24.09.2012.
Existe el mito muy difundido: "el marxismo es complicado". Pero en
realidad las ideas básicas del marxismo son particularmente simples y
explican, como ningún otro conjunto de ideas consigue hacerlo, la
sociedad en que vivimos.
Primera publicación: En en inglés en Londres en 1997 con el título, How Marxism Works.
Traducción: Del portugués y el inglés al castellano, por Carla
Modernell, Marina Rivero y Sofía Rivero para En Lucha y Socialismo
Internacional (Uruguay).
Edición en castellano: El mundo al revés, diciembre de 2001.
Esta edición: Noviembre de 2009, en base al texto de Socialismo Internacional (Uruguay).
Chris Harman fue redactor de International Socialism, la revista marxista trimestral del
Socialist Workers Party (SWP), grupo hermano en Gran Bretaña de
En lucha /
En lluita. Escribió además La locura del mercado y La nueva crisis del capitalismo (disponibles en la
web de En lucha), así como los libros Zombie capitalism, A People’s History of the World y The Lost Revolution: Germany 1918-23, entre otros.
Introducción
Existe el mito muy difundido: "el
marxismo es complicado". Este ha sido propagado por los enemigos del
socialismo -Harold Wilson, un importante líder laborista británico, se
ufanaba de nunca haber sido capaz de ir más allá de la primera página de
El Capital. Y es un mito que también ha sido respaldado por un tipo
particular de académicos, que se dicen "marxistas": ellos
deliberadamente utilizan frases oscuras y expresiones místicas, con el
fin de dar la impresión de que poseen un conocimiento especial, negado a
otros. Por lo tanto nada hay de sorprendente, en que muchos socialistas
que trabajan 48 horas semanales en fábricas, minas y escritorios,
acaben concibiendo al marxismo como algo que nunca tendrán tiempo u
oportunidad de entender.
En realidad las ideas básicas del
marxismo son particularmente simples. Ellas explican, como ningún otro
conjunto de ideas consigue hacerlo, la sociedad en que vivimos. Estas
ideas posibilitan entender un mundo destrozado por las crisis, con
pobreza en medio de tanta riqueza, con golpes de estado y dictaduras
militares, en el que invenciones fantásticas llevan a millones al
desempleo y la miseria, donde existen "democracias" que toleran la
acción de torturadores y países "socialistas" que amenazaban a la
población de otros países con misiles nucleares.
Pero aunque el marxismo no sea difícil,
existen algunos problemas para el lector que toma contacto con los
escritos de Marx por primera vez. Marx escribió hace más de 100 años.
Utiliza el lenguaje de su tiempo, realiza referencias a personas y
eventos entonces familiares para casi toda la gente, pero ahora
conocidos solamente por historiadores especializados. Recuerdo mi
perplejidad, cuando estando en la Facultad intenté leer su obra El 18
Brumario de Luis Bonaparte. No sabía que significaba Brumario, ni quien
era Luis Bonaparte. ¡Cuántos habrán abandonado sus tentativas de
aproximarse al marxismo, después de experiencias como esta!
Aquí se halla la justificación para este
pequeño libro. Pretende brindar una introducción a las ideas marxistas,
que haga más fácil a todos la comprensión de lo que Marx planteaba y
entendía, y el desarrollo del marxismo de la mano de los aportes de
Federico Engels, Rosa Luxemburg, Vladimir Lenin, León Trotsky y un grupo
de pensadores menores.
La mayoría de lo que esta escrito en este folleto, apareció en una serie de artículos publicados en el Socialist Worker
bajo el título "Marxism Made Easy" [Marxismo para todos]. Pero con el
agregado de una cantidad importante de material nuevo. Este proviene de
dos intentos anteriores de proveer una exposición simple de las ideas de
Marx: El Significado del Marxismo de Duncan Hallas, y la "Serie de Educación Marxista" del Comité de Norwich del Socialist Workers Party de Gran Bretaña.
Chris Harman
1. Por qué necesitamos la teoría marxista
¿Por qué necesitamos una teoría? Sabemos
que hay crisis. Sabemos que somos robados por nuestros patrones.
Sabemos que esto nos indigna. Sabemos que necesitamos el socialismo.
Todo lo demás es sólo para intelectuales. A menudo pueden escucharse
palabras como estas venir de militantes sindicales y socialistas. Tal
visión es promovida fuertemente por aquellos que están en contra del
socialismo, quienes intentan dar la impresión de que el marxismo es una
teoría oscura, complicada y aburrida.
Ellos dicen que las ideas socialistas
son "abstractas". Pueden parecer muy correctas en teoría, pero el
sentido común nos dice absolutamente lo contrario. El problema con esos
argumentos es que las personas que los defienden, tienen su propia
"teoría" de las cosas, aunque se nieguen a reconocerlo. Si uno les
pregunta sobre cualquier aspecto de la sociedad, ellas responderán con
alguna generalización. Estos son algunos ejemplos:
"Las personas son naturalmente egoístas".
"Cualquiera puede triunfar en la vida, si se esfuerza lo suficiente".
"Si no hubieran ricos, no habría gente con dinero para proveernos de
empleos". "Si pudiésemos educar a los trabajadores, la sociedad
cambiaría".
"Es la decadencia moral lo que ha llevado al país a este estado de cosas".
Uno puede escuchar afirmaciones como
estas en cualquier discusión en la calle, en un ómnibus o en un boliche.
En todas y cada una de ellas está presente una visión sobre las razones
de por qué la sociedad es como es, y sobre cómo las personas pueden
mejorar sus condiciones de vida. Tales visiones, son "teorías" sobre la
sociedad. Cuando las personas dicen que no tienen una teoría, lo que
realmente quieren decir es que ellas no han clarificado sus
concepciones.
Esto es particularmente peligroso para
quienes estamos intentando cambiar la sociedad, puesto que los diarios,
las radios y la televisión están llenando permanentemente nuestras
mentes con explicaciones del caos en que se encuentra la sociedad.
Esperan que aceptemos lo que ellos dicen sin pensar más en esos temas.
Pero uno no puede luchar efectivamente para cambiar esta sociedad, si no
aprende a reconocer lo que es falso en todos esos argumentos y
explicaciones diferentes.
Esto tuvo demostración por primera vez
hace 150 años. Entre las décadas de 1830 y 1840 el desarrollo de la
industria en regiones como el noroeste de Inglaterra arrastró a cientos
de miles de hombres, mujeres y niños a trabajos con pagas miserables. De
hecho, fueron forzados a soportar condiciones de increíble pobreza.
Ellos comenzaron a luchar contra esta realidad, creando las primeras
organizaciones de masas de los trabajadores -los primeros sindicatos, y
en Gran Bretaña el primer movimiento por derechos políticos para los
trabajadores, el cartismo. Junto con esos movimientos surgieron los
primeros pequeños grupos de personas dedicadas a la causa de la
conquista del socialismo.
Inmediatamente surgió el problema sobre
cómo podría el movimiento obrero alcanzar este objetivo. Algunas
personas decían que por medios pacíficos sería posible convencer a
quienes dominan la sociedad de cambiar las cosas. La "fuerza moral" de
un movimiento pacífico de masas, aseguraría que fuesen concedidos
beneficios a los trabajadores. Centenares de miles de personas se
organizaron, movilizaron y trabajaron para construir un movimiento
basado en esas concepciones -solamente para acabar derrotados y
desmoralizados.
Otros reconocieron la necesidad de usar
la "fuerza física", pero concluyeron que esto solo podía ser realizado
por pequeños grupos de conspiradores, aislados del resto de la sociedad.
Esto también condujo a decenas de miles de trabajadores a luchas para
acabar también derrotados y desmoralizados. Había otros además, que
consideraban que los trabajadores podían alcanzar sus objetivos a través
de la acción económica, sin confrontar al ejército y a la policía.
También estos argumentos llevaron a acciones masivas. Durante 1842, en
Inglaterra se realizó la primera huelga general de la historia,
llevándose a cabo en las áreas industriales del norte, con decenas de
miles de trabajadores parando por cuatro semanas, hasta ser forzados a
retornar al trabajo fruto del hambre y las privaciones.
Fue al final de esta primer etapa de
derrotas en las luchas obreras, en 1848, que un socialista alemán, Karl
Marx, expuso el conjunto de sus ideas en un trabajo llamado El
Manifiesto Comunista. Sus ideas no venían de la nada. Ellas intentaban
proporcionar una base para responder a todas las interrogantes que
habían sido levantadas por el movimiento obrero de su época. Las ideas
que Marx desarrolló son relevantes todavía hoy. Es absurdo decir, como
algunas personas hacen, que estas ideas están pasadas de moda porque
fueron escritas 150 años atrás. De hecho, todas las nociones de la
sociedad que Marx defendió, están todavía muy extendidas. Los cartistas
discutían si "fuerza moral" o "fuerza física", y los socialistas de hoy
discuten si "vía parlamentaria" o "vía revolucionaria". Entre aquellos
que son revolucionarios la discusión entre posiciones contrarias o
favorables al "terrorismo" está tan viva hoy como lo estaban en 1848.
Los idealistas
Marx no fue la primera persona en
intentar describir lo que venía ocurriendo en la sociedad. En el tiempo
en que él escribía, nuevas invenciones en las fábricas proporcionaban
riquezas en una escala nunca soñada por las generaciones precedentes.
Por primera vez parecía que la humanidad tenía los medios para
defenderse contra las calamidades naturales que nos habían azotado en
épocas anteriores.
Pero esto no significó ninguna mejora en
la vida de la mayoría de las personas. Más bien todo lo contrario. Los
hombres, las mujeres y los niños que trabajaban en las nuevas fábricas,
llevaban una vida mucho peor que sus abuelos, que trabajaban en el
campo. Sus salarios no daban para mantenerles por encima de la línea de
pobreza, y las crisis periódicas de desempleo acababan por dejarlos bien
por debajo de la misma. Vivían amontonados en tugurios miserables, sin
condiciones sanitarias apropiadas, a merced de terribles epidemias. En
vez de traer la felicidad y el bienestar general, el desarrollo de la
civilización estaba dando origen a una miseria mucho mayor.
Esto no fue solo advertido por Marx,
sino también por otros grandes pensadores del período -gente como los
poetas ingleses Blake y Shelley, los franceses Fourier y Proudhon, y los
filósofos alemanes Hegel y Feurbach. Estos últimos daban el nombre de
"alienación" al estado de infelicidad en el cual se encontraba la
humanidad -un término que todavía puede escucharse con frecuencia. Por
alienación Hegel y Feuerbach entendían que los hombres y las mujeres
continuamente se encontraban dominados y oprimidos por lo que ellos
mismos habían hecho en el pasado. Por esta razón, decía Feuerbach, la
gente desarrolló la idea de Dios -y se inclinaron ante ella, sintiéndose
miserables por tener que vivir de acuerdo a aquello que ellos mismos
habían creado. Cuanto más avanza la sociedad, más miserables y
"alienadas" se volvían las personas.
En sus primeros escritos, Marx tomó la noción de "alienación" y la aplicó a aquellos que crean la riqueza de la sociedad.
El trabajador se vuelve más pobre cuanto más produce, y cuanto más
crece el poder y alcance de su producción... El aumento en el valor del
mundo de las cosas ocurre en proporción directa con la desvalorización
del mundo de los hombres... Los objetos que el trabajo produce se
presentan ante el trabajador como algo ajeno a él, como un poder
independiente al productor...
En tiempo de Marx, las explicaciones más
populares sobre lo que estaba mal en la sociedad, eran de naturaleza
religiosa. La pobreza de la sociedad, decían, existía porque las
personas no conseguían hacer lo que Dios quería que hiciesen. Si todos
"renunciáramos al pecado", las cosas serían mejores. Una visión similar y
frecuentemente escuchada en estos días, niega cualquier carácter
religioso. Ella afirma que "para cambiar la sociedad, necesitamos
primero cambiar nosotros mismos". Si las mujeres y los hombres se
liberaran de su "egoísmo" y de su "materialismo" (y ocasionalmente de
sus obsesiones) la sociedad se volvería automáticamente mejor. Una
visión parecida a esta plantea no el cambio de todos los individuos,
sino el de algunos individuos claves aquellos que ejercen el poder en la
sociedad. La idea es intentar que los ricos y poderosos "entren en
razón".
Uno de los primeros socialistas
británicos, Robert Owen, comenzó intentando convencer a algunos
empresarios para que fueran bondadosos con sus trabajadores. La misma
idea todavía es dominante entre los líderes del Partido Laborista
británico, incluida su ala izquierda. Y esto se nota cuando ellos juzgan
los crímenes de las patronales como "errores", como si un poco de
convencimiento pudiera persuadir a los grandes empresarios de aflojar su
presión sobre la sociedad.
Marx se refiere a todas estas visiones
como "idealistas". No porque él estuviera en contra de que la gente
tuviera "ideales", sino porque esas visiones consideran que las ideas
existen aisladas de las condiciones en las cuales viven las personas.
Las ideas de las personas están íntimamente ligadas al tipo de vida que
ellas son capaces de vivir. Vamos a tomar al "egoísmo" como ejemplo. La
actual sociedad capitalista estimula el egoísmo -incluso entre aquellas
personas que intentan sacrificar sus propios intereses en beneficio de
los demás. Un trabajador que intenta hacer lo mejor por sus hijos, o
ayudar a sus padres a tener una vida mejor en la vejez, descubre que el
único método para realizar esas cosas es luchar continuamente contra las
demás personas -conseguir un empleo mejor, hacer más horas extras, ser
el preferido del patrón, etc. En esta sociedad no nos podemos librar del
"egoísmo" y de la "ambición" apenas cambiando la mentalidad de los
individuos.
Es todavía mas ridículo hablar de
cambiar la sociedad a través de cambiar las ideas de capitalistas y
gobernantes. Supongamos que conseguimos conquistar a un gran empresario
para las ideas socialistas y él deja de explotar a sus trabajadores.
Este empresario simplemente perdería en la competencia con los
empresarios rivales y quedaría fuera del negocio. Incluso para aquellos
que gobiernan la sociedad lo que importa no son las ideas, sino la
estructura sobre la cual se apoyan esas ideas.
Esto se lo puede decir de otra manera.
Si las ideas son las que pueden cambian la sociedad, es importante saber
de dónde vienen las ideas. Vivimos en un determinado tipo de sociedad.
Las ideas divulgadas por los periódicos, la televisión, el sistema
educativo y demás, defienden este tipo de sociedad. Entonces: ¿Cómo es
que las personas pueden ser capaces de desarrollar ideas completamente
nuevas y diferentes? Porque las experiencias de la vida cotidiana
contradicen las ideas oficiales sobre nuestra sociedad. Por ejemplo, no
podemos explicar que muchas menos personas sean religiosas hoy que hace
100 años, solamente porque sea grande la divulgación de las ideas ateas.
Al contrario, es preciso explicar por qué las personas adoptan estas
ideas de un modo que no lo hacían 100 años atrás.
De la misma manera, si quisiéramos
explicar la capacidad de liderazgo de los "grandes hombres", tenemos que
explicar primero por qué las personas concuerdan en seguirlos. No
alcanza decir, por ejemplo, que Napoleón o Lenin cambiaron la historia,
sin explicar por qué millones de personas aceptaron hacer lo que ellos
proponían. Al final, ellos no eran especialistas en hipnosis colectiva.
Alguna cosa en cierto momento en la vida de la sociedad llevó a las
personas a sentir que lo que ellos proponían parecía correcto. Sólo
llegaremos a entender cómo las ideas cambian la historia, si
comprendemos de dónde vienen las ideas y por qué las personas las
aceptan. Esto significa intentar conocer, además de las ideas, las
condiciones materiales de la sociedad en la cual ellas surgen. Por esto
es que Marx insistía en que "no es la conciencia la que determina el ser
social, sino el ser social el que determina la conciencia".
2. Comprendiendo la historia
Las ideas por si mismas no pueden
cambiar la sociedad. Esta fue una de las primeras conclusiones de Marx.
Al igual que muchos pensadores antes que él, Marx insistía en que para
entender la sociedad era preciso entender a los seres humanos como parte
del mundo material. El comportamiento humano estaba determinado por
fuerzas materiales igual que cualquier otro objeto natural. El estudio
de la humanidad es parte del estudio científico del mundo natural. Los
pensadores que defendían esta concepción eran llamados materialistas.
Marx consideraba el materialismo como un
gran avance en relación a las variadas concepciones idealistas y
religiosas de la historia. Significaba que se podía discutir
científicamente sobre las condiciones del cambio social y este no
dependía más de las súplicas a Dios y de un "cambio espiritual" en las
personas. El reemplazo del idealismo por el materialismo era el
reemplazo del misticismo por la ciencia. Pero no todas las explicaciones
materialistas de la conducta humana son correctas. Así como ha habido
teorías científicas equivocadas en biología, química o física, ha habido
intentos fallidos de desarrollar teorías científicas de la sociedad. A
continuación algunos ejemplos.
Una visión materialista muy difundida,
no marxista, es aquella que considera a los seres humanos simples
animales, que se comportan "naturalmente" de cierta forma. Del mismo
modo en que la naturaleza del lobo sería la de matar y la de la oveja
ser pacífica, la naturaleza del hombre sería la de ser agresivo,
dominador, competitivo y ambicioso (así como las mujeres estarían
destinadas a ser dóciles, sumisas, respetuosas y pasivas). Una reciente
formulación de esta visión puede ser hallada en el libro de gran venta
The Naked Ape [El Mono Desnudo]. Las conclusiones que son extraídas en
el libro son invariablemente reaccionarias. Si los hombres son
naturalmente agresivos, no tiene ningún sentido intentar mejorar la
sociedad. Las cosas siempre van a llegar al mismo lugar. Las
revoluciones "siempre fracasarán".
Pero, la verdad, es que la "naturaleza
humana" varía de sociedad a sociedad. Por ejemplo, la competencia, que
es entendida como propia de nuestra sociedad, raramente existió en
muchas de las antiguas sociedades. Cuando los científicos intentaron por
primera vez aplicar tests para medir el coeficiente intelectual en los
indios Sioux, descubrieron que ellos no conseguían comprender por qué no
se podían ayudar unos a otros en las pruebas. En la sociedad en que
ellos vivían se enfatizaba la cooperación, no la competencia. Lo mismo
ocurre con la agresividad. Cuando los esquimales se encontraron por
primera vez con los europeos, no tenían la menor idea de lo que era una
"guerra". La idea de un grupo de personas intentando aniquilar a otro
grupo les parecía absurda. En nuestra sociedad se considera natural que
los padres amen y protejan a sus hijos. En la ciudad de Esparta, en la
Grecia antigua, se consideraba "natural" llevar a las criaturas a lo
alto de las montañas y abandonarlas allí para medir su capacidad de
resistir al frío.
Las teorías que defienden una
"naturaleza humana inmutable" no pueden ofrecer una explicación de los
grandes acontecimientos de la historia. Las pirámides de Egipto, las
maravillas de la Grecia antigua, los imperios romano e incaico y la
moderna ciudad industrial, son colocados al mismo nivel que los
campesinos ignorantes que vivían en las chozas inmundas de la Edad
Media. Todo lo que importa es un "mono desnudo" -no las grandiosas
civilizaciones que el "mono" construyó. Siendo irrelevante que algunas
formas de sociedad hayan sido capaces de alimentar a los "monos",
mientras otras dejan a millones morir de hambre.
Muchos aceptan una concepción
materialista diferente, que enfatiza lo necesario de cambiar el
comportamiento humano. Igual que los animales pueden ser entrenados para
comportarse en forma diferente en un circo que en la jungla, el
comportamiento humano también podría ser cambiado. Bastaría con que las
personas adecuadas tomasen el control de la sociedad, para que la
"naturaleza humana" fuese transformada. Esta visión es ciertamente un
gran paso frente a la del "mono desnudo". Pero falla al momento de
explicar la transformación de la sociedad como un todo. Si todos están
absolutamente condicionados en la sociedad de nuestros días: ¿cómo
alguien podría colocarse por encima de los otros y poner en
funcionamiento los mecanismos que condicionaran los cambios sociales?
¿Sería una especie de minoría escogida por Dios para ser inmune a las
presiones que dominan a todos los demás? ¿Si todos somos animales en un
circo, quién podría ser el domador de leones?
