domingo, 14 de septiembre de 2014
"Entre guerra y
vergüenza se ha elegido la vergüenza y no se evitará la guerra"
Declaraciones (extractos) en Moscú del coronel Strelkov (tomado de Amigos de la Republica Popular de Donetsk)
Pero
entonces llegaron los primeros brotes de la Primavera Rusa y la madre
Patria comenzó, no con palabras sino con hechos, a levantar de sus
cenizas. Pero en cuanto Rusia trató de reconstruir lo que Gorbachov
había destruido con su capitulación y comenzó a tratar de recuperar los
derechos y territorios que le pertenecían desde la antigüedad para así
recuperar una independencia real, la Quinta Columna volvió a movilizar
todas sus fuerzas. El regreso de Crimea a Rusia les sorprendió y la
rebelión de Novorossiya causó pánico entre sus filas, que volvieron a
manifestar, una vez más, quiénes son en realidad. Esa tela de araña de
numerosos agentes que durante años han conseguido disfrazarse de
patriotas y estadistas, infiltrándose así en las altas esferas, tan
altas como el entorno de la Presidencia de Rusia, volvió a lanzarse a la
batalla. Actuando, en la práctica, contra los intereses del país y de
su pueblo, estos traidores continúan calificándose de amigos del
presidente y defienden sus actos subversivos y de sabotaje como medidas
para reforzar la soberanía rusa. ¿De dónde sacan esa arrogancia y esa
confianza en su infalibilidad? Es tremendamente simple: todo lo que esta
Quinta Columna valora, dinero y otros recursos materiales, así como sus
familias y descendientes, se ha exportado al extranjero hace tiempo y
su conservación depende de sus dueños extranjeros.
En estos
cinco meses de lucha, la población rusa de Novorossiya ha sentido en sus
carnes el impacto completo de los frutos de esas actividades
subversivas. Cuando la ayuda militar rusa era vital para los milicianos,
prácticamente desarmados entonces, y cuando esta ayuda hubiera llevado a
la liberación, casi sin derramamiento de sangre, de todas las regiones
de habla rusa, estos agentes de influencia gritaron al unísono lo
imposible de esta ayuda directa a la rebelión. Mientras las fuerzas
punitivas quemaban viva a la gente de Odessa, bombardeaban Slavyansk con
artillería mientras armaban rápidamente a su ejército, sus cómplices,
los que se habían infiltrado en el liderazgo de la política exterior
rusa, no solo sabotearon cualquier tipo de asistencia política o militar
a la milicia, sino que, en concordancia con los Poroshenko, Turchinov,
Akhmetov, Taruta y otros representantes de la oligarquía ucraniana,
lucharon para dividir a la milicia y prevenir así la creación de un
comando único mientras luchaban para atraer al Presidente de Rusia hacia
la trampa que habían creado. La persistencia y la lucha desinteresada
de los milicianos hicieron imposible para las fuerzas punitivas aplastar
la rebelión antes de que pudiera llegar la ayuda rusa. La milicia
comenzó su ofensiva. Pero aquí también hay traidores que se han
manifestado de forma completa. Inmediatamente ofrecieron su ayuda a las
fuerzas punitivas, cuando el ejército estaba al borde del precipicio,
aproximándose a una derrota completa, organizando este alto el fuego y
tratando, en el curso de las negociaciones, de forzar la rendición de
todo lo conseguido por la rebelión, colocándonos así a merced de la
Junta de Kiev. Simplemente es imposible encontrar clausulas más
vergonzosas que las discutidas en Minsk. Y mientras tanto, Kiev se
rearma, se reagrupa y entrena a su ejército, preparándose para continuar
con el genocidio de la población rusa de Novorossiya. El resultado de
todo esto es que volvemos a estar en la situación que nos encontrábamos
al principio, salvo que ahora estamos en una posición más comprometida
que entonces. Si en abril Kiev carecía de un ejército con capacidad de
combate y con apoyo popular, ahora las fuerzas punitivas se han
movilizado y armado hasta los dientes y la propaganda ucraniana, sujeta a
los principios de la programación neurolingüística, ha logrado lavar el
cerebro de un pueblo que ya no distingue la verdad de la mentira.
