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jueves, 4 de diciembre de 2014

RECTIFICACIÓN


jueves, 4 de diciembre de 2014

Interior niega que haya habido detenciones de nazis del Frente Atlético. Pues mire usted, considerando el perfil del régimen es hasta cierto punto, lógico.

Dichas detenciones fueron dadas por hechas en informaciones de agencias recogidas aquí. La verdad es que nos resulta un tanto extraña y sospechosa esta marcha atrás. 

Pues nada muchacho: a seguir cometiendo fechorías que Madrid es vuestro porque contáis con la connivencia de diversos grupos de presión. Y si finalmente os detienen, repetimos: buen comportamiento carcelario y en poco tiempo. a la calle para seguir asesinando o apuñalando antifascistas.

Nota: La foto la hemos tomado tal cual. Nosotros no habríamos difuminado los rostros de unos criminales en acto o en potencia.

"Nos quieren hacer creer que la víctima se lo merecía. Que son "cosas que pasan". Que, al final, los "extremos se tocan" y que esos extremos son iguales. ¡Valiente mamarrachada! Jamás podrá ser igual quien tiene en sus manos la sangre de cientos de inocentes bajo el paraguas de una ideología fascista, que asesina, apalea, persigue y coacciona a un sinfín de colectivos: personas de izquierdas, homosexuales, mendigos, inmigrantes, gitanos, etc. Que quiénes, por imperiosa necesidad, les hacen frente a estos en la calle, impidiendo que las calles sean lo que fueron en los 90: el paraíso de los hijos de Adolfo."

¿ TODAVÍA TIENE OBAMA UNA POLÍTICA MILITAR?



«Ante nuestra mirada»

Después de haber sido el primero en anunciar la posible nominación de Chuck Hagel como Secretario de Defensa, Thierry Meyssan se interroga sobre las razones de su salida de ese puesto. Y piensa que no hay que buscarlas en los actos del secretario sino en el cambio de política del presidente. En todo caso, observa Meyssan, Washington carece de una política clara y precisa. La administración Obama está emprendiendo acciones peligrosamente contradictorias.

| Damasco (Siria)

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Chuck Hagel, nombrado inicialmente para aplicar la política de Barack Obama, se niega a seguir la deriva política del presidente y ha preferido dimitir.
En lo que respecta a la política de seguridad nacional, no queda más remedio que decir que la administración Obama ha perdido la brújula. En mayo de 2013, la Casa Blanca desmanteló el Consejo Consultivo Presidencial en materia de inteligencia, sin renovarlo, y esta misma semana se deshizo de su fiel Secretario de Defensa, Chuck Hagel. Pero lo más importante es que la Casa Blanca sigue posponiendo la publicación de la nueva Doctrina de Seguridad Nacional, doctrina que –según estipula la ley– tenía que haberse presentado al Congreso hace ya 7 meses atrás.
Si bien existen directivas claras en materia de objetivos a largo plazo (impedir el desarrollo económico de Rusia y China) y sobre los medios para lograrlo (trasladar al Lejano Oriente las tropas estadounidenses estacionadas en Europa y en la región del Golfo), también es cierto que nadie sabe cuáles son los objetivos fijados ni lo planeeado frente al estado actual del mundo árabe.

Parece como si en 2010 la «primavera árabe» —planificada desde hacía mucho tiempo por el Departamento de Estado para poner a la Hermandad Musulmana en el poder por todos lados dentro del mundo islámico— hubiese sido una sorpresa –al menos en parte– para el presidente Obama. Al igual que el cambio de régimen en Ucrania en 2013.

Hoy en día, una parte del aparato estatal de Estados Unidos está luchando contra el Emirato Islámico —mientras que al mismo tiempo— la otra parte de este mismo aparato estatal estadounidense apoya al Emirato Islámico y combaten juntos a la República Árabe Siria.

Chuck Hagel, quien recientemente pidió por escrito una aclaración de la situación a la consejera de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, no sólo no obtuvo respuesta alguna sino que además se ha visto prácticamente expulsado de su cargo sin ninguna explicación.

Es verdad que Hagel nunca logró imponerse a la burocracia del Departamento que dirigía. Pero nadie dudaba ni de su buen juicio ni del apoyo que gozaba entre los oficiales superiores. Antes de llegar al Departamento de Defensa, Hagel se había pronunciado contra la guerra de Bush W. Jr. en Irak y al ser nombrado Secretario de Defensa se dio a la tarea de reposicionar las fuerzas estadounidenses en función de los objetivos e intereses nacionales del país, en vez de seguir –como sus predecesores– a objetivos que corresponden más bien a intereses privados.

Los favoritos para remplarzar a Chuck Hagel eran dos, el senador Jack Reed y la señora Michele Flournoy, pero ambos tiraron rápidamente la toalla. Porque comprendieron que Chuck Hagel no había sido dado de baja por haber cometido algún error sino precisamente por haber aplicado la política que le había encomendado el presidente Obama. El resultado es que las miradas se vuelven ahora hacia personajes secundarios: Bob Work y Ash Carter.

En todo caso, no bastará con alcanzar la nominación. También habrá que obtener el visto bueno del Senado –actualmente con mayoría republicana– lo cual no dejará de resultar complicado.

La prensa especializada hace un extraño y equívoco retrato del secretario saliente. Admite que es un tipo honesto –cualidad bastante difícil de encontrar en Washington– para afirmar de inmediato que no hizo gran cosa. Pero el papel de Hagel, según se definió en el momento de su nominación, era precisamente no emprender nuevas guerras y reformar el Pentágono. Lo cual había empezado a hacer. En primer lugar, cortó bastantes vínculos entre las fuerzas armadas de Estados Unidos y las de Israel. Después realizó colosales cortes presupuestarios, a excepción del sector nuclear. Durante su mandato fue constantemente blanco de los ataques de los pro-israelíes, los neoconservadores y las organizaciones gays –financiadas por estos últimos.

La confusión reinante en la política estadounidense hacia el mundo árabe se ha prolongado desde mediados de 2012. En aquel momento, la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton y el director de la CIA David Petraeus aprovecharon la campaña electoral previa a la elección presidencial para respaldar una segunda guerra contra Siria, a través de Francia y de Qatar. Después de ser reelecto, Obama se deshizo de esos dos «colaboradores» y nombró una segunda administración cuya misión consistiría en hacer la paz con Siria. Pero al cabo de unos meses se hizo evidente que la política del tándem Clinton-Petraeus seguía aplicándose y activa, incluso a espaldas de la Casa Blanca y en contra del Pentágono.

Está claro que ya no es el presidente Obama quien da las órdenes, como tampoco las daba en su tiempo su predecesor, el tristemente célebre George W. Bush Jr. Y todo hace pensar que poco a poco Obama está alineándose con la política secreta de su propia administración, una administración que evidentemente no controla.

Así que el hombre que había anunciado el fin de la disuasión nuclear, el fin de la guerra en Afganistán y en Irak y el abandono de la guerra contra el terrorismo, está haciendo exactamente lo contrario: está modernizando y desarrollando el armamento nuclear, enviando nuevamente soldados a Afganistán e Irak y está reactivando el gastado concepto de «guerra contra el terrorismo».

La eliminación de Chuck Hagel como Secretario de la Defensa de los EEUU no es por tanto un castigo por lo que ha hecho sino la prueba del cambio que viene operándose en el presidente Obama.

Queda por entender y descifrar cuáles son las fuerzas en las que se apoyan la señora Clinton y el general Petraeus, que son las fuerzas que acaban de triunfar. ¿Es el Estado profundo o se trata de actores económicos?

Resulta evidente que la prensa comercial de Estados Unidos no entiende nada de lo que está sucediendo y es incapaz de explicarlo, ni siquiera logra analizar lo que está pasando y mucho menos podrá contestar a la pregunta formulada en este mismo párrafo.

