La crisis que estamos viviendo desde aproximadamente el verano del
2007 tiene que ver con la misma esencia, con la misma forma de funcionar
del modo de producción capitalista.
De un tiempo a esta parte, especialmente con la irrupción de
Podemos en las pasadas elecciones al Parlamento europeo, mucho se está
hablando de la necesidad de una “revolución democrática” en el Estado
español. Por su parte, Izquierda Unida, especialmente el diputado por
Málaga en el Parlamento español Alberto Garzón, también la invoca con
cierta frecuencia, de hecho, esta coalición tiene publicado un documento
“Revolución Democrática y Social” en el que se lanzan toda una serie de
medidas políticas (
http://revoluciondemocraticaysocial.org/).
Por otro lado, el destacado economista catalán Vicenç Navarro publicó
no hace mucho un interesante artículo en el que también apelaba a una
“necesaria y urgente revolución democrática” en el Estado español (“La
necesaria y urgente revolución democrática”,
http://www.vnavarro.org/?p=11358) .
Sin en ningún momento cuestionar la necesidad de una verdadera
revolución democrática en el Estado español, sí se hace necesario
aclarar qué se quiere con dicho término, qué propuestas políticas
conllevan y, sobre todo, qué finalidad tendría dicha revolución
democrática, especialmente si esa revolución es un fin en sí misma o
debe de servir para conseguir más fines, desde un punto de vista
marxista, haciendo por tanto, un “análisis concreto de la situación
concreta”.
Este artículo no se propone ni analizar la situación de la izquierda
en general en el Estado español, ni la particular de IU, ni entrar a
valorar a Podemos como fenómeno político, aunque sí se analizarán sus
propuestas de “revolución democrática” de forma crítica, sobre todo, si
dichas propuestas pueden realizarse dentro del marco institucional y
legal del Estado español y la Unión Europea, ya que justamente, la
revolución democrática que aquí se viene a defender es el de la ruptura
de o con esos marcos como garantía última para conseguir una auténtica
democracia política y económica.
La crisis que estamos viviendo desde aproximadamente el verano del
2007 tiene que ver con la misma esencia, con la misma forma de funcionar
del modo de producción capitalista. Esta crisis no es una estafa como
algunos sectores se empeñan en difundir, esta crisis va mucho más allá
de determinados comportamientos “inmorales”, criminales o egoístas de
determinadas élites políticas o económicas, más allá de esa “economía de
casino” de la que tanto se ha hablado y escrito. El capitalismo, como
modo de producción, como relación dialéctica de fuerzas productivas y
relaciones sociales de producción no da más de sí, los aspectos
positivos que en un momento histórico pudo tener el desarrollo del
capitalismo se acabaron hace mucho. El capitalismo como sistema solo
puede ofrecer miseria, opresión y barbarie para la inmensa mayoría de la
Humanidad. La revolución democrática que aquí se propone tiene esa
perspectiva y es concebida como un instrumento político anticapitalista
de primer orden.
Esta crisis ha puesto en evidencia la podredumbre del régimen español
surgido de la muerte de Franco y de la Constitución española de 1978:
corrupción, clientelismo, autoritarismo, falta de mecanismos
democráticos de control, abuso de poder, caciquismo, fanatismo
nacionalista español, etc. Los pactos que en su momento dieron lugar a
la España constitucional se han roto con la crisis, aunque el marco
institucional español ya venía dando muestras de agotamiento desde
antes.
Por otro lado, vemos en las diferentes propuestas de “revolución
democrática” una ausencia total de la cuestión nacional en el Estado
español. Solo el profesor Navarro se refiere a ella, defendiendo el
derecho de autodeterminación de Catalunya desde una perspectiva no
independentista. Consideramos que ignorar el potencial democrático
radical de la lucha nacional de los pueblos del Estado español supone
prácticamente ignorar o, más bien, traicionar la propia “revolución
democrática” que se pretende.
