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domingo, 15 de marzo de 2015

CHINA,¿ IMPERIO DEL CENTRO O IMPERIO DE LOS EXTREMOS?




Traducido por Alexandre García

Por Laure Deprez y Frank Vandamme
Dos jóvenes marxistas visitaron China durante tres semanas. Durante el viaje, se recorrieron 9000 kilómetros en tren, atravesando ciudades y campo. De la capital Beijing hasta Boketu, la ciudad más al norte justo debajo de la frontera rusa. Desde Boketu a Jiayuguan, en el oeste, allá donde la Muralla desaparece en las montañas. Se han encontrado con decenas de personas y han hablado con ellas de la economía china, la política, el progreso social, la enseñanza, la cultura y la religión. El texto siguiente es un resumen de lo que han podido vivir y constatar durante su estancia en China. De las experiencias y constataciones que han confrontado con sus propias ideas preconcebidas.
Observaciones en el terreno económico
China, ¿país en vías de desarrollo que se desarrolla más rápido que los demás? Eso está muy por debajo de la realidad. China está hoy mucho más desarrollada de lo que creíamos. Nuestro objetivo era hacer un viaje equilibrado entre la ciudad y el campo. Pero cada vez que pensábamos llegar a un pueblo pequeño, estábamos sorprendidos por el tamaño y la modernidad de la ciudad donde llegábamos: rascacielos a pérdida de vista, ciudades que se extienden a ojos vista, centros de ciudad enteramente nuevos o renovados, plazas grandiosas, presencia masiva de grandes firmas bancarias en el paisaje urbano (ICBC, China Construction Bank, Bank of China, Bank of Beijing, Postal Saving Bank, Cooperative Bank, Agricultural Development Bank, Communications Bank, China Merchants Bank, etc). Una cantidad enorme de edificios en construcción, ¡nunca habíamos visto algo parecido!
Los hoteles y carteles publicitarios de lujo hacen ver que una cierta capa de la población tiene un muy elevado poder adquisitivo. Los Maserati, los Jaguar y los Porsche Cayenne que uno ve regularmente lo confirman. Pero no es tanto la capa de super-ricos lo que llama la atención. Al igual que en Occidente, no es más que una parte de la población que uno se encuentra en una acera o en un restaurante del rincón.
 
No, lo que más nos llamó la atención del desarrollo chino, es el ostensible poder adquisitivo de una parte importante de la población. Esto salta a los ojos desde el primer viaje en metro: los smartphones tipo IPhone y Samsung son omnipresentes. Una rápida ojeada a las tiendas nos indica que tienen el mismo precio que en Bélgica. Lo mismo ocurre con los electrodomésticos y los parques automovilísticos. Las calles están inundadas de coches con marcas europeas, japonesas y americanas. Los precios de las marcas occidentales son idénticos a los que hay en Bélgica. Incluso en las tiendas de ropa, hemos estado sorprendidos. Aunque existan tiendas de ropa barata, en las calles comerciales se encuentran sobre todo tiendas que tienen los mismos precios que en Bélgica. Aunque haya descuentos para los estudiantes, estos precios indican la presencia de una clase media pujante.
 
El desarrollo 
 
El desarrollo no parece estar por tanto reservado para los “cuellos blancos”, para quienes la liberalización de la economía ha ido de la mano con un enriquecimiento fulgurante. La impresionante red de transporte ilustra las inversiones masivas que se han hecho en beneficio de una amplia parte de la población. El metro de Beijing ya nos ilustra mucho en este sentido. Los trenes y las estaciones están recién construidas. La información es irreprochable: nombres transcritos al alfabeto « normal », señales luminosas en el interior de los trenes indicando donde nos encontramos en la línea, trasbordos entre líneas impecables. La seguridad es elevada (cortinas de vidrio permanentes a lo largo de los andenes en numerosas estaciones). Precio del viaje: 2 RMB, es decir el equivalente de 25 céntimos.
Pasemos a la red ferroviaria. Hemos recorrido 9000 kilómetros, integralmente en tren. El transporte ferroviario es gestionado por una empresa pública, China Rail, que emplea a 2,13 millones de trabajadores, por lo tanto es una de las mayores empresas del mundo. El número de pasajeros occidentales que nos encontramos a bordo de estos 9000 kilómetros recorridos fue… cero. Son más bien chinos los pasajeros los que utilizan este servicio, entre los cuales hay numerosos turistas. Al haber precios baratos, los asientos se venden como panecillos. Hay cuatro categorías de billetes, según se compre un asiento o una litera, una primera clase o una segunda clase. La puntualidad es notable. A lo largo de los 9000 kilómetros, hemos tenido una vez 7 minutos de retraso a la llegada y otra vez 60 minutos a la ida. Aquel retraso estuvo bien anunciado y no sufrió variaciones. Además de los aseos, los vagones están todos equipados con lavabos y agua ardiente (el ingrediente esencial para beber té y comer tallarines). La comida y las bebidas vendidas a bordo están casi al mismo precio que en las tiendas. A bordo de cada vagón, un miembro del personal está allí para responder a las preguntas y hacer la limpieza durante el viaje. En los vagones-cama, el personal también se ocupa de despertar a los pasajeros una hora antes de su llegada. Sin falta.
 
