOE capitalizó la movilización popular que permitió a Andalucía, vía
referéndum, equipararse con las comunidades históricas, una lucha que se
entendió básica para salir del subdesarrollo. En cierta manera, los
socialistas se convirtieron en el partido nacionalista de Andalucía y
consiguieron que una amplia mayoría de ciudadanos se identificase con
sus siglas, un fenómeno que aún perdura“, algo que el propio Manuel
Chaves no dudó en reforzar durante sus diferentes mandatos, llegando a
calificar abiertamente al PSOE como el “partido nacionalista de
Andalucía”.
No iba nada desencaminado, ciertamente. No como partido
soberanista, claro, pero sí como partido-régimen, o como partido-país,
según lo define el compañero y camarada Antón Torres, que es. No
obstante, tampoco podemos negar que son muchas las personas, sobre todo
personas de avanzada edad, que identifican al PSOE no solo con ese papel
de liderazgo de un proceso de auto-reconocimiento identitario del
pueblo andaluz durante la transición, sino también, de forma
relacionada, como el partido que fue capaz de
desarrollar la
economía andaluza desde las condiciones nefastas en las que este pueblo,
y en especial su mundo rural, vivía durante el franquismo, a las
condiciones actuales, que si bien siguen siendo igualmente nefastas,
son, desde los ojos de estas personas, bastante mejores que aquellas,
con, por ejemplo, un
estado del bienestar que en aquellos
tiempos de la dictadura, o en los años duros de los posguerra, ni se
podía imaginar como posible. Pero todo esto, aunque importante, es solo
lo anecdótico para explicar con verdadero fundamento el control
hegemónico que como partido-régimen el PSOE ejerce sobre Andalucía y sus
gentes.
El PSOE es, sobre todo, el partido que puede mandar a sus representantes políticos en esa citada administración paralela a
dar órdenes a los trabajadores de un determinado espacio de dicha administración para que voten por el PSOE
bajo la advertencia de que, caso de no hacerlo, podrían perder su
puesto de trabajo, forzándolos no solo a votar por el PSOE sino a
contribuir a desarrollar la campaña electoral en las calles –incluso
dejando a un lado su trabajo en la administración-, así como a
obligarlos a controlar aquellas empresas y otros espacios
socio-económicos donde la administración pública reparte sus ayudas y
subvenciones, tal y como hemos visto, sin demasiado asombro –aunque con
mucha indignación-, en el caso de la ex delegada de Empleo de la Junta
de Andalucía en Jaén, Irene Sabalete, lanzando todos estos mensajes a un
grupo de trabajadores de la Administración andaluza tan sólo un mes
antes de las elecciones autonómicas del año 2012, en la que todas las
encuestas pronosticaban como las de la alternancia en Andalucía por el
PP tras tres décadas de gobiernos del PSOE.
Es también el partido que
maneja, en esas claves, una administración paralela con más de 30.000
puestos de trabajo directos en todo un entramado de empresas públicas,
fundaciones y agencias, y que recientemente blindó a través de una
disposición adicional colada de rondón en su proyecto de ley del
presupuesto para la comunidad para el año 2014, y que ya antes se
integraron al normal funcionamiento de la administración mediante las
nuevas agencias públicas creadas a través de la controvertida Ley de
Reordenación del Sector Público andaluz, más conocida como “ley del
enchufismo”.
Es también, por supuesto, el partido que meses antes de
cada convocatoria electoral pone a trabajar en el mundo rural a decenas
de miles de personas mediante contratos temporales vinculados a obras
públicas o similares, y que cada año maneja a su antojo, con clara
funcionalidad política-clientelar, las bolsas de empleo municipales o el
presupuesto destinado a la aplicación del antiguo PER en la mayor parte
del mundo rural andaluz. Y es también el partido capaz de controlar
todo el espacio mediático andaluz, tanto en el sector público como en el
privado, regándolo cada año con varios millones de euros en publicidad
institucional y/o repartiendo en los
meses previos a una campaña electoral cientos de miles de euros a repartir entre todos los grupos mediáticos sin distinción de signo político o línea editorial matriz.
