Publicado en: 25 marzo, 2015
A los 79 años, recién
salido de su último esfuerzo editorial (Seventeen Contradictions and the
End of Capitalism, Oxford University Press, Nueva York), David Harvey
sigue leyendo los cambios sociales con un ojo puesto en Marx y otro en
los movimientos. Le entrevista para la revista Sbilanciamoci Franco
Bogliacino, profesor de Economía en la Universidad Konrad Lorenz de
Bogotá.
Profesor Harvey, en su último
libro declara que de Marx se queda sobre todo con el humanismo
revolucionario y no el dogmatismo teleológico. ¿Dónde buscar y encontrar
el espacio político para realizarlo?
No hay que inventarse nada, estamos
rodeados de gente que está en desacuerdo con el mundo en que vive, que
busca una vida no alienada que recobre significado. Creo que el problema
es que la izquierda histórica no ha encontrado el modo de habérselas
con atención con este movimiento que puede de verdad cambiar el mundo.
Por el momento, de esta búsqueda de significado se han apropiado los
movimientos religiosos (del estilo de los evangélicos), que
políticamente puede transformarse en algo completamente diferente.
Pienso en la rabia contra la corrupción, el fascismo en Europa o el
radicalismo del Tea Party en los Estados Unidos.
El libro se cierra con la
discusión de las tres contradicciones peligrosas (el crecimiento
ilimitado, el problema ambiental, la alienación total) y con algunas
directrices para el cambio. ¿Es una especie de programa o tendrá que
basarse la revuelta en una especie de coalición líquida entre formas de
descontento?
La convergencia entre formas de
oposición será siempre fundamental, y es lo que hemos visto surgir en el
movimiento del Parque Gezy en Estambul o en las calles de Brasil
durante los Mundiales de fútbol. El activismo es fundamental y, de
nuevo, pienso que el problema es la incapacidad del a izquierda para
canalizarlo. Por una serie de razones, pero creo sobre todo que por no
abandonar el énfasis tradicional en la producción, en favor de una
política de la vida cotidiana. La política de la cotidianeidad me parece
a mi el punto en el que desarrollar energías revolucionarias y donde ya
se manifiestan actividades orientadas a la definición de una vida no
alienada que tienen que ver con el espacio vital y no con el espacio del
trabajo. Estamos empezando a ver los signos de este proyecto político
con Syriza y con Podemos, que, aunque no sean revolucionarios, suscitan
gran interés.
Syriza está interpretando un
papel trágico, en el sentido clásico del término. ¿Está efectivamente
salvando el euro (que ha desempeñado el papel de instrumento de
violencia de clase) para defender la idea de Europa, una de las banderas
de la izquierda de los últimos decenios? ¿Cree que encontrará el
espacio político o fracasará al final?
No creo que sea fácil definir qué
significa éxito o derrota en este caso. A corto plazo, de acuerdo con
numerosos criterios, Syriza fracasará, pero creo que a largo plazo
logrará una victoria, porque ha puesto sobre la mesa demandas que
sencillamente no se podrán esquivar. En este punto las demandas se
centran en la democracia y lo que significa democracia cuando Angela
Merkel se ha convertido en la autócrata que decide la forma de vida de
todos en Europa. Llegará un momento en que la opinión pública grite que
los gobiernos autocráticos tienen que parar. Si al final Merkel y los
líderes europeos se entocan en sus posiciones echando a Grecia de Europa
(cosa que ocurrirá probablemente), las consecuencias serán con
diferencia mayores de lo que ellos piensan. En muchos casos, los
políticos han cometido crasos errores de cálculo y creo que este será
uno de esos casos.
En el libro prevé usted un nuevo
ciclo de revueltas. Sin embargo, si repasamos los últimos años, la
primavera árabe ha sido un desastre y Occupy no ha podido traducirse en
un fenómeno políticamente eficaz. ¿Cree que la solución está en
fenómenos come Podemos, capaces de canalizar políticamente el movimiento
del 15-M?
Syriza y Podemos han abierto un espacio
político porque suceden cosas nuevas. ¿El qué? No puedo preverlo. Es
verdad que hay izquierdas anticapitalistas que les acusan de
«reformismo». Puede que sea verdad también, pero se trata de fuerzas
que han propuesto por primera vez algunas políticas, y una vez se toma
ese camino se abren nuevas posibilidades. Se rompe por primera vez con
el mantra de la austeridad, se quiebra el poder de la troika, y se crea
entonces un espacio para nuevas perspectivas que pueden luego
evolucionar. Creo que en este momento lo mejor que podemos augurar es
algo semejante a estos partidos en Europa, que empiezan a definir las
alternativas de izquierda que faltan. Probablemente serán populistas,
con los límites y peligros del populismo, pero, como he afirmado, es un
movimiento: abre ahora espacios y lo que pueda hacerse con estos
espacios depende de nuestra capacidad de preguntarnos «vale, ahora que
hemos llegado hasta aquí, ¿qué hacemos?»
¿Cree que el neoliberalismo ha
sido sólo un giro y que el capital post-crisis se organizará superándolo
o, por el contrario, que volverá a postularse con mayor fuerza?
Yo diría que nunca ha sido tan fuerte
como ahora: de hecho, ¿qué es la austeridad si no la transferencia de
las rentas de la clase medias-bajas a las clases altas? Si se examinan
los datos sobre quién se ha beneficiado de las intervenciones
posteriores a 2008, se descubre que ha sido el 1% o más bien el 0,1%.
Desde luego, depende de cómo se defina el neoliberalismo y mi definición
(un proyecto de clase capitalista) acaso sea en parte distinta de la de
otros estudiosos. ¿Cuáles han sido las reglas del juego instauradas
después de los años 70? Pues, por ejemplo, en caso de conflicto entre el
bienestar colectivo y salvar a la banca, se salva a los bancos. En 2008
esas reglas se han aplicado de modo claro: se rescató a los bancos. Se
habría podido resolver fácilmente el problema de los desahucios y de la
necesidad de que todo el mundo disponga de una casa, para resolver sólo
después gradualmente la crisis financiera. Lo mismo ha sucedido en
Grecia, a la que se le ha prestado un montón de dinero que ha acabado
directamente en los bancos alemanes y franceses… ¿Por qué tenían los
griegos que hacer de intermediarios en la transferencia de los gobiernos
a los bancos? La estructura puesta en pie evita que sea Alemania la que
salve directamente a los bancos alemanes y Francia a los franceses; sin
Grecia de por medio, la línea habría resultado evidente, mientras que
así parece que se haya tratado a Grecia con generosidad con todo ese
descomunal flujo de dinero que, por el contrario, ha acabado
directamente en manos de los bancos.
Ha citado el 1%. Más allá de un
lema afortunado, y como marxista, ¿cree que hay un elemento analítico en
esta fórmula o distrae de algún modo del concepto de lucha de clases?
Si aceptamos de veras el materialismo
histórico-geográfico, entonces tenemos que reconocer que las
contradicciones van evolucionando y lo mismo debe suceder con nuestras
categorías. De ahí el 1%. Occupy ha logrado introducir este concepto en
el lenguaje. Y está claro que el 1% ha conseguido la mayor parte de la
riqueza, como muestra Piketty, como muestran todos los datos. Traducido,
el 1% quiere decir que hemos creado una oligarquía global, que no
coincide con la clase capitalista, pero representa su centro. Es una
suerte de palabra clave, que sive para expresar qué dice, hace y piensa
la oligarquía global.
David Harvey es
profesor de Antropología y Geografía en el Graduate Center de la City
University of New York (CUNY), director del Center for Place, Culture
and Politics, y autor de numerosos libros, el más reciente de los cuales
es Seventeen Contradictions and the End of Capitalism (Profile Press, Londres, y Oxford University Press, Nueva York, 2014). Lleva enseñando El Capital de Karl Marx durante más de 40 años.
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?i
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