En estos
meses se han impuesto varias rondas de sanciones contra Rusia y altos
cargos militares y diplomáticos de Occidente han vuelto a sacar el tema
ya medio olvidado de Abjasia y Osetia del Sur. Se oyen también amenazas
de militantes islamistas controlados por Estados Unidos. Se preparan
para una lucha larga y dura contra Rusia. Occidente, y su Quinta
Columna, no esconden que buscan derrocar al Presidente Putin para
después proceder a desmantelar el país. Sus agentes de influencia usan
todos los medios a su alcance para convencer a los líderes del país de
que la reconciliación no solo es posible sino que es necesaria. Se está
manteniendo oculto al público, y posiblemente también al Presidente, el
hecho de que lo único que satisfará a los enemigos es la completa
capitulación de Rusia. Y el resultado es que todas las condiciones
excepcionalmente favorables para Rusia de esta primavera han quedado sin
realizar y ahora, además, estamos sometidos a una creciente amenaza
militar. La culpabilidad de la Quinta Columna es innegable. ¿Por qué
habrían de actuar nuestros liberales de una forma tan implacable,
incluso suicida, contra el camino político del Presidente? ¿Por qué se
ha cuestionado tan abiertamente al Presidente y a sus políticas? En mi
opinión hay dos factores. En primer lugar, la Quinta Columna no tiene
otra vía que el motín (por el momento oculto). La “Revolución desde
arriba” que empezó el Presidente Putin les ha dejado sin posibilidades
de supervivencia política, mientras que sus dueños occidentales tampoco
les permiten dejar el país para volver a sus posesiones en el
extranjero, logradas con su arduo trabajo. El segundo factor es todavía
más evidente: con una presencia fuerte en las altas esferas del país y
considerables recursos económicos, los traidores pretenden tomar el
poder para sí mismos y empezar una nueva etapa de saqueo de los restos
de lo que una vez fue un gran país y de su gente. Pero estos planes
requieren muchas más medidas previas. En primer lugar, necesitan privar
al Presidente Putin de su inmenso apoyo popular, ese que ha conseguido a
base de sus políticas internas y su política exterior en los últimos
años. ¿Y qué puede ser más útil para esto que traicionar al pueblo ruso
de Novorossiya y después culpar al mismo Presidente de esta traición? La
Quinta Columna se esconde en la sombra, como las hienas, evitando
cualquier publicidad. El camino previsto por nuestros enemigos nos ha
quedado claro. Su misión es la de prolongar al máximo una guerra
acompañada por el máximo número posible de bajas rusas a ambos lados de
la frontera. Sin dar a la milicia posibilidad alguna de éxito, esperan
crear una úlcera incluso más sangrienta en la que Rusia desangre gota a
gota sus recursos y con políticas de “un paso adelante, dos atrás” jamás
consiga resultado alguno. La Federación Rusa seguirá sufriendo la carga
de cientos de miles de refugiados, que se convertirán en millones,
mientras que Occidente sigue minando la salud financiera y económica del
país, en parte también porque los oligarcas tratarán de hacer que sea
la población la que sufra los efectos de las sanciones. Los traidores
tienen la esperanza de que la situación concluya en un tratado de paz lo
suficientemente vergonzoso y humillante que acompañe a la traición a la
población rusa de Ucrania, para causar así una mayor ola de indignación
en Rusia. Y entonces, acorde con la tecnología política perfeccionada a
principios del siglo XX, izquierda y derecha, liberales y patriotas, se
unirán en su justificada indignación para crear un Maidan en Moscú. El
mismo escenario de 1905 y 1917 que sigue a una derrota humillante,
“crisis económica-descrédito de las autoridades-revueltas
populares-golpe de palacio”, volverá a entrar en acción.
La defensa
de Novorossiya y el apoyo a su población es importante para acabar con
los planes de la Quinta Columna y para la supervivencia de Rusia. Si
somos capaces de asegurar esta victoria, Rusia sobrevivirá. Si perdemos,
perderemos también los restos de nuestra Patria. No puede haber
compromisos en esta lucha y quien trata de convencerse de lo contrario
está, conscientemente o no, ayudando al enemigo. Es un todo o nada: o
Rusia recupera toda su soberanía o será destruida por una coalición de
clanes oligárquicos internos y externos. Me gustaría decir que he
encontrado mi sitio en la lucha contra los planes de las fuerzas
subversivas. Este es el epicentro de la lucha rusa en este momento. Creo
que es en Rusia donde más puedo ayudar. También quiero insistir otra
vez que aquellos que esperan, o siguen esperando, utilizar mi nombre con
intenciones destructivas acabarán decepcionados. Por muy crítico que
pueda ser con las políticas internas del Presidente, considero que es de
vital importancia apoyarle, como único comandante en jefe legítimo y
principal garante de la libertad e independencia del país, en un momento
en que se libra una guerra contra nosotros. En mi opinión, para
proteger a Novorossiya del genocidio nazi al que se está viendo
sometida, tenemos que apartar a esos “bien avenidos” que nos han llevado
al borde de la derrota militar. Y a esos que ya han empezado a esculpir
en la prensa la imagen del “Coronel Strelkov”, líder de la protesta
popular, les digo que no tienen opción de comprarme con alabanzas y
falsas promesas. La esencia de un oficial es servir a su país y a su
pueblo. Sería el más alto deshonor para mí cambiar este fiel, aunque en
ocasiones desagradecido, servicio por la falsa gloria y popularidad de
los enemigos de la Patria. Que entiendan, de una vez por todas, que en
Rusia sigue habiendo quienes ponen el deber y la integridad por encima
de su propio beneficio y vanidad. Yo solo soy uno de ellos. Y tal y como
han demostrado los acontecimientos en Novorossiya, hay mucha gente que
sigue siendo así. No vamos a permitir que Rusia quede partida por la
mitad y arruinada una y otra vez de la misma forma que se destruyó el
Imperio Ruso en 1917 y la Unión Soviética en 1991.