En definitiva, las cancillerías del mundo entero están a la espera de nuevos elementos que les permitan llegar a algún tipo de conclusiones.
Mientras tanto, en el terreno, el Pentágono bombardea al Emirato Islámico mientras que otras agencias estadounidenses garantizan armas y financiamiento… ¡al Emirato Islámico!

En Estados Unidos, al igual que en Francia, los presidentes vienen, pasan y cambian sin lograr influir sobre los acontecimientos. Poco importa que el presidente de turno sea el demócrata Obama o el republicano Bush en los EEUU; que sea el derechista Sarkozy o el socialdemócrata Hollande en Francia.

La máquina sigue funcionando inexorablemente, sin que nadie sepa quién define su funcionamiento.

OTRO POLICIA BLANCO ABSUELTO POR MATAR A UN HOMBRE DE RAZA NEGRA


 

 04.12.2014

LO ESTRANGULÓ: Un jurado popular en Nueva York, Estados Unidos, ha anunciado este miércoles que no procesará al policía blanco que mató el pasado mes de julio al afroamericano desarmado Eric Garner, de 43 años de edad, en Staten Island, frente al sur de Manhattan. 


Daniel Pantaleo mató el 17 de julio a Garner, sospechoso de vender de forma ilegal tabaco, al utilizar contra él la técnica de estrangulamiento, que está oficialmente prohibida, según un vídeo aparecido en la Red tras el incidente.

Esta decisión, que todavía no se ha oficializado, se produce después de que el gran jurado de la ciudad de San Luis (estado de Misuri, EE.UU.) anunciara el 24 de noviembre su decisión de no procesar al policía blanco que mató al joven afroamericano Michael Brown el pasado mes de agosto.

Esta nueva información puede dar lugar a nuevas manifestaciones potencialmente más importantes que las que se han celebrado en los últimos días por el caso de Michael Brown, en Ferguson, donde más de 80 personas fueron arrestadas.

VIKTOR ORBAN, PRIMER MINISTRO HÚNGARO. NUEVO ROSTRO DEL ENEMIGO SEGÚN WASHINGTON



La negativa del primer ministro húngaro Viktor Orban y de su partido, Fidesz, a unirse a la nueva guerra fría que Estados Unidos y Europa han iniciado contra Rusia –negativa que concretó primeramente al aceptar que el gasoducto paneuropeo South Stream pase por Hungría y que reafirmó con su enérgica política hacia los bancos y las compañías extranjeras del sector energético– ha puesto a sonar todas las alarmas en las capitales occidentales. Para F. William Engdahl, la cuestión que ahora se impone es la siguiente: ¿Será Hungría el próximo blanco de un intento de cambio de régimen financiado por Estados Unidos y la Unión Europea?
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Serguei Lavrov, ministro ruso de Relaciones Exteriores (a la izquierda), y Viktor Orban, primer ministro de Hungría (a la derecha), durante un encuentro en Budapest.
© RIA Novosti/Eduard Pesov
Hace algún tiempo que Hungría y su primer ministro nacionalista y populista Viktor Orban están en el colimador de las élites políticas de Washington. Pero, ¿cuál es el pecado del señor Orban? Simplemente no haber bajado la cabeza ante los dictados, a menudo destructivos, de la Comisión Europea y tratar de definir una identidad nacional húngara. Pero el más grave de sus pecados es sin dudas su creciente acercamiento a Rusia y su desconfianza hacia Washington, que se han materializado en un acuerdo concluido con Gazprom para que pase por Hungría el gasoducto South Stream, que debe conectar a Rusia con los países de la Unión Europea.
El propio Orban ha recorrido un largo camino político desde 1998, el año en que se convirtió en primer ministro de Hungría, uno de los dos más jóvenes que han resultado electos para ese cargo en ese país. En aquel entonces, y a pesar de la oposición de Rusia, Viktor Orban supervisó la entrada de Hungría en la OTAN –al mismo tiempo que las de Polonia y la República Checa– y en la Unión Europea.
Durante aquel mandato de primer ministro, en una época en que la Unión Europea era mucho más próspera que ahora, Orban redujo los impuestos, abolió el pago de inscripción en la universidad para los alumnos aventajados, aumentó las ayudas financieras a las madres y atrajo a los industriales alemanes con una fuerza de trabajo barata. Entre sus «consejeros» estadounidenses figuraba James Denton, vinculado a Freedom House, una ONG de Washington implicada en las revoluciones de colores [1]. Orban era entonces el niño mimado de los neoconservadores de Washington. En 2001 recibió el «Premio de la Libertad» [2] del neoconservador American Enterprise Institute [3].
En 2012, después de haber pasado 6 años en la oposición, Orban logró regresar. Y lo hizo con una importante mayoría obtenida con el Partido Húngaro de Unión Civica (conocido como Fidesz). De hecho, el Fidesz tenía el 68% de los escaños del parlamento, lo cual le garantizaba la mayoría necesaria para modificar la Constitución y adoptar nuevas leyes, y no dudó en hacerlo. Irónicamente, viendo la paja en el ojo ajeno e ignorando la viga en su propio ojo, la administración Obama y el Parlamento Europeo criticaron a Orban afirmando que había dotado al Fidesz de un poder excesivo. Daniel Cohn-Bendit y los Verdes europeos acusaron a Orban de tener como modelo la Venezuela del presidente Hugo Chávez [4].
El verdadero problema era que Orban no seguía el manual de la Unión Europea para políticos obedientes. Y Bruselas comenzó a demonizar al Fidesz y a Orban, presentando al primero como la versión húngara del Partido Rusia Unida y al propio Orban como el Putin magiar. Eso era en 2012.
Ahora la situación se hace realmente preocupante para los atlantistas y la Unión Europea ya que Orban está haciendo caso omiso ante las exigencias europeas para que interrumpa la construcción del gran gasoducto ruso South Stream.
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Mapa del proyecto de gasoducto ruso South Stream, destinado a hacer llegar el gas natural ruso hasta Europa a través del Mar Negro.
El gasoducto ruso South Stream y el gasoducto germano-ruso North Stream garantizarían a los países de la Unión Europea el abastecimiento de gas sin tener que pasar por el conflictivo territorio de Ucrania, algo a lo cual Washington se opone con todas sus fuerzas… por razones evidentes.
En enero de 2014, el gobierno del señor Orban anunció un acuerdo financiero por valor de 10 000 millones de euros con la Sociedad Nacional Energía Nuclear de Rusia para renovar la única central nuclear de Hungría, en la región de Paks, instalación de tecnología rusa y construida en tiempos de la Unión Soviética [5].
Ese anuncio llamó la atención en Washington. Lo mismo sucedió durante el verano de 2014, cuando Orban criticó a Estados Unidos observando que ese país había fracasado en resolver la crisis financiera mundial… provocada precisamente los propios bancos estadounidenses. En esa ocasión Orban elogió además a China, Turquía y Rusia, considerándolos como modelos más positivos. En términos bastante cercanos de los que yo mismo he utilizado a menudo, Orban declaró que las democracias occidentales
«corren el peligro, en los próximos años, de resultar incapaces de conservar su competitividad y parecen condenadas a la decadencia si no logran transformarse profundamente.» [6].
No contento con lo anterior, Orban logró además liberar a Hungría de varias décadas de catastrófica tutela del Fondo Monetario Internacional (FMI). En agosto de 2013, el ministro húngaro de Economía declaró que, mediante una «política monetaria disciplinada», había logrado pagar los 2 200 millones de dólares que Hungría le debía al FMI. ¡Fin de las privatizaciones impuestas y de las condiciones exorbitantes que exige el FMI! El presidente del Banco Central húngaro exigió entonces al FMI el cierre de todas sus oficinas en Budapest. Además, al igual que en Islandia, el Fiscal General de Hungría emprendió acciones legales contra los tres primeros ministros de los gobiernos anteriores por haber hundido la nación en un nivel de endeudamiento de proporciones criminales, precedente que no podía dejar de provocar sudores fríos en varias capitales, así como en Washington y en Wall Street [7].
Pero la más fuerte de todas las alarmas fue la que comenzó a sonar cuando Orban y el Fidesz dieron, al mismo tiempo que sus vecinos austriacos, luz verde a la construcción del gasoducto ruso South Stream sin tener en cuenta las protestas de la Unión Europea, que afirmaba que ese proyecto iba en contra de sus leyes. «Es lebe die österreichisch-ungarische Energiemonarchie!» (¡Viva la soberanía energética austro-húngara!), proclamó Orban en un encuentro con Horst Seehofer, ministro-presidente de Baviera, el 6 de noviembre en Munich [8].
Eso fue suficiente para que las élites estadounidenses dieran de inmediato la alerta. El New York Times, celoso sostén del establishment, publicó en primera plana un editorial titulado «El peligroso deslizamiento de Hungría», donde podía leerse:
«El gobierno del primer ministro húngaro Viktor Orban se desliza hacia el autoritarismo y desafía los valores fundamentales de la Unión Europea, y todo el mundo se lo permite.»
En los siguientes términos revelaba el New York Times la verdadera razón del pánico reinante en Washington y Wall Street:
«Una vez más Hungría ha dado prueba de su desprecio por la Unión Europea al adoptar, el pasado lunes, una ley que autoriza el paso del gasoducto ruso South Stream a través del territorio húngaro. Esta nueva ley es una violación flagrante de la orden impartida en septiembre pasado por la Unión Europea a todos sus miembros de rechazar la construcción de South Stream y de las sanciones económicas impuestas por la Unión Europea y Estados Unidos en contra de Rusia como consecuencia de sus acciones en Ucrania. En vez de protestar tímidamente contra esas medidas antidemocráticas, la Unión Europea haría mejor ordenando también sanciones contra Hungría. Y Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, debería utilizar su poder para obligar al señor Navracsics a dimitir.» [9]
[El húngaro] Tibor Navracsics acaba de ser nombrado comisario europeo a cargo de Educación, Cultura, Juventud y Deportes y todavía estamos buscando qué vínculo puede tener esa función con la construcción de gasoductos.
Y ahora no habrá que asombrarse cuando veamos a la National Endowment for Democracy [10] y las serviciales ONGs financiadas por Estados Unidos hallar una buena excusa para organizar manifestaciones contra el partido Fidesz y el primer ministro húngaro Viktor Orban para castigarlos por el imperdonable crimen que han cometido: tratar de liberar a Hungría de la situación demente que Estados Unidos ha creado en Ucrania.
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OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
[1] «Freedom House: cuando la liberdad no es más que un pretexto», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 3 de enero de 2005.
[2] "Orbán Address at Receiving Freedom Award", American Enterprise Institute, 1º de mayo de 2001.
[3] «El Instituto Norteamericano de la Empresa», Red Voltaire, 13 de marzo de 2004.
[4] "Hongrie: Daniel Cohn-Bendit compare Viktor Orban à Chavez et Castro", RTBF.be, 18 de enero de 2011.
[5] "Strange Bedfellows: Hungary Leans Toward Russia", Brent Ranalli, The Globalist, 10 de marzo de 2014.
[6] "Prime Minister Viktor Orbán’s Speech at the 25th Bálványos Summer Free University and Student Camp", Sitio web del gobierno húngaro, 30 de julio de 2014.
[7] "Hungary Sheds Bankers’ Shackles", Ronald L. Ray, AFP, 23 de agosto de 2013.
[8] "Seehofer receives controversial Hungarian State Chief", Britan Today, 6 de noviembre de 2014.
[9] “Hungary’s Dangerous Slide”, Equipo editorial, The New York Times, 5 de noviembre de 2014.
[10] «La NED, vitrina legal de la CIA», por Thierry Meyssan, Оdnako (Rusia), Red Voltaire, 11 de octubre de 2010.

