por Claudio Testa
Durante el verano europeo se generó un espejismo de “distensión” de
la crisis económica, social y política que cruza al continente. Por
diversos motivos, la crisis pareció “tomarse vacaciones”. En los últimos
días se ha disipado esa fantasía y se han reabierto todos los frentes
de tormenta.
Por arriba, diálogos de sordos en la UE
En la economía europea se extreman las desigualdades
entre las catástrofes de Grecia, España, Portugal e Italia y la
situación aparentemente saludable de Alemania, Holanda y otros países
del norte. Pero, de conjunto, la flecha apunta hacia abajo para todos, incluyendo el IV Reich de Frau Merkel.
Por arriba, reaparecieron con fuerza las diferencias de criterio
que parecían saldadas en las políticas para enfrentar la crisis –en
primer lugar entre Alemania, Francia, pero que se extienden a otros
gobiernos y organismos de la UE–. Esto ha llevado a una relativa parálisis en cuanto a llevar adelante medidas de fondo.
Por supuesto, todos
los gobiernos europeos (sean de derecha, como Merkel, o de “izquierda”,
como Hollande) junto con los funcionarios de la famosa “troika”
–Comisión Europea, BCE y FMI– coinciden en hacer pagar la crisis a los trabajadores y sectores populares...
Pero, más allá de este postulado general y “de principios” de todas las
patronales europeas, hay divergencias muy importantes en qué hacer concretamente
para evitar una bancarrota en cadena de los estados y/o bancos en
dificultades, que amenaza descalabrar la eurozona y profundizar, de
paso, la crisis a escala mundial. Estas diferencias –que no son
simplemente “doctrinarias” sino de intereses contradictorios de las distintas burguesías– han llevado a una cierta parálisis en cuanto a decisiones de fondo, como por ejemplo cómo encarar la bancarrota española...
Por eso, como advierte The Economist,
“la euforia (sugar-rush) generada por el compromiso del Banco Central
Europeo (BCE) de intervenir comprando bonos de los países en problemas
–que algunos diplomáticos llamaron ‘el ice-cream de Mario Draghi’– se desvaneció rápidamente” después del verano. [“The end of the euro’s Indian summer”, The Economist, September 29, 2012]
Ese helado o ice-cream se fue derritiendo. No por los calores estivales sino porque las promesas tranquilizadoras de Draghi (titular del BCE) no fueron seguidas por hechos. Por el contrario, desde Berlín siguen emanando vetos totales o parciales a las medidas de rescate que signifiquen para Alemania compartir riesgos y pérdidas
(aunque en última instancia los “rescates”, compras de bonos, etc.,
apuntalen e impidan, precariamente, un derrumbe generalizado que podría
arrastrar también a los bancos germanos).
Como advierte un
periodista especializado en los laberintos de Bruselas: “La situación
exige un gigantesco montón de respuestas, pero Europa prácticamente no
ofrece nada más que una formidable acumulación de preguntas... Se agota
el tiempo. ¿Cuánto tiempo le queda a Europa con ese agudo desequilibrio
Norte-Sur, en ausencia de mercado interbancario, con un accidente al
acecho por varios flancos, con las democracias de varios países
empezando a pasarlo mal? ¿Queda tiempo si sus líderes siguen siendo
incapaces de respetar los acuerdos firmados, si Alemania se saca de la
chistera nuevas exigencias cada vez que esto parece encarrilado, con un
otoño caliente por delante repleto de tensión política?... La
legitimidad de la UE está en entredicho. Y lo más grave es que al final
uno no sabe si hay algún plan...” [Claudi Pérez, “Europa: se agota el
tiempo - Berlín, Frankfurt y Bruselas estrenan un otoño caliente sin más
plan que el de sobrevivir”, El País, 29/09/2012]
Es una
interminable “comedia de enredos” o vaudeville. Por ejemplo, muchos
respiraron aliviados cuando la Corte Suprema de Alemania “legalizó” el
12 de septiembre la participación en el fondo permanente de rescate
europeo... Sin embargo, a los pocos días, un inesperado conejo saltaba
de la galera, y amenazaba convertir eso en letra muerta: los ministros
de Finanzas de Alemania, Holanda y Finlandia –en una declaración
conjunta– “interpretaban” que los “fondos europeos” sólo pueden
aplicarse a “nuevos problemas” y no a los “heredados” del pasado...
Esto significa, entre otras cosas, un poco disimulado veto a España, si pide el “rescate” de la UE...