Aquellos que sustentan esta teoría
terminan diciendo que la sociedad no puede cambiar (como en el "mono
desnudo") o creen que los cambios sólo podrían ser realizados desde
fuera de la sociedad por Dios, o los "grandes hombres", o por el poder
de las ideas individuales. Su "materialismo" nos lleva a una nueva
versión del idealismo que entra por la puerta de atrás. Como señaló
Marx, esta doctrina acaba necesariamente por dividir la sociedad en dos
partes, una de las cuales sigue siendo superior a la otra. Esta
concepción "materialista" es, en general, reaccionaria. Uno de los más
conocidos partidarios de esta visión, es un psicólogo de derecha llamado
Skinner. El propone condicionar a las personas para que se comporten de
ciertos modos. Pero como él mismo es un producto de la sociedad
capitalista norteamericana, su "condicionamiento" persigue simplemente
que las personas se conformen con esa sociedad.
Otra visión materialista culpa a la
"presión demográfica" de toda la miseria del mundo (es común que se
llame malthusianismo a esta concepción, ya que fue Malthus, un
economista inglés del siglo XVIII el primero en desarrollarla). Pero
esta no puede explicar por qué en los Estados Unidos, por ejemplo, se
queman cereales mientras que en la India muere gente de hambre. Ni puede
explicar por qué 150 años atrás no había en EE.UU. alimentos
suficientes para 10 millones de personas y hoy la producción es capaz de
alimentar a 200 millones. Esta visión olvida que cada boca a ser
alimentada es también la de un individuo más, capaz de trabajar para
crear riquezas.
Marx denominaba a todas estas
explicaciones como formas "mecanicistas" o "vulgares" del materialismo.
Estas visiones olvidaban que siendo parte del mundo material, los seres
humanos también son criaturas vivas y activas cuyas acciones lo
transforman.
La interpretación materialista de la historia
Los seres humanos se pueden diferenciar de los animales por la
conciencia, la religión y cualquier otra cosa que queramos considerar.
Pero, ellos solamente empiezan a diferenciarse de los animales en cuanto
comienzan a producir sus propios medios de subsistencia -comida,
vestimenta y viviendas.
Con estas palabras, Marx quería
enfatizar antes que nada lo que era distintivo de su explicación de cómo
se desarrolla la sociedad. Los seres humanos son animales que
descienden de los primates. Al igual que en los otros animales, su
primera preocupación es la alimentación y la protección del clima. Pero
el modo en que los demás animales satisfacen estas necesidades depende
de su naturaleza biológicamente heredada. Un lobo se mantiene vivo
cazando y matando a sus presas, de la forma en que sus instintos
biológicos determinan. Su piel se mantiene caliente en las noches frías.
Cría a sus cachorros de acuerdo a patrones de comportamiento heredados.
Pero la vida humana no está determinada
de esta manera. Los hombres que vagaban por el planeta 30.000 y 100.000
mil años atrás vivían de un modo completamente diferente al nuestro. Lo
hacían en cavernas o en agujeros en el suelo. No poseían recipientes
para almacenar los alimentos o el agua, y para alimentarse dependían de
la recolección de frutos o de derribar animales con piedras. Ellos no
podían escribir, o contar más allá de los dedos de sus manos. No poseían
ningún conocimiento de lo que ocurría más allá de las tierras que
habitaban o de lo que sus antepasados habían realizado. Con todo,
físicamente, el hombre de 100.000 años atrás era semejante al hombre
moderno y el de 30.000 años atrás idéntico. Si bañáramos y afeitásemos
al hombre de las cavernas, lo vistiéramos con un traje y lo llevásemos a
caminar por una avenida céntrica, nadie lo consideraría extraño. Como
el arqueólogo Gordon Childe dice:
Los más antiguos esqueletos de nuestra especie pertenecen a las fases
próximas de la última Edad de Hielo... Para el momento de los primeros
registros geológicos del Homo Sapiens... la evolución física del hombre
había llegado a un punto de estabilidad, aunque su progreso cultural
estaba justo comenzado.
El mismo punto de vista es defendido por otro arqueólogo, Leakey:
La diferencia física entre los hombres de las culturas Auriñaciense y
Magdaleniense (25.000 años atrás) y el hombre contemporáneo, es
despreciable. Mientras que la diferencia cultural es inconmensurable.
Lo que el arqueólogo llama "cultura" son
aquellas cosas que los hombres y las mujeres aprenden y enseñan unos a
otros. Por ejemplo, cómo fabricar ropas con lana y piel de animales,
cómo hacer vasijas de barro, cómo hacer fuego, cómo construir casas y
demás. Esta idea contrapone la cultura a aquellas cosas que los animales
saben instintivamente.
Las vidas de los primeros humanos ya
eran inmensamente diferentes a la vidas de los otros animales. Porque
ellos eran capaces de usar las características físicas propias del ser
humano -cerebro grande, miembros posteriores capaces de manipular
objetos- para modificar el ambiente de modo de tornarlo conveniente a
sus necesidades. Esto significaba que ellos podían adaptarse a una gran
variedad de condiciones ambientales, sin cambiar en nada su estructura
fisiológica. Los seres humanos ya no necesitaban luchar contra las
condiciones naturales. Podían actuar sobre dichas condiciones para
transformarlas en su beneficio.
Al principio ellos usaron piedras y
palos para atacar a los animales salvajes, obtenían luz y calor a partir
del fuego que surgía accidentalmente en la naturaleza, se cubrían con
vegetación y pieles de animales. Transcurridas muchas decenas de miles
de años, ellos aprendieron a hacer fuego por sí mismos, a dar forma a
las piedras con otras piedras, a cultivar alimentos a partir de
simientes que ellos mismos plantaban, a guardarlas en recipientes hechos
de arcilla y a domesticar algunos animales. En tiempos relativamente
recientes -hace apenas 5.000 años, al lado del medio millón de años de
historia humana- los seres humanos aprendieron el secreto de transformar
minerales metálicos en herramientas resistentes y armas eficaces.
Cada uno de estos avances tuvo un enorme
impacto, no solo por hacer más fácil la alimentación y el vestuario de
los seres humanos, sino también al transformar la propia organización de
la vida humana. Desde el inicio la vida humana fue social. Solamente la
unión de los esfuerzos de varios seres humanos les posibilitaba matar
animales, recoger alimentos y mantener vivo el fuego. Tenían que
cooperar. Esta cooperación continua también los llevó a que se
comunicaran a través de la emisión de sonidos y al desarrollo de
lenguajes. En el comienzo, los grupos eran simples. En ninguna parte
existía una provisión natural suficiente para mantener a más de dos
docenas de individuos. Todo el esfuerzo tenía que ser dirigido a las
tareas básicas de conseguir alimento, lo que llevaba a que todos
hiciesen el mismo trabajo y viviesen el mismo tipo de vida.
Sin medios para acumular alimentos, no
podía haber propiedad privada o división entre clases sociales, y ni el
saqueo ni el pillaje podían presentarse como motivos para la guerra.
Hasta hace pocos años, todavía había centenares de sociedades en las más
variadas partes del globo en el que este patrón social permanecía. Es
el caso de algunos indígenas de América del Sur y del Norte, ciertos
pueblos del África ecuatorial y del Pacífico, además de algunos
aborígenes australianos. No es que estos pueblos fuesen menos
inteligentes que nosotros o tuviesen una "mentalidad primitiva". Los
aborígenes de Australia, por ejemplo, aprendieron a reconocer
literalmente millones de plantas y los hábitos de una gran diversidad de
animales para poder sobrevivir. El profesor y antropólogo Firth lo
describe de esta forma:
Las tribus australianas... conocen los hábitos, características,
zonas de procreación y migraciones estivales de todos los pájaros, peces
y demás animales que son objeto de caza para su alimentación y
vestuario. Conocen tanto las propiedades externas, como algunas menos
obvias, de piedras, grasas, resinas, plantas, fibras y cáscaras; saben
como hacer fuego, como utilizar el calor para aliviar el dolor, detener
sangrados y retardar el deterioro de los alimentos frescos; saben
también utilizar el fuego para endurecer algunas maderas y ablandar
otras... Saben lo básico sobre las fases de la luna, el movimiento de
los mares, los ciclos planetarios y las secuencias y duración de las
estaciones, relacionan los cambios climáticos con sistemas de vientos,
patrones anuales de unidades, temperaturas y flujos de crecimiento y
presencia de las especies naturales...
Además realizan un uso inteligente y económico de los subproductos de
los animales muertos para alimentación; la carne del canguro es comida;
los huesos de las piernas son utilizados para realizar herramientas
como hechas de piedras o de madera; los tendones son utilizados para
amarrar las puntas de piedra de las lanzas; las garras forman collares
atados con fibras y ceras, la gordura combinada con ocre rojo es usado
como cosmético, la sangre mezclada con carbón se transforma en un
pigmento... Tienen algún conocimiento de los principios básicos de la
mecánica y por eso trabajaban sus bumerangs una y otra vez hasta darles
la curvatura correcta...
Son mucho más "capaces" que nosotros
para lidiar con los problemas de la supervivencia en el desierto
australiano. Lo que ellos no aprendieron fue a sembrar y cultivar su
propio alimento -algo que nuestros ancestros aprendieron hace sólo unos
5.000 años, cuando ya habían vivido en el planeta un período 100 veces
mayor. El desarrollo de nuevas técnicas para producir bienes -los medios
necesarios para la continuidad de la vida humana- siempre hizo que
nacieran nuevas formas de cooperación entre los seres humanos, nuevas
relaciones sociales. Por ejemplo, luego de que las personas aprendieron a
cultivar su propio alimento (sembrando la tierra y domesticando
animales) y los almacenaron (en vasijas de barro) hubo una completa
revolución en la vida social -llamada por los arqueólogos "la revolución
neolítica". Los seres humanos tenían que cooperar entre sí para limpiar
la tierra, recoger el alimento, así como para cazar animales. Podían
vivir juntos en grupos más numerosos que antes, podían guardar comida e
iniciar la práctica de intercambiar bienes con otros asentamientos
humanos.
Las primeras ciudades se desarrollaron.
Por primera vez había posibilidades de que algunas personas vivieran sin
dedicarse únicamente a la producción de alimentos: algunos se
especializaron en la fabricación de vasijas, otros al trabajo de la
piedra y más tarde a la producción de herramientas y armas, otros
desempeñaron tareas administrativas elementales para el grupo como un
todo. Pero lo malo fue que el excedente de comida ofreció un motivo para
la guerra. Al comienzo, la gente había comenzado a descubrir nuevas
maneras de relacionarse con el mundo que los rodeaba, o de someter a la
naturaleza a sus necesidades. Pero en el proceso, sin querer habían
transformado la sociedad en que vivían y con ella sus propias vidas.
Marx describió este proceso del siguiente modo: el desarrollo de las
"fuerzas productivas" transformó las "relaciones de producción" y, a
través de ellas, la sociedad. Existen buenos ejemplos más recientes...
Hace mas de 300 años la gran mayoría de
la población de Gran Bretaña vivía en el campo, cultivando alimentos con
técnicas que eran las mismas desde hacía siglos. Su horizonte
intelectual estaba delimitado por la aldea en la que vivían y sus ideas
estaban muy influenciadas por la iglesia local. La gran mayoría no tenía
necesidad de la lectura o la escritura, y nunca aprendieron a
utilizarlas. Entonces, 200 años atrás, la industria comenzó a
desarrollarse. Decenas de miles de personas fueron llevadas a las
fábricas. Sus vidas sufrieron una transformación completa. Ahora vivían
en grandes ciudades, no en pequeñas aldeas. Precisaban aprender
habilidades nunca imaginadas por sus ancestros, incluyendo la capacidad
de leer y escribir. La llegada del ferrocarril y la navegación a vapor
volvieron posible viajar a gran parte del planeta. Las viejas ideas
martilladas en sus cabezas por sus padres ya no tenían sentido frente a
todo eso. La revolución material en la producción fue también una
revolución en el modo en que ellos vivían y en las ideas en que creían.
Cambios parecidos están aún hoy
afectando a un gran número de personas. Basta con observar como los
habitantes de las aldeas de Bangladesh o de Turquía acuden a las
fábricas de Alemania y de Inglaterra en busca de empleo. Y como, muchos
de ellos descubren que sus antiguas costumbres y actitudes religiosas ya
no son adecuadas. Basta observar como en los pasados 50 años la mayoría
de las mujeres se han acostumbrado a trabajar fuera del hogar y como
esto les ha llevado a desafiar la vieja concepción de que ellas eran
prácticamente propiedad de sus maridos. Los cambios en el modo en que
los seres humanos trabajan colectivamente para producir sus alimentos,
vestimentas y viviendas propicia cambios en el modo en que la sociedad
se organiza y en el comportamiento de las personas al interior de ella.
Este es el secreto del cambio social -en
la historia- que los pensadores anteriores a Marx (y muchos después de
él), idealistas y materialistas mecanicistas, no pudieron comprender.
Los idealistas entendían que los cambios ocurrían -pero decían que
debían ser enviados por el cielo. Los materialistas mecanicistas
entendían que los seres humanos eran condicionados por el mundo
material, pero no veían cómo los seres humanos pudiesen algún día llegar
a transformarse. Lo que Marx vio fue que los seres humanos
efectivamente estaban condicionados por el mundo que les rodea, pero
también que ellos reaccionan ante su medio, trabajando sobre él para
hacerlo más habitable. Pero al hacerlo ellos transforman a su vez las
condiciones en las cuales viven y por ende a ellos mismos.
La clave para entender el cambio social
reside en la comprensión de cómo los seres humanos hacen frente a los
problemas de cultivar su alimento, construir sus viviendas y proveerse
de vestimenta. Este fue el punto de partida de Marx. Pero esto no
significa que los marxistas crean que los avances de la tecnología
automáticamente produzcan una sociedad mejor, o que las invenciones
lleven necesariamente a los cambios sociales. Marx desaprobaba esta
concepción (algunas veces conocida como determinismo tecnológico).
Repetidas veces en la historia, las personas han rechazado ideas que
hubieran permitido aumentar la producción de alimentos, viviendas o
vestimentas porque estas chocaban con las conductas o formas de sociedad
existentes.
Por ejemplo, en el Imperio Romano
aparecieron muchas ideas sobre cómo incrementar la cosecha en una
limitada extensión de tierra, pero las personas no las adoptaron porque
requerían una dedicación al trabajo que no podía ser obtenida de los
esclavos que cumplían su labor bajo el miedo al látigo. Cuando Gran
Bretaña dominó a Irlanda en el siglo XVIII, intentó impedir el
desarrollo de la industria local porque chocaba con los intereses de los
empresarios de Londres. Si alguien encuentra el método para resolver el
problema del hambre en la India matando a las vacas sagradas o
abasteciendo a cada habitante de Gran Bretaña con suculentos bifes
surgidos del procesamiento de carne de ratón, sería ignorado debido a
los preconceptos establecidos.
El desarrollo de la producción desafía
los viejos preconceptos y los antiguos hábitos de organización social,
pero no los derrota automáticamente. Muchos seres humanos luchan para
evitar el cambio -y aquellos que quieren introducir nuevos métodos de
producción deben luchar para cambiar las cosas. Si los que se oponen
vencen, las nuevas formas de producción no pueden ser puestas en
funcionamiento y la producción puede quedar estancada o retroceder.
Utilizando la terminología marxista diríamos que: cuando las "fuerzas
productivas" se desarrollan, ellas chocan con las "relaciones sociales"
preexistentes y con las ideas que surgen en el marco de las viejas
fuerzas productivas. Es así que las personas que se identifican con las
nuevas fuerzas productivas pueden ganar este enfrentamiento o pueden
hacerlo aquellas identificadas con el viejo sistema. En el primer caso,
la sociedad se mueve hacia delante, en el último, esta permanece
paralizada o incluso retrocede.
3. Lucha de clases
Vivimos en una sociedad dividida en
clases, en donde algunas personas poseen grandes cantidades de riquezas y
la mayoría de nosotros no posee prácticamente nada. Naturalmente,
tendemos a dar por sentado que las cosas siempre fueron así. Pero de
hecho, durante gran parte de la historia humana no existieron las
clases, la propiedad privada, la policía ni el ejército. Esta fue la
situación durante medio millón de años de desarrollo hasta hace unos
5.000 o 10.000 años. Como no era posible que una persona con su trabajo
produjera más alimento que el necesario para mantenerse en condiciones
de trabajar, no podía haber división en clases. ¿Que motivo podía haber
para tener esclavos si todo lo que producían sería utilizado para
mantenerlos vivos?
Pero pasado cierto punto, el avance de
la producción hizo que la división en clases fuera posible y necesaria.
Podía producirse suficiente alimento para que quedara un excedente,
luego de que los productores inmediatos tomaran lo necesario para
sobrevivir. Y comenzaron a existir los medios que permitían almacenar
alimentos y transportarlos de un lugar a otro. Las personas que con su
trabajo producían todo el alimento, podían simplemente comer el que les
quedaba excedente. Como vivían en condiciones de extrema pobreza estaban
fuertemente tentados a hacerlo. Pero los dejaría desprotegidos contra
los desastres naturales, tales como hambrunas o inundaciones del año
siguiente, y contra ataques de tribus hambrientas venidas desde otras
áreas.
En un primer momento era una gran
ventaja para todos el que un grupo especial de personas tomase a su
cuenta la riqueza excedente, almacenándola en prevención contra futuros
desastres, usándola para apoyar a los artesanos, construyendo medios de
defensa, utilizando una parte para intercambiar con otros pueblos
distantes a cambio de objetos útiles. Estas actividades comenzaron a ser
llevadas a cabo en las primeras ciudades, donde los administradores,
mercaderes y artesanos vivían. A partir de marcas hechas en tablas para
registrar diferentes tipos de productos, la escritura se empezó a
desarrollar.
Tales fueron los primeros pasos
vacilantes de lo que nosotros llamamos "civilización". Pero -y este pero
es más que importante- todo esto estuvo basado en un creciente control
de la riqueza por parte de una pequeña minoría de la población. Y esa
minoría usaba la riqueza para su propio bien, así como en beneficio del
resto de la sociedad como un todo. Cuanto más se desarrollaba la
producción, más riquezas se concentraban en las manos de esta minoría -y
más de la misma era retirada al resto de la sociedad. Las "reglas" que
al principio eran un medio para mejorar la vida social, se transformaron
en "leyes", donde se insistía en que las riquezas que la tierra
producía eran "propiedad privada" de una minoría. Una clase dominante
comenzó a surgir -así como las leyes que defendían su poder.
Podemos preguntarnos si tal vez hubiera
sido posible que la sociedad se hubiese desarrollado de otra manera, de
modo que aquellos que trabajaban la tierra hubiesen podido controlar su
producción. La respuesta es, no. Y no por causa de la "naturaleza
humana", sino porque la sociedad era todavía muy pobre. La mayoría de la
población del planeta estaba ocupada escarbando el suelo en busca de su
subsistencia, como para dedicar tiempo a desarrollar la escritura y la
lectura, para crear obras de arte, para construir navíos, determinar el
curso de las estrellas, descubrir los rudimentos de las matemáticas,
para saber cómo actuar cuando los ríos se desbordaban o cómo podían ser
construidos canales de riego. Estas cosas podían darse solamente porque
algunos medios de vida fueron retirados a la población y usados para
mantener a una minoría privilegiada que no tenía que trabajar de sol a
sol.
Pero esto no significa que existiese una
división en clases como la de hoy en día. En los últimos 100 años se ha
visto un desarrollo jamás soñado en la historia previa de la humanidad.
La escasez natural ha sido vencida lo que existe ahora es una escasez
artificial, creada por los gobiernos con la destrucción de alimentos
almacenados. La sociedad de clases de hoy está retrasando a la
humanidad, impidiéndole avanzar. No fue solamente aquel cambio inicial
que transformó a las sociedades puramente agrícolas en sociedades
urbanas, el que provocó, necesariamente, las nuevas divisiones de
clases. El mismo proceso se repitió cada vez que se desarrollaban nuevas
formas de producción.
