12 de julio de 2014
La
importancia de lo que ocurre en Ucrania es vital no sólo para los
pueblos de Europa sino para los del resto del mundo. Ante la vuelta del
fascismo, alentado por EEUU y la UE, ha aparecido un frente claramente
antifascista y anti neoliberal-oligárquico que, si triunfa, será la
esperanza de los pueblos.
Con la llegada de
los filonazis al poder en Ucrania se ha abierto un periodo político muy
peligroso en el mundo. Por primera vez desde la II Guerra Mundial un
gobierno tiene representantes de partidos fascistas como ministros y
viceministros en áreas tan importantes como Fuerzas Armadas, Seguridad
Nacional (Policía), Educación y Agricultura.
El nuevo
presidente, Piotr Poroshenko, mantiene en su totalidad a los integrantes
del gobierno de la junta filonazi de Kiev –y uno y otros cuentan con la
protección y reconocimiento de EEUU y la UE- y uno y otros, día tras
día, repiten hasta la saciedad que van a luchar “contra la ocupación
rusa”. Su carácter nazi se manifiesta tanto en los símbolos y banderas
que exhiben como en sus declaraciones, como las del primer ministro
Arsenly Yatsenyuk (no se olvide, el preferido de EEUU), calificando a
los pobladores del Donbáss rebelde como “subhumanos” (1). Este término
es abiertamente nazi, el mismo que en 1941 utilizó Hitler (Untermensch)
para sustentar toda la teoría nazi sobre la “gente inferior” y que, por
lo tanto, podría ser eliminada. Lógicamente, Yatsenyuk está diciendo que
todo tipo de violencia contra los resistentes del Donbáss es
permisible.
¿Sorprendidos? Pues
hay más: la Agencia de Bienes Inmobiliarios de Ucrania anuncia que la
tierra del Donbáss será asignada gratuitamente a los miembros de los
servicios especiales del Ministerio del Interior y del Ejército que
están luchando contra los federalistas de Donetsk y Lugansk (2).
Exactamente lo mismo que hizo Hitler al impulsar el Lebensraum, el
espacio vital hitleriano que se sustentaba en la entrega de “tierras
gratuitas” de los territorios conquistados.
¿Por qué el énfasis
en las tierras? Porque se copian, paso a paso, las políticas
desarrolladas por el nazi por excelencia de Ucrania, Stepan Bandera,
durante la II Guerra Mundial y que se sustentan en aprovechar las
tradiciones del segmento reaccionario de la población de Ucrania para
obtener el control de una tierra que ha sido considerada como “el
granero de Europa”.
La diferencia entre
el ahora, 2014, y el antes, 1941-1945, es que el avance nazi no va
acompañado de la presencia de tropas extranjeras –entonces de Alemania y
sus aliados- aunque la naturaleza coercitiva de la junta de Kiev está
fuera de toda duda. Al igual que entonces los nazis despojaron a la
población de la Ucrania ocupada (que formaba parte de la Unión
Soviética) de todos los derechos civiles, ahora se hace lo mismo con los
adversarios de la integración en la Unión Europea y se les acusa de
separatistas y terroristas. De hecho, ya han abandonado el Donbáss
110.000 personas, según ha tenido que reconocer la parcial ONU. Y, como
entonces, vemos una relación simbiótica entre los fascistas y el gran
capital. Los oligarcas ucranianos financian de forma abierta a los
nazis. Como caso más paradigmático está el de Igor Kolomoisky,
propietario entre otras cosas del Privat Bank (algunas de sus oficinas
fueron quemadas en Donetsk (3) en el mes de mayo tras la celebración del
referéndum de autodeterminación), que está financiando la formación de
escuadrones de la muerte como el llamado “Batallón Azov” –formalmente
integrado en el Ministerio del Interior y que luce entre sus emblemas
símbolos que utilizaron las tropas nazis que ocuparon Ucrania durante la
II Guerra Mundial- que se ha distinguido por su crueldad contra la
población civil de Mariupol, Krasnu Luch, Slavianks, Shastye y Stanitsa
Luganskaya, entre otras ciudades. Este oligarca, impuesto por la junta
filonazi de Kiev como gobernador de Dnepropetrovsk, también está
relacionado con la matanza de Odesa y ha dicho públicamente que “acabará
con los separatistas de todos los modos”. Uno de esos modos es, aparte
de las matanzas, el ahogo financiero puesto que desde su banco se limita
y/o congela los ahorros de los clientes del Sur y del Este de Ucrania y
otro es amenazar con el despido –también es propietario de minas y
empresas siderúrgicas- a los trabajadores que secunden las protestas
contra Kiev (4).
