A siglo y medio de la derrota de las fuerzas
esclavistas en la Guerra de Secesión (1861-1865), Estados Unidos fue
gobernado por su primer presidente negro, pero sectores y grupos
radicales, opuestos a la justicia y a la libertad, siguen oponiéndose a
la igualdad racial y a los que consideran enemigos de la herencia
anglosajona y cristiana de ese país. Durante todo ese tiempo, los grupos
de la extrema derecha crearon asociaciones secretas, como el Ku Klux
Klan (KKK), para impedir que los negros pudieran ejercer sus derechos.
Imperialismo, racismo, militarismo y fundamentalismo religioso, así
como un acendrado regionalismo, son las raíces de una ultraderecha que
durante mucho tiempo ha florecido en el Sur de Estados Unidos.
Alegatos esclavistas
En el siglo XIX, la sofística de los esclavistas que controlaban los
estados del Sur incluía lo mismo trucos conocidos de los políticos que
prejuicios raciales y apelaciones a textos religiosos. Alegaban que en
La Biblia se aceptaba la esclavitud, como lo hizo Pablo cuando exhortó a
los esclavos a obedecer a sus amos en su Carta a los colosenses. El
apóstol recomendaba a los “esclavos” obedecer “en todo a vuestros amos”
(Biblia de Jerusalén, Desclee de Brouwer, Bilbao, 1976).
Desde luego, sus citas bíblicas eran selectivas y no consideraban
que, en todo caso, un Estado moderno debe garantizar derechos y
libertades a todos sus ciudadanos por encima de los dogmas religiosos.
Un racismo a ultranza pregonaba, como lo siguen haciendo sectores
ultraderechistas hoy en día, la inferioridad biológica de algunas razas
respecto de otras, lo que, supuestamente, implicaba que unas deberían
servir a las otras.
Había quienes, con gran hipocresía, se declaraban personalmente
contrarios a la esclavitud, pero afirmaban que los estados sudistas
(gobernados por esclavistas) deberían tomarse su tiempo para cambiar las
cosas, y hacerlo cuando estuvieran dispuestos y “preparados” para ello
(es decir, nunca). Otros aducían nada menos que la “libertad” (que ellos
negaban absolutamente a sus esclavos) de los ciudadanos del Sur para
decidir sobre sus “propios asuntos” sin intervenciones ajenas.
En la propaganda esclavista destacaban también los estereotipos
acerca de la aristocrática forma de vida de las plantaciones del Sur de
Estados Unidos, basada naturalmente en la prosperidad que brindaba el
trabajo de innumerables esclavos negros. Empero, los sufrimientos de
esos últimos, que incluían crueles castigos físicos, privaciones y
humillaciones, así como el mantenerlos en un estado de ignorancia,
conmovieron la conciencia de muchas personas en el Norte de Estados
Unidos que se opusieron a la esclavitud.
Había también consideraciones de tipo práctico que hacían absurda la
pretensión sudista de mantener la esclavitud, pues con ella algunos
estados agrícolas y divididos entre blancos y negros, se enfrentaban a
regiones industrializadas y más homogéneas.
Como cabía esperar, el resultado de la Guerra de Secesión fue
desfavorable a los sureños esclavistas, es decir, a las tropas
confederadas, pero ellos y sus adversarios del Norte habían estado y
seguirían estando unidos en muchas batallas.
Camino de guerra: preludio mexicano
Muchos de los militares que combatieron en la Guerra de Secesión, sea
del lado unionista o del confederado, participaron 15 años antes en la
expedición estadunidense contra México (1846-1848), que derivó en el
expolio de la mitad de nuestro territorio nacional.
El jefe de las fuerzas confederadas, el general Robert Edward Lee
(1807-1870), fue uno de los ayudantes del general Winfield Scott, quien a
su vez dirigió las tropas que invadieron México. Lee ascendió a
comandante luego de la batalla de Cerro Gordo, y en la de Chapultepec
fue herido por los cadetes del Colegio Militar. Luego de la guerra
combatió en Texas contra los apaches y comanches.
Años después, Lee –al que todavía veneran algunos sectores de la
sociedad estadunidense– estuvo a la cabeza de las fuerzas que con las
armas defendieron la vigencia de la esclavitud de los negros.
No es raro que quienes pregonaban que los negros deberían ser
esclavos vieran con naturalidad que Estados Unidos promoviera una guerra
contra México sólo para apropiarse de gran parte de su territorio, o se
dedicaran a exterminar a los indios de Norteamérica.