Así, en Gran Bretaña, mil años atrás, la
clase dominante estaba formada por señores feudales que controlaban la
tierra y vivían del trabajo de los siervos. Cuando el comercio comenzó a
desarrollarse a gran escala, surgió junto con ellos una nueva clase
privilegiada, la de los ricos comerciantes. Cuando la industria empezó a
desarrollarse en una escala respetable, su poder, a su vez, fue
cuestionado por los propietarios de las industrias. En cada etapa de
desarrollo de la sociedad hubo una clase oprimida, cuyo trabajo generó
la riqueza, y una clase dominante que controló esa riqueza. Pero al
desarrollarse la sociedad tanto los oprimidos como los opresores sufrían
cambios.
En la sociedad esclavista de la Roma
antigua, los esclavos eran propiedad personal de la clase dominante. Al
propietario de esclavos pertenecían los bienes producidos por sus
esclavos, fruto de que ellos eran de su propiedad. Exactamente de la
misma forma en que a él le pertenecía la leche producida por las vacas
de que era dueño. En la sociedad feudal de la Edad Media, los siervos
poseían su propia tierra y poseían aquello que era producido en ellas.
Pero para mantener esa tierra, ellos tenían que trabajar un cierto
número de días por año en las pertenecientes al señor feudal. Su tiempo
estaba dividido -tal vez la mitad del mismo era dedicado al trabajo en
las tierras del señor y la otra mitad en sus propias tierras. Si ellos
se negaban a trabajar para el señor, él tenía derecho de castigarlos
(con golpes, prisión o cosas peores). En la moderna sociedad
capitalista, el patrón no posee físicamente a sus trabajadores, ni tiene
derecho a castigar a un empleado que se niegue a trabajar gratis para
él. Pero el patrón posee la empresa donde el trabajador tiene que
conseguir empleo para seguir viviendo. Y es por esto que es muy fácil
para él obligar al trabajador a producir a cambio de un salario, cuyo
monto sea mucho menor al de los bienes producidos por él en la fábrica.
En cada caso la clase opresora toma el
control de toda la riqueza una vez que las necesidades más elementales
de los trabajadores han sido cubiertas. El propietario de esclavos
quería mantener su propiedad en buenas condiciones. Por eso alimentaba a
sus esclavos de igual forma en que nosotros le ponemos combustible al
auto. Pero todo lo que excediera las necesidades físicas del esclavo, su
propietario lo usaba en su propio beneficio. El siervo feudal tiene que
alimentarse y vestirse con lo producido en su propio pedazo de tierra.
Todo el trabajo extra que pone en las tierras del señor beneficia a este
último. El trabajador moderno tiene un trabajo remunerado. Pero toda la
riqueza que él crea queda en manos de la clase dominante como ganancia,
intereses o rentas.
La lucha de clases y el Estado
Los trabajadores raramente han aceptado
su destino sin resistencia. Hubieron revueltas de esclavos en Egipto y
Roma antiguos, levantamientos de campesinos en la China imperial,
guerras civiles entre ricos y pobres en las ciudades de la Grecia
antigua, en Roma, y en la Europa renacentista. Por eso es que Karl Marx
inició su Manifiesto Comunista, insistiendo en que "la historia de todas
las sociedades hasta ahora ha sido la historia de la lucha de clases".
El desarrollo de la civilización ha dependido de la explotación de una
clase por otra y por lo tanto de la lucha entre ellas.
Por más poderoso que fuese un faraón
egipcio, un emperador romano o un señor medieval, por más suntuosas que
fueran sus vidas, magníficos sus palacios, ellos siempre necesitaron
asegurarse la apropiación de los productos cultivados por los campesinos
y los esclavos más humildes. Solamente podían hacer esto si junto con
la división de clases también se desarrollaba algo más: el control sobre
los medios de violencia en su favor y el de sus aliados. En las
primeras sociedades no había ejército, policía o aparato gubernamental
al margen de la mayoría de la población. Así mismo hasta hace 50 o 60
años atrás era posible encontrar, por ejemplo, en algunas regiones de
África, sociedades en las cuales la situación era la misma. Muchas de
las tareas que cumple el Estado en nuestra sociedad eran realizadas
informalmente por la población en general o por asambleas de
representantes. Tales asambleas juzgaban a cualquier persona cuya
conducta fuese considerada una desobediencia a alguna ley social
importante. La penalización podía ser aplicada por toda la comunidad por
ejemplo, forzando a los infractores a dejarla. Todos coincidían en la
necesidad de penalizar la infracción, no haciendo falta una fuerza
policial independiente. Si una guerra daba comienzo, todos los hombres
jóvenes tomaban parte bajo el liderazgo de las personas escogidas para
la tarea, sin la necesidad de una estructura militar especializada.
Pero cuando se tiene una sociedad en que
una minoría controla gran parte de la riqueza, estas maneras de
mantener la "ley y el orden" y una organización militar como la
mencionada, dejan de funcionar. Cualquier asamblea de representantes o
banda de jóvenes armados se dividiría conforme a los intereses de clase.
El grupo privilegiado solamente puede sobrevivir si comienza a
monopolizar en sus manos la implementación de castigos, las leyes, la
organización militar y la producción de armas. Por eso, la separación en
clases sociales fue acompañada por el surgimiento de jueces, policías,
personal de inteligencia, generales, burócratas -a quienes la clase
privilegiada ofreció parte de la riqueza de la cual se apropia, a cambio
de la protección de su dominio.
Aquellos que sirven en las filas de ese
Estado fueron entrenados para obedecer sin vacilar las órdenes de sus
"superiores" y romper todos los lazos sociales normales con las masas
explotadas. El Estado se desarrolló como una máquina asesina en manos de
la clase privilegiada. Y es una máquina extremadamente eficaz. Por
supuesto, los generales que controlan esta máquina frecuentemente
derrocan a determinado rey o emperador e intentan colocarse a si mismos
en el poder. La clase dominante, habiendo armado al monstruo, muchas
veces no consiguen controlarlo. Pero como la riqueza necesaria para
mantener la maquina asesina funcionando viene de la explotación de las
masas trabajadoras, cada revuelta de estas es seguida por la continuidad
de la sociedad bajo los viejos esquemas.
A lo largo de la historia las personas
que realmente quisieron cambiar la sociedad para mejor se encontraron
enfrentados no sólo a una clase privilegiada, sino también a una máquina
armada, un Estado, que sirve a los intereses de esta clase. Las clases
dominantes, junto a sacerdotes, generales, policías y los sistemas
legales que los sustentan, surgieron en primer lugar porque sin ellos la
civilización no se hubiera podido desarrollar. Pero una vez que se
establecieron en el poder, pasó a ser interés suyo el que la
civilización no se desarrollara. Su poder radica en la habilidad para
forzar a aquellos que trabajan, a entregarles la riqueza que producen.
Están alertas a todo nuevo sistema de producción que sea más eficiente,
pues temen que el control se les escape de las manos. Temen cualquier
cosa que lleve a las masas explotadas a desarrollar iniciativa e
independencia. Y temen también el surgimiento de nuevos grupos
privilegiados con riqueza suficiente para asumir el costo de sus propias
armas y ejércitos. A partir de cierto punto, en vez de ayudar al
desarrollo de la producción, ellos comienzan a impedirlo.
Por ejemplo, en el Imperio Chino, el
poder de la clase dominante se apoyaba en la propiedad de la tierra y el
control de los canales y diques que eran necesarios para la irrigación y
freno de las inundaciones. Este control fue la base para una
civilización que se extendió por cerca de 2.000 años. Pero al final del
período la producción no estaba mucho más avanzada que a su comienzo a
pesar del floreciente arte chino, el descubrimiento de la pólvora y de
la imprenta, todo esto en una época en que Europa estaba sumergida la
Edad Oscura de comienzos de la Edad Media. El motivo fueron las nuevas
formas de producción que comenzaron a desarrollarse en las ciudades, a
través de la iniciativa de comerciantes y artesanos. La clase dominante
le temía al crecimiento del poder de los grupos que no estaban
completamente bajo su control. Por esto, periódicamente las autoridades
imperiales tomaban duras medidas para enlentecer la creciente economía
de las ciudades, disminuyendo la producción y destruyendo el poder de
las nuevas clases sociales.
El crecimiento de las nuevas fuerzas
productivas -de los nuevos medios de producir riquezas- chocaron con los
intereses de la vieja clase dominante. Y se desarrolló una lucha cuyo
resultado determinó el futuro de toda la sociedad. Algunas veces el
resultado, como en China, fue que las nuevas formas de producción fueron
sumergidas y la sociedad permaneció estancada por largos períodos de
tiempo. Otras veces, como en el Imperio Romano, la ineptitud de las
nuevas formas de producción determinaron que no hubiera creación de
riquezas suficiente para mantener a la sociedad sobre sus viejas bases.
La civilización entró en colapso, las ciudades fueron destruidas y las
personas volvieron a vivir en sociedades agrícolas. Y otras veces una
nueva clase, basada en nuevas formas de producción, fue capaz de
organizarse, debilitar y derrumbar a la vieja clase dominante, junto con
su sistema legal, sus ejércitos, ideología y religión. De este modo, la
sociedad pudo avanzar.
En cada caso, la sociedad avanzaba o
retrocedía dependiendo de quien venciera en la guerra entre las clases. Y
como en cualquier guerra, la victoria no estaba garantizada de
antemano, dependía de la organización, unidad y liderazgo de las clases
en lucha.
4. Capitalismo. ¿Cómo se inició el sistema?
Uno de los argumentos más absurdos que
pueden escucharse, es que las cosas no hubieran podido ser diferentes de
lo que hoy son. Pero, las cosas ya fueron diferentes. Y no hay que ir
muy lejos para descubrirlo. En Gran Bretaña por ejemplo, la realidad era
diferente hace no mucho tiempo. Apenas 250 años atrás las personas nos
hubieran considerado locos, si les describiésemos el mundo en que hoy
vivimos, con grandes fábricas, aviones, misiones espaciales. Incluso las
vías férreas estaban lejos de su imaginación. Porque ellos vivían en
una sociedad que era fundamentalmente rural, en la cual la mayoría de
las personas nunca se había alej ado a más de 15 kilómetros de su aldea,
y en la cual el ritmo de vida por miles de años, estuvo determinado por
el cambio de las estaciones. Pero hace 700 u 800 años ya comenzaba un
desarrollo que iría a transformar toda la sociedad. Grupos de artesanos y
negociantes empezaron a establecerse en las ciudades, no prestando sus
servicios a cambio de nada como sí lo hacía el resto de la población,
sino intercambiando sus productos con varios señores y siervos a cambio
de alimentos. Cada vez más se comenzó a utilizar el metal como medida de
cambio. Fue un gran paso ver en cada operación de intercambio una
oportunidad para conseguir un poco del precioso metal del cual obtener
alguna ganancia.
Al comienzo las ciudades sólo podían
sobrevivir al contraponer un señor feudal contra otro. Pero a medida que
las habilidades de sus artesanos se fueron perfeccionando, más riquezas
producían y mayor poder de influencia obtenían. Los "burgueses"
comenzaron a surgir como clase social al interior de la sociedad feudal
de la Edad Media. Pero ellos obtenían su riqueza de un modo diferente a
como lo hacían los señores feudales que dominaban la sociedad. Un señor
feudal vivía directamente de la producción agrícola que era capaz de
obligar a sus siervos a producir en sus tierras. Este usaba su poder
personal para forzarles sin necesidad de pagarles. Diferente a las
clases ricas de las ciudades que vivían de la manufactura de bienes no
agrícolas. Ellos les pagaban a los trabajadores para que produjesen para
ellos, por día o por semana.
Estos trabajadores, frecuentemente
siervos escapados, eran "libres" de ir y venir -desde el momento en que
terminaban el trabajo por el cual se les había pagado. Lo "único" que
los llevaba a trabajar era el hecho de que morirían de hambre si no
encontraban a alguien que los empleara. Los ricos se hacían aún más
ricos porque para no morirse de hambre, los trabajadores libres
aceptaban menos dinero del valor de los bienes que ellos producían con
su trabajo. Volveremos a este punto más tarde. Ahora lo que nos interesa
es que la burguesía y los señores feudales obtenían sus riquezas de
diferentes fuentes. Esto los llevaba a querer organizar la sociedad de
diferentes formas.
La sociedad ideal de los señores
feudales era una sociedad en la cual ellos tuviesen el poder absoluto
sobre sus tierras, sin restricciones en la ley escrita, sin intromisión
de cualquier ente externo, teniendo a sus siervos imposibilitados de
escapar. Ellos querían las cosas tal como eran en los tiempos de sus
padres y de sus abuelos, con todos aceptando la situación social
existente al momento de venir al mundo. La recién enriquecida burguesía
necesariamente veía las cosas de forma diferente. Quería restringir el
poder individual con que los señores feudales y los reyes interferían en
el comercio o robaban las riquezas que producían. Soñaban conseguirlo a
través de un cuerpo estable de leyes, que serían escritas y refrendadas
por sus propios representantes electos. Querían liberar a los pobres de
la servidumbre para que pudiesen trabajar (y aumentar las ganancias de
los burgueses) en las ciudades. En cuanto a ellos mismos, sus padres y
sus abuelos ya habían estado bajo el yugo de los señores feudales y
ciertamente no querían que eso continuase.
En una palabra, ellos querían
revolucionar la sociedad. Sus desacuerdos con el viejo orden no eran
solamente económicos sino también políticos e ideológicos. Y desacuerdo
ideológico significa principalmente desacuerdo religioso, en una
sociedad analfabeta en donde la principal fuente de las ideas generales
sobre la sociedad eran el resultado de la predicación de la Iglesia.
Debido a que la Iglesia medieval era dominada por obispos y abades que
también eran señores feudales, ellos propagaban visiones en favor del
feudalismo, atacando como "pecaminosas" muchas de las prácticas de la
burguesía urbana. Por esto en Alemania, Holanda, Gran Bretaña y Francia
en los siglos XVI y XVII sectores de la burguesía organizaron su propia
religión, el protestantismo una religión que predicaba el ahorro, la
sobriedad, el trabajo duro (¡principalmente de los trabajadores!) y la
independencia de la congregación de los obispos y abades. Estos sectores
de la burguesía crearon un Dios a su imagen, en oposición al Dios de la
Edad Media.
Hoy cuentan en la escuela y en la
televisión que hubieron grandes guerras religiosas y civiles que
estuvieron motivadas por diferencias religiosas, como si los hombres
fuesen lo suficientemente locos para luchar y morir por las razones
esgrimidas para ellas el papel de la sangre y del cuerpo de Cristo en la
Sagrada Familia. Mucho más estaba en juego -el choque entre dos formas
completamente diferentes de sociedad, basadas en diferentes formas de
organizar la producción de riquezas. En Gran Bretaña, la burguesía
venció. Tan horrible como debe parecerle a nuestra actual clase
dominante, sus ancestros consolidaron su poder cortando cabezas
coronadas, justificando el acto con palabras de los profetas del Antiguo
Testamento. Pero en otros lugares el primer round fue para el
feudalismo. En Francia y Alemania la burguesía protestante
revolucionaria fue liquidada después de terribles guerras civiles
(aunque una versión feudal del protestantismo sobrevivió como religión
en el norte de Alemania). La burguesía tuvo que esperar más de dos
siglos hasta alcanzar su triunfo en el segundo round, que comenzaría
esta vez sin ropaje religioso, en París en el año 1789.
Explotación y plusvalía
En las sociedades esclavista y feudal
las clases superiores tenían que tener control legal sobre la masa
trabajadora de la población. De otro modo, aquellos que trabajaban para
el señor feudal o el propietario de esclavos huían, dejando a la clase
privilegiada sin nadie que trabajara para ella. Pero el capitalista,
generalmente, no precisa controles legales sobre la persona física del
trabajador. No necesita poseerlo, porque sabe que el trabajador al
negarse a trabajar para él morirá de hambre. En lugar de poseer al
trabajador, el capitalista puede prosperar porque posee y controla las
fuentes de supervivencia del trabajador -las máquinas y las fábricas.
Las necesidades materiales de la vida
son producidas por el trabajo del ser humano. Pero este trabajo es casi
inútil sin herramientas para cultivar la tierra y procesar materias
primas. Las herramientas pueden variar enormemente de simples
implementos agrícolas como arados y asadas hasta complicadas máquinas en
las modernas fábricas. Pero sin herramientas ni el más habilidoso
trabajador es capaz de producir las cosas necesarias para sobrevivir. El
desarrollo de esas herramientas llamadas por nosotros "medios de
producción" separan al ser humano moderno de sus distantes ancestros de
la Edad de Piedra. El capitalismo está basado en la propiedad de esos
medios de producción por parte de unas pocas personas. En la Gran
Bretaña de hoy, por ejemplo, un 1% de la población controla el 84% del
capital y de las acciones de la industria. En sus manos está concentrado
el control efectivo sobre la gran mayoría de los medios de producción
máquinas, fábricas, campos petroleros y las mejores tierras de cultivo.
La masa de la población solamente puede sobrevivir si el capitalista le
permite trabajar con dichos medios de producción. Esto le da a los
capitalistas un poder inmenso para explotar el trabajo de las demás
personas, aunque a los ojos de la ley "todos los hombres sean iguales".
Se necesitaron algunos siglos para que
los capitalistas monopolizaran el control sobre los medios de
producción. En Gran Bretaña, por ejemplo, los parlamentos de los siglos
XVII y XVIII tuvieron que aprobar una sucesión de Leyes de Alambramiento
de los campos que separaron a los campesinos de sus medios de
producción, o sea de la tierra que ellos habían cultivado por siglos.
Ella se volvió propiedad de una parte de la clase capitalista y la gran
mayoría de la población rural fue forzada a vender su trabajo para los
capitalistas o morirse de hambre. Una vez alcanzado el monopolio de los
medios de producción, el capitalismo pudo permitir que la mayoría de la
población disfrutase, como los capitalistas, de una aparente libertad e
igualdad de derechos políticos. Ya que, por mas "libres" que fuesen, los
trabajadores aún tenían que trabajar para vivir. Los economistas
favorables al capitalismo tienen una explicación simple sobre lo
ocurrido entonces. Ellos dicen que al pagar salarios, el capitalista
compra el trabajo del empleado. Y debe pagar un precio justo por él.
Caso contrario, el trabajador iría a emplearse con otra persona. El
capitalista paga un "salario justo" al trabajador, por lo tanto el
trabajador debe dar un "día de trabajo justo" al patrón.
¿Cómo entonces, podemos explicar las
ganancias? Las ganancias, afirman, son una "recompensa" para el
capitalista por el "sacrificio" que ha hecho para poner en actividad los
medios de producción (capital). Es un argumento que difícilmente
convence a ningún trabajador que piense esto dos veces. Tomemos una
empresa que anuncia una "tasa de ganancias neta" de 10% al año. Estarían
afirmando que si el costo de toda su maquinaria, instalaciones y todo
lo que posee es de 100 millones de libras, le sobran 10 millones después
de pagar salarios, la materia prima y el costo de reposición de la
maquinaria desgastada en un año. No es preciso ser un genio para ver que
después de 10 años, esa empresa totalizará una ganancia de 100
millones- o sea, el monto integral de la inversión original.
Si es el "sacrificio" el que está siendo
recompensado, entonces seguramente después de 10 años toda ganancia
debería cesar. Pues entonces los capitalistas ya habrían recibido el
equivalente a lo que invirtieron al inicio. Entretanto, la verdad es que
el capitalista se hizo dos veces más rico que antes. Se quedó con la
inversión inicial más la ganancia acumulada. Mientras tanto el
trabajador sacrificó gran parte de la energía de su vida trabajando 8 o
más horas por día, 48 semanas por año, en una empresa. ¿Estará dos veces
mejor al final de ese tiempo que al inicio? Puedes apostar tu ropa a
que no. Aunque él ahorrase todo el dinero que pudiese, no podría ser
capaz de comprar mucho más que un televisor color, un sistema de
calefacción barato o un automóvil de segunda mano. Nunca será capaz de
juntar dinero suficiente para comprar la empresa donde trabaja. El
"justo día de trabajo por un justo jornal" multiplicó el capital del
capitalista, mientras dejaba al trabajador sin capital y sin más opción
que ir a trabajar apenas por ese jornal. La "igualdad de derechos" entre
capitalistas y trabajadores ha incrementado la desigualdad.
