por Eduardo Lucita
Viernes, 14 de Marzo de 2014 10:36
La crisis económica mundial, el crecimiento de varias derechas y el
regreso potencial de la guerra por la posible secesión de Crimea
constituyen de conjunto una visión fantasmagórica tan compleja como
preocupante.
El haber asistido por estos días a un evento internacional
para discutir la deriva de la crisis mundial y luego recorrer varias
ciudades europeas, me ha permitido tener una observación directa de las
preocupaciones y temores que transitan por el viejo continente.
¿En que punto de la crisis estamos?
Esta es la pregunta que deambula en los
distintos círculos y centros de debate europeos. La incertidumbre ha
sido disparada por las conclusiones del reciente Foro de Davos cuando
determinó que “…la crisis ha terminado”. Dicho esto en el sentido que no
se sigue extendiendo, aunque reconociendo que “…hay muchos problemas a
resolver”. En España el ministro Rajoy no se ha quedado atrás y hace
pocos días hizo declaraciones en la misma dirección. Las proyecciones de
la Comisión Europea (CE) para el período 2014-2015 parecen confirmar
estas afirmaciones.
Si bien Bruselas ha fallado
estrepitosamente en años anteriores, sus números se apoyan en que el
empleo comienza a repuntar, las condiciones financieras de la región han
mejorado y el consumo muestra indicadores positivos. En base a estos
datos globales la CE pronostica para la Zona Euro un crecimiento del PBI
de 1.2 por ciento para este año y del 1.8 para el 2015 (1.5 y 2.0
respectivamente para la Unión Europea, la Zona más Suecia y Gran
Bretaña). Se trata de tasas de crecimiento muy moderadas pero que
contrastan con la recesión anterior.
Conviene recordar que fue la acción
combinada de los gobiernos de llevar adelante el ajuste estructural
(conocido por aquí como “austeridad sin fin”) impuesto por la troika
-centrada en las deudas, en los déficit fiscales y en contrarreformas
laborales- el que llevó a la región a una recesión desde fines del 2007
hasta mediados del 2009, y a una recaída en el 2011 que duró casi dos
años, de la que ahora estaría recuperándose.
Esta potencial salida de la crisis es
resultado de la emisión monetaria más grande de la historia, miles de
millones de dólares, de euros, de yenes han sido lanzados al mercado sin
contrapartida alguna, constituyendo una plétora de capital liquido que
presiona en busca de alternativas financieras de inversión. Entonces se
imponen nuevas preguntas que también recorren el viejo continente:
¿Puede considerarse finalizada la crisis sin que esta enorme masa de
capital financiero sea reabsorbida? ¿Si se reabsorbe, no se estaría
frente a un riesgo de deflación mundial? Más aún ¿como se resolverá el
desempleo masivo y las crecientes desigualdades sociales? Alemania ha
sido el eje ordenador del ajuste y la austeridad, pero su economía no
alcanza para traccionar al conjunto. Así el fantasma de la crisis se
muestra de larga duración.
Las derechas
El horizonte que se avizora no permite
despejar el temor de que se trata de una recuperación frágil y malsana,
que incluye la permanencia de altos índices de desocupación (12.0 en la
Zona Euro y 10.7 en la UE), con picos altísimos en Grecia, España,
Portugal, Italia y Chipre entre otros países, que afecta doblemente a
los jóvenes, un incremento de la precarización laboral y una degradación
de las condiciones de vida.
Esta combinación trágica se expresa con
fuerza en el plano de la política, donde por derecha e izquierda –los
movimientos sociales de masas se multiplican, aunque sin unidad
política- se cuestiona fuertemente el régimen instituido.
La socialdemocracia no puede presentarse
como alternativa a las políticas en curso, no puede diferenciarse de
las que imponen la derecha y el capital financiero, así se muestra como
una corriente agotada sin proyecto político propio. Esta situación
alimenta tensiones políticas y se verifica el ascenso de una “derecha
nacional populista” en toda la región, con muchas variantes según las
tradiciones. En algunos países es la tapadera de grupos de ultraderecha
xenófobos y racistas, en otros -como en Grecia- se expresa claramente
como un partido nazi-fascista. En Francia la capitulación del gobierno
socialista de Hollande y la crisis que recorre el Frente de Izquierda
han potenciado el ascenso del Frente Nacional y nadie se extrañaría si
en las próximas elecciones ganara una diputación al parlamento europeo.
Incluso en España el Partido Popular ha tenido una fractura que se ubica
claramente a la derecha de este.
