domingo, 26 de enero de 2014
Feminismo marxista y revolucionario: “Nosotras las guerrilleras ¿Trofeos de guerra?”
La guerra es una
expresión elevada de la confrontación política que expresa los intereses
de las clases sociales antagónicas y Colombia no es la excepción, la
clase dominante colombiana ha puesto al Estado y estructuras militares y
paramilitares al servicio de sus intereses económicos y de los grandes
monopolios extranjeros. Los intereses en Colombia de dichas
corporaciones asumen un carácter estratégico de orden económico,
político y militar.
Esa es una de las causas
para que la guerra contrainsurgente en el país latinoamericano esté
bajo la batuta de especialistas de la Agencia Central de Inteligencia
CIA, del MI6 británico, y del MOSSAD israelí, verdaderos expertos en
operaciones de inteligencia y de contrainsurgencia, de guerra sucia,
sabotajes, acciones sicológicas y conspiraciones de todo orden. Operan
de manera directa o encubierta a través de organizaciones de fachada
como agencias internacionales y ONG’s.
La guerra sucia
comprende, entre otras, el aniquilamiento físico de líderes de
izquierda, y de organizaciones sociales; los montajes judiciales para
intimidar el desarrollo de las movilizaciones, las operaciones de tierra
arrasada a cargo del paramilitarismo, la infiltración, la propaganda de
guerra dirigida a estigmatizar y desprestigiar a las organizaciones
revolucionarias, a quebrarles su moral y con esto aislarlas del apoyo
popular. Eso es lo que han intentado hacer a las FARC-EP desde sus
orígenes.
A partir del gobierno de
Álvaro Uribe Vélez esta forma de la guerra se incrementó mucho más y la
participación de los Estados Unidos en el conflicto interno se hizo más
directa y contundente. Le dieron más dinero a la guerra de IV
generación(propaganda de guerra) articulada al más grande despliegue
militar y paramilitar. Surgió el sambenito de “organización
narcoterrorista” y con él el encubrimiento de las practicas del narco
estado que llevaron al más importante cargo de la nación a Uribe V con
buena cuota dentro parlamento nacional, más del 30% como lo reconociera
Salvatore Mancuso ,controlaron a otros poderes del Estado, asaltándolo
hasta dominarlo por dentro como lo denuncia el investigador Jorge Garay.
En continuidad con lo
anterior, Santos sostiene la campaña de propaganda y guerra sucia
mostrándo a las guerrilleras como pobres víctimas que debemos liberarnos
de una vida llena de oprobios. Pretende quitarnos ante la opinión
publica la dimensión de combatientes revolucionarias que hombro a hombro
luchamos y trabajamos diariamente con los hombres guerrilleros de las
FARC-EP y que con gran honor y dignidad asumimos la tarea de construir
una Colombia de paz con justicia Social. Nosotras sabemos muy bien que
buscan con esto, más que mellar nuestra moral, es un mensaje dirigido al
imaginario de los colombianos mostrando un perfil degradado y depravado
de los alzados en armas, de tal modo que resulte absurdo pensar en
apoyar esta causa y menos ingresar a ella.
El tema de mujer lo han
tomado como bandera de batalla política e ideológica en un contexto en
que el tema de las problemáticas de género se debate con gran
relevancia. Tienen como idea principal presentarnos como víctimas de
nuestros propios hermanos de lucha: que somos explotadas sexualmente por
los comandantes, que nos someten a abortos forzados y que carecemos de
todos los derechos. Expresión de lo anterior son las cuñas radiales y
campañas con ridículos nombres como el promovido desde el ministerio de
defensa de: “Guerrillera, vuelve a ser mujer“. ¡Qué cinismo y que gran
infamia han diseñado!.
La decisión que asumimos
como mujeres guerrilleras, corresponde a decisiones que conscientemente
hemos adoptado, a partir del estudio de las realidades y necesidades
inobjetables del conflicto en que estamos.
Con todo ese discurso y
afrentas pretenden deslegitimar el justo alzamiento armado contra el
régimen por antonomasia antidemocrático. Recurren a presuntas desertoras
que relatan el libreto elaborado por los especialistas en operaciones
sicológicas y propaganda de guerra, reproducido constantemente en las
emisoras del ejército, en afiches, panfletos y desde la plataforma
mediática de los grandes medios de comunicación. Lamentablemente de ella
se hacen eco algunas personalidades de la academia y Ongs, que sin
palpar la humanidad en nuestros espíritus de alzados, acusan
irresponsablemente a las FARC-EP de usar la violencia contra la mujer.
Una muestra palmaria de ese eco lo expresa la señora Socorro Ramírez
cuando expresa “Las guerrillas, que buscan asociarse a cambios, podrían
mostrar que terminaron una guerra sin sentido y liberaron a sus familias
y comunidades de esas prácticas violentas contra las mujeres”.
Quienes emplean esta
forma de la guerra sucia saben muy bien que hoy la mujer ha ganado
bastante presencia en las filas insurgentes construyendo patria, que nos
estamos convirtiendo en un paradigma de la mujer colombiana, por eso me
atrevo a asegurar que esa propaganda está más dirigida a
deslegitimarnos ante nuestro pueblo que a quebrar nuestra moral y para
nada le interesa los intereses verdaderos de la mujer y solo desea ganar
una guerra manipulando con fines militares el universo completo de la
condición femenina.
Los propagandistas del
régimen hacen demasiado evidente la maniobra al acusarnos hasta de matar
bebés recién nacidos, verdadera versión de rumor espantajo, cuando al
mundo le hemos dado fehacientes muestras de humanidad. Nuestra lucha
revolucionaria avanza y crece inspirada en grandes sentimientos de amor y
soberanía. De otro modo, nadie soportaría toda una vida combatiendo, ni
habría tanta muestra de firmeza y dignidad como las que han dado
nuestras prisioneras de guerra o las centenares de jóvenes guerrilleras
que a lo largo de esta lucha han caído en combate.
A todo nuestro pueblo y a
los pueblos del mundo, (incluyendo las “feministas” burguesas) les
podemos asegurar que en las FARC-EP, más que en cualquier otro lugar de
la patria, están plenamente reconocidos nuestros derechos. Tenemos el
espacio político para un desarrollo libre como género, para reconocernos
y ser reconocidas en nuestra capacidad y posibilidad de desarrollar
nuestro talento político, militar y cultural. Así mismo, contamos con
los espacios para exigir nuestros derechos si alguien pretende
transgredirlos.
Mucho será el odio y la
propaganda de guerra, pero jamás la suficiente para doblegarnos. Si
blandimos las armas aún a riesgo de nuestras vidas, es porque amamos
demasiado a los millones de colombianos victimas del sistema político y
económico neoliberal. Y muy especialmente lo hacemos compartiendo el
sufrimiento de millones de mujeres. A los especialistas de la guerra les
derrotará la fuerza de nuestro amor insurgente por la paz y la poderosa
movilización popular.
Diana Grajales, guerrillera de las FARC-EP y miembro de la Delegación de Paz en La Habana