Uno de los mayores descubrimientos de
Marx fue la explicación de esa aparente anomalía. No existe mecanismo
que obligue al capitalista a pagar a sus trabajadores el valor integral
del trabajo que realizan. Un trabajador empleado hoy (1979), por ejemplo
en la industria, puede crear 400 libras de productos por semana. Pero
esto no significa que él o ella reciban esa suma. En 99 casos de 100
ellos recibirán mucho menos. La alternativa de los trabajadores, es
trabajar o morir de hambre (o como máximo vivir algunos meses con un
miserable subsidio de desempleo). Por ello los trabajadores no
reivindican el valor integral de lo que producen, apenas lo suficiente
para tener un nivel de vida aceptable. El trabajador recibe apenas lo
suficiente para reponer diariamente todas fuerzas y capacidades de
trabajo a disposición del capitalista.
Desde el punto de vista de los
capitalistas, si los trabajadores están recibiendo lo suficiente para
mantenerse trabajando y criar a sus hijos, quienes serán la nueva
generación de trabajadores, están entonces recibiendo un salario justo
por su fuerza de trabajo. Pero el total del valor necesario para
mantener a los trabajadores en condiciones de trabajar, es
considerablemente menor que la cantidad de riqueza que ellos producen
-el valor de la fuerza de su trabajo es considerablemente menor que el
valor creado por su trabajo. A la diferencia que va a parar a los
bolsillos de los capitalistas, Marx la llamó "plusvalía".
La autoexpansión del capital
Si leemos los escritos de los
apologistas del actual sistema, vamos a notar que ellos comparten una
extraña creencia: el dinero tiene una extraña propiedad mágica. Puede
crecer como una planta o un animal. Cuando un capitalista coloca dinero
en un banco, su expectativa es de que crezca. Cuando ellos invierten en
acciones de Unilever, por ejemplo, esperan ser recompensados al año con
generosos retornos en dinero, en forma de beneficios. Marx notó eso y
llamó a este fenómeno "autoexpansión del capital", en relación a lo cual
elaboró una explicación.
Como vimos anteriormente, su explicación
comienza no con el dinero, sino con el trabajo y los medios de
producción. En la sociedad actual, aquellos que poseen riqueza
suficiente pueden comprar el control de los medios de producción. Pueden
entonces obligar a cada uno de aquellos que no tengan ese poder, a
vender la fuerza de trabajo necesaria para hacer funcionar los medios de
producción. El secreto de la "autoexpansión del capital", de la
milagrosa capacidad del dinero de crecer y multiplicarse para quien ya
posee grandes cantidades de él, reside en la compra-venta de esta fuerza
de trabajo.
Tomemos como ejemplo un trabajador, a
quien daremos el nombre de Jack. El consigue un empleo con un
empresario, Sir Browning Browne. El trabajo que Jack puede hacer en 8
horas diarias creará un volumen adicional de valor -tal vez de unas 48
libras. Pero Jack está dispuesto a vender su trabajo por mucho menos que
eso, ya que su alternativa es el seguro de desempleo. Hay
parlamentarios favorables al capitalismo que afirman que con 12 libras
diarias un trabajador y su familia pueden subsistir, y pagar un seguro
de desempleo mayor a esa cifra implicaría "destruir el incentivo para
trabajar". Si Jack quiere ganar más de 12 libras diarias, tendrá que
vender su habilidad para trabajar, su fuerza de trabajo, aunque le
ofrezcan mucho menos que las 48 libras que él puede crear en sus 8 horas
de trabajo. Podrá trabajar, quizás, por 28 libras diarias. La
diferencia diaria de 20 libras irá al bolsillo de Sir Browning. Esta, es
la plusvalía de Sir Browning.
Porque tuvo riqueza suficiente para
comprar el control de los medios de producción en primera instancia, Sir
Browning Browne puede asegurar enriquecerse en 20 libras al día por
cada trabajador que emplea. Su dinero sigue creciendo, su capital se
expande, no por causa de alguna ley natural, sino debido al hecho de que
su control sobre los medios de producción le permite comprar el trabajo
ajeno a bajo precio. Por supuesto que Sir Browning no guarda
necesariamente la totalidad de estas 20 libras para si mismo. El puede
alquilar instalaciones fabriles o tierras. Puede haber pedido dinero
prestado a los otros miembros de la clase dominante para iniciar su
negocio y ellos van a exigir una parte de su plusvalía. Tal vez, ellos
exijan 10 libras como pago, dejando a Sir Browning apenas las restantes
10 libras de beneficios.
Aquellos que viven de rentas
probablemente nunca han visto a Jack en su vida. Sin embargo, no fue el
poder místico del dinero lo que les proveyó de ingresos, sino el muy
físico sudor de Jack. Los dividendos, los intereses, los beneficios,
todos ellos provienen de la plusvalía. ¿Qué es lo que determina cuánto
consigue Jack por su fuerza de trabajo? Su empleador va a intentar
pagarle lo menos posible. Pero en la práctica existen límites, debajo de
los cuales los salarios no pueden llegar. Algunos de esos límites son
físicos -no es recomendable pagar salarios tan miserables como para que
los trabajadores estén desnutridos e incapacitados de poner esfuerzo en
el trabajo. Ellos también tienen que ser capaces de viajar hacia y desde
el trabajo, y tener algún lugar para descansar en la noche, para no
caer de sueño sobre las máquinas. Desde este punto de vista, vale la
pena incluso pagar por aquello que los trabajadores consideran "pequeños
lujos" -como unos tragos a la noche, un televisor, y ocasionalmente
unas vacaciones. Todo esto da al trabajador nuevo ánimo para trabajar
mejor. Sirve también para que el trabajador "reabastezca" su fuerza de
trabajo. Y un hecho importante es que donde los salarios son mantenidos
muy bajos, la productividad también cae.
El capitalista tiene que preocuparse por
otra cosa también. Su empresa va a estar en actividad por muchos años.
Mucho tiempo después de que sus actuales trabajadores ya estén muertos.
Su empresa va a precisar de los hijos de estos trabajadores, por lo que
tiene que pagarles lo suficiente como para que los críen. También tienen
que asegurar que el Estado provea a través del sistema de educación,
ciertas habilidades a esos niños (como leer y escribir). En la práctica,
una cosa más es importante -aquello que el trabajador considera como un
"salario decente". Un trabajador que recibe un salario más bajo del que
podría percibir puede ser negligente con sus responsabilidades
laborales, importándole poco perder su empleo ya que este le parece
"inútil". Todos esos elementos determinantes del salario tienen una cosa
en común. Todos intentan asegurar que el salario sea suficiente para
mantener viva la fuerza de trabajo, para que el capitalista la compre
por hora. Los trabajadores reciben una paga para mantenerse ellos y sus
familias, vivos y aptos para trabajar.
En la actual sociedad capitalista, un
aspecto más debe ser destacado. Grandes cantidades de dinero son
gastadas en cosas como fuerzas policiales y armamentos. Tales
instrumentos son utilizados por el Estado en defensa de los intereses de
la clase capitalista. De hecho, ellos pertenecen a la clase
capitalista, aunque sean dirigidos por el Estado. El valor que es
gastado en ellos pertenece a los capitalistas, no a los trabajadores.
Esto también es parte del plusvalor.
Plusvalor = beneficio + renta + intereses + gastos en policía, ejército y demás.
5. La teoría del valor-trabajo
Pero maquinaria y capital producen tanto bienes como trabajo. Si este
es el caso, es una cuestión de justicia que el capital, así como el
trabajo, reciban su parte de la riqueza producida. Cada "factor de
producción" tiene que tener su recompensa.
De esta forma respondería al análisis
marxista de la explotación y la plusvalía, alguien que hubiese aprendido
un poco de economía favorable al capitalismo. Y a primera vista, esta
objeción parece tener algún sentido. Pues ciertamente no se puede
producir bienes sin capital.
Los marxistas nunca argumentamos que
fuera posible. Pero nuestro punto de partida es bien diferente.
Comenzamos por preguntar en primer lugar: ¿de dónde viene el capital?
¿cómo surgieron los medios de producción? La respuesta no es difícil de
hallar. Todo lo que el hombre utilizó en su historia para crear riquezas
desde un hacha neolítica a la más moderna computadora fue producido por
el trabajo humano. La misma hacha fue producida con otras herramientas,
que a su vez eran producto de un trabajo previo. Es por eso que Marx
acostumbraba denominar a los medios de producción como "trabajo muerto".
Cuando los hombres de negocios exaltan el capital que poseen, en
realidad están resaltando el hecho de que ellos controlan el enorme
manantial de trabajo de las generaciones precedentes. Y eso no significa
que sea el trabajo de sus ancestros, quienes no trabajaron más de lo
que ellos lo hacen ahora.
La noción de que el trabajo es la fuente
de la riqueza comúnmente llamada "teoría del valor-trabajo" no fue
descubierta originariamente por Marx. Todos los grandes economistas
favorables al capitalismo del tiempo de Marx aceptaban esa teoría. Esos
hombres, como el economista escocés Adam Smith o el inglés David
Ricardo, produjeron sus teorías cuando el sistema capitalista industrial
todavía era muy joven pocos años antes y después de la Revolución
Francesa. Los capitalistas todavía no dominaban la sociedad y
necesitaban conocer la verdadera fuente de su riqueza si querían llegar
al poder. Smith y Ricardo sirvieron a sus intereses afirmando que el
trabajo creaba la riqueza, y que para aumentar sus riquezas ellos tenían
que "liberar" el trabajo del control de las antiguas clases dominantes
precapitalistas. Pero no se demoró mucho para que los pensadores
cercanos a la clase trabajadora volvieran ese argumento contra los
amigos de Smith y Ricardo: si el trabajo crea riquezas, entonces el
trabajo crea el capital. Y los "derechos del capital" no son más que los
derechos del trabajo usurpados. Pronto los economistas que apoyaban al
capital, comenzaron a afirmar que la teoría del valor-trabajo no pasaba
de ser un montón de ideas sin sentido. Pero cuando la verdad es echada
por la puerta de adelante, ella acostumbra volver por la puerta trasera.
Enciende la radio. Escúchala algún
tiempo y oirás a algún experto diciendo que el problema de la economía
es que las "personas no trabajan suficientemente duro" o, de otro modo,
que "la productividad es muy baja". Olvidemos por un momento si el
argumento es correcto o no. En lugar de esto, echémosle un vistazo.
Ellos nunca dicen "las máquinas no trabajan suficientemente duro". No.
Son siempre las personas, los trabajadores. Afirman que si los
trabajadores se esforzasen más, mayor sería la riqueza creada, y eso
posibilitaría más inversión en nuevas máquinas. Las personas que usan
este argumento pueden no saberlo, pero están afirmando que más trabajo
crea más capital. El trabajo es la fuente de la riqueza.
Digamos que tengo un billete de 5 libras
en mi bolsillo. ¿Cuál es su utilidad para mí? Después de todo no pasa
de ser un pedazo de papel impreso. Su valor para mi reside en el hecho
de que puedo conseguir, a cambio de él, algo útil, que fue hecho gracias
al trabajo de otra persona. El billete, en verdad, no es más que una
representación de los productos de ese trabajo. Dos billetes representan
los productos de dos veces ese trabajo, y así sucesivamente. Cuando
medimos la riqueza estamos midiendo el trabajo que fue realizado para
crear esa riqueza.
Obviamente, no todos producen la misma
cantidad de trabajo en el mismo período de tiempo. Si yo decidiera, por
ejemplo, hacer una mesa, me llevaría cinco o seis veces más tiempo que a
un carpintero experimentado. Pero nadie en sus sana conciencia
consideraría a la mesa que yo hice cinco o seis veces más valiosa que la
mesa realizada por el carpintero experimentado. Sería preciso evaluar
mi trabajo de acuerdo a la cantidad de trabajo necesario para que un
carpintero la haga y no de acuerdo a la cantidad de trabajo realizado.O
sea, si a un carpintero le llevase una hora realizar la mesa, el valor
de la mesa será considerado como el equivalente a una hora de trabajo.
Este sería el tiempo necesario para hacer una mesa, tomando en cuenta el
nivel general de técnica y habilidad existentes actualmente en la
sociedad.
Por esa razón, Marx insistía en que la
medida del valor de cualquier cosa no es simplemente el tiempo que le
lleva a un individuo hacerlo, sino el tiempo de trabajo que un individuo
emplearía dentro del nivel medio de tecnología y habilidad él llamaba a
ese nivel medio de trabajo"el tiempo de trabajo socialmente necesario".
Este punto es importante porque el capitalismo siempre está avanzando
tecnológicamente, lo que quiere decir que cada vez se necesita menos y
menos trabajo para producir cada mercancía. Por ejemplo, cuando se
acostumbraba fabricar radios utilizando válvulas térmicas, esos
productos eran muy caros, porque había gran cantidad de trabajo en la
fabricación de las válvulas, para conectarlas y todo lo demás. Entonces
fue inventado el transistor, que podía ser confeccionado y conectado con
mucho menos trabajo. De repente, todos los trabajadores de las fábricas
de radios que aún utilizaban válvulas descubrieron que el precio de lo
que ellos producían estaba desfasado. Porque el precio de las radios ya
no estaba más determinado por el tiempo trabajo necesario para fabricar
válvulas, sino por el tiempo necesario para fabricar transistores.
Un último punto. Los precios de algunos
bienes fluctúan de forma desenfrenada de un día a otro o de una semana a
otra. Estos cambios pueden ser causa de muchas otras cosas, además de
los cambios en la cantidad de trabajo necesario para producirlos. Cuando
una helada en Brasil arrasó todos los cultivos de café, el precio del
café se disparó porque esto provocó una escasez mundial y las personas
terminaron pagando más por ese producto. Si mañana alguna catástrofe
natural destruye todos los televisores, no hay duda de que los precios
de los aparatos de televisión se van a disparar de la misma forma. Lo
que los economistas llaman "la oferta y la demanda" causa constantemente
estas fluctuaciones en los precios.
Por esta razón, muchos economistas
favorables al capitalismo dicen que la teoría del valor-trabajo no tiene
sentido. Afirman que solamente importa la ley de la oferta y la
demanda. Pero esto sí que carece de sentido. Porque este argumento
olvida que cuando alguna cosa fluctúa, fluctúa generalmente alrededor de
un nivel medio. El mar avanza y retrocede debido a las mareas, pero eso
no significa que no podamos localizar un punto en torno al cual se
mueve, al cual llamamos "nivel del mar". De la misma forma, el hecho de
que los precios suban y bajen diariamente, no significa que no existan
valores fijos en torno a los cuales fluctúan. Por ejemplo, si todos los
aparatos de televisión fuesen destruidos, los primeros en aparecer
serían muy buscados y alcanzarían precios elevadísimos. Pero no se
demoraría mucho para que más aparatos llegasen al mercado, compitiendo
unos con otros hasta que los precios fuesen forzados a bajar, hasta
llegar cerca de su valor en términos del tiempo de trabajo necesario
para producirlos.
Competencia y acumulación
Hubo un tiempo en que el capitalismo
parecía ser un sistema dinámico y progresista. Durante la mayor parte de
la historia humana, las vidas de la mayoría de los hombres y las
mujeres fueron dominadas por el trabajo pesado y la explotación. El
capitalismo industrial no cambió esto cuando apareció en los siglos
XVIII y XIX. Pero parecía haberle dado al trabajo pesado y a la
explotación un propósito útil. En vez de gastar grandes cantidades de
riqueza en lujos para unos pocos aristócratas parasitarios o en la
construcción de imponentes tumbas para los monarcas muertos, o en
absurdas guerras para conquistar un pedazo de tierra para el hijo de
algún emperador, usó la riqueza para construir los medios de crear más
riquezas. El surgimiento del capitalismo fue un período de crecimiento
de las industrias, ciudades, medios de transporte, en una escala nunca
soñada por la historia humana anterior.
Puede parecer extraño hoy, pero lugares
como las antiguas ciudades industriales de comienzos del capitalismo,
eran sitios en donde se operaban milagros. La humanidad nunca había
visto antes tanto algodón e hilados transformados tan rápidamente en
vestimenta para vestir a millones. Esto no ocurrió porque los
capitalistas tuviesen alguna virtud especial. Ellos eran siempre, más
bien, personas avaras, obsesionadas por colocar sus manos sobre la mayor
cantidad de riqueza posible, pagando el más bajo precio posible por el
trabajo que utilizaban. Muchas clases dominantes anteriores habían sido
como ellos en este aspecto, sin haber levantado industrias. Pero los
capitalistas fueron diferentes en dos aspectos importantes.
El primero con el que hemos tratado es
el hecho de que ellos no poseían sus propios trabajadores, pero pagaban a
los trabajadores por hora por su habilidad en el trabajo, por su fuerza
de trabajo. Eran esclavos asalariados, ya no solamente esclavos. El
segundo aspecto es que ellos no consumían los bienes producidos por sus
trabajadores. El señor feudal vivía directamente de la carne, el pan, el
queso y el vino producido por sus siervos. Pero el capitalista vivía de
la venta a otras personas de los bienes producidos por los
trabajadores. Esto daba al capitalista individual menos libertad para
hacer lo que quería, que la que tenían los señores feudales y los
propietarios de esclavos. Para vender las mercancías, el capitalista
tenía que producirlas lo más barato posible. El capitalista poseía la
fábrica y era todopoderoso dentro de ella. Pero no podía usar este poder
de cualquier forma. El también tenía que inclinarse ante la necesidad
de competir con otras fábricas.
Volvamos a nuestro capitalista favorito,
Sir Browning Browne. Consideremos que una cierta cantidad de tela de
algodón lleva 10 hs. del tiempo de un trabajador de su fábrica para ser
producida, pero en otra fábrica esa misma cantidad lleva apenas 5 hs.
Sir Browning Browne no podría fijar el precio de su mercancía por su
equivalente a 10 hs. de trabajo. Nadie en su sano juicio pagaría ese
precio si puede pagar más barato por la tela unas cuadras más adelante.
Cualquier capitalista que quisiera sobrevivir en el negocio tenía que
asegurarse que sus empleados trabajasen tan rápido como fuera posible.
Pero esto no era todo. El también tenía que prever que sus empleados
trabajen con la maquinaria más moderna, de modo que su trabajo produjera
tanta cantidad de bienes en una hora como los empleados que trabajan
para otros capitalistas. El capitalista que quisiera permanecer en el
negocio, tenía que asegurarse de poseer cada vez mayor cantidad de
medios de producción -o como Marx dice: ¡acumular capital!
La competencia entre capitalistas
produjo un poder, el sistema de mercado, que tenía a todos y cada uno
bajo su control. Obligaba a todos a acelerar el proceso productivo todo
el tiempo e invertir todo lo que pudieran en nuevas máquinas. Y
solamente podían darse el lujo de gastar en nuevas máquinas (y
obviamente, en llevar su lujosa vida) si mantenían los salarios de sus
trabajadores lo más bajo posible. En su mayor obra, El Capital, Marx
escribe que el capitalista es un tacaño, obsesionado en juntar más y más
riquezas. Pero,
lo que en el avaro es mera idiosincrasia es, en el capitalista, el
efecto de un mecanismo social en el cual no pasa de ser uno de los
engranajes... El desarrollo de la producción capitalista vuelve
necesario el permanente crecimiento del total del capital colocado en un
determinado emprendimiento y la competencia hace que las leyes
inmanentes del capital sean percibidas por cada capitalista como leyes
coercitivas externas. Eso los obliga a mantener a su capital creciendo
constantemente para preservarlo. Pero ellos solo pueden hacer esto a
través de una acumulación progresiva.
¡Acumula, acumula! ¡Dicen Moisés y otros profetas!
La producción no se desarrolla para
satisfacer las necesidades humanas incluso las necesidades humanas de la
clase capitalista sino para posibilitar al capitalista sobrevivir en la
competencia con otros capitalistas. Los trabajadores que son empleados
por el patrón, descubren que sus vidas son dominadas por la necesidad de
sus empleadores de acumular más rápidamente que sus rivales. Como dice
Marx en el Manifiesto Comunista:
En la sociedad burguesa el trabajo vivo no pasa de ser un medio para
acumular trabajo muerto... El capital es independiente y tiene su
individualidad, las personas son dependientes y no tienen
individualidad.