VULNERABILIDADES DE RUSIA ANTE LAS SANCIONES DE ESTADOS UNIDOS, LA UNIÓN EUROPEA Y LA RAPIÑA DE LA OTAN

Por James Petras. 
La recuperación del poderío económico y militar de Rusia lograda bajo el mandato de Vladimir Putin se ve comprometida hoy por la guerra económica que le imponen Estados Unidos y la Unión Europea, observa el profesor James Petras. Esta confrontación obligará al poder ruso a cuestionar sus relaciones con el sistema oligárquico heredado de la era Yelsin, sistema que Putin reformó y controló en parte, pero en el que también se apoyó y que incluso preservó para sacar a Rusia del marasmo económico en que se hallaba. Frente a la agresión occidental, ese viejo sistema no basta. O Putin elimina el modelo oligárquico y abre una nueva fase innovadora de la economía rusa implicando a las fuerzas productivas, las diversas clases sociales –ricas en científicos y técnicos– con los dinámicos y prósperos mercados emergentes de Asia, o mantiene con el viejo sistema oligárquico un statu quo que lo llevaría a la derrota, analiza Petras.
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Cuatro oligarcas muy cercanos a Putin: Guennadi Timchenko, Yuri Kovalchuk, Igor Setchin y Arkadi Rotenberg
El golpe de estado patrocinado por Estados Unidos y la Unión Europea en Ucrania por un lado, el intento de transformar a Ucrania de socio comercial histórico y estable de Rusia en uno más de la devastada economía de la Unión Europea, para que sirva además de plataforma de lanzamiento de misiles de la OTAN apuntando contra Rusia, así como las sanciones económicas posteriores lanzadas en contra de Rusia por el bloque (Estados Unidos-Unión Europea) por apoyar a la minoría étnica ucraniana de lengua rusa viviendo desde siglos en la región del Donbas y de Crimea, ilustran la peligrosa vulnerabilidad en la que se puede encontrar la economía y la seguridad del Estado ruso frente a la agresión occidental.
Para tener un panorama real y concreto de los esfuerzos necesarios que debe realizar Rusia para su viabilidad económica, para su seguridad en materia de defensa, para que Rusia pueda encontrar la solución a estos desafíos, se requiere entonces de un análisis crítico de las políticas y estructuras emergentes en Rusia después de la era post-soviética.