En ambos casos reivindicaban su pretendido derecho a despojar a sus
semejantes, sea de su libertad, como en el caso de los negros, o de sus
tierras, como en el de México, o de su existencia misma, como con los
indios.
El corpulento y enfermizo general Winfield Scott (1786-1866)
participó también en ambos conflictos: al frente de las tropas
estadunidenses en México y en la Guerra Civil contras las Fuerzas
confederadas. Como otros generales, Scott participó también en las
guerras genocidas contra los indios. En 1852, fue candidato a la
Presidencia de Estados Unidos, pero fue derrotado por Franklin Pierce
(1804-1859), quien también había participado como oficial en la guerra
contra México.
Ulises S Grant (1822-1885), que derrotó a las Fuerzas confederadas,
empezó su carrera militar en la guerra con México, lo mismo que su
lugarteniente William Tecumseh Sherman (1820-1821), quien además luchó
contra los indios semínolas; Grant ocupó la Presidencia de Estados
Unidos de 1868 a 1876.
En uno de sus escritos, Grant reconocería que la guerra de Estados
Unidos contra México fue “una de las más injustas que jamás haya librado
una nación fuerte contra una más débil”; en una de sus obras, el
escritor mexicano Manuel Payno (1810-1894) relató la participación de
Grant en la guerra con México.
Trayectorias militares como las antes mencionadas resumen el legado
imperialista de la superpotencia. Por otra parte, la anexión de los
territorios mexicanos que pasaron a formar parte del Sur de Estados
Unidos estimularon los deseos expansionistas de esa región, cuyos amos
querían que esas tierras fueran otros tantos estados esclavistas.
Un imperio esclavista
Algunos esclavistas urdieron planes delirantes para extender la
esclavitud a todos los territorios situados al Sur de Estados Unidos.
En su libro Black diamonds (Diamantes negros), el virginiano Edward A
Pollard pregonaba los supuestos beneficios de extender así la
servidumbre mediante un imperio “fundado en ideas militares, que
representan las nobles peculiaridades de la civilización del Sur […] un
imperio que armonizaría la fuerza, la prosperidad y la gloria, con un
grado de perfección que jamás en los tiempos modernos había sido
conocido en un gobierno” (véase de Daniel Mannix y M Cowley, Historia de
la trata de negros, Alianza, Madrid, 1970, página 258).
De acuerdo con esas ideas, en 1855, el filibustero William Walker
invadió Nicaragua, que gobernó durante un breve periodo, y tuvo como uno
de sus principales proyectos instaurar en el país la esclavitud y el
tráfico de esclavos.
En 1859, 2 años antes de que se iniciara la Guerra de Secesión, en
estados como Luisiana y Mississippi se había organizado una asociación
secreta cuyos miembros se llamaban Caballeros del Círculo de Oro, que
era el de una unión de estados esclavistas que se pretendía formar
alrededor del Caribe y del Golfo de México. Como parte de sus proyectos,
hicieron campañas para derogar todas las leyes que se oponían al
tráfico de esclavos, mismas que les impedían obtener fácilmente esa
fuerza de trabajo.
El Ku Klux Klan
Apenas terminada la Guerra Civil, exoficiales confederados fundaron
el Ku Klux Klan para mantener, mediante métodos violentos, los
privilegios de los blancos y negar los derechos de los negros. Fue
disuelto en 1870 por intervención del entonces presidente Ulises Grant,
pero se refundó en 1915, fecha en que también se difundió la famosa
película El nacimiento de una nación, de Griffith, donde se hace una
encendida apología del Ku Klux Klan, a la vez que se presenta una visión
desfavorable de la raza negra.
En contraparte, el escritor Richard Wright (1908-1960) en su libro
autobiográfico Black boy (Mi vida de negro, Sudamericana, Buenos Aires,
1962) relata que en su infancia tuvo conocimiento de las actividades del
Ku Klux Klan para evitar que los negros pudieran votar y encontraran
empleo. Describe la segregación y la violencia contra los negros, así
como la propaganda del Klan, donde “los linchamientos eran apoyados con
pasión para solucionar el problema negro” (obra citada, página 139).
Se calcula que hacia 1920, el KKK contaba con 4 millones de miembros.
Además de su odio contra los negros, el KKK adoptó tintes antisemitas y
ha sido rabiosamente anticomunista, como todas las organizaciones de la
derecha.
