por Pedro Antonio Honrubia Hurtado
Viernes, 23 de Agosto de 2013
De aquel “Reino de Dios” propio de las creencias judeo/cristianas al
que aspiraban los hombres y mujeres que vivían en aquellas sociedades
cristiano/feudales pasadas, hemos pasado a este “Reino del Dios-Mercado”
en el que, de facto, viven hombres y mujeres de la actualidad.
“Reino de Dios” es un concepto teológico que, en el
contexto de las creencias cristianas, hace referencia al reinado o
soberanía de Dios que es por sobre todas las cosas, y no es conforme al
reinado de los poderes terrenales. Cualquier persona que haga la
voluntad de Dios podía ser, según tales creencias, súbdita de su Reino,
sin importar dónde haya nacido o cuál sea su origen familiar. En él, además de dictarles a sus habitantes leyes que elevan sus valores morales, el Reino de Dios los educa para que puedan cumplirlas.
Tal
Reino de Dios puede ser, además, según estas mismas creencias, entendido de dos maneras diferentes: como realidad
por venir y como realidad
presente.
Como realidad
por venir, los creyentes de tal religión pensaban (y piensan), según lo
revelado
en las sagradas escrituras, que cuando se produzca la segunda venida de
Jesucristo -y por ende el reino de Dios-, implicará un reordenamiento
total de la sociedad y serán eliminados todo tipo de abusos e
injusticias que atentan contra ella. Como realidad
presente, el
Reino de Dios se da también cuando en nuestro interior vive Jesucristo y
nuestra vida se reordena de acuerdo a la voluntad de Dios y nos
convierte en sus agentes o colaboradores para que este Reino se
establezca en la tierra. Dios actúa por medio de nosotros para lograr
este fin.
Para desgracia de los creyentes en estas ideas religiosas, en la actualidad ni una cosa ni la otra:
ni Jesucristo ha vuelto a venir y, con ello, se ha transformado y reordenado la sociedad en el sentido esperado por los cristianos,
ni
la actitud presente de los hombres es conforme a lo que de ellos se
debe esperar para que este Reino de Dios en el presente se pueda
concebir como tal, al menos desde un punto de vista social, como expresión de las actitudes mayoritarias y hegemónicas propias de la sociedad.
Lo que sí se ha producido, no obstante, es la aparición de un
Reino de Dios más acorde a la realidad de nuestros días: el
Reino de Dios-Mercado.
El Reino de Dios de los cristianos, al menos en su aspecto
presente –otra cosa es que los cristianos de la actualidad sigan creyendo en el Reino
por venir de Dios-, caía derrotado por la historia de la mano de la
Muerte de Dios, y, con ello, tras algunos años de luchas y conflictos entre diversas alternativas ideológicas, el
Reino del Dios-Mercado se abría paso en la historia, asentándose de pleno en su forma
presente.
Esto es, en la sociedad de nuestros días el Dios-Mercado ha sustituido al Dios cristiano/feudal como
gran soberano
de la civilización y su voluntad; su divina providencia; se ha
convertido en el motor y fundamento principal del funcionamiento de la
actual sociedad consumista/capitalista.
Dios-Mercado es, en la sociedad consumista/capitalista, por sobre
todas las cosas, y no es conforme al reinado de los poderes terrenales:
solo el mercado es auténtico soberano de la sociedad y solo el mercado
es quien debe guiar el funcionamiento de la misma, sometiendo a los
poderes terrenales a sus mandatos, unos poderes terrenales que jamás han
de osar ir contra la voluntad de su soberano; Dios-Mercado.
La sociedad consumista/capitalista, con ello,
además
de dictarle a sus habitantes leyes y normas de comportamiento que
adecuan sus valores morales conforme a la voluntad de Dios-Mercado, los
educa para que puedan cumplirlas. Así, los hombres y mujeres que habitan
en esta sociedad consumista/capitalista viven acorde a tal voluntad, la
han hecho suya, la han interiorizado como forma de vida, como código de
sentido, convirtiéndolos en agentes y colaboradores de tal Dios-Mercado
para que el
Reino de Dios-Mercado se haya podido establecer
de facto en la tierra.
Dios-Mercado actúa por medio de estos hombres y mujeres
consumistas/capitalistas para lograr tal fin, y lo hace, además, de
manera eficiente, de tal forma que el
Reino de Dios-Mercado no es
ninguna especulación teológica ni ninguna promesa religiosa de
salvación, es la realidad misma, es el día a día de nuestra sociedad
actual, es el presente mismo.
La sociedad consumista/capitalista es la proclamación factual del
Reino de Dios-Mercado. Dios-Mercado cuenta para ello con su propia
figura soberana como principal referente simbólico/ideológico que
garantice la existencia de su reino, así como con el resto de
manifestaciones y representaciones sagradas a través de las cuales se
expresa (propiedad privada, dinero, leyes del mercado, consumismo,
etc.).
Unas representaciones y manifestaciones cuya presencia en la vida de
las personas toma forma de elementos sagrados que han de ser concebidos
como absolutos e incuestionables
per se, garantizándose así el
Reinado de Dios-Mercado, a una misma vez que sirven para dar fundamento –
e identidad histórica- a la sociedad misma, así como a la vida de las
personas que en ella habitan, para satisfacción de
Dios-Mercado.
Todos somos, pues, creamos en él o no, vivamos conforme a su voluntad
o no, al menos todos aquellos que vivimos en las sociedades
consumistas/capitalistas, súbditos de Dios-Mercado. Y su reino, a
diferencia de aquel reino que Jesucristo decía suyo,
sí es de este mundo: es, de hecho, nuestro único mundo.
La sociedad de nuestros días es así una sociedad religiosa sustentada en una hegemonía de clase. El
Reino de Dios-Mercado es el
reino religioso
en el que la burguesía, a través del mercado y sus diferentes
manifestaciones y/o representaciones simbólicas, a través de sus
diferentes divinidades consumistas/capitalistas, impone su ideología de
clase, en defensa de sus intereses de clase. Todos somos, pues, súbditos
de la burguesía, cuyo poder soberano, como era propio de las sociedades
absolutistas del Antiguo Régimen en tiempos del Dios
cristiano/feudal, no está sujeto a ninguna limitación institucional,
fuera de la ley divina (en aquel antaño de la ley de
Dios y ahora de las sagradas leyes del
Dios-mercado).
Amé