11.09.2012
por Manuel Navarrete
La Andalucía institucional promete desobedecer pero obedece y, al
servicio de la clase dominante, recorta conquistas desde la Junta de
Andalucía. La Andalucía popular, en cambio, desobedece. Las propias
necesidades de los explotados nos obligan a decidir de qué lado de la
grieta ponemos el pie.
hay una sola grieta
decididamente profunda
y es la que media entre la maravilla del hombre
y los desmaravilladores
aún es posible saltar de uno a otro borde
pero cuidado
aquí estamos todos
ustedes y nosotros
para ahondarla
señoras y señores
a elegir
a elegir de qué lado
poner el pie.
decididamente profunda
y es la que media entre la maravilla del hombre
y los desmaravilladores
aún es posible saltar de uno a otro borde
pero cuidado
aquí estamos todos
ustedes y nosotros
para ahondarla
señoras y señores
a elegir
a elegir de qué lado
poner el pie.
Mario Benedetti
Las acciones del SAT parecen haber
puesto sobre la mesa el debate sobre qué izquierda necesitamos en
Andalucía y el Estado español. No todo está perdido, no todo es lo
mismo, no todo balance puede resumirse en un cúmulo de errores, apatía y
frustración política.
Es difícil describir la generosidad, el
cariño, los abrazos emocionados por parte del pueblo sevillano cuando se
unieron las dos columnas, en el final de la Marcha Obrera, al calor del
himno de Andalucía, haciendo olvidar el sudor, las agujetas, el
esfuerzo acumulado. Pero la verdadera cuestión no es en lo que supusiera
la Marcha en sí misma; lo que esto ha dejado patente es que la gente
está esperando algo, un nuevo referente de lucha en el que depositar su
fuerza, su energía y también su esperanza.
Y la gente no busca dicho referente en
esa izquierda refinada e intelectual, moderada y pactista que no ha
logrado evitar la sangría de derechos sociales durante los últimos
treinta años. Lo busca en un sindicato obrero que afirma, públicamente y
en andaluz cerrado, que no hay de qué preocuparse mientras haya
viviendas vacías o tierras para ocupar; supermercados repletos o grandes
superficies para expropiar.
Con todo, la simpatía popular no
proviene en realidad de las afirmaciones del SAT, sino de sus hechos y
de la experiencia de que este sindicato no se basa en frases, sino en
actos. La gente de a pie está cansada de oír cháchara contra los
recortes, el poder político y la banca; de manera intuitiva, ha tomado
conciencia de la necesidad de pasar de la mera protesta a la resistencia
organizada.
El patriotismo de sigla se revela cada
vez más estéril para nosotros y más fértil para quienes, por su calidad
de defensores del status quo, intentan refrenar el surgimiento de lo
nuevo. El día en el que el SAT haya dejado de ser digno, cumplidor y
coherente perecerá en el basurero de la historia o dejará de ser un
referente, como dejó de serlo en su día Comisiones Obreras; pero, si
llegara ese día, la Andalucía desobediente, que no es desobediente por
gusto sino porque no tiene más remedio, ya habría creado otra sigla bajo
la que parapetarse y abrir fuego.
Por eso mismo, desde una perspectiva de
clase, carece de sentido malinterpretar capciosamente los llamamientos a
la unidad por parte del SAT. Unirse a los que luchan es separarse de
los que claudican, y limar las grietas que nos separan de otros
revolucionarios de los más diversos pelajes implica, inevitablemente,
ahondar la grieta que nos separa de la socialdemocracia y de sus
infructuosos intentos de domesticar el capitalismo.
Los movimientos sociales, los ocupas y
las asambleas barriales parecen haberlo comprendido; de su firme apoyo a
la Marcha Obrera del SAT puede deducirse que sus reticencias no eran
hacia lo político o lo sindical en sí mismo, sino hacia un modelo
entreguista político y sindical determinado.
La izquierda no debe discutir sobre el
pasado ni sobre el futuro. Tampoco debe desesperarse por estar todavía
tan abajo en la escalera de su asalto a los cielos. Lo que debe hacer es
planificar y crear las condiciones que necesita para subir el siguiente
peldaño.
En ese sentido, la fidelidad a un
partido no debe cegar a nadie hasta el punto de ser antepuesta a una
valoración sincera de lo que las víctimas del sistema capitalista
necesitan hoy día. Si quienes pactan con el PSOE quieren que nos unamos a
ellos, primero han de dejar de pactar con el PSOE, renunciando a ser el
cordón umbilical entre el capitalismo y nosotros. Si quienes renuncian a
edificar la alternativa sindical al amarillismo quieren que nos unamos a
ellos, primero han de renunciar a esa renuncia. Lo primero que
necesitamos para subir el siguiente peldaño es destruir el engaño masivo
y alienante del bipartidismo y el bisindicalismo, como privilegiados
instrumentos de control para canalizar la inevitable respuesta popular.
Las puertas estarán cerradas para
quienes nieguen la negación de las consecuencias catastróficas que para
el pueblo trabajador han tenido treinta años de predominio del mito de
la moderación institucional, que, con su carga de prebendas y su
financiación garantizada, se nos muestra como infalible, para luego
acabar siempre negociando derrotas como el pensionazo, la reconversión
industrial, la reforma laboral o el propio Estatuto de Andalucía. Somos
andaluces, pero no ignorantes a los que se pueda engañar con cuatro
juegos de manos sobre la “unidad contra el PP”, ese burdísimo truco del
trilero bipartidista para que nos rindamos al PSOE y su “izquierda
posible”.
En cambio, y por el mismo motivo, las
puertas estarán abiertas para todo el que quiera ocupar, expropiar y
transgredir las leyes de la burguesía que garantizan su propiedad,
nuestra explotación y nuestra alienación como pueblo y como clase, en
la perspectiva de agudizar las contradicciones, acumular fuerza popular y
preparar la confrontación revolucionaria contra el Estado burgués.
Una unidad en abstracto, como la noche
en la que todos los gatos son pardos, implica desorientación táctica y
obvia que sólo conviene unirse a los que efectivamente reman en la misma
dirección que nosotros. Llamamos, pues, a la unidad popular contra los
de arriba y sus cómplices, contra el parlamento español, contra la Junta
de Andalucía, contra los sindicatos amarillos. Construyamos una
izquierda desobediente, extrainstitucional, basada en la acción directa,
en la propaganda por el hecho, en la ocupación, en la autodefensa y en
el poder popular. Las lecciones de moral de los medios de comunicación
de la burguesía sobran, porque, como la mujer acosada, el pueblo está
legitimado para practicar la defensa propia contra unos criminales que
nos aplastan para que los de arriba añadan ceros a sus enfermizas
cuentas bancarias.
Hemos constatado cómo la Andalucía
institucional promete desobedecer pero obedece y, al servicio de la
clase dominante, recorta nuestras conquistas desde la Junta de Andalucía
para luego justificarlo como “la decisión menos mala”. La Andalucía
popular, en cambio, desobedece, se niega a vivir de rodillas; enarbola
con orgullo y dignidad su bandera porque, rompiendo los esquemas
paralizadores del entreguismo “de izquierdas”, ha encontrado al fin una
hoja de ruta para no dejarse pisotear por los eternos señoritos.
Las propias necesidades de los
explotados nos obligan a decidir de qué lado ponemos el pie, porque las
grietas entre la izquierda institucionalista y la izquierda desobediente
se han convertido en irreversibles. Y a la hora de efectuar la
elección, volverá a ser vital aprender de la historia, ya que, por
desgracia para los profesionales de la falsificación, es prácticamente
imposible ocultar que fueron los revolucionarios quienes arrancaron, a
sangre y fuego, cada conquista social de la historia, aunque más tarde
los reformistas se colgaran las medallas para salir en la foto.