Saqueo como Privatización

Durante el último cuarto de siglo, varios billones de dólares de valor de la propiedad pública estatal en todos los sectores de la economía rusa fueron transferidos ilegalmente o fueron violentamente incautados por grupos mafiosos o gángsteriles oligarcas que actuaban a través de bandas armadas [grupos de poder], especialmente durante la fase del derrumbre del sistema comunista de la Unión Soviética a la fase de «transición al capitalismo» emergente, desapareciendo la Unión Soviética, apareciendo el nuevo Estado: la Federación de Repúblicas de Rusia.
De 1990 a 1999, más de 6 millones de ciudadanos rusos murieron prematuramente [o a fuego lento] a consecuencia del colapso catastrófico de la economía; la esperanza de vida para los hombres disminuyó de 67 años durante la era soviética a 55 años durante el período del presidente Borís Yeltsin. El PIB [producto interior bruto] de Rusia se redujo en sesenta por ciento (-60%) –una primicia histórica para un país que no estaba en guerra. Después de tomar violentamente el poder con el bombardeo del parlamento ruso, el régimen de Yelsin procedió a «priorizar» la privatización de la economía, la venta de la energía, de los recursos naturales, de la banca, los transportes y las comunicaciones a una décima parte o incluso menos que eso de su verdadero valor económico, esto fue vendido por nada a los compinches bien conectados y otras entidades extranjeras.
En esa época era costumbre ver matones armados, organizados por los mismos oligarcas arribistas “completando” el programa de privatización mediante agresiones, asesinatos y otras formas de violencia. Cientos de miles de pensionistas (jubilados) de edad avanzada fueron expulsados de sus casas y apartamentos en un vicioso comercio de superficies y terrenos por especuladores inmobiliarios violentos. Consultores y otros consejeros financieros académicos de Estados Unidos y de Europa «aconsejaban» a diversos oligarcas rivales y a los ministros del nuevo gobierno ruso como utilizar las mejores técnicas de mercado “eficientes” para saquear la economía, «aconsejando» pues, mientras tocaban lucrativas y cuantiosas comisiones generando así enormes fortunas para la gente «bien relacionada».
Mientras tanto, los niveles de vida se derrumbaron en esta nueva Rusia Federal, empobreciendo a las dos terceras partes de los hogares rusos, los suicidios se cuadruplicaron y las muertes por alcoholismo, adicción a las drogas, el VIH (SIDA) y las enfermedades venéreas se tornó incontrolable. La sífilis y la tuberculosis alcanzaron proporciones epidémicas –enfermedades totalmente controlados durante la era soviética– volvieron aparecer con furia a consecuencia del cierre de clínicas y hospitales públicos que no teniendo fondos dejaron de funcionar.

Documental sobre los acontecimientos de octubre de 1993, el bombardeo de la Casa Blanca en Moscú por Yeltsin.

Por supuesto, para los medios de comunicación occidentales, para la respetable prensa comercial haciendo uso del noble don de la libertad de expresión, celebraron el saqueo de Rusia como siendo una buena transición hacia la democracia y «elecciones libres en una economía de libre mercado». Ellos escribieron brillantes artículos donde alababan la inteligencia del nuevo poder político; el control de la economía por oligarcas mafiosos fue descrito como el reflejo de un aumento de la «democracia liberal». El Estado ruso pasó así, de la noche a la mañana, del rol de Superpotencia Mundial al de Estado abyecto, convirtiéndose en un régimen cliente, penetrado por las agencias de inteligencia occidentales e incapaz de gobernarse y hacer respetar los acuerdos y sus intereses frente a las potencias occidentales. Estados Unidos y la Unión Europea desplazaron rápidamente la influencia rusa-soviética de Europa del Este y rápidamente se hicieron con el control de las ex-empresas estatales, los medios de comunicación y las instituciones financieras [tanto de Rusia como del bloque socialista de Europa del este].
Los antiguos funcionarios comunistas y de izquierda e incluso ejecutivos nacionalistas fueron expulsados y sustituidos por políticos pro-OTAN dóciles y serviles al «libre mercado». Estados Unidos y la Unión Europea violaron todos los acuerdos históricos firmados por Gorbachov con Occidente: los regímenes de Europa del Este se convirtieron en miembros de la OTAN; Alemania Occidental anexó el este y las bases militares de la OTAN se ampliaron hasta las fronteras con Rusia.
Los pro-OTAN implantaron «think tanks» [1] suministrando propaganda e inteligencia anti-rusa en la sociedad. Cientos de organizaciones no gubernamentales [ONGs], financiadas por Estados Unidos, operando dentro de Rusia con propaganda y otros medios de instrumentalización para crear y fomentar una nueva raza de políticos «serviles» neo-liberales. En el Cáucaso soviético y el Extremo Oriente, Occidente fomentó movimientos sectarios separatistas y levantamientos armados, especialmente en Chechenia; Estados Unidos patronó dictadores lacayos útiles a su imperialismo, un buen ejemplo es el payaso títere neoliberal y corrupto, hablamos del presidente Saakashvili en la ex-República Soviética de Georgia.
De esta manera el Estado ruso fue colonizado y su gobernante putativo, es decir el presidente de Rusia en aquella época, Boris Yeltsin –a menudo completamente ebrio–, gobernaba por decreto y gracias a la corrupción ganaba la obediencia de los funcionarios públicos y administradores del país, desintegrando aún más al Estado y la sociedad rusa.
La década de Yeltsin es recordada por el pueblo ruso como siendo un verdadero desastre; en cambio ese mismo período es para Estados Unidos, la Unión Europea, para los oligarcas rusos y sus seguidores la Edad de Oro... del saqueo. Para la inmensa mayoría de rusos, fue una Edad Oscura, cuando la ciencia y la cultura rusa fueron destrozadas; toda una clase de científicos, artistas e ingenieros de alto nivel y rango mundial murieron de inanición, a «fuego lento» ya que sus paupérrimos ingresos de pensión los conducieron a la desesperación, precaridad, miseria y muerte.
Para Estados Unidos, la Unión Europea y los oligarcas esto fue la era de la «presa fácil»: el pillaje económico, cultural e intelectual, miles de millones de dólares de fortuna fueron a parar en los bolsillos de la mafia oligárquica; impunidad política, criminalidad desenfrenada y la sumisión del gobierno ruso a los dictados de Occidente. Los Acuerdos Internacionales con el Estado ruso se violaban incluso antes de que la tinta este seca. Era la época del mundo unipolar centrado en Estados Unidos, el «Nuevo Orden Mundial», donde Washington podría influir e invadir a los adversarios nacionalistas y a los aliados de Rusia con toda impunidad.

La «Época de Oro» de la dominación del mundo se convirtió en el indiscutible modelo «estándar» occidental, dicho modelo serviría para juzgar a Rusia después de la era Yeltsin. Cada decisión de política interior y exterior [de Estados Unidos y la Unión Europea], adoptada durante los años de gobierno de Putin, es decir entre 2000 y 2014, ha sido diseñada especialmente por Washington para juzgar a Rusia, en función de si [las nuevas políticas impulsadas por Putin] se ajustaban o desviaban de la década Yeltsin, década de pillaje y manipulación de Rusia sin que ésta de signos de respuesta en su defensa.

La Era Putin: reconstrucción económica del Estado ruso y la creciente beligerancia de Estados Unidos y la Unión Europea

La primera y principal tarea del presidente Putin fue la de hacer terminar el colapso en la que Rusia se encontraba sumergida. Con el tiempo, el Estado y la economía rusa se fueron recuperando y una cierta apariencia de orden y legalidad llegó a todo el país. La economía comenzó a recuperar y crecer; igual para el empleo, mejores salarios así como un mejor nivel de vida y de bienestar general se fue generalizando, la tasa de mortalidad dejó de crecer.
Comercio, inversión y transacciones financieras con Occidente se normalizaron –se frenó el pillaje que fue denunciado como siendo criminal y procesado ante la justicia. La recuperación de Rusia fue visto por Occidente (Unión Europea y Estados Unidos) con ambigüedad: Muchas personas legítimas y honestas en negocios, las multinacionales comerciales legales dieron la bienvenida al restablecimiento de la ley, del orden y el fin del gangsterismo en Rusia; en contraste, los políticos en Washington y Bruselas, así como los capitalistas buitres de Wall Street y la City de Londres rápidamente condenaron a Putin que lo calificaron de «dictador emergente lleno de autoritarismo» y «estatismo», porque las nuevas autoridades rusas comenzaron a investigar a los oligarcas mafiosos por evasión de impuestos, lavado de dinero a gran escala, corrupción de funcionarios públicos e incluso por el asesinato de burócratas que se opusieron al antiguo orden legado por Yelsin.

