11.05.2015
Andrés Martínez Lorca
ste 9 de mayo de 2015 se cumplen 70 años de la derrota final del ejército nazi, la temible
Werhmacht.
El hundimiento del III Reich se debió fundamentalmente a la
resistencia, primero, y a la contraofensiva después del Ejército Rojo.
Desde que en junio de 1941 comenzó la invasión alemana hasta la decisiva
victoria soviética en
Stalingrado (febrero de 1943),
la URSS luchó sola; ninguna coalición internacional le ayudó a
defenderse. Por eso, sus ciudades fueron arrasadas, sus campos quemados,
sus industrias destruidas y su población diezmada por las bombas. El
balance de la Batalla de Stalingrado, la más sangrienta batalla
terrestre de la historia y decisiva en el curso de la guerra, fue
terrible: un millón cien mil muertos soviéticos. Después, vendría la
Batalla de
Kursk (verano del 43), el mayor combate de tanques jamás conocido. Y finalmente, la Batalla de
Berlín donde
los soldados soviéticos tuvieron que luchar contra las tropas de élite
alemanas casa por casa y manzana por manzana, en el Metro inundado y
hasta en el interior del Reichstag a oscuras hasta hacer ondear la
bandera roja sobre este emblemático edificio, sede del parlamento.
Treinta mil soviéticos perdieron allí la vida.
Tras 1418 días de guerra, el balance final de víctimas civiles y
militares, hombres, mujeres y niños, que sufrió la Unión Soviética a
consecuencia de la agresión nazi alcanzó la espantosa cifra de 27
millones de muertos. Con este inmenso tributo de vidas humanas y con el
heroísmo de sus soldados se logró expulsar de la patria de Lenin a la
Werhmacht y
se rompió la columna vertebral del Ejército del Este, principio del fin
del imperio hitleriano. Al mismo tiempo, se hizo posible la liberación
de Europa con el golpe demoledor del Ejército Rojo que llevó su furia
vengadora desde las estepas rusas al corazón mismo de la guarida del
Führer en Berlín.
Por qué les molesta a algunos celebrar esta victoria histórica
La tragedia provocada en suelo europeo por el odio anticomunista y
antisemita, así como por el expansionismo del III Reich (muchos países
del continente, como Polonia, Grecia, Yugoslavia, Francia y Países
Bajos, fueron invadidos), no puede olvidarse si no queremos que se
repita. Una primera medida tomada por los ideólogos del revisionismo ha
consistido en atenuar el infame rastro de destrucción del nazismo al
tiempo que socavaban con toda clase de mentiras el apoyo popular al
socialismo (eso mismo han hecho en España los falsificadores del pasado
al negar la dictadura franquista y, en el colmo de la desvergüenza,
culpar a la República de la Guerra Civil). Otras medidas similares han
sido el silencio de los crímenes nazis en los grandes medios y la
rehabilitación de antiguos militantes y dirigentes hitlerianos en el
ejército y en la administración pública (algo que durante años vimos en
la antigua RFA en contraste con la desaparecida RDA). En contra de esa
ocultación se manifestó en su día el mejor poeta alemán del siglo XX,
Bertolt Brecht: “¡Oh Alemania, pálida madre! /Entre los pueblos te
sientas/cubierta de lodo. /Entre los pueblos marcados por la infamia/tú
sobresales”.
Lo que se pretende encubrir con tales maniobras de distracción de la
opinión pública europea y mundial no es otra cosa que la lógica interna
del fascismo. Cuando el capitalismo se vio en peligro en su forma
liberal, entonces parió de sus entrañas el monstruo del fascismo,
primero en Italia con Mussolini (1922) y más tarde con Hitler (1933).
Porque, en esencia, el fascismo no es otra cosa que
Capitalismo+Militarismo. Eric Hobsbawm calificó oportunamente a los
fascistas de «revolucionarios de la contrarrevolución». Una
contrarrevolución que era perjudicial para el pueblo y especialmente
para los trabajadores, pero que ‒ como señalaba este historiador
británico‒ fue muy rentable para el capitalismo por estas tres razones:
porque “eliminó o venció a la revolución social izquierdista”, porque
suprimió los sindicatos obreros que limitaban el poder de la patronal, y
porque mediante la destrucción del movimiento obrero “contribuyó a
garantizar a los capitalistas una respuesta muy favorable a la Gran
Depresión” (
Historia del Siglo XX).
Los mismos que ignoran hoy la gran victoria soviética sobre el
nazismo, antes ocultaron la revolución china, tergiversaron la derrota
de los EEUU en Vietnam, agredieron y bloquearon a Cuba, asesinaron a
Allende, y hoy calumnian a diario a los presidentes de Venezuela,
Bolivia y Ecuador porque se han atrevido a defender la riqueza de sus
pueblos del saqueo de las multinacionales.
La ayuda del franquismo a la agresión nazi
No puedo dejar de añadir una apostilla para hispanos. Es una
obviedad, pero conviene repetirla: Franco y los generales golpistas no
hubieran ganado la Guerra de España sin la decisiva ayuda militar de
Hitler y Mussolini. La península Ibérica sirvió de campo de
entrenamiento del ejército nazi, en especial de la aviación cuyos
ataques a la población civil comenzaron a experimentarse aquí.
Recordemos, por ejemplo, la destrucción de Guernica por la Legión Cóndor
comandada por Wolfram von Richthofen, quien llegaría a ser Mariscal de
Campo de la Luftwaffe durante la II Guerra Mundial.
En agradecimiento por la ayuda recibida y como testimonio de su compartido anticomunismo, el general Franco envió a Hitler la
División Azul,
formada por 50.000 soldados. Algunos detalles de este cuerpo
expedicionario fascista son muy reveladores. Se formó a toda prisa el 26
de junio de 1941, sólo unos días después de la invasión nazi de la
URSS, sus soldados juraron solemnemente “absoluta obediencia al jefe de
las Fuerzas Armadas alemanas, Adolf Hitler, en la lucha contra el
comunismo”, formaron la 250ª División de Infantería de la
Wehrmacht cuyo
uniforme y armamento usaron, y recibían doble sueldo (el
correspondiente alemán y el de legionario español). Ramón Serrano Súñer,
cuñado de Franco y entonces ministro del Interior y de Asuntos
Exteriores (a quien en esta fotografía de procedencia alemana vemos
junto a Franco y acompañando a los criminales de guerra nazi y
dirigentes de las SS Karl Wolff, izq., y Heinrich Himler, centro) dictó
sentencia el 24 de junio de 1941 desde el balcón de la sede de Falange
en el número 44 de la madrileña calle de Alcalá: “¡Rusia es culpable! El
exterminio de Rusia es exigencia de la Historia y del porvenir de
Europa”.
Tras las históricas victorias del Ejército Rojo en Stalingrado y Kursk en 1943, la
División Azul volvió
a casa derrotada dejando tras sí cerca de 5000 muertos en su ciega
obediencia al Führer. Para vergüenza colectiva, todavía muchos pueblos y
ciudades de España conservan su nombre en calles y plazas. Mientras,
centenares de hombres y mujeres republicanos yacen sepultados en las
cunetas por mantenerse leales a la II República y no haber apoyado al
fascismo. Dicen los apologetas de la Transición que mejor así para no
remover las heridas.
Dejemos hoy a un lado a los antiguos y nuevos encubridores del
fascismo y honremos como se merecen a los viejos héroes anónimos que
dejaron su vida defendiendo la libertad de la Unión Soviética y de
Europa. ¡Feliz aniversario, amigos, compañeros y hermanos amantes de la
paz y la libertad en el ancho mundo!