Las propuestas de “revolución democrática”
El documento de IU antes mencionado comienza diciendo que los pilares
de la “revolución democrática” que proponen son dos: uno, la revolución
política, entendida como “radicalidad democrática en las reglas del
juego democrático”, y dos, la revolución económica, entendida como
”alternativas sociales a la estrategia neoliberal de ajuste económico”.
En la exposición de motivos de la revolución económica se dice: “El
capitalismo no se plantea en este momentos mejorar la calidad de vida de
las personas, pues para mantener sus beneficios necesita recortes,
sufrimiento y represión, es decir, necesita que la mayoría asuma que
tiene que vivir peor para que una minoría viva mejor” (…) “El
capitalismo aprovecha la crisis para imponer una salida que recomponga
su tasa de beneficio, aumentando así la explotación, recortando los
derechos sindicales y democráticos para hacerlo posible y acentuando los
conflictos armados” (…)”En consecuencia, la mayoría social trabajadora
necesita su propia alternativa, orientada a avanzar en la superación del
capitalismo” (…). A continuación se desarrollan de forma breve
propuestas concretas como la auditoria ciudadana de la deuda, la
prioridad del gasto social, políticas de creación de empleo y subidas
salariales, políticas de igualdad y tiempo de trabajo, reforma fiscal,
banca pública, derecho social a la vivienda y políticas agrarias y
ganaderas.
En cuanto a la revolución política, en su exposición de motivos
encontramos lo siguiente:” El golpe de la Troika, que está limitando los
espacios de una democracia formal y poniendo los cimientos de un
régimen autoritario, es el resultado de un proyecto político europeo,
pactado por la derecha y la socialdemocracia europea, concretado en
todos los tratados europeos desde Maastricht hasta el último de
Estabilidad, sobre la base de la desregulación económica y financiera,
las privatizaciones, una moneda única sin Tesoro Público y un Banco
Central que incentiva la especulación financiera de la banca privada”
(…) “Se trata de contraponer un modelo de integración horizontal y
solidario, que empiece por consolidar las alianzas en el sur de Europa,
frente al principio desregulador que garantiza el traspaso de las rentas
del trabajo a las del capital haciendo retroceder las conquistas de las
personas trabajadoras, su capacidad adquisitiva, sus condiciones
laborales y sociales” (…) “En este marco, tenemos que señalar que la
crisis que asola al Estado español no es solamente una crisis económica,
sino también una crisis política que está anclada en la paulatina
degeneración del sistema monárquico instaurado en 1978 y de su, desde
largo tiempo instalada, dinámica bipartidista”. A continuación, como en
el caso de la revolución económica, se desarrollan toda una serie de
puntos como el estatus del cargo público, democracia participativa,
procedimiento electoral y la democratización de los medios de
comunicación.
Por otro lado, hemos de tomar el programa presentado por Podemos a
las pasadas elecciones al Parlamento europeo, también tomaremos en
cuenta el borrador “Una revolución democrática. Propuesta de principios
políticos” avalado por el Círculo de Podemos de la Universidad
Complutense de Madrid. En cuanto a Podemos, hemos de tener presente que
hasta su “Asamblea Ciudadana” prevista de este mes de octubre no se
tendrá una propuesta clara más allá de los documentos antes referidos;
al respecto, también podríamos referirnos a declaraciones de sus
destacadas figuras mediáticas, pero vendría a complicar el análisis,
además de no saberse hasta qué punto dichas declaraciones son asumidas
por el conjunto de Podemos.