Es todo eso, pero es que además es también el partido de los
informativos de Canal Sur, los programas de Juan y Medio y/o los de “se
llama copla” o “
la suerte está echada”
de turno, así como las coberturas a todo detalle de la semana santa en
toda la comunidad, el Rocío o la Virgen de la cabeza, es decir, es el
partido que convierte la programación de la RTVA en un continuo
espectáculo del folclore típico andaluz situado convenientemente entre
los diversos informativos y programas de análisis político en los cuales
ensalzar la labor del PSOE en la comunidad.
Esto es: es el partido que
ha convertido al ente público audiovisual en una maquina perfecta de
generar identidades colectivas al gusto de lo que el PSOE espera y desea
del pueblo andaluz, a su vez amparado en las propias tradiciones y
sentires populares de dicho pueblo. El partido que hace un programa
especial, en esa su televisión -“la suya”-, en el que se honra y se
vitorea a Isabel Pantoja justo el día en que se anuncia la condena por
corrupción y blanqueo de capitales contra la misma, alcanzando
audiencias líderes esa noche. Es el partido que convierte en estrella
televisiva a María del Monte o que cada noche buena nos deleita con lo
más variado del cante andaluz bien amaestrado. Es también el partido que
utilizó contra el gobierno de Aznar el argumento de la deuda histórica
como arma arrojadiza contra “la derecha” y luego lo despreció con el
gobierno de Zapatero, conformándose con su
pago en solares
y otras cosas del estilo sin que ello generara el menor escándalo.
Es
el partido que nombró hija predilecta de Andalucía a la Duquesa de Alba a
una misma vez que se presenta como partido hegemónico en el campo
andaluz, pues es capaz de hacer prevalecer el aspecto folclórico que
rodeaba a la figura de la Duquesa, y que es perfectamente representativo
de una parte importante del pueblo andaluz, frente a las
contradicciones que un hecho así supone para su supuesto ideario en
defensa de los trabajadores y de izquierdas. Es el partido capaz de
hacer circular, en la última semana de una campaña electoral que se
presuponía abierta y disputada, una foto de Susana Díaz,
semana-santeando, junto a un conocido y “popular” torero –muy vinculado a
la citada Duquesa-, y que sea la propia izquierda a su izquierda la que
la haga circular por todas las redes sociales, pensando que con ello le
hacía algún tipo de daño a la candidata “socialista” y sin caer en la
identificación que buena parte del pueblo tiene con esos símbolos tan
propios de la cultura popular andaluza.
Es decir, es el partido que sabe
manejar como nadie -hasta ponerlo plenamente a su servicio-, con tanta o
más eficacia que sus redes clientelares, el aspecto simbólico e
ideológico que la mayor parte del pueblo andaluz reconoce como más
cercano a su propia identidad personal y a la propia identidad colectiva
del pueblo andaluz.
O dicho de otro modo, en Andalucía ese espacio de lo nacional-popular
que es propio de todo régimen populista, esa capacidad de hegemonizar
el tablero político y ponerlo a su servicio, esa iniciativa en la
creación de significantes aglutinadores de lo “común” y lo “identitario”
-lo popular-, esa capacidad para rellenar significantes vacíos, con su
correspondiente cadena de equivalencia asociadas, en torno a unos
determinados principios y conceptos movilizadores del escenario político
y de la voluntad individual, es lo que identifica y representa al PSOE,
y, desde luego, lo que explica, sumado a su manejo implacable de la
administración bajo su directo control, su excelsa capacidad para
imponerse, elección tras elección, generación tras generación, como
fuerza hegemónica y de régimen en nuestra tierra.
El PSOE opera en
Andalucía como lo puede hacer CiU en Catalunya o el PNV en la CAV, o el
PP en Galiza, o UPN en Navarra, etc., es decir, como una fuerza
hegemónica que se sustenta en el control hegemónico del espacio
ideológico que es mayormente representativo de ese territorio -en
nuestro caso la izquierda-, así como del manejo interesado de lo que se
deriva de la identidad política asociada a ese territorio. El PSOE-A es
en nuestra tierra, en definitiva, el partido populista por excelencia, y
no PODEMOS.