El ascenso de Putin al poder coincidió con el auge [demanda] de los productos básicos [materias primas] en todo el mundo. El espectacular aumento del precio del petróleo, del gas ruso y otros metales (2003-2013) permitió a la economía rusa de crecer a un ritmo rápido, mientras que el Estado ruso aumentaba la regulación y control de su economía, entonces pudo comenzar a restaurar también sus fuerzas armadas.
El éxito de Putin para poner fin a las formas más salvajes de saqueo de la economía y el restablecimiento de la soberanía de Rusia le hizo popular entre el electorado: fue entonces repetidamente reelegido por una amplia y sólida mayoría popular en el país.
Como Rusia se fue distanciando de las políticas dominadoras y colonizadoras que Occidente le imponía, como Rusia fue cambiando a los funcionarios corruptos o vendidos y eliminando todas los vicios y prácticas corruptas de la era Yeltsin, Estados Unidos y la Unión Europea (UE) lanzaron una estrategia política hostil hacia Rusia de Putin, dicha estrategia diseñada con múltiples puntas de ataque, tenía como objetivo socavar la reputación y gobernanza del presidente Putin. Estados Unidos y la Unión Europea soñaban poder restaurar clones neoliberales al estilo Yeltsin, que sean dóciles y obedientes al poder Occidental para poder continuar con el saqueo.

Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) rusas financiadas por fundaciones estadounidenses que actuaban en realidad de manera encubierta para la CIA, lograron generar protestas callejeras masivas, esto para recrutar y fundar organizaciones electorales de oposición. Partidos políticos ultraliberales apoyados por Occidente compitieron sin éxito contra otros partidos locales en las elecciones nacionales en Rusia.
El Centro Carnegie una instituto financiado por Estados Unidos, conocido por ser un antro de la propaganda yanqui [2], produjo una extensa cantidad de folletos, revistas y otras publicaciones donde describía la política de Putin como «demoníacas», «autoritarias», de «persecución» contra los buenos oligárcas opositores y que Putin estaba planeando el regreso a una «economía de órden y mando estilo soviético».

Mientras Occidente trataba de restaurar la «Edad de Oro» del saqueo a través de otros sustitutos de manipulación interna, por otro lado proseguía con su agresiva política exterior destinada a eliminar a los aliados y socios comerciales de Rusia, especialmente en el Medio Oriente.
Estados Unidos invadió Irak, asesinó a Saddam Hussein y desmanteló el liderazgo del Partido Baas, poniendo en su lugar un régimen títere sectario pro-Washington, así eliminaron un aliado tradicional clave nacionalista de Moscú en la región.
Estados Unidos decretaró sanciones económicas contra Irán, un importante y lucrativo socio comercial petrolero de Rusia. Estados Unidos y la Unión Europea financian una insurgencia armada [terroristas islámicos] a gran escala para derrocar al presidente Bachar al-Assad en Siria, otro aliado importante de Rusia, y para privar a la Armada rusa de un puerto amigo en el Mediterráneo. Estados Unidos y la Unión Europea bombardearon a Libia, un importante socio petrólero y comercial de Rusia (y China), instalando allí un régimen cliente pro-occidental de tendencia islamista radical [Libia está actualmente sumergida en un total caos y anarquía, los grupos de fundamentalistas islámicos terroristas han tomado el poder con el apoyo de la OTAN, nota de la redacción].

La presión estadounidense contra Rusia se hizo sentir en el Cáucaso y en el Mar Negro, cuando el régimen de Georgia bajo la órbita de Washington invadió por sorpresa Osetia del Sur en 2008, un protectorado de Rusia, el ataque nocturno de Georgia mató a decenas de fuerzas de paz rusas y a cientos de civiles, este ataque fue repelido por una contraofensiva eficaz y aplastante por parte de Moscú.
En 2014, los ataques occidentales contra Rusia empezaron de nuevo, esta vez la estrategia es de aislar, cercar y eventualmente socavar cualquier posibilidad de un Estado independiente ruso [mediantes castigos económicos].
Estados Unidos financió entones un golpe de Estado cívico-militar en Ucrania para derrocar al gobierno elegido del presidente Viktor Yanukovitch, quien se había opuesto a la anexión [o incorporación] de Ucrania a la Unión Europea y su eventual afiliciación como miembro de la OTAN.
Washington impuso un nuevo régimen [fascista-neonazi] títere en Kiev, régimen profundamente hostil a Rusia y a los ciudadanos de origen étnico ruso-ucraniano en la región este del país donde son históricamente mayoría como en Crimea.
El no reconocimiento de Rusia a este golpe de Estado, el respaldo de Moscú a los ciudadanos rusos-ucranianos pero tambien ucrano-ucranianos que están a favor de un nuevo sistema político federalista y democrático [y que exigen eso al régimen fantoche de Kiev] en las regiones del este de Ucrania y Crimea sirvió de pretexto a Occidente para imponer sanciones comerciales contra Rusia, en un intento de socavar su industria, principalmente en los sectores del petróleo [energía], los bancos, los sectores manufactureros y paralizar así su economía.

Los estrategas imperialistas de Washington y Bruselas no respetaron y rompieron todos los acuerdos previos firmados con la Administración rusa del gobierno de Putin; por otro lado trataron de convencer y convertir a los oligarcas aliados cercanos de Putin para que se pongan encontra del presidente ruso, para ello amenazaron a dichos oligarcas de congelar, confiscar (pretextos no faltan cuando el dinero no es limpio o no declarado) sus tenencias, posesiones y otras fortunas personales colocadas en Occidente (generalmente fortunas invertidas en negocios en la Unión Europea) –especialmente sus cuentas bancarias, sus lavados de dinero y otras propiedades ocultas o bajo nombres de terceros. En lo que respecta a las empresas petroleras estatales rusas, que participaban conjuntamente con otras empresas petroleras multinacionales como lo son Chevron, Exxon y Total, fueron repentinamente aisladas de los mercados de capitales occidentales.
El impacto acumulativo de esta ola de sanciones de la ofensiva occidental –que ya tiene una década con estos objetivos– es decir el punto culminante buscado por Estados Unidos y la Unión Europea era provocar una recesión en Rusia, socavar su moneda (el rublo se redujo 23% en 2014), aumentar el costo de las importaciones rusas y causar el mayor daño posible a los consumidores locales .
La industria rusa, que depende de equipos y piezas extranjeras, así como las empresas petroleras rusas que dependen de la tecnología importada para efectuar la explotación de pozos de las reservas del Ártico se vieron afectadas por este embargo-bloqueo y guerra económica llena de sanciones impuestas por Occidente, todo esto a causa de la «intransigencia de Putin», quien se niega a doblegarse ante el dictado de Occidente.
A pesar de los éxitos a corto plazo de la guerra económica lanzada por Estados Unidos y la Unión Europea contra la economía rusa, la Administración Putin ha seguido siendo muy popular entre el electorado ruso, con índices de aprobación superior al 80%.
Las agrupaciones políticas rusas de oposición al presidente Putin, –es decir los grupos o líderes políticos pro-occidentales al interior de Rusia– han perdido toda credibilidad y sus panfletos acaban en la basura y sus discursos también pero en la basura de la historia.
Sin embargo, la política de sanciones occidentales y la política agresiva, es decir el cerco militar que la OTAN está implementando en las fronteras de Rusia, ha puesto a la luz las vulnerabilidades de Moscú.