La ciudad más pequeña a la que hemos ido en tren tenía alrededor de 5000 habitantes. Eso nos da una idea de la extensión de la red, que se extiende cada día. Desde la crisis occidental, las inversiones para sostener la actividad económica se han incrementado: 9500 kilómetros de vías férreas han sido construidos. Y esto no sólo es válido para el ferrocarril. 25 redes de metro, 30 aeropuertos, más de 40.000 kilómetros de carreteras, los tres mayores puertos del mundo: todo ello ha sido construido en… cinco años. En Bélgica, aún estamos esperando a que llegue el cercanías…
 
Estas inversiones son impresionantes, particularmente en lo que respecta a la vivienda. Hemos visto muchísimos nuevos edificios y un gran número de edificios en construcción, y también muchos nuevos edificios abandonados. En una pequeña ciudad nueva de 300.000 habitantes potenciales (ya han llegado 70.000), los precios eran hace 5 o 10 años de entre 6000 y 12.000 RMB. Hoy oscilan en torno a 3000 RMB. ¿Existe una burbuja inmobiliaria? No está tan claro. En este tipo de sector, el papel del mercado está más limitado que en Bélgica. El riesgo de un crack financiero está menos claro que en Occidente debido a que los consumidores chinos compran mucho menos a crédito, en comparación con los Estados Unidos por ejemplo.
Las reacciones eran positivas cuando decíamos que estábamos impresionados por el desarrollo económico. La gente que nos hemos encontrado estaba orgullosa de las nuevas construcciones, muchas veces a medio terminar.
El desarrollo es palpable en algunas regiones rurales que hemos visitado (en el noreste y en Mongolia interior). Las casas están todas hechas de piedra, las numerosas carreteras están en buen estado, se encuentran cámaras de control de velocidad en pleno campo, hay electricidad y agua corriente en todos los lugares donde hemos estado, se ven numerosos coches de gama media, smartphones e internet.
Con toda certeza, ya no se puede decir que a China le falte capital nacional ni que tenga aún un retraso tecnológico. Tampoco le faltan materias primas. En definitiva, ya no tiene sentido hablar de China como un país en vías de desarrollo. Pero el desarrollo se hace casi esencialmente sobre una base capitalista, mediante el mercado, y en el marco de un plan indicativo. Las consecuencias negativas, como el caos y la superproducción, ya son visibles.
Observaciones en el plano social 
De toda la información bruta, recogida en discusiones con numerosas personas con las que nos hemos encontrado, se extrae una imagen a la vez concreta y muy específica del paisaje social. Sabiendo que sólo se trata de la realidad propia de las personas que hemos conocido, esta imagen no pretende ser representativa ni exhaustiva.
Las diferencias entre los salarios son enormes. No existe un salario mínimo para los trabajadores. Pero está prevista su introducción. Un trabajador manual de 45 años que tiene cierta formación, pero que no ha podido encontrar un “empleo decente” gana 2000 RMB al mes (es decir alrededor de 250 euros). Un profesor de lengua inglesa de 35 años gana 3200 RMB al mes. El salario de los profesores varía y puede alcanzar rápidamente los 4000 RMB al mes (500 euros). La diferencia se explica por la antigüedad, el nivel de formación y la ley de la oferta y demanda para el sector en cuestión. Un conductor de tren de 37 años gana 5000 RMB al mes (600 euros). Un ingeniero de la construcción de 32 años gana 7000 RMB al mes (875 euros). Un empleado administrativo de 51 años de la Universidad de Beijing gana 12.500 RMB al mes (1560 euros). Al principio de su carrera en esta misma universidad, este empleado ganaba 50 RMB al mes.
 