Un partido al que, en consecuencia, no lo vas a derrocar jamás
apelando a un discurso transversal y centrista, moderado o ambiguo,
porque en Andalucía la hegemonía populista se aglutina en torno a dos
significantes de lo común que son hegemonizados por el PSOE: la
“izquierda”, como expresión de la defensa de los derechos e intereses de
los trabajadores y trabajadoras de Andalucía y su vinculación directa a
la defensa de los intereses de Andalucía –frente a la derecho de los
“señoritos”- y la propia concepción identiraria y simbólica del concepto
“Andalucía”, como expresión de la identidad folclórico-cultural de un
pueblo que, a su vez, se vincula con la historia y los dolores de ese
pueblo, presentes y pasados, así como con sus glorias y sus alegrías
populares.
En Andalucía, consecuentemente también, solo se podrá derrocar al
PSOE desde otro proyecto de corte populista alternativo y eficiente,
disputándole o arrebatándole, mutando las relaciones sociales y
culturales que sustentan esa hegemonía, aquellos conceptos que maneja
como nadie y hace propios mejor que nadie: la “izquierda” y el propio
concepto “Andalucía”. Toda otra estrategia política está condenada al
fracaso sistemático y al aplastamiento sin remedio por el régimen
populista de La PSOE.
El combate populista contra La PSOE en Andalucía
Al PSOE en Andalucía solo lo derrotas, pues, de dos maneras posibles:
o profundizando en el españolismo folclórico de Andalucía y
contraponiendo la hegemonía de una fuerza de derechas a la hegemonía
tradicional de la izquierda, es decir, dando la vuelta en lo ideológico
al escenario hegemónico y profundizando simultáneamente en lo
identitario que maneja el PSOE como propio –como estuvo a punto de pasar
con el PP en 2012-, o, por el contario, arrebatándole el espacio de la
izquierda y el concepto de la identidad para llevarlo hacia posiciones
de lo popular como las expresadas por Blas Infante cuando dijo aquello
de que “
la diferencia entre ellos y nosotros es que para ellos el
país son intereses creados y para nosotros los dolores creados por esos
intereses”. No hay más. Por eso el cambio en Andalucía, si es que
alguna vez llega, solo podrá venir por dos sitios: o por un giro a la
derecha populista-españolista o por un giro hacia el soberanismo de
izquierdas. Todo lo demás el PSOE y su maquinaria populista se lo comen
de uno o varios bocados. Incluido, por supuesto, el españolismo
republicano de izquierdas o el españolismo transversal en cualquiera de
sus diferentes variantes. Eso de “el cambio empieza en Andalucía”, por
ejemplo, que ha sido el lema de campaña de PODEMOS en estas pasadas
elecciones autonómicas del 22-M, ni es ni será nunca una estrategia
ganadora en Andalucía, sino todo lo contrario: es el símbolo de la
derrota perpetua. Lo de “Andalucía por sí, para España y la humanidad”
que refleja el escudo oficial de Andalucía vs el “Andalucía por sí, por
los pueblos y la humanidad”, que hace propio como lema de combate el
soberanismo andaluz de izquierdas, no es ninguna irrelevancia: es el
símbolo vivo de la batalla por la hegemonía populista en Andalucía.
Por ello, en estos momentos históricos en los que el régimen español
del 78 parece haber entrado en un período de “crisis orgánica” en el
sentido gramsciano, propicio para que las fuerzas populistas que tratan
de desafiarlo no solo tengan la capacidad de poner en jaque al sistema
institucional que es inherente a dicho régimen sino de derrocarlo y
sustituirlo por algo “nuevo”, la realidad es que, pese a ello, en
Andalucía no se dan todavía las condiciones –y el mensaje de las pasadas
elecciones es rotundo a este respecto- como para que esas fuerzas se
puedan lanzar a la reconstrucción de un nuevo núcleo populista capaz de
subvertir la hegemonía populista propia del régimen-partido del PSOE
andaluz.