La vulnerabilidad rusa:
Las limitaciones que Putin enfrenta para proseguir con la restauración de la soberanía de Rusia

Después del saqueo de la economía rusa tanto por la oligarquía moscovita nacional como occidental y la degradación salvaje en la que se encontraba la sociedad rusa, el presidente Putin emprendió una estrategia compleja.
En primer lugar, hizo una diferencia entre oligarcas, aquellos oligarcas que son «políticos» [o que hacen política para sus propios intereses] y oligarcas que son «económicos»: en estos últimos encontró muchos oligarcas ricachones que estaban dispuestos a cooperar con su gobierno [con el nuevo gobierno de Putin] en la reconstrucción de la economía rusa, y estaban dispuestos a seguir complacientemente las directivas impuestas por el presidente Putin y meter la mano al bolsillo para ello.
Estos oligarcas «económicos» comprometidos con Putin conservaron su enorme poder económico y recibieron muchos beneficios y ganancias por su contribución a la reconstrucción de la economía rusa, pero a cambio de esto abdicaron a tener algún poder político. A todos ellos, Putin permitió que estos oligarcas «económicos» conservaran sus imperios empresariales dudosamente adquiridos.
Por el contrario, los oligarcas que buscaban el poder político y financiaban a los políticos de la era Yeltsin estuvieron en la mira de la administración Putin –algunos fueron despojados de sus fortunas– y otros fueron procesados por delitos que van desde el lavado de dinero, evasión de impuestos, estafas y transferencia ilegal de fondos en el extranjero, e incluso perseguidos por la justicia por el asesinato de sus rivales.

El segundo lugar, la estrategia económica-política de Putin a principios de su mandato fue la de profundizar la cooperación de Rusia con los Estados y las economías occidentales, sobre la base de un intercambio recípocro en los mercados comerciales y no sólo en beneficio de una parte, porque durante la era Yelsin la apropiación de los recursos rusos fue acaparada por Occidente. Putin buscaba asegurar una mayor integración política-militar con Estados Unidos y la Unión Europea para asegurar las fronteras y zonas de influencia de Rusia.
Con esta finalidad, el presidente Putin permitió la circulación sobre las rutas del territorio ruso de los suministros expedidos y destinados para las bases militares de las fuerzas armadas de Estados Unidos y la Unión Europea que participaban en la invasión y ocupación de Afganistán. Tampoco se opuso a las sanciones de la Unión Europea y Estados Unidos contra Irán. Putin tampoco hizo mayor cosa cuando Estados Unidos invadió y ocupó Irak, a pesar de los estrechos lazos económicos permanentes entre Moscú y Bagdad. Por otro lado se unió a las 5 potencias que supervisan las conversaciones de «paz» en Palestina-Israel y se puso por un buen tiempo del lado de Washington e Israel. Incluso dio ingenuamente luz verde a los bombardeos de la OTAN en Libia, suponiendo que sería un asunto limitado, una intervención «humanitaria».
Como resultado de esta colusión [compañerismo] político y diplomático de Putin con la expansión militar de Washington y de la OTAN, el comercio de Rusia, la inversión y las finanzas con Occidente prosperaron. Empresas rusas levantaron préstamos en los mercados de capitales occidentales; los inversores extranjeros acudieron en masa a la bolsa de valores de Rusia y multinacionales formaron empresas mixtas con las empresas rusas. Las principales compañías de petróleo y gas florecieron. La economía rusa recuperó los niveles de vida de la era soviética; el gasto de los consumidores aumentó; el desempleo pasó de una cifra de dos dígitos a un solo dígito; sueldos y salarios atrasados se pagaron y centros de investigación, universidades, escuelas e instituciones culturales comenzaron a recuperarse.
En el tercer lugar de la estrategia de Putin viene la recuperación del Estado (renacionalización) del sector energético –petróleo y gas– un sector importante y estratégico para Moscú. Por compra y recompra directa de acciones y [de empresas], a través de auditorías financieras y la confiscación de los activos de los oligarcas mafiosos. Moscú volvió a tomar nuevamente el control de manera estatal del petróleo y gas ruso, esto fue una operación realizada con gran éxito. Estos sectores renacionalizado formaron empresas conjuntas con los gigantes petroleros occidentales y llevaron cuantiosas exportaciones de petróleo ruso en el transcurso del periódo de alta demanda mundial. Con el aumento de los precios del petróleo en la década de Putin, Rusia conoció un aumento de las importaciones impulsada por los consumidores rusos, importaciones de productos agrícolas, de joyería de lujo y autos ... Putin consolidó su posición política dentro de Rusia gracias al apoyo electoral popular y profundizó la «integración» de Rusia en los mercados occidentales.
La estrategia de expansión y de crecimiento económico de Putin estaba conectada exclusivamente hacia los mercados Occidentales, es decir la Unión Europea y Estados Unidos, no miraba hacia el este: Asia/China, ni tampoco miraba hacia el sur: América Latina.
Con este enfoque inicial del presidente ruso hacia «Occidente» enfoque táctico y exitoso en un principio, Putin comenzó a exponer sin querer las vulnerabilidades estratégicas de Rusia.
Las primeras señales evidentes de agresividad occidental fueron cuando estos lanzaron una campaña de apoyo a los oligarcas corruptos rusos, es decir una campaña anti-Putin, y los medios de comunicación comerciales de Occidente comenzaron a demonizar el sistema judicial ruso que procesaba y condenaba en justicia a un oligarca mafioso y gansteril como lo es Mijaíl Jodorkovski.
La segunda señal de agresividad de Occidente fue el apoyo financiero y político de Estados Unidos y de la Unión Europea a los neoliberales de la era Yeltsin, que comenzaron a competir polticamente contra los candidatos del partido Rusia Unida, el partido de Vladimir Putin... Se hizo evidente que el esfuerzo de Putin para restaurar la soberanía rusa entraba en conflicto con los planes de Occidente que busca mantener a Rusia como un Estado vasallo.
Occidente sigue añorando los años dorados de pillaje desenfrenado y de dominación de la economía rusa de la era Yeltsin y por eso detestan la era Putin, aquella de una Rusia independiente y dinámica, por tal razón tratan de desprestigiar constantemente al presidente de Rusia comparándolo a la extinta Unión Soviética y al KGB.

En 2010, Estados Unidos apoyó y empujó a uno de los presidentes-clientes que controla, el presidente georgiano Saakashvili de Georgia, para que invadiera militarmente Osetia del Sur, un protectorado [territorial] de Rusia. Esta fue la primera indicación o señal importante que la interacción de Putin con Occidente era también contraproducente. Las fronteras territoriales de Rusia, la de sus aliados y las zonas de influencia rusas se han transformado en objetivos codiciados por Occidente. Estados Unidos y la Unión Europea condenaron la respuesta defensiva de Rusia, incluso después que Moscú retirara sus tropas de Georgia y aplicarle una buena paliza.
La corta guerra de Rusia contra Georgia fue un ensayo militar de Occidente, una especie de ensayo bélico de varios disparos y bombas financiada, aprobada, planificada por Estados Unidos y la Unión Europea; otras veces estos tipos de intervenciones militares reciben el nombre de «revoluciones de color» y otras veces de «intervenciones humanitarias» de la OTAN.
Yugoslavia, país en los Balcanes, fue desmantelada como República Federal por los bombardeos de la OTAN y Ucrania ha experimentado estos últimos tiempos varias «revoluciones de color» para llegar hoy a una sangrienta guerra civil.
Washington y Bruselas han interpretado erroneamente las diversas medidas de conciliación propuestas por el presidente Putin como signos de debilidad de parte de Rusia y se han sentido con las manos libres y el permiso necesario para invadir [controlar] más territorios cerca de la frontera rusao o para derrocar a los gobiernos amigos de Rusia.