La enseñanza primaria y la enseñanza secundaria son gratuitas. La enseñanza superior es muy abordable, y también meritocrática: los estudiantes que obtienen los mejores resultados tienen acceso a las mejores universidades. Hace falta aprobar al mínimo el 60% para poder cursar estudios en la enseñanza superior.
Hace falta una mayor investigación para poder hacerse una idea de los (escasos) derechos a la seguridad social. Al estar éstos de momento ligados al lugar de nacimiento, está claro, por el contrario, que los migrantes internos tienen muy pocos derechos. Esto sirve en parte para desanimar a la migración espontánea hacia las mayores ciudades, dónde la población crece demasiado deprisa. No deja por ello de ser un problema enorme para los millones de chinos que migran pese a todo, y está previsto que sea objeto de una reforma en un futuro próximo.
Socialmente, ¿cómo se nos presentan las diferentes clases y capas de la población china? Hay en China un grupo de super-ricos y una clase media creciente y claramente visible. Este grupo está compuesto sobre todo de personas empleadas en el sector administrativo (Estado, universidades, bancos…), profesores, ingenieros empleados en el sector industrial y la construcción.
También existe un grupo numeroso compuesto de trabajadores con cierto poder adquisitivo: trabajadores de los ferrocarriles, conductores de taxi, obreros de fábricas, mineros, obreros de la construcción, empleados de cadenas de comida rápida chinas u occidentales, empleados de tiendas de ropa, panaderos, carniceros, algunos agricultores en el medio rural, algunos pequeños emprendedores en el medio urbano que gestionan un restaurante o un bar familiar. Este grupo también tiene acceso a las líneas de trenes públicas, algunos tienen su propio vehículo, un smartphone, ropa decente, una conexión a internet en casa.
 
Finalmente, existe un grupo de pobres (que representa el 13% de la población según la OCDE): en el medio rural algunos agricultores, en el medio urbano algunos obreros de la construcción (duermen en barracones al lado de los terrenos de construcción), vendedores ambulantes (duermen en furgonetas en los parkings), mendigos (muy poco visibles, porque la mendicidad está prohibida).
En el plano social, la intensificación de las diferencias de clase es manifiesta, no solamente entre los propietarios de los medios de producción (los super-ricos) y los no propietarios, sino también entre una clase media creciente y los trabajadores humildes.
 
Observaciones en el plano político 
 
Google, Facebook, Twitter, Youtube, Dailymotion están bloqueados, pero Yahoo es accesible y las páginas web de la prensa como La Libre BelgiqueL’Écho o la BBC funcionan. Le Soir, en cambio, era inaccesible. La censura a menudo mencionada en los medios occidentales parece estar sobre todo ligada a la voluntad de China de poseer sus propias redes sociales y páginas de información (Baidu.com, QQ, WeChat…). Las personas que hemos conocido apoyan este objetivo.
La televisión por cable no permite el acceso a las cadenas extranjeras en los hoteles donde hemos estado. Era chocante en cambio constatar cómo la cadena pública anglófona CCTV News (una de las 45 cadenas de la China Central Television, pública) no daba una versión de los acontecimientos en Ucrania y en Gaza diferente a la que vemos en nuestras propias cadenas.
 
Los jóvenes con los que hemos discutido dicen no haber leído jamás en el colegio textos de Mao, ni de Marx, Engels o Lenin. El sistema escolar parece ser muy exigente, pero no está centrado en una formación marxista de la juventud. Igualmente, la propaganda socialista o comunista en los espacios públicos era muy rara, véase inexistente. No hay casi símbolos comunistas.
 
Sólo hemos visto en algunas ocasiones la hoz y el martillo, símbolo de la revolución socialista: en dos banderolas y en algunos mostradores en las estaciones de tren y en el aeropuerto de Beijing.
 
Aparte de en los billetes de banco, sólo hemos visto el retrato de Mao Zedong en los lugares siguientes: en el mauseoleo de Mao en la plaza de Tian An Men, una pequeña estatua en Harbin y en un albergue para jóvenes en Jiayuguan, una pequeña ciudad en el oeste de China.
 
Un día nos hemos encontrado dos carteles del gobierno, uno subrayando la importancia de la igualdad entre todos los ciudadanos (mensaje del presidente Xi Jinping) y uno sobre la lucha contra la corrupción (mensaje del primer ministro Li Keqiang). Estos mensajes están ahogados en la inmensidad de mensajes publicitarios occidentales y chinos anunciados en papel y sobre pantallas gigantes en las calles y difundidos en los canales de televisión de manera tan excesiva como en Bélgica.
En Beijing, se encuentran grandes anuncios con el slogan “Beijing Spirit: Patriotism, Innovation, Inclusiveness & Virtue”.
Lejos de las ideas preconcebidas, los medios y los espacios publicitarios no son utilizados para apoyar los principios de justicia social, los principios marxistas sobre los cuales se construyó la República Popular. Por el contrario, las ideas occidentales están ampliamente difundidas: los jóvenes reconocen todos su voluntad de formarse lo antes posible, en China o en el extranjero, para obtener después los salario más elevados posibles. Competencia e individualismo están en boca de todo el mundo.
 