Andalucía, como lo definía el pasado domingo el periodista Ignacio
Escolar, es un “microclima” que no se puede comparar con las dinámicas
que ya se están dando en otros territorios del estado, esto es, teniendo
en cuenta su propia lógica nacional-popular como nación colonizada y
hegemonizada por un régimen populista que es, se expresa en este momento
histórico como un espacio que actualmente anda en evidente desconexión
de lo que acontece a ese respecto de la crisis orgánica del régimen del
78 en otros territorios del estado, que tiene sus propias dinámicas
–coloniales- y sus propias lógicas –populistas- de funcionamiento
político.
Andalucía no vive inserta en ninguna crisis orgánica porque el
régimen central que rige aquí, desde una perspectiva de construcción del
sujeto popular y de las dinámicas populistas históricas, no es el
régimen del 78, sino su traducción de dicho régimen a la realidad
nacional andaluza en forma del régimen populista de La PSOE.
En todo caso, frente a esa
crisis orgánica que parece
evidente en otros territorios del estado, aquí nos encontramos en una
situación diferente en función de las propias lógicas de análisis
histórico del momento populista y su relación con la sociedad: nos
encontramos, a duras penas, frente un sistema institucional que requiere
algún tipo de recomposición política y en el cual el sistema puede ser
desafiado, pero que como mantiene su capacidad de autoestructuración y
su propia dinámica populista autoregeneracionista, obliga a las fuerzas
populistas desafiantes a actuar tanto dentro como fuera del marco
institucional establecido, esto es, intentando desafiar la hegemonía del
PSOE en aquellos espacios de oportunidad que la crisis a nivel estatal
de todo lo que supone y representa el régimen del 78 ha abierto pero sin
poder salir de las claves concretas sobre las que el régimen hegemónico
de Andalucía mantiene y construye esa hegemonía: La “izquierda” y
“Andalucía”.
Al PSOE de Andalucía, como hemos dicho antes, jamás lo vas a derrotar
utilizando aquí las mismas claves transversales y ambiguas que usas
para combatir al régimen del 78 en otros territorios del estado, de la
misma manera que la hegemonía de CiU o el PNV en Catalunya o la CAV no
la tumbas desarrollando la misma estrategia política que, por ejemplo,
te podrían valer para “conquistar” Madrid o Valencia. Puede haber
algunos puntos comunes, pero siempre desde la especificidad propia de
Andalucía y sus lógicas de funcionamiento en buena medida desconectadas
de lo “español-global”. En Andalucía el combate principal, a nivel del
enfrentamiento político electoral, no es contra “la casta”, sino contra
“la PSOE”.
Descartando, pues, que queramos apoyar la idea de un derrumbe del
régimen del PSOE por vía de la opción de “derechas” –obviamente-,
arrebatar al PSOE la hegemonía populista en Andalucía pasa
indispensablemente, por todo ello, por hacer consciente al pueblo
andaluz de que ese combate ideológico, simbólico, político y cultural
que es necesario enfrentar como desafío populista al PSOE toma su
esencia en el interior de nuestras propias identidades como personas que
se ubican dentro de una determinada pluralidad de demandas sociales y
políticas diversas pero que se encuentran a su vez recogidas, todas
ellas, por la sensibilidad propia de lo que la izquierda y lo que la
cultura andaluza -como identidad “común”- expresan, esto es, combatiendo
sin miedo y a tumba abierta en aquellos espacios referenciales desde
donde el PSOE construye su hegemonía, dejando claro que venimos a
arrebatársela-disputársela combatiendo en su propio tablero pero
aspirando a cambiarlo por el nuestro propio una vez podamos derrocarlo
como partido-régimen hegemónico. Visibilizando, por tanto, que nuestro
proyecto de cambio toma su impulso en la base misma de nuestras
experiencias y circunstancias como andaluces de clase trabajadora que
somos, como fenómeno de identidad política y como comprensión de la
conformación histórica de la misma a través de un proceso
fundamentalmente dialéctico y determinado por las circunstancias
socioeconómicas y políticas que han afectado sobre nuestra tierra desde
siglos atrás y especialmente durante las últimas tres décadas y media.
