08.05.2013.
Manuel Navarrete.
Dedicado a David y Sergio, que se lamentaban la otra tarde en
Casa Cornelio de que aún no podamos usar “la crítica de los puños”,
teniendo que ceñirnos a “los puños de la crítica”. Por el momento.
Decía un guerrillero tupamaro, en
película de Costa-Gavras,
que nosotros sí creemos en las casualidades; lo que pasa es que las
analizamos como hechos objetivos. Ignacio Escolar, qué casualidad, nunca
critica al PSOE.
Fue locutor de la Cadena Ser. Su padre, el director de 20 Minutos,
fue también subdirector de El País. Es asiduo de esas insufribles
tertulias, por desgracia más “vivas” que “rojas”, de la Sexta. Fue
director del diario Público. Y, en efecto, su flequillo no engaña:
aunque no tuvo tiempo de licenciarse en periodismo, todavía saca ratos
para tocar en un grupo popero indie. O sea.
Hasta un “escolar” (con minúscula) sabe que Prisa y Mediapró pagan
buenos sobornos… digo, salarios. Muchos nunca los percibiremos, porque
criticamos al PSOE, autor de los mayores recortes sociales,
reconversiones industriales, reformas laborales y acciones de terrorismo
de Estado de nuestra historia reciente.
En tiempos en que la crisis destroza la vida de cada vez más gente y
en que, en consecuencia, la hegemonía cultural de la sociedad va
cambiando, surgen estos personajes “de la ceja” para tratar de
domesticar la inevitable reacción popular, cumpliendo el rol histórico
de quien intenta evitar que las masas rompan los cauces institucionales
impuestos por sus opresores.
Y, en consecuencia con lo anterior, en etapas de construcción de
alternativas, hasta que el proceso revolucionario no esté lo bastante
avanzado, el primer enemigo no está en el poder capitalista, que
desgraciadamente nos queda todavía muy lejos. Sino en la zancadilla de
gente como esa que tenemos “al lado” pero que, a nivel histórico, no son
sino representantes del poder capitalista infiltrados en el interior de
nuestras filas; siendo además, de hecho, los únicos agentes de dicho
poder a nuestro alcance.
Este es un planteamiento posible pero, por supuesto, hay otros. Hay,
por ejemplo, quien considera que debemos defender medios como
eldiario.es, el nuevo proyecto de Ignacio Escolar. Un diario que se ha
regocijado ante la criminal explotación laboral en Bangladesh, pues
Escolar, en contra incluso de la opinión de otros periodistas del medio
(antidemocráticamente, ergo), ha impuesto que se publique un
artículo de Roger Senserrich
en el que se dicen lindezas como que las multinacionales son lo mejor
que le ha pasado a Bangladesh, porque sin ellas se morirían de hambre.
Supongo que para Senserrich las empresas europeas, empezando por la
Compañía de Indias Orientales que asoló varios océanos en el siglo XVII,
siempre han ayudado mucho a países como Bangladesh. Lo que pasa es que
materializaban su ayuda de una manera un tanto peculiar y
sui generis: caza y tráfico de esclavos, piratería, saqueo, colonialismo, eliminación a cañonazos de cualquier eventual rival comercial.
¿Ignora o finge ignorar Senserrich que la India y Egipto estaban, a
principios del XIX, firmemente desarrolladas a nivel industrial y fueron
los británicos quienes destruyeron sus telares para convertirlos en
monocultivos de algodón a su servicio?
¿Conoce Senserrich lo que es el intercambio desigual? ¿Estaría
dispuesto a que lo trabajadores de las fábricas de Bangladesh cobraran
por fabricar artículos textiles lo mismo que él por sus artículos
periodísticos a favor del neocolonialismo? ¿Estaría dispuesto, en
consecuencia, a que los productos por ellos fabricados fueran más caros
(al incrementarse el precio de producción) y, por tanto, a que el
salario que Senserrich percibe por escribir artículos neocolonialistas
tuviera menos valor real y sirviera para adquirir menos productos
fabricados en el Tercer Mundo? ¿O es más bien al contrario y cree que
debe haber distintas clases de salarios para las distintas clases de
seres humanos? ¿No hace, pues, sino defender conscientemente su nivel de
vida primermundista, aunque sea a costa de la explotación de la mayoría
de la población del planeta?
Senserrich desliza la idea de que Bangladesh es un país pobre por
naturaleza, ya que carece de recursos. Interesante. ¿Entonces África
(que tiene petróleo, oro, gas y coltan) debería ser un lugar más rico
que España (que no tiene apenas combustibles fósiles)? ¿Acaso Suiza o
Reino Unido son países ricos a causa de su “exuberancia natural”?
¿Realmente cree Senserrich que se puede salir del subdesarrollo
exportando productos baratos en masa, cuando eso no hace sino deprimir
los términos de intercambio? ¿Tiene alguna idea este hombre de cómo
funciona el sistema económico internacional?
Si en eldiario.es hubiera decencia, a Roger Senserrich se le habría
expulsado de forma inmediata y fulminante, con una buena bofetada en la
cara de finiquito a ser posible; pero obviamente no ha sido así (lo de
la expulsión) porque tampoco es así (lo de la vergüenza). Desde
Bernstein (que justificaba explícitamente el expansionismo alemán para
que los obreros alemanes sacaran tajada) hasta los escribientes de
eldiario.es, la socialdemocracia fue siempre cómplice del imperialismo.
Critican a la CEOE local precisamente porque quieren aliarse a la
“CEOE” global en su saqueo de la periferia. El caso es que, con
posterioridad a la publicación de “eso”, ante las indignadas críticas de
una parte ingenua de los lectores (¿qué esperaban de un medio así?),
Escolar no ha tenido el valor de mantenerse firme en sus convicciones y
ha “pedido disculpas” a la gente, aun permaneciendo fijo en la idea de
que la “pluralidad” es un valor fundamental en su medio, alejado de todo
“dogmatismo”.
Interesante. ¿Me permitiría Ignacio Escolar escribir una columna en
su medio en la que yo criticara al PSOE? Del obvio hecho de que
no
se infiere que esa pluralidad tiene límites. La cuestión es, pues, como
en todos los medios de comunicación de la historia, dónde poner esos
límites, que no son censura ni “dogmatismo” sino línea editorial.
En un medio de Ignacio Escolar puedes ser partidario de la
semi-esclavitud de los trabajadores del Tercer Mundo, pero no puedes
criticar al PSOE. Puedes “condenar a ETA”, pero no puedes defender a
Cuba. Puedes alabar la llamada “transición española”, pero no condenar
la invasión de Libia o Siria. Y, en consecuencia, reforzar un solo ápice
la confianza del pueblo hacia este tipo de medios es tirar piedras
contra nuestro propio tejado.