Observaciones en el plano de la participación y la democracia
 
A nivel global, predomina la indiferencia, cosa que es comparable a Bélgica. Un estudiante de 25 años y un empleado ministerial nos dijeron que jamás habían ejercido su derecho al voto “porque de todas formas esto no cambiaría nada”.
Visiblemente, no es imposible criticar el funcionamiento del sistema político. La mayoría de las discusiones han tenido lugares en trenes, en medio de mucha gente. Nuestros interlocutores se han expresado libremente sin mirar quién escuchaba. Por ejemplo, una estudiante nos contó en el tren que se convirtió en miembro del Partido Comunista porque se lo propusieron, pero que no sabía por qué había dicho que sí, porque no lo apoya.
En nuestros interlocutores, jamás vimos sentimientos de miedo, ni hablando de política ni de economía. Hablaron de sus salarios, sus proyectos de futuro, de ciertas opiniones políticas, del acceso a internet, sin muchas reservas. A veces hace falta romper un poco el hielo para tener discusiones de fondo, pero no de manera anormal. Esto también es válido para los estudiantes, que son el sector que en primer lugar “deberían” normalmente ser críticos.
 
Observaciones en el plano cultural
 
Hemos visto a menudo actividades diversas en plazas públicas, que parecen coexistir en armonía: una serie de personas haciendo tai-chi, otras bailando, niños en go-cars eléctricos, decenas de terrazas con barbacoa… Muchos bares y restaurantes son baratos. Hay poca incitación al consumo: no es anormal ver a gente trayendo sus propias botellas de alcohol al restaurante, por ejemplo.
 
Durante nuestro paso por Mongolia interior, la cuestión de los derechos y la protección de las minorías fue planteada por un estudiante alemán a nuestro guía, muy apegado a la defensa de la cultura mongol e inquieto por la desaparición de ésta frente a la modernización del país.Frente a un grupo de europeos, el guía perfectamente podría haber confirmado la opinión del alemán de que los mongoles estaban siendo discriminados. Pero al contrario, sostuvo que no había discriminación por parte del Estado hacia los mongoles. Según él, el problema está sobre todo en el seno del pueblo: prejuicios, un cierto racismo hacia las minorías.
Una estudiante de Gansu, una provincia del oeste, nos confirmó esta tesis. Las minorías reciben puntos de bonificación cuando participan a los exámenes del Estado. La política de limitación de los nacimientos, que conceden ventajas en materia de vivienda a las familias con un sólo hijo, no se aplican para las minorías.
Conclusiones
The West is the Best? La Unión Europea muestra ambición y optimismo. Pero la única cosa duradera hoy en Europa es la crisis que impide el crecimiento desde 2008 e incluso desde antes. El sistema político que conocemos sigue dándonos una visión eurocentrista que carece de apertura hacia el resto del mundo. No hay que extrañarse, por lo tanto, de que la gente quede sorprendida por el desarrollo chino cuando viaja a China por primera vez.
 
Viajar a China nos pone en nuestro lugar. Porque China, primera economía mundial, ya no es un país en vías de desarrollo. Vista desde allí, Europa bien merece el apelativo de Viejo Continente. Pero este desarrollo se deja cada vez más en manos del mercado, pese a una intervención del Estado más fuerte que en Europa. Economía de mercado dirigida por un partido comunista: ¿por cuánto tiempo?
 
En el plano político, las críticas hacia el gobierno, al menos de parte de las personas que hemos conocido, se dirigen contra la falta de participación activa en la política. Escasean en cambio las críticas hacia el sistema de partido único. Las preocupaciones de los jóvenes se centran en el éxito, el nivel de los salarios que obtendrán. Esto no está siendo, o está siendo muy poco compensado por las promoción de los principios socialistas. El cimiento de la unidad nacional parece más bien la construcción de una China fuerte. ¿Se convertirá este nacionalismo, que ha federado a numerosas naciones del tercer mundo en su liberación del yugo del imperialismo, en una herramienta de la burguesía china para retomar el poder?
Etudes

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