Así las cosas es posible verificar en
Europa un retroceso de los derechos democráticos, mayores niveles de
control social y judicialización de las protestas a la par que las
corrientes reaccionarias y fascistas intervienen cada vez más
eficientemente en la escena pública.
¿De nuevo la guerra fría o algo peor?
Con la implosión de la ex URSS y el
desmembramiento del bloque soviético, Rusia ingresó en un proceso de
restauración capitalista, en gran medida aislada del concierto internacional.
Hoy producida la reconversión y recompuesta sus relaciones internas ha
regresado al centro de la escena mundial. Logró bloquear –con el aval de
China- los intentos de ataque militar de la flota americana a Siria y
de inmediato anunció un proyecto petrolero en ese país que no
casualmente incluye a Irán.
Estas ambiciones de gran potencia, ya
anticipadas en 2008 cuando recuperó –envío de tropas mediante- las
provincias de Osetia del sur y Abjasia que se habían declarado
independientes tiempo atrás, vuelven a manifestarse ahora cuando su
proyecto de incorporar a Ucrania a un mercado común bajo su liderazgo
chocó con la intención del ala pro-occidental ucraniana de adherir al
tratado de libre comercio con la UE.
En noviembre de 2013 el gobierno de
Ucrania, bajo fuerte presión rusa, decidió no adherir al tratado lo que
desató una crisis política con fuertes movilizaciones de masas que
concluyó con el derrocamiento del presidente Yanukóvich. El nuevo
gobierno defiende la integridad territorial y el acuerdo con la UE,
mientras que el parlamento de Crimea, la mayoría de su población
ruso-hablante y las regiones orientales promueven fusionarse con Rusia.
En esta disputa la confrontación fue
subiendo de tono. Masivas manifestaciones de nacionalistas y
anexionistas, incentivadas por EEUU-UE por un lado y Rusia por el otro,
se han enfrentado varias veces. El presidente Putin, a través de Gazprom
amenaza con cortar el suministro de gas [1] por falta de pago
mientras que el presidente Obama ha declarado que entregará gas para
suplir el faltante, aunque no se sabe como se financiaría la ayuda. Todo
esto sucede en un contexto de profunda crisis social y de deuda bajo la
presión del FMI. Al momento de redactar esta nota tropas rusas
ingresaban en Crimea mientras que el gobierno provisional desplegaba una
fuerza armada de 50.000 soldados. En tanto el Parlamento anunciaba la
convocatoria a un referéndum que se realizará este domingo 16 para
determinar si desean incorporarse como una república más a la Federación
(el resultado está descontado). El presidente Putín ha declarado que
las autoridades, que han convocado a ese referéndum, son “legítimas”
mientras que la canciller alemana Merkel, que el referéndum es “ilegal”.
Hay que comprender que los intereses en
juego no son solo los que expresan nacionalistas y anexionistas, o la
relación entre EEUU y Rusia, sino algo más amplio y complejo como es la
relación entre Rusia y el conjunto de Occidente. EEUU busca compensar la
necesidad rusa de protegerse y dar seguridad a su territorio impulsando
la expansión de la OTAN, pero esto está limitado por la actitud de
Alemania y otros países fuertemente dependientes del gas ruso (ver
recuadro).
Así la crisis ha encerrado un movimiento
auténtico de libre determinación del pueblo, que presenta componentes
democráticos, antielitistas y autoorganizativos combinados con
componentes nacionalistas de derecha y ultraderecha. Sin embargo este
movimiento permanece latente y según el curso de los acontecimientos
podría extenderse a otros países.
Europa esta hoy atravesada por viejos
fantasmas, sumergida en un entramado de crisis económica irresuelta; de
movimientos democráticos autoorganizados; de nacionalismos y xenofobias
varias y el regreso de los tambores que preanuncian una nueva guerra en
la región. Resultado: se han encendido todas las alarmas.
*Eduardo Lucita es integrante de EDI-Economistas de Izquierda
Notas:
[1] Rusia provee alrededor del
30% del gas que consume Europa. Ucrania es el eje distribuidor para los
distintos gasoductos que transportan casi el 100%% del gas que consumen
Estonia, Lituania, Letonia, Bulgaria, Suecia y Finlandia, algo mas del
60% de la república Checa, mientras que Bélgica, Alemania, Polonia,
Eslovaquia, Austria, Hungría, Croacia, Eslovenia, Grecia y Rumania
reciben entre el 45% y el 60% de su consumo y Holanda, Francia e Italia
entre 15% y 25%.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=181958&titular=e