Una comprensión que pasa irremediablemente, en consecuencia, por el
conocimiento de las circunstancias históricas en las que se ha visto
inmerso el pueblo andaluz, de las relaciones establecidas históricamente
entres sus clases dominantes y sus clases explotadas –sus jornaleros y
sus señoritos- y de toda la amplia pluralidad de conflictos y luchas que
aquello ha legado como herencia material, económica, simbólica e
identitaria a nuestros días, para acabar determinando cómo todo ello se
ha ido reflejando en las condiciones de vida del pueblo trabajador
andaluz, en la estructura económica andaluza, y en la configuración de
nuestra identidad cultural andaluza que es también de todo ello
resultante, visibilizando así el secuestro que la PSOE ha hecho de todos
estos elementos políticos e identitarios. Esto es: desde el soberanismo
andaluz de izquierdas, aunque no siempre haga falta presentarlo
explícitamente como tal, por supuesto.
Es decir, para combatir al régimen populista de la PSOE en nuestra
tierra es indispensable, condición necesaria y marco principal de
apertura de oportunidades de cambio real, hacer entender a los andaluces
y andaluzas que nuestra cultura no es otra cosa que la manifestación
simbólica de nuestra historia y, a su vez, que nuestra historia no es
otra cosa que la historia de la lucha de clases y otros antagonismos
históricos expresados en relaciones de lucha social en Andalucía, hacia
dentro y hacia afuera de nuestras propias fronteras naturales. Pues, en
esencia, no otra cosa es lo que expresa, traducido, lo que los conceptos
“izquierda” y “Andalucía”, ahora secuestrados por la hegemonía
populista de la PSOE, rememoran en la mente de los andaluces y
andaluzas.
Es necesario, pues -entre otras cosas-, que entendamos y hagamos
entender la cultura andaluza, en ese combate contra el dominio
hegemónico del PSOE y su apropiación-identificación de su régimen
populista como si de la propia “Andalucía” se tratase, no como mero
folclore sino como parte inseparable de la evolución en las condiciones
socioeconómicas del pueblo andaluz, como reflejo histórico de las
mismas, como arma de lucha política, a través de la cual podemos luchar
por mejorar las condiciones socioeconómicas de nuestro pueblo, por la
justicia social y por la plena soberanía de Andalucía en el marco de una
sociedad justa y equitativa.
Hacerles entender que la nación andaluza es el pueblo, es la lucha de
clases y toda la conflictividad social en general-feminismo,
ecologismo, luchas en defensa de las minorías étnicas o la defensa de
los derechos LGTB, el antirracismo, el antifascismo, la lucha por la
defensa de los derechos humanos, etc., etc.-, y es, antes que nada, los
efectos de la histórica confrontación de los intereses de la mayoría
frente a los privilegios de la minoría. Que nuestra patria no es ni un
fusil ni una bandera, sino nuestros hermanos que están labrando la
tierra -y sus dolores-. Eso es Andalucía. Esa es la clave sobre la que
poder aglutinar cualquier proyecto de cambio real en Andalucía, la forma
de poder conectar con la identidad y los deseos de nuestro pueblo,
arrebatándole esa conexión a lo que hoy representa la PSOE en estas
tierras ricas llenas de gente empobrecida. Esos dolores creados de los
que hablaba Blas Infante.
Esa es nuestra lucha populista y estas son las claves centrales y
necesarias -aunque no suficientes, obviamente- desde las que poder
disputar el poder a la PSOE tomando como centro de todo impulso de
cambio la lucha del pueblo.