La tendencia compulsiva de los
capitalistas a la acumulación en la competencia, fue el gran empuje de
la industria en los primeros años del sistema. Pero otra cosa también
resultó de esto: repetidas crisis económicas. Las crisis económicas no
son nuevas, son tan viejas como el propio sistema.
6. Las crisis económicas
Acumulación de riqueza por un lado y de pobreza por el otro.
Es así como Marx resume la principal
tendencia del capitalismo. Cada capitalista le teme a la competencia de
otro capitalista, y es por esto que hacen que sus empleados trabajen lo
más duro posible, pagando los salarios más bajos que puedan arrancarles.
El resultado es una desproporción entre el enorme crecimiento de los
medios de producción por un lado, y el limitado crecimiento de los
salarios y del número de trabajadores empleados por el otro. Esta,
insistía Marx, es la causa básica de las crisis económicas. El modo más
fácil de entender esto es preguntarnos: ¿quién compra la siempre
creciente cantidad de mercancías? Los bajos salarios que tienen los
trabajadores les impiden comprar los bienes que ellos mismos producen.
El capitalista no puede elevar los salarios porque esto iría en contra
de sus ganancias que son la fuerza impulsora del sistema.
Pero si las empresas no pueden vender
los bienes que producen, ellas tienen que cerrar sus puertas y despedir
trabajadores. El monto de los salarios, entonces, cae aún más, y más
empresas no consiguen vender sus mercancías. Una "crisis de
superproducción" se instala, con mercancías acumuladas por toda la
economía, que las personas no serán capaces de adquirir. Este ha sido un
aspecto recurrente en la sociedad capitalista en los últimos 160 años.
Pero cualquier apologista atinado del sistema, podría llamar la atención
sobre un medio fácil de salir de esta crisis. Todo lo que los
capitalistas deberían hacer sería invertir sus beneficios en nuevas
fábricas y máquinas. Esto ofrecería empleo a los trabajadores, que
podrían entonces ser capaces de comprar los bienes invendibles. Esto
significa que contando con que se realicen nuevas inversiones, todas las
mercancías podrían ser vendidas y el sistema podría ofrecer empleos
para todos.
Marx no era necio y reconocía este
hecho. Ciertamente, como vimos, él sabía que la presión de la
competencia que obligaba a los capitalistas a invertir, era central para
el sistema. Pero, él se preguntaba: ¿esto significa que los
capitalistas invertirían todos sus beneficios, todo el tiempo? Los
capitalistas sólo invertirían si considerasen que existe la garantía de
una ganancia "razonable". Si ellos no creen que pueda lograrse tal
ganancia, no arriesgarán su dinero en inversiones. Lo pondrán en el
banco y lo dejarán allí.
Que el capitalista invierta o no,
dependerá de cómo evalúe la situación económica. Cuando parece
favorable, todos los capitalistas se precipitarán a invertir al mismo
tiempo, abalanzándose unos sobre otros buscando sitios de construcción,
comprando máquinas, escarbando el suelo en busca de materias primas,
pagando de sobra la mano de obra calificada. Esto es llamado por lo
general el boom. Pero la frenética competencia por la tierra, la materia
prima y la mano de obra calificada hace subir los precios de estas
cosas. Y se llega repentinamente a un punto donde algunas empresas
descubren que sus costos se han elevado tanto que todas sus ganancias
han desaparecido.
El boom de inversiones repentinas da
lugar a una caída de las inversiones. Una depresión. Nadie más quiere
nuevas fábricas -los trabajadores de la construcción pierden sus
empleos. Nadie quiere nuevas máquinas -las industrias de maquinaria
entran en crisis. Nadie quiere el acero y el hierro que están siendo
producidos -la industria del acero comienza de repente a producir por
"debajo de su capacidad" y "deja de brindar ganancias". Quiebres y
cierres se desparraman de industria en industria, destruyendo empleos -y
con ellos la capacidad de los trabajadores de comprar bienes de otras
industrias. La historia del capitalismo es la historia de esas
periódicas caídas y depresiones, y de la demencial situación de los
trabajadores desempleados muriendo de hambre al lado de fábricas vacías,
mientras los stocks de mercancías "indeseadas" se pudren. El
capitalismo crea periódicamente crisis de superproducción, porque no
existe una planificación que impida las corridas y fugas simultaneas de
los capitales invertidos en la producción.
Las personas acostumbraban pensar que el
Estado podía detener esto. A través de su intervención en la economía,
aumentando la inversión gubernamental cuando la inversión privada
estuviese baja y reduciéndola cuando el capital privado volviese a
invertir, el Estado mantendría la producción en un nivel estable. Pero
hoy en día las inversiones estatales también son parte de la locura
general. Veamos el ejemplo de la British Steel. Algunos años atrás,
cuando la empresa todavía era pública, los metalúrgicos fueron
notificados de que sus empleos serían eliminados, para abrir camino a
modernos hornos automáticos que producirían más acero a menores costos.
Hoy les dicen que todavía más trabajadores deben perder sus empleos Gran
Bretaña no fue el único país en embarcarse en estos planes de
inversiones masivas. Francia, Alemania, Estados Unidos, Brasil,
Alemania, Surcorea, todos hicieron lo mismo. Hay ahora un excedente
mundial de acero una crisis de superproducción. La inversión estatal
está siendo recortada.
Los metalúrgicos, por supuesto, sufren
en las dos etapas. Cuando las inversiones crecen y cuando las suspenden.
Este es el precio que la humanidad paga por un sistema económico en que
la producción de enormes riquezas es controlada por un pequeño grupo
privilegiado, interesado solamente en las ganancias. No importa si esos
pequeños grupos privilegiados poseen directamente las empresas o las
controlan indirectamente a través de su poder sobre el Estado (como es
el caso de British Steel). Si ellos usan su control para competir unos
con otros, sea a escala nacional o global, siempre son los trabajadores
los que sufren. La mayor locura del sistema es el hecho de que las
"crisis de superproducción" no ocurren de forma alguna fruto a la
superproducción. Todo el excedente de acero, por ejemplo, podría haber
ayudado a resolver el hambre mundial. Campesinos de todo el mundo tienen
que arar la tierra con arados de madera arados de acero hubieran
ayudado a aumentar la producción mundial de alimentos. Pero los
campesinos no tienen dinero, entonces el sistema capitalista no se
interesa no hay manera de obtener beneficios de esa forma.
¿Por qué las crisis tienden a empeorar?
Las crisis no ocurren con una
regularidad monótona. Marx también previó que se volverían peores a
medida que pasara el tiempo. Aunque las cosas acontecieran de forma
uniforme, sin convulsiones ni sobresaltos, esto no detendría la
tendencia general rumbo a las crisis. Y esto porque la competencia entre
capitalistas (y entre las naciones capitalistas) los obliga a invertir
en equipamientos que ahorran mano de obra.
Actualmente en Gran Bretaña casi todas
las nuevas inversiones son diseñadas para recortar el número de
trabajadores. Es por esto que hay menos trabajadores hoy en la industria
británica que 10 años atrás, aunque la producción se haya incrementado
en ese período. Solamente a través de una "producción racionalizada",
del "aumento de la productividad" y de la disminución de la mano de
obra, un capitalista puede hacerse de un pedazo más grande de la torta.
Pero el resultado para el sistema como un todo es desastroso. Pues esto
determina que el número de trabajadores no crezca a la misma velocidad
que las inversiones. Aun así la fuente del beneficio es la labor de los
trabajadores, el combustible que mantiene funcionando al sistema. Si
hicieran más y más inversiones, sin el correspondiente aumento de la
fuente de ganancias, estarían rumbo al colapso -esto es tan cierto como
si quisiéramos mover un gran auto con la misma cantidad de gasolina
utilizada para mantener un autito pequeño funcionando.
Es por esto que Marx argumentaba 100
años atrás que es el éxito mismo del capitalismo en acumular grandes
inversiones en nuevos equipamientos, lo que produce la tendencia
decreciente de la tasa de ganancias, cuya mayor consecuencia es el
empeoramiento de las crisis. Este argumento puede ser trasladado muy
simplemente al capitalismo de hoy día. Al revés del viejo dicho sobre
los "malos tiempos" que dieron lugar a los "buenos tiempos", de la
depresión transformándose en expansión, lo que nosotros presenciamos es
una recesión sin final. Cualquier relanzamiento de la producción se
trans- forma en desempleo, es de alcance limitado y de corta duración.
Los apologistas del sistema dicen que esto ocurre porque no se realizan
inversiones suficientes. Sin inversiones nuevas no se crean nuevos
empleos y no hay dinero nuevo para comprar nuevas mercancías. Hasta ahí
podemos coincidir en lo que ocurre sólo que no podemos acordar con la
explicación que le dan al hecho.
Ellos culpan a los salarios. Están muy
altos, dicen ellos, limitando las ganancias hasta el hueso. Los
capitalistas están recelosos de invertir porque no conseguirán un
"retorno suficiente". Pero las crisis se presentaron también en épocas
en que las políticas salariales recortaban el nivel de vida de los
trabajadores y garantizaban beneficios elevados a los patrones. En los
años 1975-1978 presenciamos los mayores recortes salariales que los
trabajadores hayan sufrido en este siglo, volviéndose los ricos más
ricos todavía el 10% más rico aumentó su participación en la riqueza
nacional del 57,8% en 1974 al 60% en 1976. Y así mismo no había
inversión suficiente para detener la crisis y esto ocurría no solamente
en Gran Bretaña, sino también en otros países donde los salarios fueron
reducidos, como en Francia, Japón y Alemania. Sería mejor oír lo que
Marx decía 100 años atrás, que brindar oídos a los actuales apologistas
del capitalismo.
Marx previó que en la medida en que el
capitalismo envejeciese, sus crisis empeorarían, ya que su fuente de
beneficios, la mano de obra, de ninguna forma conseguiría crecer con la
misma rapidez que las inversiones necesarias para colocar esa mano de
obra a trabajar. Marx escribió en una época en que el valor de una
fábrica y de la maquinaria necesaria para lograr poner en actividad el
trabajo era muy baja. Desde entonces, este costo se disparó y hoy (1979)
puede llegar a 20.000 o 30.000 libras. La competencia entre las
empresas capitalistas los forzó a usar maquinarias cada vez más caras y
mayores. Llegándose al punto en que, en la mayoría de las industrias las
nuevas maquinarias son garantía de menos trabajadores empleados.
La Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE) ha previsto que el desempleo en las mayores
economías del mundo decaería [...] sólo si se diese algún milagro y las
inversiones se disparasen. Y esto no va a ocurrir. Porque los
capitalistas cuidan sus beneficios, y si sus inversiones se cuadriplican
pero sus beneficios solamente se doblan, no estarán muy felices. Pero
es esto lo que debe ocurrir si la industria crece mas rápido que la
fuente de sus beneficios, el trabajo humano. Como dice el propio Marx,
la tasa de ganancias tiende a decaer. El preveía que se alcanzaría un
punto, a partir del cual cualquier nueva inversión sería una peligrosa
aventura. La escala de los gastos necesarios para nuevas máquinas e
instalaciones sería colosal, y la tasa de ganancias sería aún más baja
que antes. Cuando este punto fuese alcanzado, cada capitalista (o Estado
capitalista) soñaría con nuevos y enormes programas de inversiones
-pero tendría terror de implementarlos por miedo a la quiebra.
La actual economía mundial tiene mucho
de esto. Rover planea nueva líneas de producción -pero teme perder
dinero al hacerlo. La British Steel sueña con tener aquellas gigantes
instalaciones planeadas -pero tuvo que congelar sus planes porque no
consigue vender su actual producción. Los fabricantes japoneses de
buques desistieron de invertir en nuevas instalaciones y algunas de las
antiguas fueron cerradas. La propia capacidad del capitalismo para
construir máquinas cada vez más productivas y mayores, trajo al sistema
al punto de una crisis aparentemente permanente.
Este punto fue alcanzado en las
sociedades esclavistas de la antigüedad y en las sociedades feudales de
la Edad Media, en que o la revolución transformaba la sociedad o esta
entraría en una crisis que la haría retroceder. En el caso de Roma, la
revolución no ocurrió y llevó precisamente a la destrucción de la
civilización romana y a la Edad Oscura. En el caso de algunas sociedades
feudales Gran Bretaña y, mas tarde, Francia la revolución destruyó el
antiguo orden y permitió que nuevos avances sociales ocurrieran, bajo el
capitalismo. Ahora el propio capitalismo enfrenta una elección entre
las crisis permanentes, que irán eventualmente sumergiendo a la
humanidad en la barbarie gracias a la miseria y la guerra, o la
revolución socialista.
7. La clase trabajadora
Marx inició el Manifiesto Comunista
afirmando que "la historia de todas las sociedades que han existido
hasta nuestros días ha sido la historia de la lucha de clases." La
cuestión de cómo la clase dominante obligaba a la clase oprimida a
producir riquezas para sí es crucial. A causa de esto en todas las
sociedades anteriores ocurrieron enormes luchas de clases, que
frecuentemente culminaban en guerras civiles las insurrecciones de los
esclavos en la Roma antigua, las insurrecciones campesinas en la Europa
medieval, las grandes guerras civiles y revoluciones de los siglos XVII y
XVIII. En todas esas grandes luchas, la masa de las fuerzas insurgentes
venía de la parte más oprimida de la sociedad. Pero, como Marx luego
demostró, al final todos los esfuerzos de esa mayoría oprimida solo
servía para sustituir en el gobierno a una minoría privilegiada por
otra. Por ejemplo, en la China antigua hubo sucesivas revueltas
campesinas pero ellas apenas sustituían un emperador por otro. De la
misma forma, aquellos que más lucharon en la Revolución francesa fueron
los "bras nus" las clases más pobres de Paris. Y al final, la sociedad
terminó siendo gobernada no por ellos, sino por los banqueros y los
industriales que asumieron en lugar del rey y de los nobles.
Había dos principales razones para esta
imposibilidad de las clases bajas de mantener el control sobre las
revoluciones en las cuales ellos luchaban. Primeramente, el nivel
general de riqueza de la sociedad era bastante bajo. Esto ocurría porque
la gran mayoría de las personas era mantenida en la extrema pobreza,
para que una pequeña minoría tuviese tiempo y sosiego para desarrollar
las artes y las ciencias con el fin de mantener a la civilización. En
otras palabras, la división social entre las clases era necesaria para
que la sociedad pudiese progresar. En segundo lugar, la vida de las
clases oprimidas no los preparó para dirigir la sociedad. En general
ellos eran analfabetos, tenían poca idea de cómo eran las cosas mas allá
de la localidad en que vivían y, sobretodo, su vida giraba en torno a
competir unos contra otros. Cada campesino se preocupaba en cultivar su
propio pedazo de tierra. En las ciudades, cada artesano trabajaba en su
pequeño negocio. De ese modo, competía con otros artesanos y no se unía
con ellos.
Las revueltas campesinas comenzaban con
un gran número de personas exigiendo la división de las tierras del
señor feudal local, pero una vez que el señor feudal era derrotado, la
personas comenzaban a luchar entre sí por como las tierras deberían ser
divididas. Como Marx dijo, los campesinos eran como papas en una bolsa.
Ellos podían estar juntos por una fuerza externa, pero eran incapaces de
juntarse permanentemente para defender sus propios intereses. Los
trabajadores que crean las riquezas bajo el moderno capitalismo difieren
de todas las clases subordinadas anteriores. Primero porque la división
de clases ya no es necesaria para el progreso humano. Tanta riqueza es
creada, que la sociedad capitalista por sí misma destruye periódicamente
enormes cantidades, en guerras o crisis económicas. Riquezas que
podrían ser divididas igualitariamente y todavía permitir el
florecimiento de la sociedad en los campos de la ciencia, las artes y
demás.
En segundo lugar, la vida bajo el
capitalismo prepara de varias formas a los trabajadores para tomar el
control de la sociedad. Por ejemplo, el capitalismo necesita de
trabajadores calificados e instruidos. Fuerza a millares de personas a
reunirse en grandes locales, en enormes urbanizaciones, donde toman
contacto unas con otras y donde pueden volverse una poderosa fuerza de
transformación social. El capitalismo lleva a los trabajadores a
cooperar en la producción dentro de las fábricas, y éstas facultades
pueden fácilmente ser dirigidas contra el propio sistema, como ocurre
cuando los trabajadores se organizan en los sindicatos. El hecho de
estar concentrados en grandes unidades productivas vuelve más fácil a
los trabajadores controlar estas unidades. Hecho que no ocurría en
relación con las anteriores clases dominantes.
A pesar de esto, el capitalismo tiende
poco a poco a transformar a grupos de personas que se consideran
superiores a los trabajadores manuales (como oficinistas y técnicos), en
trabajadores que son forzados a organizar sus sindicatos, del mismo
modo que los demás trabajadores. Recientemente el desarrollo de las
comunicaciones -ferrocarriles, carreteras, el transporte aéreo, el
sistema postal, los teléfonos, la radio y la televisión, el correo
electrónico y la Internet- permiten a los trabajadores comunicarse con
localidades o fábricas distantes. De este modo, pueden organizarse como
clase a escala nacional e internacional -algo muy lejos de los sueños de
las previas clases dominadas. Todos esos hechos demuestran que la clase
trabajadora no se limita a ser una fuerza capaz de rebelarse contra la
sociedad existente, sino que ella puede organizarse, eligiendo y
controlando a sus propios representantes, para transformar la sociedad
según sus propios intereses y no solamente instalar en el poder a otro
emperador u otro grupo de banqueros. Como dice Marx:
Todos los movimientos anteriores en la historia fueron movimientos de
minorías en favor de los intereses de las minorías. El movimiento
obrero es el movimiento conciente e independiente de la inmensa mayoría
en favor de los intereses de la inmensa mayoría.
8. ¿Cómo se puede transformar la sociedad?
La mayoría de los socialistas y de los
sindicalistas generalmente han argumentado que la sociedad puede ser
transformada sin necesidad de llevar a cabo una revolución violenta.
Dicen que lo necesario es que los socialistas conquisten el apoyo
popular para controlar las instituciones políticas "tradicionales" como
los parlamentos nacionales y locales. Entonces los socialistas estarían
en condiciones de cambiar la sociedad tomando el control del actual
Estado la administración, la justicia, la policía, las fuerzas armadas
para imponer leyes que restrinjan el poder de la clase dominante. De
esta forma lo que afirman es que el socialismo puede ser introducido
gradualmente y sin violencia, a través de la reforma del actual sistema.
Esta concepción es generalmente llamada
"reformismo", aunque ocasionalmente puede recibir el nombre de
"revisionismo" (porque envuelve una revisión completa de las ideas de
Marx), o "socialdemocracia" (aunque hasta 1914 este término significase
socialismo revolucionario). Es una concepción que fue aceptada tanto por
la izquierda como por la derecha del Partido Laborista británico, por
ejemplo. El reformismo parece, a primera vista, muy razonable. Concuerda
con lo que nos dicen en la escuela, los periódicos y la televisión que
el "parlamento gobierna el país" y que "el parlamento es electo de
acuerdo a la voluntad democrática del pueblo". Sin embargo, todas las
tentativas de introducir el socialismo a través del parlamento han
fracasado. Tuvimos tres gobiernos con mayoría laborista en el parlamento
británico entre 1945 y 1979 con amplias mayorías en 1945 y 1966 y así
mismo los británicos no estamos más próximos al socialismo de lo que lo
estábamos en 1945.La experiencia fuera de Gran Bretaña nos muestra lo
mismo. En Chile durante 1970, el socialista Salvador Allende fue electo
presidente. Las personas decían que era un "nuevo camino" para llegar al
socialismo. Tres años más tarde los generales que habían sido llamados a
sumarse al gobierno derrocaban a Allende y el movimiento obrero chileno
era destruido.
