Eran
diez. Las penas de prisión cumplidas por ellos en las celdas de Peniche
sumaban setenta años. El presidio, instalado en una fortaleza del siglo
XVI, de altas murallas, que descienden en picado sobre el mar, con la
excepción de la orientada para el Pueblo de Peniche, era considerado de
alta seguridad. Con el paso del tiempo, uno de ellos, Álvaro Cunhal,
ganaría prestigio mundial. Todos eran comunistas y seis miembros del
Comité Central del PCP. El acontecimiento es ahora recordado para
clausurar las conmemoraciones del centenario de Álvaro Cunhal.
Pero lo imposible aparentemente
aconteció. Ellos lograron evadirse. Fue el 3 de enero de 1960, un
domingo, día de vigilancia atenuada. Planificaron todo al detalle.
Obtenida la complicidad de un Guardia Republicano y fabricado un cordón
de sábanas para descender la muralla, el programa fue cumplido con
rigor. Los Diez salieron del comedor lentamente, tras la cena en la que
poco se habló. Fuera de la sala, el guardia de servicio fue anestesiado
con una toalla empapada en cloroformo.
Después fue la carrera en la oscuridad
hasta la muralla, fijar la sábana-cuerda y el descenso hasta la plaza
donde aguardaban automóviles conducidos por camaradas de confianza.
Era urgente llegar a los puntos de apoyo
previstos antes que sonase la alarma tras la sustitución de la guardia.
El fallo más importante del plan fue la imposibilidad del corte de la
red telefónica de la fortaleza.
Los puestos de control de la policía de
tráfico en la carretera habían sido evitados con éxito. Los Diez
llegaron horas después a las diferentes casas de apoyo donde debían
pernoctar.
Transcurridos 54 años, fue esa
prodigiosa evasión la que el PCP y la ciudad de Peniche –actualmente
gobernada por comunistas- conmemoraron.
ó a la fuga y otro, de espeleólogos, ejecutó, en una
atmósfera de emoción, el descenso de la muralla por el cordón de
sábanas.
Los archivos del Partido registran que
en los meses siguientes se preparó el Comité Central que eligió a Alvaro
Cunhal secretario general. Fue decisiva su participación en la crítica a
la desviacion de derecha que volvió a colocar la clase obrera y el
levantamiento nacional como objetivos de la lucha política para el
derrumbe del fascismo. El combate a la política de derechas llevó a la
elaboración de una estrategia ofensiva condensada en las tesis del
«Rumbo a la Victoria», aprobadas por el VI Congreso en 1964.
La intervención de Álvaro Cunhal tras la
Revolución de Abril de 1974, que puso fin a casi medio siglo de la más
larga dictadura fascista de la Historia, es bien conocida.
A medida que el tiempo pasa, no hay
crítica o calumnia de los que lo combatieron que pueda ocultar la
realidad: él fue el mayor portugués del Siglo XX, una de aquellas
personalidades excepcionales que dejaron marcas impagables en la
Historia de la Humanidad.
Revolucionario, pensador, ideólogo,
conocedor profundo del marxismo y del leninismo, estratega y táctico
brillante, hombre de estado, escritor, artista plástico, supo imprimir a
su partido, al PCP un rumbo y un estilo inconfundibles que lo
convirtieron en mundialmente respetado.
Los vínculos entre él y su pueblo era
tan profundos y conmovedores que 250.000 personas participaron en su
funeral, el más grandioso de la historia de Portugal.
Álvaro Cunhal tenía conciencia de que
los dirigentes no son insustituibles porque quien hace la Historia es
siempre el pueblo, como sujeto de las grandes transformaciones.
Eso no impide que los comunistas
portugueses, en este tiempo de contrarrevolución, de servilismo ante el
imperialismo, de barbarie capitalista, sientan su falta como timonel del
Partido. Las conmemoraciones de su centenario convirtieron en
transparente esa evidencia.
Peniche, 4 de enero de 2014
Por: Miguel Urbano Rodríguez
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