viernes, 13 de junio de 2014
No se trata, ni mucho
menos - como dice Izquierda Anticapitalista-, de que el pueblo esté
preocupado por temas que les afectan más directamente que la mera forma
de Estado. Esa aseveración recuerda llamativamente a la frase de
Carrillo durante la Transición que decía. “no merece la pena verter una
gota de sangre por un trapo”, aludiendo a la bandera republicana.
( Ángeles Maestro)
Un artículo de Ángeles Maestro, dirigente de RED ROJA
La abdicación del rey es
estos días el epicentro de un terremoto que comenzó el 25 de mayo y
cuyas placas tectónicas empezaron a moverse hace tiempo.
Al hecho insólito de que
los dos partidos “mayoritarios” hayan cosechado - sumados – apenas el
22% de los votos, se añade el acontecimiento, no menos trascendente, de
que en esas mismas elecciones PNV y CiU hayan sido superados, no por la
versión local de un PSOE que está allí aún más en caída libre, sino por
organizaciones situadas a su izquierda, Bildu y ERC, respectivamente. La
fuerte abstención, el ascenso de IU y la irrupción de Podemos terminan
de dibujar un escenario político en el que de estar todo “atado y bien
atado” se ha pasado a intentar echar lastre como sea, mediante una
abdicación precipitada y medio a escondidas.
El PSOE, ¿de "entrada" republicano?
Lo más trascendente de
este proceso de descomposición de los aparatos políticos que han venido
sosteniendo durante 37 años el engranaje institucional de la Transición
es el hundimiento del PSOE. Este partido, parido por los círculos de
poder de aquí y de fuera, ha sido el encargado de dar credibilidad
democrática a su alternancia con el PP en el gobierno y cambiar algo
para que nada cambiara.
Tras habernos metido en
la OTAN, haber ejecutado el desmantelamiento industrial y agropecuario,
haber engendrado las reformas laborales que abrieron el camino a la
precariedad masiva, haber vendido las grandes empresas estratégicas, la
banca y los servicios públicos y, en general haber ejecutado los
aspectos más duros del programa del gran capital, el PSOE culminó su
historial con la Reforma de la Constitución de 2011 (prioridad absoluta
al pago de la Deuda) y la ratificación del Tratado de la UEM (TSCG)
que la consolida.
El grito “PSOE-PP la
misma mierda es” engendrado en las movilizaciones contra la
privatización de la sanidad de Madrid para señalar la complicidad del
PSOE, han servido para que los pueblos empezaran a tirar masivamente por
el retrete a una organización disfrazada de “izquierda”, precisamente
para narcotizar su capacidad de respuesta a las agresiones de clase.La
imagen de Rubalcaba con la cara retorcida y el resto de dirigentes
ejecutando el guión de trileros diciendo que son republicanos pero que
defienden a la monarquía, merecería tener un lugar entre los esperpentos
de Goya.
Intentan el mismo salto
mortal con el que actuaron en 1982 con el famoso “OTAN, de entrada NO”,
para a continuación cocinar un referéndum y acabar vulnerando todas y
cada una de las condiciones del SI. Pero ya no sirve. Su capacidad de
dar a la clase obrera y a los pueblos gato por liebre, no es eterna. Y
ha caducado.
¿Por qué la petición de Referéndum no es la respuesta?
Tampoco responde a las
necesidades del pueblo trabajador agitar el señuelo del Referéndum
“Monarquía o República” que defiende IU. Primero porque plantea la
opción de que democráticamente se pueda optar por una forma de Estado
que, junto con todo el sistema que se impuso en la Transición
representa, es la negación misma de la soberanía popular, y que además
fue impuesta por los triunfadores del golpe de Estado y de la guerra de
1936, ejecutores de los mayores crímenes de guerra y contra la humanidad
que han conocido los pueblos del Estado español, que permanecen
impunes.
Segundo porque si el
Presidente del Gobierno convocara el referéndum – único que tiene
potestad para ello y en todo caso no vinculante, como establece el
artículo 92 de la Constitución – y se perdiera, permanecería legitimada
una institución que en ningún caso debería serlo. Aceptando que se
trate de una mera reivindicación política, al margen de su viabilidad
práctica, “para señalar el camino”, hay que decir con rotundidad que es
absolutamente insuficiente y que escamotea lo esencial.
Y no se trata, ni mucho
menos - como dice Izquierda Anticapitalista (IA) - , de que el pueblo
esté preocupado por temas que les afectan más directamente que la mera
forma de Estado. Esa aseveración recuerda llamativamente a la frase de
Carrillo durante la Transición que decía. “no merece la pena verter una
gota de sangre por un trapo”, aludiendo a la bandera republicana. En
este ámbito, especialmente clamoroso es el silencio de Podemos, la
ambigüedad calculada de Pablo Iglesias y la ausencia de la organización y
de sus dirigentes de las movilizaciones contra la monarquía, al menos
de las de Madrid.
Nunca se insistirá
bastante en la fuerza material de lo simbólico, pero no es eso sólo. La
Monarquía es el pilar esencial sobre el que se ha venido sosteniendo un
engranaje de poder económico, militar, político y mediático, cuyo
debilitamiento – como estamos viendo – amenaza con sacudir los cimientos
de la estructura de dominación. Y mientras la ruptura democrática con
el régimen de la Transición esté pendiente, la lucha por conseguirla es y
será seña ineludible de identidad de la izquierda coherente, e incluso
de la más elemental democracia..
Reanudar el hilo histórico que rompió la Transición.
El hecho político más
trascendente e ineludible de todos es cuestionamiento de la Transición
en origen – y todo su engranaje. Este cuestionamiento obviamente va
mucho más allá de la monarquía. Debe reclamar el Derecho de
Autodeterminación de los Pueblos y en definitiva exigir la derogación
de una Constitución que apuntala, exalta y protege – como expresión de
la derrota histórica de la clase obrera - la propiedad privada de la
riqueza y de los medios de producción, deja en papel mojado los derechos
sociales y, desde agosto de 2011, establece la prioridad absoluta del
pago de la Deuda.
El auge de la lucha
obrera y popular ante las brutales agresiones que estamos recibiendo es
la verdadera causa del descrédito institucional y político y del
creciente odio de clase contra la oligarquía.
Pero la unificación de las luchas no es el simple sumatorio de mareas de colores diferentes. El
pueblo trabajador tiene que construir su poder integrando la fuerza que
se construye día a día, en cada una de las movilizaciones, sobre la
columna vertebral de líneas políticas de ruptura como son el
cuestionamiento de la Transición, el impago de la Deuda y la
correspondiente salida del Euro y de la UE, y con las señas de identidad
del internacionalismo y la lucha contra el patriarcado.
Vivimos momentos
históricos en los que tras casi cuatro décadas, como en las novelas de
misterio, los autores del crimen revelan su verdadera cara. En la lucha
contra ellos, erigiendo su propio poder, el pueblo trabajador – el nuevo
poder constituyente – se construye a sí mismo. Y para ello necesita
como el aire para respirar reanudar el hilo histórico quebrantado en
primera instancia – no por la guerra – sino por la traición de la
Transición