Básicamente, el programa electoral de Podemos para las Europeas
pasadas proponía toda una serie de propuestas encaminadas a
“democratizar la Unión Europea” en diferentes aspectos: auditoria de la
deuda, derogación del artículo 135 de la Constitución española, control
público de determinados sectores de la economía, apoyo a la banca
pública, defensa de la pequeña y mediana empresa, reforma fiscal, cambio
de modelo productivo, renta básica, extensión de las iniciativas
legislativas populares, proceso constituyente europeo, igualdad entre
hombres y mujeres, defensa de la educación pública, reconocimiento del “
derecho a decidir”, referéndum sobre la permanencia del Estado español
en la OTAN, etc . En cuanto al borrador antes mencionado, se propone:
recuperación de la soberanía popular a través de un proceso
constituyente a nivel nacional (debemos entender en este caso “nacional”
por el Estado español), recuperación de la soberanía nacional por medio
de un proceso constituyente a nivel europeo (de nuevo, debemos entender
“nacional” por Estado español), y por último, contribución a un nuevo
modelo territorial, económico y social que satisfaga las necesidades
colectivas. En este último documento se dice: ” En esta situación de
precariedad democrática y de extrema debilidad del poder del pueblo, la
explosión de la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera
internacional (desde 2008), así como la salida de ella –aprovechada por
los poderes financieros internacionales para reducir al mínimo los
servicios públicos, recortar derechos y libertades, y hacer que los
ciudadanos paguen los errores y las pérdidas de las grandes empresas y
bancos–, han supuesto una crisis radical del sistema político
postfranquista y la aparición de nuevas formas de poder y participación
social que ponen también en crisis el aparente consenso social, político
y cultural surgido de la Transición” , más adelante dice: “PODEMOS
entiende que la rebelión popular de los últimos años está constituyendo
un proceso destituyente de facto que ha acabado con la legitimidad
política del estado postfranquista y su constitución de 1978, así como
con la legitimidad económica de la economía desarrollista,
extractivista, consumista y competitiva de corte neoliberal. Se hace
necesario, pues, primero culminar tal proceso destituyente desde la
participación social, y no desde el consenso de las élites,
trasladándolo a las instituciones, para, después, iniciar un proceso
constituyente realmente democrático, en el que la ciudadanía tenga un
papel activo y verdaderamente libre. Es objetivo básico de PODEMOS poner
en marcha este proceso, que lleve a una asamblea constituyente y a una
nueva Constitución democrática en nuestro país, la cual, sin renunciar a
los innegables logros sociales de la Constitución de 1978, resuelva sus
defectos más evidentes, como la forma del Estado y el problema
territorial, incluyendo procesos de
consulta ciudadana sobre estos y otros temas, y plantee un nuevo tipo de sociedad más justa, equilibrada y plural”.
Por su parte el profesor Navarro en su artículo nos dice lo
siguiente: “Esta demanda, centrada de momento en la esfera política, de
exigir democracia, es una demanda auténticamente revolucionaria, es
decir, que se enfrenta directamente con las estructuras de poder,
cuestionando su permanencia y existencia. Hoy, exigir que cada ciudadano
tenga el mismo poder de decisión y de gobernar el país, a través de
formas de participación tanto directa (como referéndums basados en el
derecho a decidir) como indirecta (a través de la vía representativa),
es una demanda auténticamente revolucionaria. No es ya la
nacionalización de los medios de producción, sino la exigencia de que
exista una democracia real, lo que crea pánico en los establishments de
estos países, como lo muestra muy claramente el caso de España. La
Transición, que, como documenté hace ya años (ver Bienestar
insuficiente, democracia incompleta. Sobre lo que no se habla en nuestro
país, 2002), distó mucho de ser modélica, no significó una ruptura con
el Estado dictatorial, sino una modificación (resultado,
predominantemente, de la presión del movimiento obrero) para permitir
elementos y componentes democráticos en ese Estado, sujetos a enormes
limitaciones. Y entre ellas, el funcionamiento de las instituciones
representativas dentro de un contexto mediático altamente controlado por
grupos financieros y económicos que ejercen una excesiva influencia
sobre el Estado”.
Una necesaria visión crítica
La situación a priori parece bien clara: el Estado español surgido de
la muerte de Franco y de la Constitución española de 1978 no da para
más, los pactos que tuvieron lugar en aquellos años han saltado por los
aires y no solo debido a la crisis sistémica, en este caso podemos
afirmar que la crisis sistémica ha servido de acelerante de un fuego que
ya se había encendido previamente.