A mediados de la segunda década del nuevo siglo XXI, los Estados Unidos y la Unión Europea tomaron una importante decisión estratégica para debilitar la seguridad de Rusia y su soberanía económica: tomar el control de Ucrania, expulsar a Rusia de su base naval del Mar Negro en Crimea y convertir a Ucrania en un puesto de avanzada militar de la OTAN; por otro lado cortar los vínculos económicos de este de Ucrania [región étnicamete rusofona] con Rusia — especialmente el mercado estratégico de armamento militar ruso para con Ucrania.
Este golpe fue financiado por Occidente, mientras que las bandas armadas de extrema derecha y grupos de choque neonazis las proporcionaron los radicales de Ucrania [en colaboración con los servicios secretos occidentales]. La junta [gobernante neofascista] de Kiev organizó una guerra de conquista dirigida para eliminar a los anti-golpistas, a los federalistas, a las fuerzas pro-democracia en la región sureste [y este de Ucrania],en la rica región del Donbas con su mayoría étnica rusa y sus lazos [económicos] con la industria pesada a Rusia.

Cuando Putin reconoce finalmente el grave peligro para la seguridad nacional de Rusia, su gobierno respondió con la anexión de Crimea después de un referéndum popular y comenzó a ofrecer corredores y otras líneas de ayuda y de suministros para los federalistas asediados en el este de Ucrania que se oponen al régimen [neofascista] de Kiev.
Entonces Occidente comenzó aprovecharse de las vulnerabilidades de la economía rusa, vulnerabilidades que resultan del modelo de desarrollo económico de Putin, e impuso a Moscú una amplio lista de sanciones económicas destinadas a paralizar la economía de Rusia.

Las sanciones de Occidente
y los puntos débiles de Rusia:
Repensar el enfoque estratégico de Putin

La agresividad militar de Occidente y las sanciones contra Rusia han puesto a la vista varias vulnerabilidades o puntos débiles de la estrategia económica y política de Putin.
Estos incluyen:

  1. Su dependencia exclusiva en los mercados occidentales conducida por los «oligarcas económicos» para promover su estrategia de crecimiento económico de Rusia;
  2. Su aceptación de la mayoría de las privatizaciones de la era Yeltsin;
  3. Su decisión de centrarse en el comercio con Occidente, ignorando el mercado de China;
  4. Su aceptación de adoptar principalmente una estrategia de exportación de gas y petróleo en lugar de desarrollar una economía diversificada;
  5. Su dependencia hacia sus aliados los oligarcas barones ladrones –sin experiencia real en el desarrollo de la industria, que no cuentan con verdaderas habilidades financieras ni técnicas, con escasa experiencia tecnológica, sin conocimientos en conceptos de marketing –para poder restaurar, renovar, innovar y ejecutar un sector manufacturero de avanzada. A diferencia de los chinos, los oligarcas rusos han sido totalmente dependientes de los mercados occidentales, sea para las finanzas [colocar sus millones en bancos en Occidente], sea para la tecnología y han hecho muy poco para desarrollar el mercado [interior] nacional ruso; nada han hecho para implementar la autofinanciación mediante la reinversión de sus utilidades o mejorar la productividad a través de la tecnología rusa y la investigación. Nada de esto han hecho los oligarcas.
Frente a las sanciones occidentales, el punto más débil de Putin para poder dar una respuesta contundente curiosamente son oligarcas-aliados, y este punto débil incapacita a Rusia en la formulación de una respuesta eficaz a la agresión occidental.
Estos oligarcas-aliados presionan a Putin para que ceda y acepte lo que Washington está exigiendo; al mismo tiempo suplican a los bancos occidentales para que sus cuentas y propiedades estén libres o exentas de las sanciones occidentales. Están desesperados por proteger sus bienes en Londres y Nueva York. En una palabra, están apurados y desesperados por que el presidente Putin llegue rápidamente a un acuerdo con la Junta [neofascista] de Kiev y abandone a los luchadores federalistas rusos-ucranianos que exiguen libertad y democracia en el sureste y este de Ucrania. Y presionan a Putin para ello.

Esto pone en relieve la contradicción dentro de la estrategia de Putin de trabajar con los oligarcas «económicos», que estuvieron de acuerdo desde un principio en no oponerse a Putin en Rusia, mientras que iban transferiendo sus riquezas masivamente a los bancos occidentales, invirtiendo sus millones en bienes raíces de lujo en Londres, París y Manhattan y creando vínculos, amistades y lealtades [con grupos de poder] fuera de Rusia.
En efecto, estos «oligarcas económicos» están hoy en día estrechamente vinculados a los enemigos políticos actuales de Rusia [los banqueros y otros grupos de poder occidentales que están lanzando las sanciones económicas contra Rusia actualmente].
Fue un éxito táctico de Putin en un principio el de aprovechar la «ayuda» de los oligarcas en su proyecto de crecimiento a través de la estabilidad pero paradójicamente esto se ha convertido hoy en una debilidad estratégica en la defensa del país contra las represalias económicas occidentales agobiantes.

La decisión de Putin de aceptar las privatizaciones [gángsteres] de la era Yeltsin proporcionó una cierta estabilidad en el corto plazo, pero también provocó la huida masiva de capital privado ruso al extranjero en lugar que estos fondos permanecieran en el país para ser invertidos en proyectos destinados a asegurar una mayor autosuficiencia.
Hoy en día la capacidad del gobierno ruso para movilizar y convertir su economía en un motor de crecimiento para soportar la presión imperial de las sanciones económicas impuestas abusivamente a Rusia es mucho más débil porque la totalidad de la economía ya no está bajo un mayor control estatal.
Putin pasará por momentos difíciles, tratando de convencer a los propietarios privados de las principales industrias rusas de que deben hacer sacrificios –están demasiado acostumbrados a recibir favores, subvenciones y contratos gubernamentales. Además, como sus contrapartes financieras [socios o asociados] en Occidente hacen presión, apuran los rusos para los pagos de deudas y niegan al mismo tiempo nuevos créditos, las élites privadas rusas amenazan con declararse en quiebra o despedir trabajadores para reducir gastos o simplemente recortar la producción.

La creciente ola de intervenciones militares occidentales en las fronteras de Rusia, la larga lista de promesas incumplidas de Estados Unidos y la Unión Europea sobre la no incorporación de los países de Europa del Este al bloque militar de la OTAN, el bombardeo y destrucción de Yugoslavia en la década de los 90, todo esto debió haber demostrado y servido de ejemplo al presidente Putin para que darse cuenta de que ninguna cantidad de concesiones unilaterales hechas a favor de Occidente iba permitir que Rusia fuese aceptada o considerada como un buen socio.
Washington y Bruselas han estado siempre firmes en su estrategia para rodearla militarmente y mantener a Rusia como un Estado-cliente.

En lugar de seguir desarrollando exclusivamente relaciones con Occidente (es decir con el oeste de Europa (esencialmente la Unión Europea y Estados Unidos) y de ofrecer apoyo indirectamnte a las guerras estadounidenses de la OTAN, Rusia habría estado en una posición mucho mejor para resistir hoy las sanciones y amenazas militares actuales si hubiese diversificado y orientado su economía también hacia los mercados de Asia, especialmente hacia China, con su dinámico crecimiento económico y la expansión del mercado interno, la capacidad de inversión y la creciente competencia técnica.
Es evidente que la política exterior de China no ha tenido los mismos problemas que afronta Rusia; China no ha tenido agresiones militares cerca de sus fronteras y los aliados de China tampoco han sido atacados, ni invadidos, ni implicados en guerras, como lo han sido los aliados de Rusia.
A pesar que Rusia ha reaccionado ahora para aumentar los lazos económicos con Asia frente a las crecientes amenazas de la OTAN, una gran cantidad de tiempo y de resultados se han perdido en los últimos 15 años.
Tomará otra década para reorientar la economía rusa, con sus principales industrias todavía controladas en gran parte por los oligarcas mediocres y cleptócratas, vestigios de la época de Yeltsin.

