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martes, 7 de enero de 2014

LIBERTADES SINDICALES: " EVITEMOS QUE EL DERECHO AL TRABAJO SE CONVIERTA EN EL DERECHO ALSILENCIO"

7  enero, 2014 


Traducción de Alexandre García 

Estos últimos meses la actualidad social ha sido protagonizada por distintas noticias que, a priori, no están directamente relacionadas las unas con las otras: la armonización de los estatutos de obreros y empleados, los proyectos del gobierno de reformar la ley sobre los salarios (ley de 1996), las Sanciones Administrativas Comunales (SAC), las nuevas leyes antiterroristas… Sin embargo, todas estas medidas siempre limitan un poco más las libertades sindicales. Nos lo explica Jan Buelens, abogado de Progress Lawyers Network.

Jonathan Lefèvre
En España, una nueva ley prevé penas de prisión “que pueden ir de 3 meses a un año para aquel que haya compartido o difundido por medios públicos acciones que perturban el orden público, como por ejemplo una manifestación no autorizada”. En Grecia, el gobierno recurre a una ley de excepción para prohibir las huelgas y detener a los huelguistas. Estos son “sólo” los ejemplos más recientes y cercanos. ¿Es esto imposible en Bélgica? No es seguro, según el abogado Jan Buelens.

¿Lo que sucede en España y en Grecia puede ocurrir en Bélgica?

Jan Buelens. En los países donde más se hace sentir la crisis, se han adoptado medidas contra los movimientos sociales. Un hecho particular es que se va a por los derechos de trabajadores y sindicalistas, algo sobre lo que se ha dudado durante mucho tiempo, debido a la fuerza de estas organizaciones. Estas medidas se adoptan en concierto entre los gobiernos nacionales y la Troika (el FMI, La Unión Europea y el Banco Central Europeo). Estas medidas no son una “respuesta” a la crisis, sino más bien una aplicación de antiguos deseos de la patronal y del Estado de disminuir derechos sociales que fueron conquistados por el mundo obrero tras la Segunda Guerra Mundial, notablemente en los países del sur de Europa. En nuestros días, hay una voluntad explícita de romper el derecho al trabajo, el derecho social, de atacar las condiciones de vida. Y los gobiernos reprimen cada movimiento de respuesta, de protesta contra estas medidas. Ambas cosas van a la par.
En muchos casos, estos ataques van más lejos de lo que se conoce en Bélgica de momento. Pero si la situación de crisis se agrava, podemos esperar las mismas respuestas por parte de los gobiernos. Está claro que en todas partes, las libertades sindicales están en peligro. Si la gente no se opone desde ahora a lo que está sucediendo en los países del sur de Europa, se debilita la correlación de fuerzas.

Recientemente usted llevó ante la justicia, en nombre de la MWB y de la CNE, el Decreto Real sobre la congelación de salarios. Usted dijo que el gobierno ponía en cuestión una libertad sindical arrancada hace más de 100 años. ¿Puede explicarlo? 

Jan Buelens. Hay que remontarse a la Constitución de 1830. Se reconocía la libertad de asociación. Pero solamente para los burgueses y no para el pueblo… Se prohibía penalmente la colación de obreros en sindicatos. Estaba prohibido el hacer presión para un aumento de las calidad de las condiciones de trabajo, un aumento de los salarios. Le estaba prohibido a los obreros el unirse, asociarse y constituir sindicatos. Hubo movimientos muy duros, que consiguieron que se suprimiera la prohibición de la organización colectiva en 1866. Lo resulta llamativo es que este “delito” de organización tiende a renacer en este momento.
Concretamente, este Decreto Real prohíbe negociar a nivel de sectores, de empresas e incluso a nivel individual sobre los salarios – lo cual constituye una cuestión central para los sindicatos, evidentemente. Al prohibir las negociaciones, se le pone trabas a la libertad de negociación colectiva, y por lo tanto la libertad sindical. Y se prohíbe una libertad de asociación más general: la de los ciudadanos. De momento, no se va a prisión con esposas, pero ejerce una presión moral y jurídica sobre la gente.

¿Las presiones contra los movimientos sindicales también vienen de Europa?

Jan Buelens. Del lado europeo la libertad de negociación colectiva no ha sido reconocida. Se alude a las constituciones nacionales, a los textos internacionales que también fueron adoptados tras la Segunda Guerra Mundial debido a la fuerza del movimiento obrero, de los sindicatos. Pero a nivel europeo, desde su construcción en 1957, es la economía lo que prima sobre todo lo demás. Lo que explica el no-reconocimiento de esta libertad. Además, se le ponen trabas a las negociaciones debido a la presión sobre los países de Europa del sur. La Unión Europea juega un papel nefasto, cosa sobre la que se arroja muy poca luz. Por ejemplo, con respecto a Bélgica, hay recomendaciones de la Unión Europea que dicen que hay que salir del mecanismo de negociación interprofesional. Estas recomendaciones son a veces implícitas o a pie de página, pero las intenciones son claras.