Por abajo, protestas, movilizaciones y crisis políticas
La comedia de enredos en el triple
escenario de Bruselas, Berlín y Frankfurt tendría menos gravedad si, por
abajo, continuase la calma chicha del verano. Lo peligroso es que
también a ese nivel desapareció. Las protestas, movilizaciones y crisis políticas han pasado al primer plano en varios países, aunque en muy diverso grado.
En Francia,
el domingo 30, se ha registrado la primera manifestación de cierta
importancia contra el gobierno de centro-izquierda de Hollande-Ayrault.
Fue contra la ratificación parlamentaria del “pacto fiscal europeo”
(TECG), acordado por Sarkozy con Merkel. Hollande, que había prometido
“revisarlo”, lo va a aceptar sin cambiar prácticamente una coma, lo que
ha provocado malestar hasta en sectores del PS.
Esta movilización
fue esencialmente convocada y capitalizada por el Front de Gauche y la
constelación del reformismo político y sindical (ATTAC, Fondation
Copernic, Solidaires, etc.), cuyo programa es la utópica política de
“mejorar” la Unión Europea, y no de combatir a ese engendro de las
burguesías imperialistas del continente.
Sin embargo, a pesar de sus
organizadores reformistas y su programa ilusorio, la marcha expresó una
primera e importante protesta, en momentos en que el gobierno
Hollande-Ayrault ha puesto en marcha un plan de “austeridad de
izquierda”, y que una ola de despidos y cierres de fábricas amenaza a la
clase obrera, como en Ford y PSA (Peugeot-Citroën).
En Grecia, después de largos de meses de desmovilización, una huelga general y grandes manifestaciones de trabajadores y jóvenes llenaron otra vez las calles,
aunque sin alcanzar los grados de desborde de febrero de este año,
cuando el Parlamento estuvo en peligro de ser asaltado por los
manifestantes.
El país vive la peor situación social de hambre y
desempleo desde la posguerra. Ahora, el gobierno de coalición encabezado
por los conservadores de Nueva Democracia, secundados por el PASOK
(socialdemócratas) y DIMAR (Izquierda Democrática), está negociando un
nuevo “paquete de austeridad” con la troika, en un “tira y afloja” de
resultados aun dudosos... Las exigencias de la troika son tan monstruosas que los canallas del gobierno “griego” temen aceptarlas.
En ese contexto, parece haberse combinado la rabia acumulada desde
abajo, con la necesidad por arriba de presionar a los verdugos de
Bruselas y Berlín. Después de una siesta de meses, los burócratas de las
centrales GSEE y ADEDY (afines al PASOK y Nueva Democracia) despertaron
y llamaron a un paro de 24hs.... como siempre sin continuidad. Pero el
carácter masivo y el empuje de las movilizaciones demostraron que los trabajadores y la juventud no se han rendido. Grecia sigue en una situación socialmente explosiva, que el nuevo paquete puede agravar.
Otro hecho a subrayar de estos meses, es la confirmación del papel absolutamente parlamentario,
de “leal oposición de Su Majestad”, protagonizado por Tsipras y Syriza.
Las montañas de votos que logró en las dos elecciones, no se han traducido en organización para la lucha obrera, juvenil o popular.
En Portugal,
los paquetes de austeridad de la troika se aplicaban, hasta hace poco,
sin trabas. Los burócratas sindicales (y sus partidos) también dormían
la siesta. El Partido Socialista colaboraba además abiertamente con el
gobierno conservador de Passos Coelho.
Sin embargo, en las primeras semanas de septiembre, “una avalancha humana ingente e imprevista se lanzó a las calles de 40 ciudades portuguesas a protestar
por las nuevas medidas de recorte y por sus últimos 15 meses de vida
con la troika”.[Antonio Jiménez Barca, desde Lisboa, "Portugal contra
los recortes”, El País, 16/09/2012]
“Convocados por un
puñado de asociaciones civiles bajo un eslogan simple –«que se vaya al
diablo la troika, devolvednos nuestras vidas»–, sin participación de los
sindicatos y sus partidos, la gente por sí sola tomó soberanamente la
avenida de la República (sólo en Lisboa, 500.000 según los
organizadores) para gritarle «basta» al gobierno.”[Jiménez Barca, cit.]
Ha sido una reedición de los “indignados” del Estado español, pero de dimensiones relativas superiores.
Tuvo además un efecto inusitado: el gobierno de Passos Coelho anunció que daba marcha atrás en una de las peores medidas impuestas por la troika: una rebaja general de salarios del 7%.
Por último, la situación en el Estado español. Aparece hoy como la más crítica
de la UE. Aunque en términos relativos lo de Portugal fue más masivo y
la crisis económica de Grecia es más profunda aun, en el Estado español se cruzan tensiones extremadamente graves.