Puesto que defienden la supuesta pureza de la civilización blanca en
Estados Unidos, también son enemigos del catolicismo, por considerarlo
una influencia extraña a las raíces de esa nación, predominantemente
protestante.
En la época de la Segunda Guerra Mundial, la ideología de los klanes
(como suele llamarse a los miembros del KKK) los llevaba a simpatizar
con el nazismo, que pregonaba también la supuesta supremacía de los
blancos. Precisamente en 1939 se filmó la película Lo que el viento se
llevó, basada en la novela de Margart Mitchell, quien no ocultaba su
devoción por la defensa del modo de vida sudista, basado en la
esclavitud.
A 6 meses de publicada, se habían vendido casi 1 millón de ejemplares
de la novela, lo que demuestra la fuerza que históricamente ha tenido
en Estados Unidos el racismo y la mentalidad conservadora, pues en dicha
obra se defiende el surgimiento del Ku Klux Klan y se describe
peyorativamente a los negros.
Leemos en ese libro que el Klan surgió por la “trágica necesidad” de
los blancos de defenderse contra los supuestos crímenes que los negros
podían cometer contra ellos y especialmente para que las mujeres blancas
no fueran violadas por sus antiguos esclavos (Margaret Mitchell, Lo que
el viento se llevó, Ercilla, Santiago de Chile, 1940, tomo II, página
175).
Acerca de los negros liberados, esa autora afirmaba que “al igual que
los monos o los niños pequeños se dedicaban a apoderarse de tesoros
cuyo valor no estimaban y se mostraban feroces ya por el perverso placer
de destruir o ya simplemente por ignorancia”.
En décadas posteriores, el KKK se opuso con violencia a los proyectos
contra la segregación racial, de tal suerte que sus acciones incluyeron
varios asesinatos así como atentados terroristas. Actualmente, siguen
existiendo grupos del Ku Klux Klan, pero se trata de una organización
totalmente desacreditada ante la opinión pública, que cuenta sólo con
algunos miles de miembros.
En el siglo XXI, el triunfo de la igualdad y de la libertad contra la
esclavitud y el racismo se vio ratificado con la elección del primer
presidente negro en la historia estadunidense, si bien en otros aspectos
Barack Obama ha demostrado ser un hombre identificado con las
tendencias imperialistas de su país.
Por otra parte, la mentalidad que animó a las huestes racistas sigue viva, tal como se ha manifestado en episodios recientes.
En 2007 se reportaron en Arizona campañas del Ku Klux Klan contra
migrantes mexicanos, a quienes los acusaba de quererse apoderar de
Estados Unidos: “…el grupo racista repartió en condados del estado de
Virginia panfletos para alertar sobre la “invasión” de los mexicanos a
ese país: ‘¡México está invadiendo […] agitan ya la bandera de México en
nuestras narices! ¡No están aquí para asimilarse, están aquí para
formar su propia nación! ¡Y a no ser que nos movilicemos ahora, lo
lograrán!” (
www.crónica.com.mx, 9 de septiembre de 2007).
Asimismo, en Kentucky, un niño fue atacado por activistas del Klan en un parque de diversiones (
www.radiolaprimerisima.com/n...).
En enero de 2014, algunas personas avisaron a la policía que en
localidades de Filadelfia se estaban repartiendo volantes del Ku Klux
Klan (
www.heraldmailmedia.com/news...).
Mientras tanto, en el ciberespacio, en una página del Ku Klux Klan (
www.kkk.com)
se advierte que “hay una guerra racial contra los blancos”, y se
exhorta a éstos al “amor a la familia y a la nación”, a los “principios
de la civilización cristiana”.
Desde luego, grupos del KKK han estado protestando contra el
presidente Obama, a quien califican de “mandatario ilegal” que “tiene
que ser apartado de su cargo”, y le exigen el endurecimiento de las
leyes de inmigración (
http://actualidad.rt.com/sociedad/v...).
En agosto de 2014, el Klan encabezó la defensa pública del policía
Darren Wilson, que en Ferguson, Misuri, mató a un joven negro de 18
años; la organización racista estuvo recaudando fondos que ascendieron a
cerca de 250 mil dólares, para apoyar al agente y a su familia (
http://vozpopuli.com/actualidad/482...).
En la Navidad de 2014, en Rutherford, Carolina del Norte, el Ku Klux
Klan distribuyó un folleto de propaganda titulado Sin Cristo no hay
Navidad (
http://newjersey.news12.com/news/ku...).