La representación del mundo ideológico y el tablero político en Andalucía
En definitiva, el régimen populista del PSOE en Andalucía secuestra
el funcionamiento de la vida política en Andalucía –sobre todo a nivel
de la administración autonómica andaluza-, pero no es Andalucía y mucho
menos es toda la vida política en Andalucía. No obstante, el régimen
establecido y sus “sentidos comunes” asociados no lo diseñas tú, te lo
diseñan: ya está previamente diseñado como resultado de varias décadas
de férreo control del PSOE sobre todos los elementos mencionados en la
primera parte del texto (redes clientelares, medios de comunicación,
etc.). Por tanto sigue habiendo una determinadas claves ideológicas
dadas que aunque no se hagan explícitas o estén en disputa, siguen muy
presentes, sobre todo en lo relacionado a los comportamientos
electorales.
Lo que no se puede es creer que el populismo según se defiende desde
algunos sectores de PODEMOS, transversal y alejado del eje
izquierda-derecha como quien huye de la peste, debe sustituir al
populismo del PSOE y de ahí esperar que todo los males de Andalucía,
históricamente determinados por su realidad como tierra dependiente y de
carácter casi colonial, desaparecerán por arte de magia, porque no se
trata de eso. Se trata de disputar una batalla sin cuartel contra lo que
de identitario hay en la hegemonía del PSOE en Andalucía para devolver
ese mensaje de lucha, ya traducido desde el eje izquierda-Andalucía que
es propio de esa hegemonía populista del PSOE, a la realidad que la
gente vive de forma concreta en nuestra tierra, desde sus diferentes
roles e identidades como personas y como trabajadores/as, con sus
diferentes posiciones sociales y sus correspondientes conflictos y
antagonismos que se construyen en relación a ellas.
Los símbolos
sociales que el populismo del PSOE ha hecho suyos ocultan la realidad y
la convierten en mito (ese mito de que “el PSOE es el partido que mejor
defiende los intereses de los trabajadores en Andalucía y a los propios
intereses comunes de Andalucía como comunidad política”), pero, por ello
mismo, tienen una traducción que en ningún caso es ajena a la vida
cotidiana de todos nosotros/as (“el PSOE es un partido-régimen que
manipula tales símbolos para defender sus propios intereses como
partido-régimen, dejando en un segundo plano los intereses de los
trabajadores/as y de la propia Andalucía como comunidad política: ahí
están todos los datos socio-económicos y todos los escándalos de
corrupción que lo demuestran, a la vista de todos e irrebatibles”),
siendo en esa traducción donde se encuentra el verdadero nexo entre la
capacidad de conectar con la gente y la modificación del discurso/mito
sobre el que se sustenta el dominio hegemónico de la PSOE.
Hay que saber concretar eso, pues, hacia una correcta traducción del
mensaje que fluye en la lógica populista del régimen actual, en forma de
mito, para hacerlo conectar con la realidad material y vital concreta
de la gente, sin olvidar que para la mayoría de esas personas que
sistemáticamente dan su apoyo electoral al PSOE no ya los conceptos pero
sí las posiciones de los partidos en el tablero político siguen estando
muy presentes. El eje izquierda-derecha en Andalucía sigue teniendo un
enorme peso y una tremenda fuerza movilizadora, por más que se sepa
sobradamente, desde el sector más crítico y concienciado de la sociedad,
que ese juego, en manos del eje PSOE-PP no es más que un “juego de
trileros”.
Pero que lo sepamos nosotros no quiere decir que no siga
siendo clave para determinar los comportamientos electorales de nuestro
pueblo. Son décadas y décadas de construcción de una hegemonía
populista, por parte del PSOE y todas sus armas mediáticas y
estructurales, que ha calado hasta el tuétano en la gente.
No es posible
creer que eso se puede vencer simplemente modificando el lenguaje o sus
usos. Hay que saber traducir el mensaje “populista”, desenmascarar el
mito, combatirlo en su propio terreno y con sus propios “sentidos
comunes” asociados, no hay otra. El tablero sobre el que se desarrolla
la partida del cambio y/o el mantenimiento de la estabilidad actual es
suyo, lo han diseñado ellos y ellos han marcado las reglas, y no
tenemos, de momento, armas suficientes como para variar eso sin
previamente asumirlo como propio, ni desde PODEMOS ni desde ningún otro
espacio político actual en el marco de los movimientos populares, en el
campo de “los de abajo”.