Además de una bancarrota financiera sin igual y del mayor desempleo de Europa, hay una crisis política y constitucional que pone en cuestión la legitimidad del régimen monárquico posfranquista y a la misma unidad y supervivencia de España, que junto a Alemania, Francia e Italia es uno de los cuatro principales estados de la Eurozona.
El gobierno ultraconservador de Rajoy y el PP aparece desbordado por
los múltiples frentes de tormenta, y cambia de planes todas las semanas.
A lo único que atina es a dar palos... lo que en estas situaciones
suele tener un efecto boomerang. Así, la salvaje represión del 25 de septiembre a una protesta relativamente pequeña frente al Congreso, la transformó en un hecho político inmenso, de repercusión mundial.
El reclamo de independencia de Catalunya (que podría ser seguido por el País Vasco) agrega un elemento aun más dramático, que analizamos en otro artículo.
¿Dónde estamos?
El fin del verano parece haber marcado en Europa el inicio de un “otoño caliente”, aunque muy desigual
según los países. Las ilusiones generadas por la “distensión” relativa
de los últimos meses, se han desvanecido. Pero esto,
contradictoriamente, hace aún más dramáticos los problemas y dificultades de las masas trabajadoras y el movimiento obrero europeo para hacer frente a la situación.
Haciendo una comparación concreta: las protestas y movilizaciones
masivas que desde hace tiempo se desencadenaron con la crisis, no han
dado marcha atrás a los “ajustes” y “recortes” porque no han llegado derribar por la fuerza a los gobiernos y regímenes que los aplican, como sucedió en América Latina en la década pasada en Bolivia, Ecuador, Argentina y, con más complejidades, Venezuela.
¡Ningún gobierno europeo –hasta ahora– se vio obligado a “escapar en
helicóptero”! Las cosas también están más atrás si comparamos con otros
episodios o períodos de la lucha de clases en la misma Europa. Quizás lo
más cerca fue Atenas en febrero de este año... pero las masas
concentradas en la Plaza Sintagma no llegaron a tomar al parlamento...
ni a linchar a los diputados y ministros, como se lo merecían. En vez de
eso, se fue a elecciones... y los resultados están a la vista.
Estas desigualdades entre la enormidad
del ataque –barrer con los restos del “estado de bienestar” y de un
siglo de conquistas obreras– y la altura de la respuesta, tiene por
supuesto explicaciones.
Para combatir y derrotar efectivamente los “paquetes de austeridad”, es necesario levantar una alternativa global
al gran capital y a su coalición política –la Unión Europea– y también
poner en pie una “fuerza de choque” capaz de hacerle frente. Es decir,
un nuevo movimiento obrero y de los trabajadores.
Aquí juegan en contra varios problemas... entre ellos dos de primer orden. El primero, es que en Europa, con más importancia que en otras regiones del mundo, sigue pesando notablemente la “crisis de la alternativa socialista al capitalismo”.
Este producto del derrumbe vergonzoso del pseudo-“socialismo” de la
Unión Soviética y el este, que los europeos vivieron de cerca o en carne
propia, no se ha disipado
Así se justifica la “austeridad”: “esto es ‘desagradable’ y ‘doloroso’, pero no hay otra alternativa”. Esa es la respuesta universal a las protestas por los recortes, el desempleo y la miseria crecientes!!
Por eso, poner en pie una alternativa realmente anticapitalista –es decir, socialista– es una necesidad estratégica. Esto incluye un combate implacable no sólo contra las tradicionales fuerzas de derecha e “izquierda”, que hoy son lo mismo
(como el PP y el PSOE en España, el MNP y el PS en Francia, etc.) sino
también contra los estafadores (IU en España, Front de Gauche en
Francia, Syriza en Grecia, etc.) que predican la utopía de “reformas”
del capitalismo y la UE, y cuyas “luchas” se reducen esencialmente a las
campañas electorales.
El otro gran problema, como señalamos, es el
“ejército” para librar esa guerra. Los trabajadores europeos no tienen
esperanza de ganar ninguna batalla importante, mientras sigan
encuadrados por las miserables burocracias de CCOO-UGT en España, de
CGT-FO-CFDT & Cia. en Francia o de GSEE y ADEDY en Grecia. Un nuevo movimiento obrero y de los trabajadores, que acaudille a todos los sectores populares golpeados por la crisis, en primer lugar a las masas de jóvenes sin empleo o precarizados, es la otra gran necesidad estratégica.