Miércoles, 14 de Mayo de 2014
Isabel Carrasco ejercía un poder absoluto en la provincia de León
desde la presidencia de la Diputación. Se ganó muchos enemigos en el PP
con su carácter autoritario, pero ella ganó casi todos los pulsos
gracias al apoyo de los pueblos que dependían de sus fondos públicos...
Odiada y respetada al mismo tiempo. Así era Isabel
Carrasco, la presidenta del PP y de la Diputación de León, asesinada
este pasado lunes en pleno centro de la ciudad. Nunca fue una política
ni una mujer corriente; siempre fue vehemente y protagonista.
Las primeras hipótesis de los investigadores, las mismas
que reconocen en voz baja los protagonistas políticos de la provincia,
apuntan al reciente desenlace de un conflicto laboral como detonante.
Triana Martínez, una de las detenidas e hija de la presunta autora
material de los disparos, había trabajado como personal de confianza
para la Diputación hasta 2011. Ese año fue despedida y su plaza, sacada a
concurso, sin que ella la lograra. Y, con el visto bueno de Carrasco,
de la liquidación se le habían reclamado cantidades por complementos
abonadas en exceso. Esos 60.000 euros reclamados se saldaron
recientemente con una sentencia judicial desfavorable para ella y que
valoraba la cantidad a devolver en 12.000 euros, más el pago de las
costas.
Esta circunstancia había ocasionado a Martínez
dificultades económicas tan graves como para que estuviera a punto de
perder el piso en el que vivía con su madre. Tantas como para librarse
por poco de la subasta judicial. La crisis, como a tantos otros, la dejó
sin empleo o encargos profesionales.
Pero a esta circunstancia de índole laboral y política se
unía la personal. Hasta hace unos años, la relación familiar y personal
de la familia Martínez González con la presidenta de la Diputación fue
estrechísima. Tanto que en 2007 Triana integró las listas del PP en
Astorga como número 7. No salió elegida y estuvo a punto de tomar
posesión por la dimisión de un concejal. En esta ciudad, a 40 kilómetros
de León, residía entonces la familia: el padre era allí inspector de
Policía y ahora ejerce de comisario.
Quienes le han visto cuentan que está destrozado y que no
sospechaba de las intenciones de esposa e hija. Con la víctima, afirman
fuentes consultadas, mantuvo una estrecha relación personal que acabó
en enfrentamiento hace unos años y que podría haber influido en la
conducta de las dos mujeres detenidas. Se investiga si también tuvo que
ver la situación laboral difícil de la madre y de la que también culpaba
a Isabel Carrasco.
Un talante autoritario
Carrasco no era nada amiga de que le llevaran la
contraria y tenía un fuerte temperamento, lo que le permitió superar
todos los obstáculos habituales en la derecha leonesa. Una primera
incursión en los puestos más altos se vio frenada cuando su padrino
–Manuel Pérez Villar, presidente de Alianza Popular en León y consejero
de Economía con Aznar en Castilla y León en los años 80– tuvo que
retirarse a raíz de su condena por prevaricación en el escándalo de la
minería.
Con Juan José Lucas, fue nombrada consejera de Economía
en 1995, pero volvió a sufrir un revés, lo que en su caso significó
tener que conformarse con ser senadora. Pero comenzó a maniobrar en León
para hacerse con la presidencia del PP provincial a través del apoyo de
pequeños alcaldes y de dirigentes locales. A pesar del interés del
aparato en Valladolid y Madrid para que no fuera así, logró desarbolar a
sus enemigos internos. Su innata habilidad le permitió convertir León
en su fortín personal y que destacados miembros de su partido en León,
Valladolid o Madrid no fueran capaces de doblegarla.
No faltaron contactos con personajes oscuros. Nunca
ocultó su estrecha relación y amistad con José Martínez Núñez y su
familia: son conocidos por el caso Gürtel, el de Cuiña, el del hormigón,
y la operación Caballo de Troya, vinculada al caso Marsans.
En la penúltimas elecciones locales, Carrasco fue capaz
de convertirse en presidenta de la Diputación contra el criterio de su
propio partido. Aunque ya era presidenta del PP en la provincia, no le
dejaron presentarse por León, ciudad. Hasta entonces, el presidente de
la Diputación solía ser un concejal elegido en las listas de la capital.
Tuvo que irse de la capital –donde vivía- a su pueblo, al pequeño
municipio de Cuadros, para entrar en una lista que le permitiera salir
elegida.
Después ejerció su poder entre las juntas locales del
partido a base de promesas futuras y de los favores concedidos como
consejera en el pasado, para alcanzar el puesto de presidenta. El
vicepresidente de la Diputación que ha aparecido en todas las fotos de
las honras fúnebres, Marcos Martínez, es el alcalde de Cuadros.
Desde allí se aupó a la vicepresidencia primera de Caja
España. Y, con los dos cargos, logró tejer una red de confianza y de
respaldo a sus fieles, ya infranqueable para sus rivales dentro del PP.
Carrasco volvía a sonar ahora de nuevo “para un cargo en
Valladolid”, quizá de consejera del Gobierno autonómico con vistas al
relevo en la presidencia de Juan Vicente Herrera. Ni el odio que
despierta en sus adversarios, ni la división interna que el partido en
León ya casi reconocía abiertamente, ni los años habían desgastado lo
suficiente su fortaleza política.
La presidenta de los 13 sueldos
Ni siquiera los escándalos recientes. Es la presidenta
que saltó a la fama nacional por sus trece cargos con otros tantos
sueldos o dietas. Fue una de las personas que lideraban una Caja España
que acabó inundada de números rojos: terminó siendo absorbida por
Unicaja. Una presidenta que, por la denuncia del partido regionalista
leonés PAL-UL, estaba inmersa en una investigación por presunto cobros
irregulares de kilometrajes en la Caja mientras viajaba en el coche
oficial de Diputación. O una presidenta con causas laborales abiertas
por recursos y acusaciones de enchufismo en oposiciones.
Su imagen no era buena, pero era temida, a pesar de su
cercanía en el trato corto. Era lo que procuraba cultivar en la prensa
local, a pesar de los exabruptos públicos que a veces provocaba su
fuerte temperamento. Esa imagen quedó en evidencia cuando ordenó retirar
la publicidad institucional a Radio León-Cadena SER por informar del
caso de los kilometrajes. No hizo sino evidenciar algo que en el mundo
de la prensa leonesa era sabido: que a Carrasco había que tratarla bien
en los medios por los recursos públicos en publicidad que manejaba
directa e indirectamente.
Era una mujer de fuerte carácter, con un liderazgo que se
ha comparado a los de Fabra, Baltar y compañía, los que durante años
mantuvieron la férrea estructura de poder del PP en las provincias. En
León se vio este lunes en un céntrico restaurante cenando a Esteban
González Pons, Agustín Díaz de Mera, Juan Vicente Herrera, el
subdelegado en León, Juan Carlos Suárez Quiñones, y al delegado en
Castilla y León, Ramiro Ruiz Medrano o al alcalde de Salamanca y
secretario del partido en la región, Alfonso Fernández Mañueco, que se
perfila como delfín de Herrera. El martes, uno de los comentarios más
extendidos dentro del PP local y de las instituciones es qué pasará con
el PP en León: si el triste suceso evitará un desmoronamiento en luchas
fratricidas o si lograrán otro líder como ella.
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