Anteriormente hemos echado un vistazo a diferentes análisis de la
situación y propuestas políticas concretas enmarcadas en una llamada
“revolución democrática”. La pregunta que nos surge es si pueden esos
análisis y esas propuestas llevarnos hacia una revolución democrática
entendida como la ruptura de los actuales marcos institucionales y la
acumulación de fuerzas para una verdadera transformación social.
Antes de empezar, en el caso concreto de Izquierda Unida, llama la
atención la ausencia de una análisis histórico de por qué se ha llegado a
esta situación, la explicación puede ser sencilla: porque ello
implicaría una auténtica autocrítica del papel jugado por el Partido
Comunista de España (PCE) durante la Transición, autocrítica que no se
está de ninguna de las maneras dispuesta a hacer. Para IU está
situación ha surgido de la nada, en todo caso, como se ha argumentado a
veces, de una determinada lectura no progresista en lo político y en lo
social de la Constitución de 1978. Igualmente, en el caso de Podemos,
debemos hacer también dos breves puntualizaciones: la primera es que
como proyecto político ahora mismo está en el aire, como ya hemos dicho
anteriormente; la segunda es que Podemos aun teniendo la virtud de haber
politizado o de haber integrado en la participación política a personas
que antes estaban ajenas a la misma, está dando un discurso que ensalza
la centralidad de la presencia institucional y de la participación
electoral frente a la organización y la movilización popular, cuando, en
nuestra opinión, debería ser al revés, es decir, la centralidad debería
estar en la organización y la movilización popular, teniendo la
presencia institucional y la participación electoral un papel de apoyo y
sustento. Este discurso es especialmente peligroso ya que carga de
potencialidades a unas instituciones que por naturaleza no las tienen ni
las pueden tener, por tanto, siguiendo con esta visión, solamente con
el voto sería suficiente para cambiar la situación. Ni que decir tiene
que existen suficientes antecedentes históricos que no avalan dichos
mensajes.
Pero la cuestión es la siguiente, más allá de los programas que en
cada momento se puedan ofrecer, que lógicamente dependen de las
diferentes coyunturas, está la falta de una visión estratégica, es
decir, la carencia de un análisis del capitalismo como sistema global.
De ahí que las propuestas que hemos visto antes se queden en reivindicar
o bien una situación previa a la crisis o bien un “capitalismo de
rostro humano”, es decir, volver a la situación previa a la irrupción de
las políticas neoliberales a finales de los 70 y principios de los 80
del pasado siglo XX. En esa falta de visión estratégica, vemos que es
común refundir las teorías de Keynes con las de Marx, como si
prácticamente ambas propuestas respondieran a una misma ideología.
Supuestamente, según nos dicen economistas como Vicenç Navarro o Alberto
Garzón, Marx y Keynes habrían coincidió en señalar que las crisis se
dan por la escasez de demanda (subconsumo), por tanto la solución es
bastante sencilla: el Estado tiene que encargarse de arreglar ese
problema con políticas expansivas e inversiones públicas con el fin de
aumentar la demanda. Por supuesto, de una forma muy resumida, esa era
la visión de Keynes, pero no la visión de Marx.
Por tanto, las propuestas que hemos visto coinciden en los siguientes elementos:
- Resucitar un momento histórico en el que por una confluencia de
circunstancias (aumento de la demanda debido a la destrucción provocada
por el conflicto mundial, auge de las luchas obreras y de los
movimientos de liberación nacional, derrota del fascismo, aparición de
la URSS y de un conjunto de Estados de democracia popular en el Este
europeo, liberación de países oprimidos y orientación antiimperialista
y/o socialista de muchos de ellos, etc.) determinadas políticas
económicas inspiradas en las teorías de Keynes, en el New Deal de
Roosevelt y en los partidos socialdemócratas europeos fueron efectivas:
crecimiento económico, aumento de los salarios, políticas de cobertura
social, etc. Con la crisis de los años 70 del siglo pasado, el
keynesianismo fue abandonado, políticamente fue incapaz de hacer frente a
una crisis sistémica, del propio funcionar del modo de producción
capitalista.