Con el cierre de los mercados occidentales (europeos de la Unión Europea y de los Estados Unidos principalmente), Putin ha tenido que “volverse” hacia China y también hacia otros países de Asia y América Latina para encontrar nuevos mercados y socios económicos.
Pero su estrategia de crecimiento sigue dependiendo sbre todo de las exportaciones de petróleo y gas y hoy la mayor parte de los líderes empresariales de Rusia, managers, ejecutivos-dueños no son verdaderos empresarios emprendedores capaces de desarrollar nuevos productos innovadores y competitivos, de implantar nueva tecnología e insumos de Rusia y la capacidad para identificar nuevos mercados rentables. Esta generación de líderes empresariales rusos no construyó sus imperios o conglomerados económicos del «abajo hacia arriba» –sino que se apoderaron y saquearon los activos del sector público estatal, y su riqueza creció gracias a contratos con el Estado y la protección de este.
Moscú les pide ahora encontrar nuevos mercados alternativos en el extranjero, para innovar, competir y sustituir su dependencia de la maquinaria alemana.

La mayor parte de la «casta capitalista industrial» de Rusia no es de verdaderos empresarios. Son más bien como una banda de compinches coleccionistas adinerados que no saben que hacer con sus millones, orientados y seducidos exclusivamente por Occidente.
Sus orígenes son a menudo el sector mafioso-gansgteríl, como «señores de la guerra», «fuertes en negocios por la fuerza» y que desde un principio supieron muy bien como eliminar a sus rivales de los sorteos de bienes públicos y estatales de la década de los años 1990.
Si bien estos oligarcas han tratado de ganar respetabilidad después de consolidar sus imperios económicos gracias a los servicios de agencias de relaciones públicas contratadas para pulir sus imágenes y dotarse de consultores económicos para asesorarles sobre las inversiones, nunca demostraron ninguna capacidad para hacer crecer sus empresas o transformarlas en empresas competitivas.
En vez de ello, se mantuvieron totalmente dependientes del capital, la tecnología y las importaciones provenientes de Occidente y de las subvenciones de la administración de Putin, que ellos controlaban o beneficiaban.

Los llamados «capitalistas» rentistas rusos contrastan agudamente con los empresarios públicos y privados chinos dinámicos –que pidieron prestada la tecnología del extranjero, tomaron eso prestado de Estados Unidos, Japón, Taiwán y Alemania, adaptando y mejorando la tecnología y ahora están produciendo equipamiento altamente competitivo y avanzado. Cuando las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea entraron en vigor, la industria rusa resultó incapaz de sustituir la importación extranjera por la producción local y el presidente Putin tuvo que concertar acuerdos comerciales de importación con China y con otras fuentes para obtener los insumos que Rusia necesita.
El mayor defecto estratégico en la estrategia económica de Putin fue su decisión de concentrarse mayoritariamente en las exportaciones de gas y petróleo hacia el mercado de Occidente como su «motor de crecimiento». Esto dio lugar a la dependencia rusa de los altos precios de las exportaciones de materias primas y de productos energéticos hacia los mercados occidentales. Teniendo eso en la mente, Estados Unidos y la Unión Europea explotaron la vulnerabilidad de Rusia favoreciendo la caída del precio del petróleo y su dependencia de la tecnología occidental para la extracción de petróleo, así como la paralización de creación de empresas mixtas (rusas con occidentales).
La política de Putin se ha basado en una visión de integración económica con Occidente junto con una mayor cooperación de relaciones políticas con las potencias de la OTAN. Estos proyectos de Putin se han desmoronado ante la marcha de los acontecimientos:
La cooperación de Estados Unidos y la Unión Europea fue por su lado táctica y calculadora, dependiendo de las concesiones asimétricas hechas unilateralmente por parte de Rusia hacia ellos –especialmente la constante disposición de Rusia a sacrificar a sus aliados tradicionales en los Balcanes, Oriente Medio, norte de África y especialmente en el Cáucaso– únicamente para seguir manteniendo buenas relaciones con Estados Unidos y la Unión Europea.
En cuanto Rusia comenzó a hacer valer sus propios intereses, Occidente se volvió hostil y se dispuso a empezar una confrontación. Desde que Rusia se opuso al régimen golpista en Kiev, el objetivo principal de Occidente ha sido el derrocamiento de Putin en Rusia.
La ofensiva Occidental en curso contra Rusia actualmente no es una fase pasajera, o algo que se va a terminar pronto, no! Es el comienzo de una prolongada e intensificada confrontación económica y política.

Aunque Rusia es vulnerable, lo cierto es que dispone de los medios, de los recursos y de la capacidad para resistir, de defender y promover su seguridad nacional así como su economía.

¿Qué se debe hacer?

- En primer lugar y ante todo Rusia debe diversificar su economía; debe industrializar sus propias materias primas e inyectar grandes inversiones para sustituir las importaciones occidentales con productos manufacturados locales. Si bien el intercambio comercial firmado recientemente con China es un paso positivo, no deben repetirse los mismos errores cometidos con Occidente, es decir convertirse en un simple proveedor de energía (gas y petróleo) porque sería repetir el msmo patrón comercial que ha hecho con Estados Unidos y la Unión Europea.
- En segundo lugar, Rusia debe volver a nacionalizar su sistema bancario, el comercio exterior y las industrias estratégicas del país, eliminando todas las lealtades politico-económicas dudosas de cierta clase social, poniendo fin al comportamiento rentista de la clase actual con graves signos de disfunción «capitalista» privada. El gobierno de Putin debe pasar de la era de los oligarcas a la era de los tecnócratas; pasar de la era de pensionistas a la era de los empresarios (modernos, innovadores y buenos admistradores creativos); pasar de los especuladores que ganan su dinero en Rusia –pero lo invierten o lo gastan en Occidente– para crear en lo adelante empresas co-particitivas entre trabajadores-técnicos e inversores, en una palabra, debe profundizar el carácter nacional, público, y productivo de la economía.
- Sobre los oligarcas que permanecen en Rusia, no podemos creer que sus simples declararaciones de lealtad hacia la administración del presidente Putin bastan para verlos como verdaderos y legítimos agentes económicos de los intereses rusos en el apís. Por lo general, los oligarcas han dejado de invertir en Rusia, transfirieron su riqueza y con ello han puesto en tela de juicio la autoridad legítima del Estado ruso en el extranjero, bajo la presión de las sanciones económicas occidentales.
Rusia necesita una nueva revolución económica y política –en la que el gobierno reconoce a Occidente como una grave amenaza imperial y pueda apoyarse sobre una clase obrera rusa organizada y capacitada, no en una banda de dudosos oligarcas.
La administración de Putin demostró tener la capacidad para sacar a Rusia del abismo donde se estaba sumergida en los años 1990 y ha sabido también inculcar la dignidad y la autoestima entre los rusos, tanto al interior del país como en el extranjero. También se ha enfrentado inteligentemente a la agresión de Occidente en Ucrania. A la luz de estos hechos, el presidente Putin tienen todo el interés de avanzar y comenzar a desmantelar el Estado cleptómano que todavía subsiste de la era Yeltsin en la economía rusa y debe comenzar a reindustrializar, diversificar y desarrollar la economía nacional rusa, con alta tecnología para gozar de una economía diversificada.
Pero sobre todo Rusia necesita crear nuevas formas democráticas populares de democracia para sustentar la transición a un Estado seguro, antiimperialista y soberano.
El presidente Putin cuenta con el respaldo de la gran mayoría del pueblo ruso; Putin cuenta con extraordinarios científicos y profesionales; Putin tiene aliados en China y entre los países del movimiento de los BRICS; y sobre todo, Putin tiene la voluntad y cuenta con el poder, con la bendición de la población [y la aprobación ética y moral] de «hacer lo correcto».

La pregunta sigue siendo si Putin tendrá éxito en esta nueva misión histórica, o si, por miedo o indecisión, Putin capitularía ante las amenazas agresivas de un Occidente decadente y peligroso.

OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA