por: Susadny González Rodríguez /
"Una cosa es el mercado gobernando sociedades, y otra, las sociedades gobernando el mercado"
“El sol se fue volteando sobre las cosas y les devolvió su forma”,
diría Juan Rulfo. Después de tanta oscuridad el amanecer se manifestó
único, hace unos siete años, sobre ese paraje diverso cruzado por el
paralelo cero, y la luz que irradia un hombre llamado Rafael Correa
Delgado se hizo esperanza. Fue un Cotopaxi -uno de los volcanes más
activos del mundo- frente al trazado de colonización heredado. Era su
destino ser presidente y fundar una Revolución Ciudadana, que cual
Chimborazo descuella en todo el planeta y se sostiene con el mismo grado
de persistencia que la fauna endémica de las Islas Galápagos; conserva
la esencia sociocultural de modelo autóctono hecho al andar -el hombre
por encima del capital-, para que, como en el espejo de agua del río
Napo, las generaciones del mañana puedan mirarse agradecidas.
Tras la muerte de Hugo Chávez, aliados y adversarios estiman que
emergió como el nuevo líder de la región. Aunque la oligarquía mediática
lo tacha de nuevo caudillo, no persigue el liderazgo; “buscamos -me
dice- ser útiles para nuestra patria y la Patria Grande, ni siquiera ser
necesarios. Si eso requiere liderar algo, ahí estaremos, para denunciar
un orden que considero no solo injusto, sino inmoral”.
Para muchos, Correa sintetiza el carisma y las fortalezas históricas
de Eloy Alfaro, Velasco Ibarra y Jaime Roldós. Porta en sí mismo las
identidades de las cinco regiones del Ecuador. Sus más cercanos
colaboradores reconocen en él esa voluntad indomable y un pragmatismo
que no eclipsa el idealismo que lo define como un estadista de este
tiempo. Tal vez, asumen algunos, el ejercicio del poder ha hecho mella
en la cautivadora ironía que sedujo a tantos mientras se desempeñaba
como ministro de Economía, el más joven que ha dado su país. Fue cuando
empezó a revelarse contra el modelo artesano de tanta pobreza y
exclusión. Entonces el mundo comenzó a escuchar sus ideas a prueba de
balas. Lo creían, como ahora, capaz de enfrentarse al sistema, y
ganarle.
-Usted goza de un respaldo ciudadano que lo privilegia por encima
de una veintena de jefes de Estado en la región. ¿A qué debe esta
confianza?
-A la autenticidad. Hemos cometido errores pero el pueblo ecuatoriano
sabe que somos gente trabajadora, sacrificada, como ellos, que podemos
equivocarnos, pero jamás traicionar. Precisamente por ese inmenso apoyo
popular, por el éxito de nuestras políticas, somos más peligrosos,
porque creen que una política que desafía al sistema no puede tener
éxito.
-¿Cuán difíciles han sido estos siete años de gobierno?
-Siempre liderar un país como Ecuador, ser presidente, es más difícil
que gobernar EE.UU., que hasta con un Bush funciona solito. Nosotros
trabajamos siete días de la semana, 16 horas diarias, con un
extraordinario equipo -no somos tan inútiles- y no alcanzamos. Son
procesos y problemas más complejos. Han sido años duros, con
desilusiones muy grandes, pero con la inmensa satisfacción de servir a
nuestro pueblo, y tal vez dejarle a las futuras generaciones un país
mejor del que encontramos.
-¿Sobre qué se sustenta esa esperanza que afirma se ha recuperado en estos años de Revolución Ciudadana?
-Sí, lo dije el 24 de mayo, al asumir mi último mandato, tras la
reelección en febrero. Encontré un país destrozado. En diez años
habíamos tenido siete presidentes. En el 99 tuvimos probablemente la
peor crisis de la historia. No éramos un país con gran tradición
migratoria y salieron cerca de dos millones de personas en cuatro o
cinco años. Es fácil hablar en números, pero en la provincia de
Chimborazo más del 50 por ciento de los niños se crían sin sus padres.
Empezó el suicidio infantil porque papá y mamá estaban en España y no
podían regresar porque no estaban legalizados. Fue una tragedia
nacional. Servicios públicos de pésima calidad, falta de educación, de
salud, de carreteras. Nos habían convencido de que así tenía que ser,
porque éramos inútiles, ¿no? En estos siete años hemos demostrado que
puede ser diferente. El pueblo se ha despertado, ha recuperado la fe en
ellos mismos, la esperanza, la cohesión social. Hay un proyecto
nacional. Ese cambio de actitud es más importante que toda la obra
física.
-Ha depositado mucha confianza en los jóvenes...
-Tal vez por mi trayectoria como educador. Cuando fui presidente de
la federación (de estudiantes), en una universidad de derecha, una de
las cosas que me criticaron fue que no había dejado relevo. Siempre se
me quedó grabada esa crítica. Hemos sido muy cuidadosos, no en designar
un relevo, pero sí en crear cuadros que puedan tomar la punta. Estoy muy
esperanzado, veo jóvenes brillantes que pueden hacer las cosas mucho
mejor que nosotros.
-Quizás por eso apuesta por una sociedad del conocimiento como clave del futuro, respaldada con una gran inversión.
-Lo más importante que estamos haciendo es la revolución educativa.
Sin educación, Cuba bien lo sabe, no hay presente ni futuro. Además, es
un objetivo estratégico. Sabemos que los recursos naturales se agotan.
No vamos a caer en el infantilismo de la izquierda boba de creer que
superar el extractivismo es no explotar el petróleo. Volveríamos a la
economía recolectora. Superar la economía extractivista es movilizar los
recursos para desarrollar otros sectores, sobre todo la economía del
conocimiento, del talento humano, de las ideas, la única que se basa en
recursos ilimitados. Enfatizamos desde la educación inicial hasta
maestrías. Tenemos más de siete mil jóvenes becados alrededor del mundo.
-Nuestra América está urgida de un modelo de desarrollo
alternativo al neoliberalismo. ¿Cuáles son esas nuevas nociones que
ensaya el “socialismo del buen vivir”?
-Es un nuevo concepto de desarrollo. El mundo en el siglo XXI vive el
imperio del capital, los ciudadanos de EE.UU. piensan que esto se
evidenció en la crisis, perdían los ciudadanos pero no perdían los
bancos, las transnacionales. El año pasado el creador de Facebook ganó
más de dos mil millones de dólares. El socialismo del siglo XXI defiende
la supremacía del ser humano por encima del capital, y donde el poder
no es de una élite sino de las mayorías. Uno de los errores del
socialismo tradicional fue negar el mercado. Una cosa es el mercado
gobernando sociedades, y otra, las sociedades gobernando el mercado; ese
es el socialismo del siglo XXI: una vía alternativa, que no la
acumulación por acumular. Se necesitan condiciones materiales para el
buen vivir, dignidad, libertad, armonía con otros seres humanos, con
otras culturas.
-A pesar de los avances constitucionales, ¿cuánto queda por hacer respecto a la violencia de género?
- Mucho, pero eso no se resuelve solamente con leyes y decretos, sino
con educación, con ejemplo. Hay atavismos culturales centenarios que
debemos superar rápido: inequidad de género, violencia intrafamiliar.
Los avances son enormes. Hay espacios que los están ocupando las
mujeres. En nuestra Asamblea tenemos la presidenta más joven de
Latinoamérica y hasta del mundo. Tenemos la única corte nacional de
justicia con estricta equidad de género. A nivel de gabinete mantenemos
40 por ciento de participación de la mujer. Son cosas emblemáticas que
implican un cambio cultural.
- Su gobierno enfrenta el desafío de la pobreza y diversificación
de la matriz productiva. En ese desvelo el Parque Nacional Yasuní
alberga la llave para el desarrollo. La decisión de explotar la zona
fue, dijo, una de las más difíciles de su mandato. También lo es para
los pueblos que han padecido la explotación extractivista y exigen la
consulta popular. ¿Ha valorado la posibilidad del diálogo con las
organizaciones sociales involucradas?
-No. Porque del ciento por ciento, el diez serán auténticos, los
demás son los oportunistas de siempre que se han opuesto a todo, a la
reforma educativa, de salud, y ni siquiera conocen el Yasuní. Apenas han
reunido la tercera parte de las firmas que necesitan. Probablemente la
decisión del Yasuní haya sido la más dura de mi vida, (pero) no estoy
para contentar a todo el mundo sino para cumplir con mi responsabilidad,
y no podemos ser tontos útiles. Los países hegemónicos sí nos venden
hasta el conocimiento y quieren que nos muramos de hambre pero no
toquemos nuestra selva. ¿Cuánta selva virgen tiene EE.UU.? Que no exijan
al resto lo que ellos nunca hicieron. En todo caso la intervención del
Yasuní será menos del uno por mil. No es que nos da la clave para salir
de la pobreza, pero sí importantes recursos para superarla, pues la
pobreza también afecta al medioambiente. La principal fuente de
contaminación de nuestra agua dulce no es el petróleo, ni la minería;
son las aguas servidas de la ciudad, y para resolver eso necesitamos
miles de millones de dólares que nos puede dar la explotación
responsable del Yasuní.
- Ecuador se ha revelado abiertamente contra las transnacionales.
Si bien la mano sucia de Chevron es una verdad irrefutable, ¿cree
posible juzgar al capital?
-Es casi imposible. El juicio moral lo hemos ganado. En la Haya
probablemente nos destrocen, tenemos la verdad de nuestro lado pero eso
es un detalle irrelevante en estos tribunales que no fueron creados para
defender a los Estados, todo está en función del gran capital. Es una
de las cosas de las que tiene que liberarse América Latina. Hacerlo
individualmente sería un suicidio, pero en conjunto seremos nosotros
quienes pongamos las condiciones. Es una de las labores urgentes de la
integración.
- Organizaciones sociales muestran preocupación de que el país
pierda su soberanía productiva, cognitiva, alimentaria, económica y
política, a partir de un acuerdo comercial con la Unión Europea. ¿Cómo
negociar para que el acuerdo propenda a un comercio justo y no a un
libre comercio?
-Como los estamos haciendo: poniendo líneas rojas que no estamos
dispuestos a traspasar. Hasta ahora no hemos comprometido nada. Ha
habido flexibilidad de la Unión Europea, veremos el resultado final; si
nos conviene, firmamos. No estamos negociando un tratado de libre
comercio. También las acciones dependen no solo de lo que uno hace, sino
de lo que hagan los vecinos. La principal producción no petrolera del
Ecuador es el banano, y con la firma de libre comercio entre Colombia y
la Unión Europea el banano colombiano entra más barato que el nuestro.
-¿Qué lectura se desprende de la renuncia al Tratado de
Preferencias Arancelarias (ATPDEA) con EE.UU., su principal socio
comercial? ¿Cuál fue el costo económico?
-Ecuador a estas alturas no va a aceptar chantajes de nadie. El
ATPDEA significaba 50 millones anuales, que puede cubrir el país. En el
inicio fue una compensación por la lucha antidroga, como siempre en el
camino se pervirtió y derivó en un instrumento de chantaje: te portas
bien o te quito las preferencias arancelarias. Ecuador no es limosnero
de nadie. Es más, rehusamos el ATPDEA cuando nos amenazaron si le
dábamos asilo a Snowden, que es nuestro derecho soberano. Dijimos:
quédense con sus 50 millones, y si quieren le damos esa cifra para
capacitarlos en decencia, derechos humanos y derecho internacional.
- La injerencia en el país quedó manifiesta con el financiamiento
por la 'National Endowment for Democracy' de una agencia de noticias.
Entre las modalidades desestabilizadoras le ha tocado lidiar contra el
poder mediático que se pronuncia en nombre de la libertad de expresión…
-Para ellos la libertad de expresión es 'CNN'. Estas máquinas de
destrucción masiva llamadas medios de comunicación son una extensión del
imperio del capital. Lo de la 'National Endowment for Democracy' es una
prueba más de todas las infiltraciones que tenemos. Miren qué insulto
recibir cooperación, léase para oponerse a los gobiernos progresistas y
mantener el 'statu quo'. ¿Cómo actuaba la USAID? Asesoraban a la
Asamblea para crear leyes. ¿Qué se creen? Nosotros también le vamos a
mandar programas para fortalecer la democracia en EE.UU., que es un
sistema terriblemente imperfecto, unipartidista. ¿En qué se diferencia
el partido demócrata del republicano? Estos son los peligros que
enfrentamos los que queremos una América libre, soberana y no inclinamos
la cabeza.
-¿Cómo podrían los medios contribuir al desarrollo?
-Muchísimo. Ellos conforman la opinión pública; eso define la
concepción de sociedad, la cohesión, el apoyo a un gobierno. Igual
pueden destruir reputaciones, vidas, sociedades. Lo mejor que puede
tener una sociedad es una buena prensa que cumpla con su labor de
comunicación. Imagínese la contradicción: negocios proveyendo un derecho
a la información sin que nadie lo controle, porque sería atentar contra
la libertad de expresión. La sociedad tiene el derecho de controlar
todo poder, más el mediático. El problema de base está en la propiedad
privada de esos medios. Debe haber otras formas: propiedad comunitaria,
pública, etc.
-Su país acomete una modernización militar al margen de la Casa Blanca. ¿A qué responde este rearme?
-Cuidado, no es rearme. Ha aumentado el gasto militar y es motivo de
preocupación, pero sobre todo por sueldos, salarios, mejores condiciones
de vida para nuestros soldados. Hemos hecho estudios y creemos que
podemos garantizar la defensa nacional con menos efectivos. Se han
recuperado cosas que no teníamos, no funcionaban los radares, por eso
Uribe nos pudo bombardear impunemente con la CIA en marzo de 2008.
-Me refería específicamente al dron de alto valor tecnológico y estratégico que acaban de adquirir.
-Eso es parte de una política integral, de desarrollo de ciencia y
tecnología y diversificación de la matriz productiva. Cuando llegué al
gobierno había un solo helicóptero que volaba. ¿Se imagina? El 40 por
ciento del territorio nacional es selva y no existía fuerza aérea. Ya se
han comprado y arreglado helicópteros, tenemos un escuadrón de 18 Super
Tucano, aviación supersónica contra el narcotráfico, compramos doce
Cheetah de segunda mano a Sudáfrica; esas han sido las inversiones
gruesas.
-¿Cómo materializar hoy la declaración de América Latina "Zona de Paz” aprobaba por la CELAC?
-Muy contundente la declaración. Es un gran paso, pero no nos
equivoquemos. La paz no es solo ausencia de guerra, imposición de la
fuerza militar. Otras fuerzas se imponen día a día: las de las élites,
los sistemas perversos y excluyentes. También es violencia la
intolerable contradicción entre ricos y pobres. Debemos entender la paz
como presencia de justicia, equidad, dignidad, y ahí nos falta mucho por
trabajar. No se va a resolver con una declaración, sino con el trabajo
cotidiano y la integración latinoamericana.
-¿Cuáles son a su juicio los errores de la izquierda latinoamericana y el rol de los movimientos sociales?
-Yo diría la supuesta izquierda, la que pervierte todo. Ahora ser de
izquierda es ser proaborto. O sea que si el Che Guevara, que era médico,
estaba [supuestamente] contra el aborto, ¿era de derecha? Es absurdo.
En las urgencias de América Latina nos desgastamos en lo del aborto, el
matrimonio gay, cuestiones morales, o el ecologismo infantil. Quieren
que la gente se muera de hambre para mantener intactos nuestros recursos
y no se dan cuenta de que así no somos funcionales. Los bienes
ambientales son públicos. El aire puro que produce la selva amazónica lo
disfruta todo el planeta y lo consumen los contaminadores globales que
destruyen esos bienes. Ellos producen conocimiento, que también es un
bien público, de muy fácil acceso, pero si quiero un software debo
pagarlo porque hasta puedo ir preso. Ponen barreras institucionales,
pero no se comprometen con nada, y hay gente que los apoya ingenuamente.
Mucha de esa izquierda infantil colabora con este onegecismo financiado
desde el exterior que nos impone: no talen, muéranse de hambre, cuando
ellos destruyen la naturaleza sin compensarnos en nada. Imagínese que
sea la izquierda la que le exija a los gobiernos no aprovechar los
recursos; es condenarnos al fracaso y de paso ser funcionales a la
derecha.
Respecto a los movimientos sociales, un término muy general, los hay
absolutamente auténticos, pero ahora cualquiera que pierde una elección
arma una fundación financiada desde el extranjero, y ya es un movimiento
social, representante de la sociedad en sí mismo; hace política, pero
sin escrutinio popular. No hay control sobre sus fondos. Hay que separar
a esos verdaderos movimientos sociales de luchas históricas del
onegecismo neocolonialista que está inundando nuestros países. La
derecha hace rato infiltró y creó nuevos movimientos en función del gran
capital, del colonialismo cultural.
-La alta participación de mandatarios en la II Cumbre de la CELAC
demostró el fracaso de EE.UU. en su política de “divide y vencerás”.
¿Cómo mantener esa correlación de fuerzas?
-No nos engañemos con expectativas más allá de la realidad. La
hegemonía de EE.UU. se ha debilitado, pero sigue siendo muy poderosa.
Crear la CELAC fue un claro ejemplo de que América Latina busca su
liberación, de que esa hegemonía no puede controlarlo todo, pero todavía
habrá que ver los frutos que da. La diversidad es buena, pero puede
haber países que se sientan más identificados con el Norte. CELAC es un
foro multilateral, mientras UNASUR es ejecución de políticas e
infraestructuras, consejos de defensa, aunque se ha desacelerado un
poco; hemos tenido grandes pérdidas: Hugo Chávez, Néstor Kirchner.
También está la Alianza del Pacífico para contrarrestar a UNASUR y
MERCOSUR. Hay reacción de los sectores de siempre para neutralizar estos
procesos de integración. Se ha avanzado, pero falta mucho por recorrer y
se puede perder lo avanzado.
-Cuba y Fidel, ¿qué le inspiran?
-Muchísimo. Fidel es una leyenda viviente, un constante aprendizaje para las nuevas generaciones.
-¿Cómo le gustaría que lo recordaran?
-Como un buen tipo. Un buen padre de familia, un buen amigo, un buen
ciudadano, un buen patriota que dio todo lo que pudo por tener una
patria grande mejor.