- La concepción del Estado como un elemento neutro ajeno al modo de
producción capitalista y, por tanto, capaz de controlar la economía.
- Ausencia de un análisis clasista, es decir, las políticas públicas
son algo más que simples decisiones administrativas o técnicas más o
menos acertadas, sino que responden a unos intereses de clase muy
determinados. Al hilo de esto, hay que señalar el ensalzamiento que se
hace desde Podemos y desde determinados sectores de IU hacia el “buen
gestor”, es decir, si esta crisis es en realidad una estafa basta con
tener un buen cuerpo técnico, personas que no sean “ni de derechas ni de
izquierdas”, con “sentido común”, honradas, a ser posible jóvenes que
no se puedan asociar a esa “casta” de políticos y empresarios nacida al
calor de los pactos firmados tras la muerte de Franco y la Constitución
de 1978. El colmo de ese afán por ser un “buen gestor ni de derechas ni
de izquierdas” no contaminado por “viejos esquemas” lo tenemos en un
texto redactado por Francisco Moreno, miembro del Círculo de Economía,
Ecología y Energía de Podemos en el que se dice: “Aún más importante,
¿existen alternativas más eficientes y justas que el despido? A modo de
ejemplo podemos considerar el modelo alemán de reducción de jornada
(kurzarbeit). Este modelo que se puso en práctica con éxito durante la
crisis alemana de 2009 permitió mantener el desempleo por debajo del 10%
al tiempo que las empresas evitaban conflictos y mantenían su capital
humano disponible para reaccionar con más agilidad durante los periodos
de recuperación de la demanda” (¿Es Podemos una alternativa viable desde
un punto de vista económico?, http://www.kaosenlared.net/component/k2/97112-%C2%BFes-podemos-una-alternativa-viable-desde-un-punto-de-vista-econ%C3%B3mico)
. Al final, los técnicos si no tienen ideología acaban haciendo una
propuesta claramente de derechas, como hizo Merkel en Alemania. Los
“buenos gestores” no son ajenos a las relaciones sociales que se imponen
en el capitalismo ni a su ideología.
A poco que nos detengamos a analizar determinadas propuestas y sus
posibilidades de éxito, vemos que no han sido realizadas desde un
análisis del papel del Estado y la lucha de clases, por ejemplo, hay que
reconocer que la propuesta de auditar la deuda tanto pública como
privada es una propuesta con un gran potencial movilizador, pero si se
ignora el papel del Estado, concretamente de un Estado como el español, y
los intereses de clase en juego, dicha propuesta puede quedar en un
solemne fraude.
Sin entrar en especulaciones sobre si IU o, sobre todo Podemos,
tienen un programa oculto que podría implicar nacionalizaciones, el caso
es que hoy por hoy, si de verdad se quiere poner la economía al
servicio de los pueblos, si de verdad se desea un empoderamiento
popular, la nacionalización de la banca y de los sectores estratégicos
de la economía son el único camino que queda. En este sentido, tanto IU
como Podemos divagan sobre la creación de una banca pública, empresas
participadas por el Estado, control a las entidades bancarias, etc. El
caso es que si se quiere evitar un verdadero riesgo de desinversión y
una ola de deslocalizaciones, las nacionalizaciones son el remedio.
Todo esto que estamos diciendo en el plano de las políticas
económicas es aún si cabe más aplicable en el plano de estrictamente
político, así comprobamos la falta de una caracterización del Estado
español, de un análisis histórico que ignora las reminiscencias y
continuidades franquistas en la judicatura, el Ejército, o laa fuerzas
de seguridad, sin una valoración crítica de la Transición o sobre la
Unión Europea o la OTAN, o la falta de concreción sobre un posible
proceso constituyente (o destituyente); en este caso, IU se limita a
pedir un referéndum sobre monarquía o república, sin aclararnos lo más
mínimo qué carácter tendría esa república, en el caso de Podemos, ni
siquiera se concreta una opción claramente republicana, jugando sus
líderes, especialmente Pablo Iglesias con una ambigüedad muy calculada
al respecto. Todas estas ambigüedades también las observamos cuando se
reivindica el “derecho a decidir”, a veces, ese derecho quiere decir que
se está favor de la realización de meras consultas en determinados
“territorios”, en otros se puede entender como un referéndum de
autodeterminación.