El sentido de lo dicho, nos guste o no, cuando hablan de izquierdas y
de derechas, de Andalucía y de sus tradiciones, de nuestro pueblo y su
cultura, está irremediablemente vinculado al uso que ellos han
construido durante décadas con verdadera eficacia, así que o empezamos
por traducir eso para que la gente debata sobre tales usos consigo
mismos, o nos aplastarán por el simple hecho de que ellos manejan el
armamento pesado y nosotros solo las piedras. David no vencerá a Goliat
boxeando ni retándole al ajedrez, sino explicando las reglas de ese
ajedrez a muchas personas, el signficado de cada movimiento de Goliat, y
finalmente retándole en una partida multitablero.
Esto es, las elecciones no se ganan ni se ganarán nunca, al menos en
Andalucía, por el centro, “ocupando la centralidad del tablero”. En
Andalucía las elecciones se ganan, se han ganado siempre desde el inicio
de la autonomía, por la izquierda. O dicho de otro modo, o consigues
arrastrar, en tu desafío al régimen del PSOE, el voto hegemónico de
izquierda que es propio del panorama andaluz y le arrebatas así al PSOE
su voto tradicional de izquierdas, o no ganas. Y eso, teniendo en cuenta
el componente cultural-identitario que es también propio de esa
hegemonía populista del partido-régimen que es la PSOE, o lo haces por
el camino del soberanismo andaluz –en el sentido de un discurso
expresado en estas claves y unas prácticas políticas consecuentes a las
mismas-, o no será de otra manera. Teresa Rodríguez lo ha entendido
bien, la corriente que viene con aires de Madrid desde su partido, no.
Aquí o “te duele Andalucía” y haces ver de forma mayoritaria eso de que
“al PSOE ya no le duele Andalucía”, o estás condenado a ser derrotado de
manera perpetua por la maquinaria del PSOE.
Porque en nuestro pueblo lo
que late como gran ventana de oportunidad, y desde hace décadas, no es
la crisis del régimen del 78, sino que son,
Infantizando
nuestro presente, esos dolores creados por los intereses del PSOE, para
quien, a su vez, Andalucía es el conjunto de esos intereses creados a
favor de su existencia como partido-régimen de corte populista. Cuando
sepas explicar eso y hacer que se comprenda mayoritariamente, puedes
ganar. Nunca antes y nunca tratando de obviar lo que esos dolores son y
suponen en Andalucía. Mucho menos en nombre de la aplicación de ninguna
teoría política sobre la “razón populista”.
La teoría populista que algunos plantean como la gran piedra
filosofal para construir un proyecto político que aspire a ganar
elecciones, no sirve aquí para ganar elecciones si de lo que se trata es
de convertirla en una estrategia sobre la que construir campañas y
discursos políticos hegemónicos, y no en lo que verdaderamente es: un
excelente método de análisis para analizar determinadas realidades
político-electorales o determinados resultados electorales ya dados.
Usemos el método para analizar lo que el PSOE es y representa en
Andalucía, no para guiar nuestros pasos en una disputa electoral contra
tal maquinaria electoral populista. Así, tal vez, podamos acabar algún
día con esos dolores que el PSOE y sus intereses, como defensor
principal del mantenimiento del status quo andaluz, de la dependencia y
el subdesarrollo que nos es propio desde hace siglos, del sometimiento
de nuestra economía a la estructura económica actual propia del estado
español y su división del trabajo asociada, de nuestro mantenimiento
como tierra que funciona bajo claves coloniales respecto de la economía
española -y ahora también europea-, crean cada día en la vida de nuestra
gente, abanderando la creación de sufrimiento, pobreza y miseria para
buena parte de nuestro pueblo.