Existen tres razones interrelacionadas
por las cuales el reformismo está condenado a fracasar siempre. Primero,
mientras las mayorías socialistas en los parlamentos van "gradualmente"
introduciendo medidas socialistas, el poder económico real continúa en
manos de la vieja clase dominante. Ellos pueden usar este poder
económico para cerrar secciones enteras de la industria, crear
desempleo, forzar el aumento de los precios, enviar dinero al exterior
para crear una crisis en la "balanza de pagos", y lanzar campañas en la
prensa culpando al gobierno socialista por todo esto. De esta forma el
gobierno laborista de Harold Wilson fue forzado en 1964 y nuevamente en
1966 a retirar medidas que beneficiaban a los trabajadores debido a una
fuga en masa de capitales individuales y empresariales al exterior. El
propio Wilson lo describe en sus memorias diciendo:
Llegamos a una situación en que un gobierno recién electo fue
informado por los especuladores internacionales de que el programa
político con que disputamos y vencimos en las elecciones no podía ser
implementado... Al primer ministro de la reina le fue solicitado que
bajase la cortina de la democracia parlamentaria, aceptando el hecho de
que las elecciones británicas fueron una farsa y que el pueblo británico
no podía escoger entre dos políticas.
Es preciso agregar en relación a la
fundada indignación de Wilson, que por los seis años siguientes él en
verdad llevó adelante el tipo de política que agrada a los
especuladores. El mismo tipo de crisis deliberada de la balanza de
pagos, forzó al gobierno laborista electo en 1974 a realizar tres cortes
consecutivos en los gastos en salud, educación y los servicios
sociales. El gobierno de Allende en Chile enfrentó un boicot aún mayor
por parte de los grandes empresarios. Por dos veces, ramas industriales
enteras cerraron sus puertas debido a huelgas patronales, por lo que la
especulación aumentaba los precios a niveles muy altos y sacaba las
mercancías de circulación, obligando a la población a enfrentar colas
enormes para comprar bienes esenciales. La segunda razón por la cual el
capitalismo no puede ser reformado se debe al hecho de que la maquinaria
estatal actual no es "neutra", fue hecha de arriba hacia abajo, para
preservar la sociedad capitalista. El Estado controla casi todos los
medios por los cuales se ejerce la violencia. Solamente si la
organización del Estado fuese neutra e hiciese todo lo que un gobierno
cualquiera quisiese, fuese capitalista o socialista, el Estado podría
ser usado para detener el sabotaje económico de los grandes empresarios.
Pero basta mirar el modo como la maquinaria estatal trabaja y quien
realmente da las órdenes, para ver que ella no es neutral. La maquinaria
estatal no se reduce al gobierno. Es una vasta organización con
diferentes ramas -la policía, el ejército, el poder judicial, los
servicios públicos, las empresas públicas y demás. Muchas de las
personas que trabajan en estas diferentes ramas estatales vienen de la
clase trabajadora son asalariados y viven como los otros trabajadores.
Pero no son esas personas las que toman
las decisiones. Los soldados rasos no deciden donde ni cuales guerras
deben ser peleadas, ni si las huelgas deben ser reprimidas. El
funcionario de la seguridad social no decide cuál debe ser el valor de
una jubilación. Toda la maquinaria estatal está basada en el principio
de que las personas que están abajo deben obedecer a los que están
arriba en la escala. Este es esencialmente el caso de las secciones de
la maquinaria estatal que ejercen la violencia física ejército y
policía. La primer cosa que los soldados aprenden cuando se alistan
mucho antes de que puedan tomar las armas es a obedecer órdenes,
independientemente de sus opiniones personales en relación a esas
órdenes. Es por esto que ellos hacen entrenamientos absurdos. Si ellos
hacen movimientos absurdos en un entrenamiento militar, es de esperar
que también tiren cuando les sea ordenado, sin reflexionar sobre eso. El
mayor crimen en cualquier ejército es rehusarse a cumplir órdenes. Esta
ofensa es vista de forma tan rígida, que el motín en tiempo de guerra
es penado en Gran Bretaña con el fusilamiento.
¿Quién da las órdenes? Si observamos la
jerarquía de mandos en el ejército británico (y en otros ejércitos no es
diferente) veremos que desciende desde el general al soldado. El
ejército es una gran máquina de matar. Las personas que la dirigen y
tienen el poder de promover a otros soldados para que asciendan a las
posiciones de mando son los generales. Por supuesto que en teoría los
generales tiene que responder ante los gobiernos electos. Pero los
soldados son entrenados para obedecer a los generales, no a los
políticos. Si los generales prefieren dar órdenes a los soldados que
discrepan con los deseos del gobierno electo, éste no puede impedir el
cumplimiento de esas órdenes. Puede apenas persuadir a los generales de
cambiar sus intenciones, siempre y cuando el gobierno supiese el tipo de
órdenes que están siendo dadas -porque los asuntos militares son casi
siempre secretos y es muy fácil para los generales esconder a los
gobiernos que no son de su confianza lo que están haciendo. Esto no
significa que los generales siempre ignoren lo que el gobierno tenga
para decirles. En Gran Bretaña es común que los militares hallen
conveniente hacer las cosas como el gobierno lo sugiere. Pero, en
situaciones de vida o muerte, los generales son capaces de colocar su
máquina asesina en acción sin siquiera oír al gobierno. El gobierno no
tiene mucho que hacer en relación con eso. Fue esto lo que los generales
terminaron haciendo en Chile cuando Allende fue derrocado.
Por esto la cuestión no es "¿Quién manda
en el ejército?" sino "¿Quiénes son esos generales?". En Gran Bretaña
el 80% de los oficiales de alto rango vienen de las más caras escuelas.
La misma proporción de 50 años atrás (17 años de gobiernos laboristas no
cambiaron esto). Ellos están vinculados con quienes manejan los grandes
negocios, pertenecen a los mismos clubes, ejercen las mismas funciones
sociales, comparten las mismas ideas. [...] Esto mismo ocurre con los
jerarcas del servicio público, los jueces y los jefes de policía. ¿Crees
que esas personas van a obedecer las órdenes de un gobierno que quiera
tomar el poder económico de sus amigos y parientes que participan en los
grandes negocios, solamente porque algunas personas se manifestaran en
frente al parlamento? ¿No sería mucho más probable que ellos siguiesen
el ejemplo de los generales, jueces y jerarcas chilenos, que sabotearon
las órdenes gubernamentales durante tres años y cuando llegó el momento
adecuado derrocaron al gobierno electo?
En la práctica, la particular
"constitución" de países como Gran Bretaña, posibilita que aquellos que
controlan la maquinaria estatal sean capaces de distorsionar la voluntad
de un gobierno de izquierda democráticamente electo, sin que sea
necesario derrocarlo. Si un gobierno de ese tipo fuese electo en Gran
Bretaña, enfrentaría un incansable sabotaje económico por parte de la
clase dominante (cierre de fábricas, fuga de capitales al exterior,
desabastecimiento de artículos de primera necesidad, inflación de los
precios). Y si ese gobierno intentase lidiar con ese sabotaje a través
de los "medios constitucionales" aprobando leyes descubriría que está
con las manos atadas. El parlamento se negaría a aprobar esas leyes
retardando su aprobación [durante meses]. Y si por ventura alguna de
ellas fuese aprobada, los jueces las "interpretarían" de modo de
restringir su poder de acción. Los jerarcas del servicio público, los
generales y los mandos policiales usarían las decisiones de la justicia y
del parlamento para justificar su propia voluntad en el cumplimiento de
aquello que fuese decidido por los ministros. Y serían apoyados
prácticamente por toda la prensa, que denunciaría a gritos que el
gobierno se está comportando "ilegalmente" e "inconstitucionalmente".
Los generales usarían entonces esos argumentos para justificar los
preparativos para derrocar al gobierno "ilegal". El gobierno estaría
impotente para lidiar con el caos económico a menos que actuase
realmente de forma inconstitucional y llamase a los funcionarios de la
administración, policías y soldados a rebelarse contra sus superiores.
En caso de que alguien piense que esto
es pura fantasía, debo decir que han habido por lo menos dos ocasiones
en la historia reciente de Gran Bretaña, en que los generales de hecho
sabotearon decisiones del gobierno que no eran de su conveniencia. En
1912, la Cámara de los Comunes [órgano similar a una Cámara de
Diputados] aprobó una ley creando un parlamento "local" para dirigir una
Irlanda "unida". El líder conservador, Bonar Law, inmediatamente acusó
al gobierno (¡liberal!) de ser una "junta ilegal" que "violaba la
constitución". La Cámara de los Lores [órgano que podría asimilarse a
una Cámara de Senadores] retardó, naturalmente, la aprobación de la ley
lo máximo posible (dos años), mientras tanto el ex ministro conservador,
Edward Carson, organizaba una fuerza paramilitar en el norte de Irlanda
para resistir al cumplimiento de la ley. Cuando los generales que
comandaban el ejército británico en Irlanda recibieron órdenes de enviar
tropas al norte para hacer frente a los paramilitares, ellos se
rehusaron a hacerlo y amenazaron renunciar a sus cargos. Fue por causa
de esta actitud, conocida como el "Motín Curragh", que el norte y el sur
de Irlanda no consiguieran un parlamento unificado en 1914, y
permanecen separadas hasta hoy.
En 1974 aconteció una repetición en
miniatura de los eventos de 1912. Los partidarios de la derecha leales a
la corona británica en Irlanda del Norte, organizaron una interrupción
de la actividad industrial, usando barricadas para impedir que las
personas fueran a trabajar. Ellos no aceptaban ser gobernados por una
coalición de protestantes y católicos, formada para dirigir Irlanda del
Norte. Los ministros británicos llamaron al ejército de Gran Bretaña y a
la policía de Irlanda del Norte, la Royal Ulster Constabulary, para
disolver las barricadas y dar un fin a la huelga. Los oficiales de mayor
rango del ejército y los comandantes de la policía afirmaron al
gobierno que esto sería desaconsejable, y que ninguno de los soldados ni
de los policías marcharía contra los partidarios de la Corona. El
gobierno de coalición entre protestantes y católicos fue forzado a
renunciar, ya que el punto de vista de los militares se mostró más
poderoso que el punto de vista del gobierno británico. Si esto pudo
acontecer en 1914 y en 1974 con gobiernos moderados intentando llevar a
cabo medidas tímidas, imaginen qué ocurriría si un gobierno realmente
socialista fuese electo. Cualquier mayoría reformista seria en un
parlamento sería obligada a escoger: entre abandonar sus reformas para
calmar a quienes controlan posiciones claves a nivel industrial y
estatal, o prepararse para un conflicto abierto que irá inevitablemente a
significar el uso de algún tipo de fuerza contra aquellos que controlan
esas posiciones.
La tercera razón por la cual el
reformismo es una vía muerta es el hecho de que la "democracia"
parlamentaria contiene mecanismos que impiden que cualquier movimiento
revolucionario pueda tomar forma a través de ella. Algunos reformistas
argumentan que la mejor manera de tomar el poder de quienes controlan
las posiciones claves en la maquinaria estatal es que la izquierda
obtenga la mayoría parlamentaria. Este argumento falla porque el
parlamento siempre minimiza el nivel alcanzado por la conciencia
revolucionaria de la mayoría de la población. La mayoría de la población
solamente va a darse cuenta que puede gobernar la sociedad cuando
comience en la práctica a transformar la sociedad a través de la lucha.
Es en los momentos en que millones de trabajadores ocupan sus fábricas y
toman parte en las huelgas generales, que las ideas socialistas
revolucionarias se vuelven de pronto realistas.
Pero tal nivel de lucha no puede ser
mantenido indefinidamente, a menos que la vieja clase dominante sea
arrancada del poder. Si ella consigue resistir, solo habrá que esperar a
que las ocupaciones y las huelgas declinen, para usar su control sobre
el ejército y la policía para quebrar las luchas. Y una vez que las
ocupaciones y las huelgas comienzan a flaquear, el sentimiento de unidad
y confianza entre los trabajadores empieza a desvanecerse. Esto da
lugar a la desmoralización y la angustia. Incluso los mejores comienzan a
sentir que la transformación de la sociedad es solo un sueño imposible.
Es por esto que los empleadores siempre prefieren que las votaciones en
favor o en contra de una huelga, se desarrollen cuando los trabajadores
están en sus casas obteniendo sus ideas de la televisión y los diarios,
no cuando están unidos en asambleas de masas, escuchando los argumentos
de otros trabajadores como ellos. Es por esto también que las leyes
antisindicales casi siempre incluyen una cláusula que obliga a suspender
las huelgas mientras se realizan elecciones. Tales cláusulas son
correctamente llamadas períodos de "enfriamiento" -idea- dos para echar
un balde de agua fría en la confianza y unidad de los trabaj adores.
El sistema electoral parlamentario
contiene votaciones secretas y períodos de calma. Por ejemplo, si un
gobierno viene siendo derrotado frente a una huelga masiva, es probable
que diga, "bueno, esperen unas semanas hasta que una elección general
pueda resolver la cuestión democráticamente", con la esperanza de que en
ese interín la huelga sea suspendida. La confianza y unidad de los
trabajadores decaería. Los empresarios podrían hacer listas negras con
los militantes. La prensa y la televisión capitalistas podrían volver a
funcionar normalmente, martillando la cabeza de las personas con ideas
en favor del gobierno. Y la policía podría arrestar "revoltosos".
Entonces cuando esta elección finalmente ocurriera, el voto ya no
reflejaría el punto alto de la lucha de los trabajadores, sino el punto
bajo posterior a la huelga. En Francia durante 1968, el gobierno del
General de Gaulle usó las elecciones exactamente en este sentido. Los
partidos reformistas de los trabajadores y los sindicatos plantearon a
los trabajadores que pusieran fin a sus huelgas. Y De Gaulle venció en
las elecciones. El primer ministro británico Edward Heath intentó el
mismo truco al enfrentar una gran huelga victoriosa de los mineros, en
1974. Pero esta vez los mineros no cedieron. Mantuvieron el movimiento y
Heath perdió la elección. Si los trabaj adores esperan las elecciones
para decidir las cuestiones claves de la lucha de clases, nunca
alcanzarán ese punto alto.
El Estado de los trabajadores
Marx en su obra La Guerra Civil en
Francia, y Lenin en El Estado y la Revolución, esbozaron una concepción
completamente diferente sobre cómo podía conquistarse el socialismo. No
habían sacado sus ideas de la nada: ambos desarrollaron sus concepciones
observando a la clase trabajadora en acción Marx fue testigo de la
Comuna de París, Lenin de los soviets rusos (consejos de trabajadores)
de 1905 y 1917. Marx y Lenin insistían en que la clase trabajadora no
puede iniciar la construcción del socialismo sin antes haber destruido
el viejo Estado basado en jerarquías y relaciones burocráticas, para
luego crear un nuevo Estado basado enteramente en nuevos principios.
Lenin subrayó que este Estado sería totalmente diferente del viejo,
llamándolo un "Estado Comuna, un Estado que no es un Estado".
Un nuevo Estado, decían Marx y Lenin,
era necesario si la clase trabajadora quería imponer sus decisiones a
los remanentes de la clase dominante y la clase media. Es por esto que
ellos llamaban a este tipo de gobierno "dictadura del proletariado" -la
clase trabajadora tenía que definir la forma en que sería dirigida la
sociedad. También tenía que defender su revolución de los ataques de los
gobiernos capitalistas de otras partes del mundo. Para cumplir estas
dos tareas, tenía que tener sus propias fuerzas armadas, y algunas
formas de fuerza policial, tribunales y hasta prisiones. Para que este
nuevo ejército, policía y sistema legal fuesen controlados por los
trabajadores y nunca se volviesen contra sus intereses, tendrían que
estar basados en principios completamente diferentes de los del Estado
capitalista. Tenían que ser un instrumento con el cual la clase
trabajadora, siendo mayoría, dictara las reglas para el resto de la
sociedad, y no una dictadura contra la mayoría de la clase trabajadora.
Las principales diferencias son estas.
El Estado capitalista sirve a los intereses de una pequeña minoría de la
sociedad. El Estado de los trabajadores tiene que servir a los
intereses de la gran mayoría. La violencia en un Estado capitalista es
ejercida por una minoría de asesinos contratados, separados de la
sociedad y entrenados para obedecer a los funcionarios de la clase alta.
Pero en un Estado de los trabajadores, la violencia sería necesaria
apenas para que la mayoría pudiese protegerse contra las acciones
antisociales de los vestigios de las antiguas clases privilegiadas. Las
funciones militares y policiales en un Estado de los trabajadores pueden
ser ejercidas por trabajadores comunes y corrientes, que pertenezcan al
mismo medio que sus demás compañeros trabajadores, compartiendo las
mismas ideas y viviendo el mismo tipo de vida. De hecho, para que no
exista el peligro de que soldados y policías nunca se separasen de la
mayoría de los trabajadores, esos "soldados" y "policías" deberían ser
trabajadores ordinarios de fábricas y oficinas que se rotaran en el
desempeño de esas funciones. En vez de ser dirigidas por pequeños grupos
de oficiales, las fuerzas armadas y la policía serían dirigidas
directamente por representantes de los trabajadores.
Los representantes parlamentarios en la
sociedad capitalista aprueban leyes, pero dejan para los burócratas,
jefes de policía y jueces la tarea de implementarlas. Esto significa que
[senadores, diputados y ediles] pueden siempre escudarse en millones de
disculpas cuando no se cumplen sus promesas. Los representantes de los
trabajadores en un Estado de los trabajadores tendrán que hacer que sus
leyes se pongan en práctica. Ellos, y no una elite de burócratas,
tendrán que explicar a los trabajadores de los servicios públicos, el
ejército y demás, como deberán ser hechas las cosas. De la misma forma,
los representantes de los trabajadores electos tendrán que interpretar
las leyes para los tribunales. Los representantes parlamentarios en un
Estado capitalista están separados de aquellos que los eligieron por sus
altos salarios. En un Estado de los trabajadores los representantes no
van a recibir más que el promedio de los salarios del conjunto de los
trabajadores. Lo mismo vale para aquellos que trabajaran en puestos
claves ejecutando las decisiones tomadas por los representantes de los
trabajadores (el equivalente de las actuales autoridades).
Los representantes de los trabajadores, y
todos los que se ocuparan en la implementación de las decisiones del
conjunto de los trabajadores, no serían como los parlamentarios actuales
con inmunidad y un mandato garantido por 5 años (o de por vida como
ocurre en algunas funciones). Ellos deberán someterse a elecciones
anuales, y abandonar su mandato si aquellos que los eligieron
consideraran que ellos no están cumpliendo sus deberes. Los
parlamentarios son electos por todas las personas que vienen en cierta
localidad -por la clase alta, la clase media y la clase trabajadora, por
propietarios e inquilinos, por especuladores financieros y empleados.
En un Estado de los trabajadores, solamente votarían en las elecciones
aquellos que trabajan, haciéndolo solo luego de una discusión abierta
sobre las cuestiones del momento. Así, el núcleo del Estado obrero
serían los consejos de trabajadores en las fábricas, minas, puertos,
oficinas, y grupos como las amas de casa, los jubilados y los
estudiantes, quienes también elegirían a sus propios representantes. De
este modo, cada sección de la clase trabajadora tendría su propio
representante, y sería capaz de juzgar directamente si él o ella está
representando sus intereses. Así mismo, el nuevo Estado no podrá
volverse una fuerza separada y contraria a la mayoría de la clase
trabajadora -como [aconteció] en los regímenes estalinistas, llamados
así mismos como "comunistas".
Al mismo tiempo, el sistema de consejos
de trabajadores proporciona un buen ejemplo de cómo los trabaj adores
podrían coordinar sus esfuerzos en la dirección de la industria de
acuerdo con un plan nacional democráticamente aprobado, y no acabasen
por llevar a sus fábricas a competir unas contra otras. Es fácil ver
como [...] las computadoras podrían posibilitar a todos los trabajadores
recibir información sobre las opciones económicas abiertas a la
sociedad, y a orientar a sus representantes de modo de escoger aquello
que la mayoría de los trabajadores entiende son las mejores opciones por
ejemplo, se debería gastar recursos en un avión costoso o en un sistema
de transporte público barato y confiable, sería mejor construir bombas
nucleares o aparatos de hemodiálisis, y así en todo lo demás.
La desaparición del Estado
Debido a que el poder del Estado no
sería más algo separado del conjunto de los trabajadores, sus funciones
estarían mucho menos ligadas a la coerción que en el capitalismo. A
medida que los vestigios de la vieja sociedad se resignasen al éxito de
la revolución, y que otras revoluciones en el extranjero derrocasen a
sus respectivas clases dominantes, sería cada vez menos necesaria la
coerción, y los trabajadores no precisarán dedicar parte de su tiempo a
trabajar como policías y soldados. Esto es lo que Marx y Lenin querían
decir cuando afirmaban que el Estado se iría debilitando. Al contrario
de servir a la coacción de la gente, el Estado se volvería un simple
instrumento de los consejos de trabajadores para decidir como producir y
distribuir las riquezas.