Como curiosidad, Podemos en su programa electoral para las Europeas
pedía un referéndum sobre la permanencia del Estado español en la OTAN,
pero sin pronunciarse en dicho programa a favor o en contra. Como
contrapunto, no se pedía un referéndum sobre la permanencia en la Unión
Europea.
En definitiva, observamos programas políticos a realizar dentro de
unos marcos legales, cuyo cambio se ve por parte de IU y Podemos en una
perspectiva no cercana e imprecisa. Los programas que hemos analizados
se contemplan realizar en el marco de la vigente Constitución española y
de los tratados de la Unión Europea, ni que decir tiene qu esos
programas no se pueden llevar a cabo en esos marcos, son irrealizables.
Baste como ejemplo la propia Constitución de 1978, sus apartados más
avanzados son ignorados continuamente, son papel mojado, mientras que
sus apartados más reaccionarios se hacen cumplir con rigor y justamente,
las dos modificaciones que ha sufrido la Carta Magna española han sido a
instancias de Bruselas, la primera vez para permitir el voto a
ciudadanos de otros Estados en las elecciones municipales, y la segunda,
por orden de Merkel para priorizar el pago de la deuda frente a otros
gastos (art. 135, CE). Irremediablemente, el mito del “buen gestor”
despolitizado tropezará con el marco legal de la “casta”.
No se trata de mantener posiciones rígidas o dogmáticas, sino de que
la táctica sirva a una estrategia. En este sentido, Podemos es una
incógnita, en su favor debemos decir que al menos ha servido como
revulsivo, que ha hecho hablar de nuevo a importantes sectores de la
población de política y que incluso ha hecho entrar en política a no
pocas personas antes ajenas. En las reuniones de los círculos hemos
podido ver a muchas personas con un ansia verdadero de participar, de
ser protagonistas de un cambio y crear poder popular, pero una cosa es
eso y otra las diferentes intenciones de sus líderes mediáticos.
Izquierda Unida, por el contrario, es una incógnita despejada hace ya
tiempo, el ejemplo de la gestión de IU, junto al PSOE, en Andalucía nos
da una buena medida de en dónde se quedan las propuestas programáticas
“revolucionarias”. La Junta de Andalucía ha gestionado las políticas
dictadas por la Troika con todo sus recortes presupuestarios y de
derechos sociales, por otro lado, todas y cada una de las medidas de
“regeneración democrática” pactadas por el PSOE e IU desde la extensión
de las iniciativas legislativas populares, la banca pública andaluza,
etc., están durmiendo el sueño de los justos, todo un aviso a
navegantes. Como ejemplo, valgan la Ley de Memoria Histórica
Democrática, una ley progresista pero que nacerá sin financiación, si es
que ve la luz, o la Ley Antidesahucios, que ha quedado “desahuciada”,
valga la expresión, por el Tribunal Constitucional español, de nuevo,
otro aviso a navegantes. En ningún momento, la Junta de Andalucía en uso
de las escasas competencias que posee ha tratado de plantear una
alternativa a la obediencia ciega de los dictados neoliberales.
En Andalucía la revolución democrática es soberanía nacional
La táctica puede servir para operar cambios cosméticos que, tarde o
temprano, acaban siendo subsumidos por el régimen y por la lógica del
sistema, o puede servir, como hemos planteado antes, al empoderamiento
popular. No importa si esos elementos tácticos son reformistas, si de
verdad existe una estrategia de poder popular esas reformas terminarán
por desbordar los marcos establecidos y romperlos. Para ello lo
fundamental es la organización y la movilización obrera y popular,
incluyendo la participación en instituciones, pero siempre como una
herramienta más de organización y lucha.
No hay vuelta atrás, el keynesianismo y sus políticas fueron una
excepción en el desarrollo del capitalismo como sistema; idealizar un
pasado en el que el Estado regulaba las relaciones entre las diferentes
clases evitando los conflictos no puede llevarnos a ningún lado. El
capitalismo en su fase imperialista es incompatible con la democracia,
incluso con la democracia formal burguesa, y más en momentos de crisis
sistémica. El capitalismo actualmente es el dominio absoluto de los
oligopolios, en el que los políticos de distinto signo son meros
gestores de decisiones tomadas fuera de los parlamentos e instituciones.
La lucha pues ha de centrarse en otro modelo de desarrollo de las
fuerzas productivas y de relaciones sociales, la revolución democrática
ha de servir a ese propósito.
En ese proceso, la lucha por la soberanía resulta una herramienta
sumamente importante para naciones sin Estado como Andalucía, sumida
históricamente en el subdesarrollo y la dependencia. La situación de
Andalucía es dramática: cerca de 3 millones y medio de personas viven en
el umbral de la miseria, más de un 40% de la población andaluza,
llegando a casi a la mitad de la población quienes no pueden hacer
frente a gastos imprevistos y al 12% los que tienen retrasos en el
pago de las facturas de luz o el agua, mientras 600.000 personas no
tienen ningún tipo de cobertura social. Según datos y estudios de
diversas ONGs, el riesgo de pobreza afecta en Andalucía a un 36% de la
población infantil. No nos olvidamos de los ya manidos datos del paro en
Andalucía: cerca del 35%, según datos de la EPA del primer trimestre
del 2014, siendo en las mujeres un 3% mayor al de los hombres, pero el
drama del paro se hace mayor cuando observamos que la tasa de paro
entre jóvenes de 20 a 24 años es del 61%, con estos datos en la mano
podemos afirmar sin ningún tremendismo que nuestra juventud trabajadora
no tiene futuro en su propia tierra y se ve forzada a emigrar. Sin
embargo, esta grave situación no se puede achacar exclusivamente a la
crisis que estamos padeciendo, Andalucía tiene un problema como país,
como nación que ha de resolver políticamente. No se trata solamente de
la situación social y económica, hay que tener en cuenta otros
elementos como la especialización agrícola en el interior y turística en
la costa, la militarización del territorio andaluz, la condición de
Andalucía como frontera de la UE, o la manipulación de las señas de
identidad andaluzas.
No hay fatalidad, Andalucía se ha configurado en la marginalidad y la
dependencia porque así ha sido decidido desde el poder español, en un
primer momento, y más tarde también por la Unión Europea. Toda solución
política pasa por el empoderamiento andaluz, es decir, por la creación
de un poder soberano andaluz al servicio del conjunto del pueblo
trabajador.
La lucha por la soberanía nacional andaluza ha de implicar un proceso
destituyente y constituyente propios donde el protagonista sea el
conjunto del pueblo trabajador, sin tutelas, en el que será preciso
romper con los marcos legales impuestos por el Estado español y la Unión
Europea. Un poder soberano que ponga los recursos en manos de la clase
obrera y el pueblo andaluz, que desarrolle planes económicos en función
de esa mayoría social y para esa mayoría social, que ponga en marcha de
una vez una reforma agraria, que saque a Andalucía de la OTAN, que nos
libre de la presencia militar imperialista, que cuide de nuestro medio
ambiente, que empodere de verdad al pueblo y recupere nuestras señas de
identidad.
Los planes de “revolución democrática” de IU y Podemos ignoran las
circunstancias históricas y culturales de Andalucía, siendo evidente la
óptica nacionalista española con la que han sido redactados. Como
ejemplo valga el papel secundario que tanto IU como Podemos asignan a la
cuestión agraria, fundamental para Andalucía. La reforma agraria no
existe por ninguna parte quedándose todo en vagos planteamientos de
carácter secundario.
La única ruptura democrática que cabe en Andalucía es la soberanía como herramienta popular de transformación social.