¿Quiénes son estos
“separatistas” de Donetsk y Lugansk, la cuenca del Donbáss? Surgidos de
un movimiento anti-Maidán han visto cómo una tras otra de sus peticiones
han sido desoídas por la junta filonazi de Kiev: primero, el respeto a
su lengua (el ruso); el segundo, la federalización. Ambas fueron
desoídas y rechazadas, como ahora también hace Poroshenko. Ante ello
eligieron su propio camino con la celebración de sendos referendos de
autodeterminación y proclamaron las Repúblicas Populares de Donetsk y
Lugansk.
La antítesis del Maidán
Al contrario que
quienes poblaron el Maidán, los anti-Maidán son tolerantes con los
izquierdistas porque entre ellos están casi todos los izquierdistas del
Este y del Sur de Ucrania, son tolerantes con los símbolos soviéticos,
defienden las estatuas de Lenin y en lo único que son intolerantes es
con los símbolos nazis. Los “separatistas” son la antítesis de ese
Maidán tan alabado por algunos “progres” occidentales que ahora se
esconden intentando que la responsabilidad del auge nazi, que la tienen,
no les alcance a ellos.
Los “separatistas”
son un conglomerado de gentes y organizaciones donde coinciden fotos y
banderas de Lenin con las banderas rojas, la bandera tricolor de la
burguesía rusa –la enseña oficial tras la desaparición de la URSS- y las
banderas con el doble águila zarista de los nacionalistas rusos.
Símbolos mixtos que reflejan de forma clara las fuerzas políticas y de
clase que forman parte del movimiento anti-Maidán y con un mismo común
denominador: el rechazo al fascismo, que simbolizan unos y otros en la
Cinta de San Jorge, el símbolo que el Ejército Rojo convirtió en emblema
de la lucha contra el fascismo. Pero en esa relación de fuerzas los
trabajadores industriales son quienes dan un contenido claramente
antioligárquico al movimiento.
Esta es la faceta
que los aduladores occidentales del Maidán se niegan a reconocer por su
aversión a la lucha de clases. Y es que a revuelta del Donbáss es algo
más que una reacción a las medidas de la junta filonazi de Kiev y sus
patrocinadores occidentales. Es la destrucción del modelo
liberal-oligárquico que se ha venido desarrollando no solo en Ucrania y
en los países del Este de Europa en los últimos años. Un modelo mundial
que es la restauración del capitalismo en estado puro y que no duda en
fomentar y alentar el nazismo cuando la resistencia se torna tan dura
que pone en peligro sus planes de reducción drástica del bienestar
social, la atención sanitaria, la educación, las pensiones para los
mayores…
Bandera de la ciudad de Donetsk
Las Repúblicas
Populares de Donetsk y Lugansk tienen una disyuntiva que se va
clarificando a medida que pasan los días y según evoluciona la
correlación de fuerzas en su interior. Si no hace mucho se oponían a
nacionalizar los bienes de los oligarcas, ahora prometen hacerlo y lo
mismo con las propiedades estatales ucranianas aunque todavía, en un
ejercicio de funambulismo, dicen que luego una parte de ellas serán
privatizadas (es de suponer que en un guiño a los capitalistas rusos).
Es una medida que las autoridades de estas repúblicas se han visto
obligadas a tomar porque las milicias ya han tomado el control de la
Oficina Regional del Tesoro y del Banco Nacional de Ucrania (16 de
junio) por lo que, de hecho, el sistema financiero de Kiev ya está
paralizado en el Donbáss. Tunto a estas tomas también se hizo lo mismo
con las oficinas de la Compañía de Calefacción y Energía de Donetsk,
propiedad del oligarca Rinat Ajmetov, el magnate más rico de Ucrania.
La cuenca del
Donbáss tiene la riqueza suficiente para sostener una entidad estatal
propia, siempre y cuando opte por una moneda diferente de la ucraniana.
Es lo que hizo la rebelde Transnistria cuando decidió separarse de
Moldavia en 2006 tras celebrar un referéndum de autodeterminación que
logró el 97% de votos afirmativos. Ya desde 1992 existía una separación
de facto de Moldavia después de un enfrentamiento bélico de tres meses
que terminó en tregua ese mismo año. Aunque no es un estado reconocido,
tiene su propio gobierno, parlamento, ejército, policía, sistema postal y
moneda, el rublo de Transnistria, desde 1994. Esta moneda propia ha
hecho de Transnistria un estado floreciente, donde se mantiene un
sistema de economía mixta y que alcanza cerca de 500 millones de dólares
de Producto Nacional Bruto. El Donbáss es mucho más rico. En 2013
Donetsk exportó mercancías por valor de 12.400 millones de dólares y
Lugansk por valor de 3.500 millones (5). Es decir, la cuenca del Donbáss
exportó más de la cuarta parte de toda Ucrania, lo que supone una base
sólida para constituirse como entidad independiente y más si se
nacionalizan los bienes ucranianos y oligárquicos.
