por Manuel Monereo
Jueves, 29 de Noviembre de 2012
El término es de Emmanuel Todd. Lo que quiere decir es claro y
directo: las políticas que están poniendo en práctica las instituciones
dela Unión Europeaestán creando condiciones para el retorno del fascismo
en el sur de Europa. ¿Exageración? No lo creo. Vayamos a los hechos.
Las así llamadas políticas de ajuste y
austeridad están significando una autentica involución civilizatoria en
estas sociedades. El objetivo es transparente: una enorme
redistribución de riqueza, renta y poder en favor de los grupos
económicamente dominantes, de la plutocracia. Ahora se trata de devolver
a los bancos alemanes, franceses y demás acreedores preferentes (se han
cambiado constituciones, como la española, para garantizar esto) lo que
prestaron a los bancos y a empresas de sur.
Se rescatan bancos y no países; para
decirlo con más precisión, son los ciudadanos y ciudadanas, las mayorías
sociales, los que tienen ahora que pagar la enorme factura de
despilfarros, especulaciones sin límites e ineficiencias generalizadas
de unos grupos de poder económico que durante una décadas realizaron la
vieja utopía del alquimista: convertir en oro las piedras, es decir,
ladrillos y terrenos en construcción.
Los neoliberales siempre lo han tenido
claro: transformar la sociedad, usar el poder político a fondo,
intervenir coercitivamente (muchas veces previo golpes de Estado) para
mercantilizar las relaciones sociales, desregulando, privatizando,
desmontando, pieza a pieza, los controles sociales y políticos que han
protegido a las personas del capitalismo. La clave: realizar cambios de
tal magnitud y radicalidad que lo hagan irreversibles.
En eso son (contra) revolucionarios:
transformar todas las estructuras básicas para garantizar duraderamente
el poder de los que no se presentan a las elecciones y siempre mandan;
si es posible, desde regímenes formalmente democráticos y si no, estados
de excepción y autoritarismo de geometría variable.
Toda la sociedad subordinada a los intereses de la oligarquía financiera
Lo nuevo, aquí y ahora, es que son las
instituciones dela Unión Europea, la así llamada Troika (Banco Central,
Comisión y FMI) las que está ejecutando sin piedad estas políticas.
Pasamos de “refundar el capitalismo”, al inicio de la crisis, a
subordinar a toda la sociedad a los intereses de una oligarquía
financiera sedienta de capital y necesitada de expropiar derechos y
bienes públicos a la ciudadanía.
No hay que engañarse demasiado. Se
busca, se planifica conscientemente, la inseguridad y el miedo: el pleno
empleo con derechos un lujo de tiempos pasados, los derechos sociales
(educación, salud, servicios sociales) inasumibles en un mundo
globalizado; los sindicatos, un anacronismo condenado ya por la historia
y las pensiones públicas, un coste imposible ya de financiar.
Podríamos continuar y no iríamos muy
lejos. Las poblaciones del sur de Europa quieren conservar sus derechos y
conquistas históricas en momentos que son más necesarias que nunca.
¿Qué hacen? Luchan como pueden y votan contra los que ejecutan políticas
contrarias a sus intereses. Claro, la libertad de elección es cada vez
más limitada.
En España, en Portugal y en Grecia fue
la socialdemocracia quien puso en práctica los durísimos ajustes
decretados por eso que eufemísticamente se llama Europa. La
consecuencia: fueron derrotados en las urnas a manos de unas derechas
que prometían en todas partes renegociar los recortes e iniciar la senda
del crecimiento y de la eficiencia.
La izquierda social y política salió
muy debilitada del ciclo anterior de crecimiento y la socialdemocracia,
en todas partes, no ha hecho otra cosa que aplicar las medidas de ajuste
y doblegarse sin resistencia a los poderes económicos reinantes
Lo que vino después es también conocido:
ajustes aún más duros y uso de la crisis para poner fin lo que queda
del Estado social. Cuando, como en Grecia, aparece una alternativa
democrática solvente y nada radical, que solo pretende evitar el
holocausto social en curso, lo que se encuentra es el chantaje de la
Troika y la amenaza general (incluidos los gobiernos francés y alemán:
los que mandan) de que los griegos deben votar lo que se les ordena y
que con Syriza llegaría el caos y la quiebra del país.
¿Alguien se puede extrañar de que en un
contexto así renazca el fascismo? Desposeer a las personas de sus
derechos, condenar a las sociedades al desempleo, la precariedad y la
pobreza; reducir las democracias realmente existentes a simples juegos
electorales que nada deciden y que someten a las instituciones
representativas a una lógica de poder que considera a la soberanía
popular un molesto y peligroso estorbo en tiempos como los presentes;
países convertidos de facto en protectorados de unos poderes omnímodos
dirigidos por una Alemania, de nuevo, invasora.
Pensar que todo esto no tendrá
consecuencias es ponerse la venda delante de los ojos y cegarse a la
realidad. La nazifascista griega “Aurora Dorada” llegó al 7 por ciento y
las encuestas solventes le dan ahora un 15 y algunas un 20 por ciento.
Las sociedades no se suicidan pasivamente.
Ante semejante catástrofe social las
poblaciones están reaccionando desde contextos sociales y culturales
nada fáciles. Se ha vivido, no se debe olvidar, una época percibida
mayoritariamente como buena o muy buena y enfrentarse, de nuevo, a la
dura realidad de la lucha y del conflicto social está siendo traumática.
La izquierda social y política salió muy debilitada del ciclo anterior
de crecimiento y la socialdemocracia, en todas partes, no ha hecho otra
cosa que aplicar las medidas de ajuste y doblegarse sin resistencia a
los poderes económicos reinantes.
Las políticas de ajuste y austeridad
están significando una autentica involución civilizatoria en las
sociedades del Sur de Europa. El objetivo es transparente: una enorme
redistribución de riqueza, renta y poder en favor de los grupos
económicamente dominantes, de la plutocracia
El 14N, Europa vivió un salto de cualidad
El 14 de noviembre Europa vivió un salto
de cualidad. Por primera vez, convocados por las centrales sindicales y
por los movimientos sociales, miles de trabajadores y de trabajadoras
salieron a las calles reclamando un cambio sustancial de las políticas
económicas y sociales y soluciones reales a un desempleo galopante, a la
precariedad laboral y las dinámicas de exclusión social y pobreza que
se extiende como una mancha de aceite toxico sobre países, sobre todo,
del sur.
En España y Portugal se dio, por primera
vez, una huelga general conjunta, seguida, en parte, en Italia y
acompañada por masivas manifestaciones en Grecia, que en días previos
realizó su enésima huelga general.
Parecería que las clases trabajadoras,
los asalariados y los jóvenes salen de la pasividad e inician la lucha.
Lo fundamental, es que se empiezan a engarzar “cuestión social”,
“democratización política” y “soberanía nacional”.
En el centro, una alianza social muy
amplia nucleada en torno a unas clases trabajadoras (el así llamado
precariado será un elemento clave) que empiezan a comprender que no
basta solo resistir (fundamental, por lo demás) sino que deben dotarse
de un proyecto de país que dispute la hegemonía a los poderes económicos
y a la socialdemocracia y que organice “el gran rechazo” a las fuerzas
fascistas.
Como siempre, serán los trabajadores y
las trabajadoras los que tendrán que defender las libertades y derechos
enfrentándose a los poderes capitalistas desde un proyecto
democrático-popular que busque una nueva sociedad de hombres y mujeres
libres e iguales.