Los consejos obreros surgieron de una
forma u otra siempre que la lucha de clases dentro del capitalismo
alcanzó un nivel muy elevado. Soviet es la palabra que los rusos
utilizaron para sus consejos de trabajadores en 1905 y 1917. En 1918 los
consejos de trabajadores en Alemania fueron, por un breve tiempo, el
único poder en dicho país. En España durante 1936, varios partidos y
sindicatos de trabajadores estuvieron unidos en los "comités de
milicias", que dirigían las localidades y eran muy parecidos a consejos
de trabajadores. En Hungría durante 1956, los trabajadores eligieron
consejos para dirigir las fábricas y localidades durante la lucha contra
las tropas rusas. En Chile entre 1972 y 1973, los trabajadores
comenzaron a formar "cordones" -comités de trabajadores que estaban
ligados a las grandes fábricas.
El consejo de trabajadores comienza como
un contingente de trabajadores que se unen para coordinar sus luchas en
contra del capitalismo. Puede hasta comenzar con funciones modestas,
levantando fondos para una huelga, con trabajadores electos en forma
directa por los demás trabajadores y con mandatos revocables. Y en los
momentos más radicales de la lucha, pueden llegar a coordinar los
esfuerzos de toda la clase trabajadora. De este modo se comienzan a
colocar las bases para el poder de los trabajadores.
9. ¿Cómo se vuelven revolucionarios los trabajadores?
En Gran Bretaña, la mayoría de los
trabajadores durante este siglo han apostado al Partido Laborista y al
parlamento para el cambio social. Una minoría importante ha apoyado las
ideas reaccionarias del Partido Tory (conservador). Mientras que los
partidarios del socialismo revolucionario han sido generalmente pocos en
número. Esta indeferencia u oposición de los trabajadores al socialismo
no es nada sorprendente. Todos nosotros fuimos criados en una sociedad
capitalista en donde se considera cosa común el hecho de que todos sean
egoístas, que la televisión y la prensa digan que solamente una minoría
privilegiada tiene capacidad para tomar las decisiones importantes en la
industria y en el gobierno, en donde la gran mayoría de los
trabajadores es educada desde el primer día de escuela a obedecer
órdenes dadas por aquellos que sean "más viejos y más sabios".
Como dice Marx, "las ideas dominantes
son las ideas de la clase dominante" y un vasto número de trabajadores
las acepta. A pesar de esto, repetidas veces en la historia del
capitalismo, movimientos revolucionarios de la clase trabajadora han
sacudido un país tras otro. Francia en 1871, Rusia en 1917, Alemania y
Hungría en 1919, Italia en 1920, España y Francia en 1936, Hungría en
1956, Francia en 1968, Chile en 1972- 1973, Portugal en 1975, Irán en
1979, Polonia en 1980. La explicación para estos levantamientos reside
exactamente en la propia naturaleza del capitalismo. Es un sistema que
tiende a las crisis. A largo plazo, no puede ofrecer el pleno empleo, no
puede ofrecer prosperidad para todos, no puede asegurar nuestros
actuales niveles de vida contra las crisis que producirá en el futuro.
Pero durante los períodos de expansión del capitalismo, los trabajadores
llegan a esperar esas cosas.
Por ejemplo, durante la década de 1950 y
principios de los años sesenta, los trabaj adores británicos llegaron a
creer en el pleno empleo, un "estado de bienestar" y una gradual pero
real mejora en su calidad de vida. A diferencia de eso, en los últimos
25 años sucesivos gobiernos permitieron que creciera el desempleo hasta
abatir a 4 millones de personas, transformando el "estado de bienestar"
en corte de nuestros niveles de vida. A causa de que absorbemos muchas
ideas capitalistas, aceptamos esos ataques. Pero inevitablemente
llegamos a un punto en que los trabajadores concluyen que ya no se puede
aguantar más. De repente, cuando nadie se lo espera su ira explota y
toman medidas contra empresarios y gobiernos. Quizás sea a través de una
huelga o de una manifestación.
Cuando esto ocurre, les guste o no esto a
la mayoría de los trabajadores, ellos hacen cosas que contradicen todas
las ideas capitalistas que aceptaban. Comienzan a actuar de forma
solidaria unos con otros, como una clase, contra los representantes de
la clase capitalista. Las ideas del socialismo revolucionario que ellos
rechazaban, ahora empiezan a adecuarse a lo que están haciendo. Por lo
menos algunos de ellos empiezan a tomar en serio aquellas ideas -desde
que ellas se les vuelven accesibles. El alcance que esto tendrá
dependerá del alcance de la lucha, no de las ideas que estaban en la
cabeza de los trabajadores. El capitalismo los obliga a luchar aunque
tengan la cabeza llena de ideas favorables al capitalismo. Y es la lucha
la que los obliga a cuestionar esas ideas. El poder del capitalismo se
sostiene sobre dos pilares -control de los medios de producción y
control del Estado. Un genuino movimiento revolucionario de los
trabajadores, comienza cuando la lucha de masas de trabajadores por sus
intereses económicos inmediatos (salario, empleo, etc.) los lleva a
chocar contra los pilares del capitalismo.
Tomemos como ejemplo un grupo de
trabajadores empleados en la misma empresa por años. Todo su patrón de
vida normal depende del trabajo que desarrollan allí. Un día el
empresario anuncia que va a cerrar la fábrica. Inclusive aquellos
trabajadores que votan a los partidos más conservadores entran en pánico
y quieren hacer algo. En la desesperación, ellos deciden que el único
medio de continuar llevando el mismo tipo de vida que les enseñó el
capitalismo a tener, es ocupando la fábrica y tomando el control de los
medios de producción. Luego descubren que esto significa luchar contra
el Estado, una vez que el empresario llama a la policía para que le
devuelvan el control de su propiedad. Si quieren tener una chance de
mantener sus empleos, los trabajadores ahora tendrán que enfrentar a la
policía, la maquinaria estatal y a los empresarios. De este modo el
propio capitalismo crea las condiciones para un conflicto de clase que
abre la mente de los trabajadores a ideas totalmente opuestas a aquellas
que el sistema les enseñó. Es por esto que la historia del capitalismo
ha sido marcada por periódicas irrupciones de sentimientos
revolucionarios entre millones de trabajadores, aunque la mayoría de las
veces ellos acepten las ideas que el sistema les impone.
Una última cuestión. Una de las cosas
más fuertes que impide a los trabajadores apoyar las ideas
revolucionarias, es que entienden que no vale la pena hacer nada porque
los demás trabajadores no van a apoyarlos. Pero cuando ellos descubren
que los demás trabajadores están actuando igual que ellos, súbitamente
salen de su apatía. Lo mismo ocurre cuando los trabajadores que antes se
encontraban incapaces de gobernar la sociedad, al trabar grandes luchas
contra la actual sociedad, acaban por darse cuenta que están tomando
para sí mucha de esa responsabilidad. Es por esto que una vez iniciados,
los movimientos revolucionarios pueden crecer como una bola de nieve a
una velocidad increíble.
10. El partido socialista revolucionario
La premisa básica del marxismo es que el
propio desarrollo del capitalismo lleva a los trabajadores a rebelarse
contra el sistema. Cuando una revuelta se desata sean gran- des
manifestaciones, insurrecciones armadas o incluso una gran huelga la
transformación de la conciencia de la clase trabajadora es increíble.
Toda la energía mental que los trabajadores antes consumían en una y mil
diversiones desde apostar a los caballos a mirar la televisión, es
súbitamente dirigida para intentar resolver el problema de cómo cambiar
la sociedad. Millones de personas trabajando en un asunto como este
produce soluciones de increíble ingeniosidad, lo que frecuentemente deja
a los revolucionarios experimentados tan confusos como a la clase
dominante frente a los rápidos cambios de la situación. Como por
ejemplo, en la primera revolución rusa de 1905, donde una nueva forma de
organización de los trabajadores, los soviets el consejo de
trabajadores surgió y se desarrollo a partir de un comité instalado
durante una huelga de los trabaj adores gráficos. Al principio, el
Partido bolchevique el más militante entre los partidos socialistas
revolucionarios miraba a los soviets con desconfianza: no creía que
fuese posible para la masa de los trabaj adores, originalmente
despolitizada, crear un instrumento genuinamente revolucionario.
Tales experiencias se presentan en
muchas huelgas: los antiguos militantes son tomados por sorpresa cuando
los trabajadores que habían ignorado sus consejos por tanto tiempo, de
repente comienzan a organizar ellos mismos acciones militantes. Esta
espontaneidad es fundamental. Pero es errado concluir de eso que por
existir la espontaneidad no es necesario un partido revolucionario, como
hacen los anarquistas y otras tendencias cercanas al anarquismo. En una
situación revolucionaria, millones de trabajadores cambian sus ideas
muy rápidamente. Pero ellos no cambian todas sus ideas de una sola vez.
Dentro de cada huelga, manifestación y levantamiento armado, se dan
discusiones muy frecuentes. Algunos trabajadores entienden que la acción
que están realizando es el preludio para la toma del control de la
sociedad por parte de la clase trabajadora. Otros se opondrán a
cualquier acción de ese tipo porque eso iría contra el "orden natural de
las cosas". En el medio de todo eso estarán la mayoría de los
trabajadores que se sentirán atraídos por unos u otros argumentos.
De un lado de la balanza, la clase
dominante colocará todo el peso de su prensa, la máquina de propaganda
para denunciar la acción de los trabaj adores. También utilizará la
fuerza para debilitar la huelga, con la policía, el ejército, o las
organizaciones de extrema derecha. Del lado de los trabajadores debe
haber una organización de socialistas que sea capaz de hablar sobre las
luchas de clase pasadas, y que pueda también colocar los argumentos
socialistas en la balanza. Una organización que pueda sistematizar la
creciente conciencia de los trabajadores en lucha, de modo que puedan
actuar juntos para cambiar la sociedad. Y este partido revolucionario
necesita estar presente antes de que la lucha co- mience, pues la
organización no nace espontáneamente. El partido se construye en el
continuo intercambio entre las ideas socialistas y la lucha de clases
-apenas entender a la sociedad no basta: solamente aplicando esas ideas y
experiencias de la lucha de clases, en huelgas, manifestaciones y
campañas, los trabajadores tomarán conciencia de su poder para cambiar
las cosas y ganarán confianza para hacerlo. En ciertos momentos y
situaciones, la intervención de un partido socialista puede inclinar la
balanza hacia el cambio, hacia la transferencia revolucionaria del poder
a los trabajadores, hacia la sociedad socialista.
¿Qué tipo de partido?
El partido socialista revolucionario
necesita ser democrático. Para cumplir su papel, el partido precisa
estar siempre en contacto con la lucha de clases y esto significa estar
en contacto con sus propios miembros y aliados en los lugares de trabajo
donde acontece la lucha de clases. Necesita ser democrático porque su
liderazgo debe siempre reflejar la experiencia colectiva de la lucha. Al
mismo tiempo, esta democracia no es meramente un sistema de elección
sino un continuo debate dentro del partido -una continua interacción de
las ideas socialistas en las que el partido se basa con la experiencia
de la clase trabajadora.
Pero el partido revolucionario también
debe ser centralizado -pues es un partido activo, no un grupo de
estudio. Debe ser capaz de intervenir colectivamente en la lucha de
clases y responder rápidamente. Por lo tanto precisa tener un liderazgo
capaz de tomar decisiones día tras día en nombre del partido. Si el
gobierno ordena el encarcelamiento de quienes se hallan realizando un
piquete, por ejemplo, el partido debe tener que poder actuar
inmediatamente sin necesitar convocar primero a una conferencia para
tomar decisiones democráticas. En una situación como esta las decisiones
deben ser tomadas de forma centralizada y ejecutadas inmediatamente. La
democracia entra en escena después, cuando los miembros del partido
evalúen las decisiones tomadas, correctas o no y talvez puedan hasta
cambiar la dirección partidaria si ella pierde contacto con las
necesidades de la lucha.
El partido socialista revolucionario
necesita mantener el fino y delicado equilibrio entre democracia y
centralismo. La clave de la cuestión es que el partido no existe para sí
mismo, sino como un medio para posibilitar los cambios revolucionarios
para el socialismo, lo cual solo puede ocurrir a través de la lucha de
clases. Por lo que, el partido debe adaptarse continuamente a la lucha.
Cuando esta se encuentra en un nivel bajo, y pocos trabaj adores creen
en la posibilidad del cambio revolucionario, entonces el partido será
pequeño y debe estar contento de ello, pues diluir sus ideas políticas
con el fin de aumentar la cantidad de sus miembros sería inútil. Pero
cuando la lucha crece, un gran número de trabaj adores pueden cambiar
sus ideas muy rápidamente, descubriendo a través de la lucha su poder
para cambiar las cosas entonces el partido debe ser capaz de abrir sus
puertas, de otra manera será dejado al margen. El partido no puede
sustituir a la clase trabajadora. Debe ser parte de la lucha de clases,
buscando siempre unir a los trabajadores con mayor conciencia de clase,
para hacer de ellos líderes en la lucha. El partido tampoco puede
decidir lo que la clase trabajadora debe hacer. No puede simplemente
autoproclamarse el liderazgo, sino que debe intentar conquistar esa
posición, probando en la práctica la verdad de las ideas socialistas -lo
que implica desde una pequeña huelga hasta la revolución misma.
Algunas personas ven al partido
socialista revolucionario como un precursor del socialismo. Esto es
completamente erróneo. El socialismo solo puede darse cuando la propia
clase trabajadora asuma el control de los medios que permiten crear las
riquezas y usarlos para transformar la sociedad. No se puede construir
una isla de socialismo en un océano de capitalismo. Los intentos de
pequeños grupos de socialistas de aislarse y llevar una vida de acuerdo a
las ideas socialistas siempre fallan a largo plazo -para empezar, las
presiones económicas e ideológicas nunca desaparecen. Y si se apartan
del capitalismo, estos pequeños grupos también acaban apartándose de la
única fuerza que puede conquistar el socialismo -la clase trabajadora.
Está claro que los socialistas luchan contra los efectos degradantes del
capitalismo todos los días: contra el racismo, contra el machismo, la
explotación y la violencia. Pero solamente podemos hacerlo utilizando la
fuerza de la clase trabajadora como la fuente de nuestras energías.
11. Imperialismo y liberación nacional
En toda la historia del capitalismo la
clase dominante siempre se ha procurado una fuente de riqueza adicional
apoderarse de la riqueza producida en otros países. El desarrollo de las
primeras formaciones capitalistas al final de la Edad Media fue
acompañado por la creación de vastos imperios coloniales de los Estados
occidentales los imperios de España, Portugal, Holanda, Francia y Gran
Bretaña. Las riquezas fueron transferidas a las manos de las clases
dominantes de Europa occidental, por lo que sociedades enteras que
estaban en lo que ahora es conocido el "Tercer Mundo" (África, Asia y
América Latina) fueron destruidas.
El "descubrimiento" de América por los
europeos en el siglo XVI produjo un enorme flujo de oro hacia Europa. La
otra cara de la moneda fue la destrucción de sociedades enteras y la
esclavización de aquellas que sobrevivieron. Por ejemplo en Haití, don-
de Colón inició su primer colonización, los nativos indios Harawak (tal
vez medio millón) fueron exterminados en apenas dos generaciones. En
México la población indígena fue reducida de 20 millones en 1520 a 2
millones en 1607. La población indígena de las Indias Occidentales y de
partes del continente americano fueron sustituidas por esclavos
capturados en África y transportados a través del Atlántico en
condiciones abominables. Se estima que cerca de 15 millones de esclavos
sobrevivieron a la travesía del Atlántico mientras que 9 millones
murieron en el camino. Cerca de la mitad de los esclavos fueron
transportados en navíos británicos lo cual es razón para que el
capitalismo británico fuera el primero en expandirse.
La riqueza generada por el tráfico de
esclavos ofreció medios para financiar la industria. Como dice un viejo
dicho "los muros de Bristol fueron cimentados con la sangre de los
negros" -y esto puede ser aplicado para otros puertos británicos. Como
dice Karl Marx, "la esclavitud velada del trabajo asalariado en Europa
fue erigida sobre el pedestal del esclavismo simple y puro del Nuevo
Mundo". El esclavismo fue completado con el saqueo -como cuando Gran
Bretaña conquistó la India. Bengala estaba tan avanzada que los primeros
visitantes británicos quedaron asombrados de lo magnífica de su
civilización. Pero esta riqueza no duró mucho tiempo en Bengala. Como
escribió Lord Macauley en su biografía de Clive, el conquistador:
la mayoría de la población fue entregada como presa. Enormes fortunas
fueron rápidamente acumuladas en Calcuta, mientras que 30 millones de
seres humanos fueron reducidos a la más extrema pobreza. Estaban
acostumbrados a vivir bajo una tiranía, pero no a una tiranía como ésta.
Desde este punto en adelante, Bengala
comenzó a ser famosa no por su riqueza sino por la extrema pobreza que
cada poco llevaba a millones a morir de hambre, una pobreza que aun hoy
continúa. En los años 1760, en un tiempo en que el total del capital
invertido en Gran Bretaña no era más que 6 o 7 millones de libras, el
tributo que los británicos sacaban anualmente a la India ascendía a 2
millones de libras.
Los mismos procesos estaban
desarrollándose en la más antigua de las colonias británicas -Irlanda.
Durante la gran hambruna de final de los años 1840, cuando la población
irlandesa se redujo a la mitad debido al hambre y a la inmigración,
mayor cantidad de trigo a la suficiente para salvar a la población de la
inanición fue remitido del país para los propietarios británicos como
renta. Hoy es costumbre dividir el mundo entre países "desarrollados" y
"subdesarrollados". La impresión es que los países "subdesarrollados" se
están moviendo en la misma dirección que los "desarrollados". Lo han
hecho por cientos de años, sólo que a una velocidad menor. Pero de hecho
una razón del "desarrollo" de los países occidentales fue que a los
países restantes les fueran robadas sus riquezas y fueran mantenidos en
el atraso. Muchos de ellos son mas pobres hoy que hace 300 años. Como
resaltó Michael Barratt Brown,
la riqueza per cápita de las actuales regiones subdesarrolladas, no
sólo en la India, también en China, América Latina y África era mayor
que la Europa del siglo XVII y fue cayendo a medida que crecía la
riqueza en Europa Occidental.
Poseer un imperio permitió a Gran
Bretaña volverse la primera potencia industrial del mundo. Quedó en la
posición de poder impedir a los otros Estados capitalistas el acceso a
las materias primas, mercados y áreas de inversión rentables en la
tercera parte del planeta que ella dominaba. A medida que las nuevas
potencias industriales como Alemania, Japón y Estados Unidos crecían,
querían obtener esa ventaja para ellas mismas. Querían construir
imperios rivales o "esferas de influencia". Frente a la crisis
económica, cada gran potencia capitalista intentaba resolver su problema
escogiendo la esfera de influencia de sus rivales. El imperialismo
llevó a la guerra mundial. Esto, a su vez, provocó grandes cambios al
interior de la organización capitalista. La herramienta para trabar
guerras, el Estado, se volvió mucho más importante. Funcionaba en forma
muy parecida a las empresas gigantes con el fin de reorganizar la
industria para la competencia externa y para la guerra. El capitalismo
se volvió un capitalismo estatal.
El desarrollo del imperialismo determinó
que los capitalistas explotaran no sólo a la clase trabajadora de su
país, sino también que tomaran el control físico de otros países y
pasaran a explotar a sus trabajadores. Para las clases más oprimidas de
los países coloniales esto significaba ser explotados por imperialistas
extranjeros y además por sus propias clases dominantes. Ellas eran
doblemente explotadas. Pero parte de las clases dominantes de los países
coloniales también sufrieron. Vieron robadas por el imperialismo muchas
de sus propias oportunidades de explotar a la población local. Del
mismo modo sufrieron las clases medias de los países coloniales, a
quienes les hubiera gustado ver una rápida expansión de la industria
local, para así haber tenido buenas oportunidades en sus carreras
profesionales.