Este es un
movimiento que aún está por concretar, puesto que en función de cómo se
desarrolle la guerra en curso y las conversaciones que se están
manteniendo con Kiev: el Donbáss se podría contentar con una
federalización en Ucrania si se dota a la cuenca de amplios poderes en
todos los ámbitos, económicos, sociales y políticos. Esto también tiene
que ver con los últimos movimientos de Rusia, que ve en el movimiento
anti-Maidán una amenaza para los capitalistas rusos, lo que explicaría
–dejando a parte el factor geopolítico- el por qué Moscú está haciendo
todo lo posible para enfriar el movimiento: primero, pidiendo la
suspensión de los referendos de autodeterminación (lo que no se hizo);
segundo, reconociendo las elecciones que hicieron presidente a
Poroshenko; tercero, cerrando las fronteras cuando ciertos puestos
fronterizos fueron tomados por las milicias del Donbáss (6), y, cuarto,
anulando el permiso que la Duma otorgó al presidente Putin para enviar
tropas al Este de Ucrania en defensa de la población local.
El Donbáss es la
vanguardia del movimiento antioligárquico en estos momentos, por eso hay
que derrotarlo. Y por eso los fascistas ucranianos lo combaten con
odio. Son un ejemplo peligroso y no tiene nada que ver con el supuesto
“imperialismo ruso”. Se están enfrentando a los oligarcas, la nueva
clase capitalista que robó fábricas, minas, granjas, tierras y ha dejado
al pueblo ucraniano, del Donbáss en concreto, en la miseria. Están
reclamando la propiedad de los medios de producción, por lo que su
ejemplo es algo que trasciende a Ucrania y debe ser objeto de apoyo por
parte de los trabajadores de todo el mundo.
Mientras la
progresía europea se instala en la inacción o se esconde para eludir sus
responsabilidades antes que volcarse en apoyo al movimiento
anti-Maidán, lo que supondría reconocer sus errores anteriores y no sólo
con Ucrania, los fascistas ucranianos lo tienen claro y no sólo están
combatiendo a la vanguardia del movimiento antioligárquico que ahora
está en el Donbáss, sino que están pasando a la acción contra todo tipo
de protesta en el Oeste del país donde ya se comienzan a gestar
movimientos de rechazo no sólo a la guerra sino a las medidas que la
junta filonazi está imponiendo por iniciativa de la UE y EEUU: subidas
del precio del gas del 55%, de entre el 10% y el 40% de la electricidad
dependiendo del volumen de consumo, del 78% del agua.
Es sólo la primera
etapa de un aumento progresivo de precios, que van emparejados con la
privatización de los servicios, que seguirá creciendo progresivamente al
menos hasta el año 2017 según el acuerdo con el FMI y el Banco Central
Europeo de la UE. Ya ha habido palizas a trabajadores en huelga que
pretendían expresar su rechazo a la medida de la junta filonazi de
congelar el salario mínimo, las pensiones y las prestaciones sociales,
así como asaltos a reuniones sindicales (5) porque, como ha dicho el
propio Yatsenyuk, “la economía no está funcionando”. Este filonazi, que
ejerce de primer ministro y califica de “subhumanos” a los habitantes
del Donbáss, ha dicho en la Rada ucraniana que “la magnitud de los
beneficios sociales y salarios del sector público tienen que reducirse
como se hizo en Grecia e Italia”. Sin comentarios.
Tal vez por eso las
políticas sociales que ya están funcionando en las repúblicas populares
del Donbáss están siendo vistas con simpatía por una parte cada vez
mayor de la población del Este de Ucrania, de forma especial lo que se
considera “desoligarquización” aunque sea aún débil y se ciña sólo a los
oligarcas pro-Kiev.
La solidaridad con
el movimiento anti-Maidán del Donbáss es un deber porque, además de lo
dicho, se está enfrentando con las armas al fascismo. Se ha convertido
en nuestra primera línea y si es derrotado, y como decía Martin
Niemöller en su poema, el fascismo llegará a nuestras puertas pero ya no
quedará nadie para protestar.
Notas:
(1) El término
aparece en
https://web.archive.org/web/20140615062948/http://usa.mfa.gov.ua/en/press-center/news/24185-mi-uvichnimo-pamjaty-gerojiv-ochistivshi-nashu-zemlyu-vid-nechistiarsenij-jacenyuk-u-spivchutti-ridnim-i-blizykim-zagiblih-vojiniv-u-lugansyku
aunque ha sido sustituido en la versión corregida de la página de la
embajada de Ucrania en Washington por la de “inhumanos”.
(2) http://www.kyivpost.com/content/ukraine/ukraines-land-agency-give-land-to-soldiers-in-the-east-for-free-352100.html
(3) Alberto Cruz, “Lucha de clases en Ucrania” http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1844
(4) http://www.opednews.com/articles/A-Changing-Narrative-in-Uk-by-George-Eliason-America_Bush_Hero_Heroes-140409-848.html
(5) http://www.youtube.com/watch?v=_pdO-OoIL34 (6) Nezavisimaya Gazeta, 26 de junio de 2014.