¿Con la adopción del proyecto gubernamental sobre la armonización de los estatutos de obreros y empleados, se le pone fin a la concertación social?

Jan Buelens. Sí. En el proyecto del gobierno, se dice que ya no se puede negociar sobre el alza de los preavisos a nivel sectorial. Se ve el mismo mecanismo con los salarios: se le ponen trabas a las libertades de los sindicatos para negociar a este nivel. Mientras que la OIT (Organización Internacional del Trabajo) dice que los sindicatos deben poder negociar en todos los niveles, que no sólo le atañe al gobierno el escoger los niveles en los cuales los sindicatos pueden actuar.

Se trata claramente de una tendencia hacia la individualización de las negociaciones colectivas. Esto se puede hacer al nivel de las empresas. ¿Por qué ha puesto toda la carne en el asador el movimiento social, también en Bélgica, para concentrar las negociaciones al nivel de un sector de empresas? Para hacer que no haya competencia entre empresas, para neutraliza la competencia social a nivel de sectores. Tenemos una base común a todas las empresas de un sector. Si se dice que dicha base ya no está ahí, sólo es allá donde haya una correlación de fuerzas a nivel de empresas que se podrán tener negociaciones al alza. Esto le supone grandes dificultades a las organizaciones sindicales.

Esta evolución es muy peligrosa. Las negociaciones salariales y la armonización de los estatutos son dos grandes cuestiones del derecho laboral. Si se empieza con cuestiones de tanto peso, uno puede esperarse que continúe con otras cuestiones, de ahí la importancia de la contraofensiva.

Es un poco lo que hemos visto en Inglaterra con Thatcher. Se disminuye la negociación colectiva hasta el nivel de empresa para llegar al individuo aislado. Y entonces, el patrón reina y el trabajador ya no puede luchar colectivamente. Volvemos al siglo XIX, el derecho al trabajo se convierte en un derecho al silencio.

¿La nueva ley antiterrorista entra en el contexto general de criminalización de los movimientos sociales?

Jan Buelens. Ciertamente. De nuevo, vemos cómo la ley instaura un nuevo delito, la incitación indirecta al terrorismo, que es definida por el artículo 137 del Código Penal: “Constituye una infracción terrorista, la infracción como la destrucción masiva de bienes produciendo pérdidas económicas considerables, que acarree grave perjuicio al país y es cometida intencionadamente con el objetivo de intimidar gravemente a la población o desestabilizar las estructuras fundamentalmente políticas, constitucionales, económicas o sociales del país”. Esta noción es muy abstracta, lo que plantea el problema de la legalidad sino también el problema de la libertad de asociación, de la libertad de opinión. Si la gente ya no puede decir que está en desacuerdo o asociarse y movilizarse contra las medidas antipopulares o anti-trabajadores bajo pena de ser perseguido, la cosa va muy lejos. Es necesario que esta ley sea anulada.

¿Y las sanciones administrativas comunales (SAC)?

Jan Buelens. También son una herramienta antidemocrática, originalmente concebida contra los perjuicios. Al principio, esto fue presentado como algo inutilizable contra los sindicatos o los movimientos sociales, pero, en los hechos, éste es el caso. Miembro de la Red por la Justicia Fiscal (RFJ) han sido multados por haber distribuido octavillas en Roulers (Roeselare) denunciando el fraude fiscal de los diamantistas.

80 militantes anti-Monsanto recibieron una SAC por haber “participado en una manifestación no-autorizado” [estas sanciones fueron finalmente archivadas, bajo la presión del PTB de Amberes, entro otros, nota de la redacción]. Constatamos que es una herramienta de represión, para meterle miedo a la gente, para tocar su monedero. Esto esconde un objetivo distinto del de la lucha contra los perjuicios.

Usted hablaba de contraofensiva. ¿Cómo luchar contra todos estos ataques? 

Jan Buelens. Lo más importante es hacer primero un trabajo de concienciación. Tanto sobre la cuestión de los estatutos como de la congelación salarial, se tiende a decir “hay debates sobre la competitividad, esto no puede costarle demasiado a los empresarios o al Estado, hay que ser realistas, etc.” Pero lo que se olvida es que al mismo tiempo se sacrifican derechos fundamentales. El debate va mucho más allá que las cuestiones muy concretas de los salarios o los costes de despido. Mediante estas dos cuestiones se tocan derechos fundamentales, derechos de cada ciudadano. Y debemos encontrar las palancas sobre las que actuar. Primero ver sobre el terreno cómo se pueden llevar acciones a cabo, hacer movilizaciones. Y combinar eso con contraofensivas jurídicas. Por ejemplo, en Portugal, la Corte constitucional ha anulado algunas disposiciones porque eran contrarias a los derechos fundamentales. Ambos combates deben ir a la par.

Para ganar en el plano jurídico, hace falta una movilización. Hace falta ligar las medidas nacionales y europeas, y hace falta ligar lo socio-económico con lo democrático, porque conforman un todo. El gobierno y la patronal tratan de aislar las medidas, pero son todo un paquete. Hay que lanzar un paquete contra el paquete.


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