Los últimos sesenta años han visto
revueltas de varias clases de los países colonizados y excolonizados
contra los efectos del imperialismo. Se desarrollaron movimientos que
intentaron unir a la población en general contra el dominio imperialista
extranjero. Sus reivindicaciones han sido: expulsión de las tropas
imperialistas extranjeras; unificación de todo el territorio bajo un
único gobierno, siendo contrarios a su división entre diferentes
imperios; reestablecimiento de la lengua original en la vida cotidiana,
por oposición al lenguaje impuesto por la dominación extranj era; y
utilización de la riqueza producida por el país para expandir la
industria local, posibilitando el "desarrollo" y la "modernización"
nacionales. Estas fueron las reivindicaciones de los repetidos
levantamientos revolucionarios en China (1912, 1923-27 y en 1945-48), en
Irán (en 1905-12, 1917-21 y en 1941-53), en Turquía (después de la
Primera Guerra Mundial), en las Indias Occidentales y América Latina (de
1920 en adelante), en India (en los años 1920- 48), en África (después
de 1945), en Vietnam (hasta que los norteamericanos fueran derrotados en
1975).
Estos movimientos eran frecuentemente
liderados por fracciones de las clases altas y medias, pero para las
clases altas de los países avanzados, eso significaba enfrentar a más de
un oponente, además de a su propia clase trabajadora. El movimiento
nacional en el llamado "Tercer Mundo" desafió a los Estados
imperialistas capitalistas, al mismo tiempo en que lo hacían sus propias
clases trabajadoras. Para el movimiento obrero de los países avanzados
esto tenía gran importancia. Significaba que en su lucha contra el
capitalismo ellos tenían un aliado en los movimientos de liberación del
"Tercer Mundo". Por ejemplo, los trabajadores de la Shell en Gran
Bretaña tenían un aliado en las fuerzas de liberación sudafricanas, que
estaban luchando para tomar las propiedades que la Shell posee en aquel
país. Si la Shell lograba frustrar los objetivos de los movimientos de
liberación del "Tercer Mundo", ella se volvería entonces más fuerte para
resistir las exigencias de sus trabajadores en Gran Bretaña.
Esto era verdad aunque el movimiento de
liberación de un país del "Tercer Mundo" no tuviera una dirección
socialista es verdad, aunque este liderazgo simplemente qui siera
sustituir el dominio extranjero por un dominio capitalista local. El
Estado imperialista que está intentando aplacar al movimiento de
liberación es el mismo Estado imperialista enemigo mayor del trabajador
occidental. Es por eso que Marx insistía en que "un Estado que oprime a
los otros no puede liberarse a sí mismo" y es por eso que Lenin defendía
una alianza entre los trabajadores de los países avanzados y los
pueblos oprimidos del "Tercer Mundo", aunque tuviesen liderazgos no
socialistas.
Esto no significa que los socialistas
estén de acuerdo con el modo en que los no socialistas lleven adelante
la lucha de liberación nacional en un país oprimido (no más de lo que
necesariamente concordamos con el modo en que un líder sindical lleva
adelante una huelga). Pero tenemos que dejar bien claro, antes de nada,
que apoyamos esta lucha. De lo contrario terminaríamos fácilmente
apoyando a nuestra propia clase dominante contra el pueblo al que ella
está oprimiendo. Tenemos que apoyar las luchas de liberación nacional
incondicionalmente, antes de criticar el modo en que ella está liderada.
Pero los socialistas revolucionarios de un país que está oprimido no
pueden dejar las cosas por allí. Deben discutir día a día con otras
personas, cómo debe ser librada la lucha por la liberación nacional.
Aquí, los puntos mas importantes están
contenidos en la teoría de la revolución permanente desarrollada por
Trotsky. El comenzó reconociendo que frecuentemente los movimientos
contra la opresión son iniciados por personas de clase media o incluso
por sectores atrasados de las clases altas. Los socialistas apoyan estos
movimientos porque buscan remover una de las cargas que pesa sobre la
mayoría de la clase oprimida y los grupos sociales. Pero tenemos que
reconocer que aquellos que vienen de las clases medias o altas no pueden
liderar esta lucha consecuentemente. Ellos tendrán reparos con respecto
a desatar una sangrienta lucha de masas, en el caso que esa lucha
desafiara no solamente la opresión externa, sino también su propia
habilidad de vivir de la explotación de las clases más oprimidas. En
cierto momento ellos van a abandonar la lucha que comenzaron, y si es
necesario, se unirán con el explotador extranjero para aplastarla. En
este punto, si las fuerzas socialistas de la clase trabajadora no toman
la dirección de la lucha por la liberación nacional, esta lucha será
derrotada.
Trotsky hizo una observación más. Es
verdad que en los países del "Tercer Mundo" la clase trabajadora
representa una minoría, frecuentemente una pequeña minoría de la
población. A pesar de esto, ella es bastante grande en términos
absolutos [...] y crea una enorme porción de la riqueza nacional en
relación a su tamaño, y se concentra abrumadoramente en las ciudades que
son clave para el dominio del país, cuando llega la hora de tomar el
poder. Es así que en un período revolucionario, la clase trabajadora
puede tomar el liderazgo de todas las clases oprimidas y de países
enteros. La revolución puede volverse permanente, empezando con
reivindicaciones por la liberación nacional y terminando con exigencias
socialistas. Pero sólo si los socialistas de un país oprimido han
organizado desde el comienzo a los trabajadores como una clase
independiente apoyando en general al movimiento de liberación nacional,
pero siempre advirtiendo que no se puede confiar en el liderazgo de la
clase media y la clase alta.
12. Marxismo y feminismo
Hay dos maneras diferentes de abordar la
liberación de las mujeres el feminismo y el socialismo revolucionario.
El feminismo ha sido la influencia dominante en los movimientos de
mujeres que surgieron en los países capitalistas avanzados en las
décadas de 1960 y 1970. Parte de la visión de que los hombres siempre
han oprimido a las mujeres, y de que la constitución psíquica y
biológica de los hombres es la que los hace tratarlas como inferiores.
Esto lleva a que la liberación de las mujeres es posible si existe una
separación entre hombres y mujeres a través de la separación total de
las feministas que quieran vivir un "estilo de vida liberado", o de la
separación parcial de las mujeres en comités de mujeres, convenciones y
eventos abiertos a la participación exclusiva de mujeres.
Muchas de las que apoyaban esta
separación parcial se consideraban a si mismas como feministas
socialistas. Pero más tarde, ideas feministas radicales de una total
separación se introdujeron en el movimiento. Estas ideas separatistas
terminaron siendo un ala levemente radical en los servicios sociales, y
en los refugios para mujeres. Esta división ha llevado a muchas
feministas por otra dirección a la participación en organizaciones
reformistas, como el Partido Laborista británico. Ellas creen que la
conquista de derechos en los lugares apropiados, como miembros del
parlamento, sindicatos oficiales, jueces, etcétera, servirá de alguna
forma para ayudar a las mujeres a encontrar la igualdad.
La tradición del socialismo
revolucionario parte de ideas diferentes. Marx y Engels escribiendo ya
en 1848, argumentaban que la opresión de las mujeres no surgió de la
cabeza de los hombres, aunque sí del desarrollo de la propiedad privada
y, con ella, de la urgencia de una sociedad basada en clases. Para ellos
luchar por la liberación de las mujeres era por tanto inseparable de la
lucha por el fin de la sociedad de clases de la lucha por el
socialismo. Marx y Engels también resaltaban que el desarrollo del
capitalismo, basado en el sistema fabril, trajo profundos cambios en la
vida de las personas, especialmente en la vida de las mujeres. Ellas
fueron empujadas nuevamente a la producción social, de donde habían sido
progresivamente excluidas, con el desarrollo de la sociedad de clases.
Esto dio a las mujeres un potencial que nunca habían tenido. Organizadas
colectivamente, las mujeres como trabajadoras tenían mayor
independencia y capacidad de luchar por sus derechos. Esto determinaba
un gran contraste con su vida anterior, cuando su papel en la producción
era cuidar de la familia, lo cual las tornaba totalmente dependientes
del jefe de la familia el marido o el padre.
De esto, Marx y Engels concluyeron que
la base material para la existencia de la familia y, por lo tanto de la
opresión femenina, ya no existía. Lo que impedía a las mujeres que se
beneficiaran de este hecho era que la propiedad permanecía en las manos
de unos pocos. Lo que hoy mantiene a las mujeres bajo la opresión es el
modo en que el capitalismo está organizado en particular, el modo en que
el capitalismo utiliza la forma específica que tiene la familia para
asegurarse que los trabajadores procreen y ofrezcan nuevas generaciones
de trabajadores. Es una gran ventaja que las mujeres dediquen la mayor
parte de sus vidas a asegurar, sin retribución alguna, que sus maridos
estén en condiciones de trabajar en las fábricas, y que sus hijos sean
criados por ellas para hacer lo mismo.
En el socialismo, por el contrario, se
realizarán en sociedad muchas de las funciones familiares que pesan
tanto sobre las mujeres. Esto no significa que Marx y Engels pregonaran
la "abolición de la familia". Los defensores de la familia han sido
capaces de movilizar muchas mujeres oprimidas en defensa del núcleo
familiar -pues ellas entienden por "abolición de la familia" la idea de
dar libertad a sus maridos de abandonarlas con las responsabilidades y
los hijos. Los socialistas revolucionarios han intentado demostrar, por
el contrario, que en una sociedad mas justa, una sociedad socialista,
las mujeres no serían forzadas a tener la vida miserable y cruel que
llevan en las familias de hoy en día.
Las feministas siempre han desaprobado
este tipo de análisis. Lejos de entender que las mujeres tienen el poder
de cambiar el mundo y terminar con su opresión -en el trabajo es donde
ellas son colectivamente fuertes- ellas las entienden como víctimas y
tolerantes. Al inicio de los años 1980, por ejemplo, fueron hechas
campañas que abordaban cuestiones como la prostitución, las violaciones o
la amenaza de las armas nucleares a las mujeres y sus familias. Todo
esto partía de la idea de que las mujeres son débiles. El feminismo
parte del supuesto de que la opresión está por encima de la división de
clases. Y esto lleva a conclusiones tales que dejan intacta la sociedad
de clases y mejoran la situación de algunas mujeres -una minoría. Los
movimientos de mujeres tienen la tendencia a ser dominados por mujeres
de "clase media alta", periodistas, escritoras, etcétera, y las obreras
son dejadas de lado.
Sólo en períodos de cambios radicales y
levantamientos revolucionarios la cuestión de la liberación de las
mujeres se vuelve realidad, no solamente para una minoría sino para
todas las mujeres de la clase trabajadora. La Revolución bolchevique de
1917 produjo una igualdad nunca vista antes. El divorcio, el aborto y el
acceso a métodos anticonceptivos se volvieron disponibles libremente.
La educación de los niños se volvió una responsabilidad de la sociedad.
Se inició la utilización de restaurantes, lavanderías y guarderías
comunitarias, que dejaban a las mujeres más margen para escoger y
controlar como llevar sus vidas. Claro que el destino de estos avances
no podría estar separado del destino de la propia revolución. El hambre,
la guerra civil, la destrucción de la clase trabajadora y el fracaso de
la revolución internacional significaron la derrota del socialismo en
la propia Rusia. Los avances en la igualdad fueron revertidos. Pero los
primeros años de la república socialista mostraron lo que la revolución
socialista puede conquistar, aún bajo las más desfavorables condiciones.
Hoy las perspectivas para de las mujeres
son mucho mejores. En Gran Bretaña y en los países capitalistas
avanzados, más de dos trabajadores en cinco son mujeres. Esto muestra
que la liberación colectiva de las mujeres solamente puede ser alcanzada
a través del poder de la clase trabajadora. Esto obliga a rechazar la
idea feminista de crear organizaciones separadas de mujeres. Solamente
hombres y mujeres actuando juntos como parte de un movimiento
revolucionario unido pueden destruir la sociedad de clases y acabar con
la opresión de las mujeres.
13. El socialismo y la guerra
El siglo pasado ha sido un siglo de
guerras. Diez millones de personas murieron en la Primer Guerra Mundial,
cincuenta y cinco millones en la Segunda, dos millones en las guerras
de Indochina. Estados Unidos y las demás superpotencias nucleares poseen
en la actualidad, los medios para destruir la especie humana varias
veces. Explicar este horror es difícil para aquellos que consideran la
sociedad actual como la única posible. Ellos concluyen que existe algún
impulso innato, instintivo en los seres humanos, que los lleva a querer
asesinatos en masa. Pero las guerras no son un fenómeno conocido en
todas las sociedades humanas. Gordon Childe anota que en la Europa de la
Edad de Piedra:
los primeros Danubianos parecen haber sido un pueblo pacífico. Las
armas de guerra están ausentes en sus sepulturas. Sus aldeas no poseían
defensas militares. [Pero] en las fases más tardías del período
neolítico los armamentos comenzaron a ser más evidentes...
Las guerras no son causadas por alguna
agresividad humana innata. Son el producto de la división de la sociedad
en clases. Entonces, 5.000 o 10.000 años atrás, una clase de
propietarios surgió, y necesitaba encontrar los medios adecuados para
defender sus riquezas. Comenzaron a constituir fuerzas armadas, un
Estado separado del resto de la sociedad. Esto entonces se volvió un
valioso medio para aumentar aún más sus riquezas, a través del saqueo de
otras sociedades. La división de la sociedad en clases determinó que la
guerra se volviera una característica permanente de la vida humana.
Las clases dominantes propietarias de
esclavos en Grecia y Roma antiguas no podían sobrevivir sin guerras
continuas para la obtención de más esclavos. Los señores feudales de la
Edad Media tenían que permanecer armados para subyugar a los siervos
locales y protegerse de los robos hechos por otros señores feudales.
Cuando las primeras clases dominantes capitalistas surgieron hace 400 o
500 años atrás, ellas también tuvieron que recurrir frecuentemente a las
guerras tuvieron que desarrollar terribles guerras entre los siglos
XVI, XVII y XVIII para establecer su supremacía sobre los restos de los
antiguos señores feudales.
Los países capitalistas más poderosos
usaron la guerra para expandir su riqueza, atravesando los mares,
robando en la India y en Irlanda, transportando millones de personas
como esclavos de África para América, transformando todo el mundo en una
fuente de robos para sí mismos. La sociedad capitalista se constituyó a
través de la guerra. No asombra que aquellos que viven en su interior
lleguen a considerarla no sólo "inevitable" sino "justa". Aún así, el
capitalismo no puede basarse siempre y totalmente en la guerra. La
mayoría de su riqueza surge de la explotación de los trabajadores en
fábricas y minas. Y esto es algo que puede ser interrumpido por
cualquier enfrentamiento que se desarrolle dentro las "fronteras
nacionales". Toda la clase capitalista a escala nacional quiere paz en
casa, por eso desarrolla las guerras en el extranjero. Por un lado
estimula la creencia en las "virtudes militares", y por otro ataca
fuertemente la "violencia". La ideología capitalista combina, de un modo
completamente contradictorio, la exaltación al militarismo con frases
pacifistas.
En el siglo pasado, la preparación para
la guerra se tornó más central para el sistema de lo que jamás fuera
antes. En el siglo XIX la producción capitalista estaba basada en muchas
pequeñas empresas compitiendo unas contra otras. El Estado era un
cuerpo relativamente pequeño que regulaba las relaciones entre ellas y
con los trabajadores. Pero en el siglo que acaba de terminar las grandes
empresas engulleron a la mayoría de las pequeñas empresas, acabando con
la mayoría de la competencia dentro de cada país. La competencia se
vuelve más y más internacional, entre gigantes de diferentes naciones.
No existe un Estado capitalista internacional para regular la
competencia. Al contrario, cada Estado ejerce toda la presión de la que
es capaz para ayudar a sus capitalistas a conseguir ventaja sobre sus
rivales. La lucha a vida o muerte de los capitalistas unos contra otros
puede volverse una lucha a vida o muerte entre los Estados, cada uno con
su gran dispositivo bélico de destrucción.
Por dos veces éstas luchas llevaron a
guerras mundiales. La Primera y la Segunda Guerra Mundial fueron guerras
imperialistas, conflictos entre alianzas de Estados capitalistas por la
dominación del planeta. La Guerra Fría era una continuación de esta
lucha, con los más poderosos Estados capitalistas alineados unos con
otros en la Alianza Atlántica (OTAN) y el Pacto de Varsovia. Además de
este conflicto global, otras guerras han estallado en diferentes partes
del mundo. Como de costumbre, han sido luchas entre diferentes Estados
capitalistas por quién debería controlar una determinada región, como
ocurrió en la Guerra entre Irán e Irak comenzada en 1980 y la Guerra del
Golfo de 1991. Los mayores poderes incitan a la guerra para vender la
más sofisticada tecnología militar a los Estados del "Tercer Mundo".
Muchas personas que aceptan el
capitalismo en general, no les gusta esta realidad repugnante. Quieren
el capitalismo pero no quieren las guerras. Intentan encontrar
alternativas dentro del sistema. Por ejemplo, existen quienes creen que
la ONU puede impedir las guerras. Pero la ONU es la arena donde se
encuentran los diferentes Estados que priorizan la guerra. Allí ellos
miden sus fuerzas, como luchadores se estudian antes de golpearse. Si un
Estado o alianza supera la fuerza de sus oponentes con un pequeño
margen de ventaja, ambos coinciden en que se trata de una guerra sin
sentido, cuyo resultado es conocido de antemano. Pero si surge una
pequeña duda sobre el resultado final, ellos solamente conocen un medio
para resolver la contienda. Declarar la guerra.
Esta era la verdad, en relación a la
OTAN y al Pacto de Varsovia. Así, aunque occidente tuviera una pequeña
ventaja sobre el bloque oriental, la desventaja no era tan grande como
para que hacer creer a los rusos que tenían a favor una desventaja
irreversible. Por esto, a pesar del hecho de que una Tercera Guerra
Mundial hubiera barrido la vida humana en el planeta, tanto Washington
como Moscú elaboraban planes para desarrollar y vencer una guerra
nuclear.
La guerra fría llegó a su fin con el
levantamiento político en Europa Oriental en 1989 y el colapso de la
Unión Soviética y sus repúblicas constitutivas en 1991. Se hablaba
mucho entonces de un "nuevo orden
mundial". En lugar de eso, sin embargo, hemos visto una sucesión de
bárbaras guerras -la guerra de Occidente contra su anterior aliado Irak,
la guerra entre Azerbaijan y Armenia en la ex URSS, las horribles
guerras civiles en Somalia y la ex Yugoslavia. Ni bien una rivalidad
militar entre poderes capitalistas se resuelve, ya otra aparece. En
todos los lugares, las clases dominantes saben que la guerra es una
manera de incrementar su influencia, cegando a trabajadores y campesinos
con nacionalismos.
Se puede estar en contra de la guerra
sin oponerse a la sociedad capitalista. Pero no se puede acabar con
ellas de este modo. La guerra es un producto inevitable de la división
de la sociedad en clases. La amenaza que representan nunca cesará
implorando a los gobernantes a que hagan las paces. Las armas tienen que
ser arrancadas de sus manos por un movimiento que luche para derrocar a
la sociedad de clases de una vez por todas. Los movimientos pacifistas
que aparecieron en Europa y Norteamérica al final de los años 1970 no
comprendieron esto. Ellos lucharon para detener la introducción de
misiles Cruise y Persing, por el desarme unilateral, por un
congelamiento nuclear. Pero creían que la lucha por la paz podía ganarse
aislada de la lucha entre el capital y el trabajo. De este modo,
solamente se frustraría la movilización del único poder capaz de detener
los intentos de guerra, la clase trabajadora. Solamente la revolución
socialista puede detener el horror de la guerra.
Chris Harman fue redactor de International Socialism, la revista marxista trimestral del
Socialist Workers Party (SWP), grupo hermano en Gran Bretaña de
En lucha /
En lluita. Escribió además La locura del mercado y La nueva crisis del capitalismo (disponibles en la
web de En lucha), así como los libros Zombie capitalism, A People’s History of the World y The Lost Revolution: Germany 1918-23, entre otros.