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sábado, 8 de junio de 2013

VENDRÁ NUESTRO OCTUBRE





Manuel Navarrete.


“Yo estoy de acuerdo con las propuestas de Manuel (no al pago de la deuda, salida de la UE y del euro, expropiación de la oligarquía financiera y banca pública, depuración de los cuerpos policiales y del régimen de la Transición). Sin embargo, mucho me temo que muchos de mis conciudadanos, por ahora, no estarán muy de acuerdo con algunas de ellas”.
José López

López me ha convencido con esa cita. Como sólo hay que proponer cosas con las que la gente ya esté de acuerdo, propongo la creación de un frente por la expulsión de todos los inmigrantes, la ilegalización de Amaiur y el bombardeo de Cuba y Venezuela.
En realidad, sigue sin comprenderse la dialéctica entre reforma y revolución, así como entre la necesaria tarea pedagógica de los cuadros entre las masas populares y la necesidad simultánea de que no renuncien a sus principios basados en la independencia de clase. Si esta estéril polémica con López sirviera como excusa para aclarar un poco este embrollo, me daría por satisfecho.
Pero llamadme desconfiado: creo que detrás de la generosidad de José López al “no entrar en mis tergiversaciones” se esconde la realidad de que no he hecho ninguna. ¿Puede citar alguna en concreto? Yo, que abogo por conservar los mínimos de rigor, sí entraré en las tergiversaciones efectuadas por él.
Me atribuye, para empezar, la idea de que la revolución debe hacerla “una minoría”. Es una manipulación vulgar e indignante. Pero, por supuesto, no podrá extractar en mi artículo una sola frase que indique tal cosa. Como experto en inventar falsas disyuntivas, en su primer texto contraponía a la oligarquía con la ciudadanía (cuando los oligarcas son tan ciudadanos como cualquier otro que tenga “los papeles”). Ahora, en cambio, contrapone a las organizaciones de cuadros con los frentes de masas.
En realidad, la tesis comunista fue siempre (véase el Qué Hacer de Lenin) que los cuadros marxistas se organicen de manera independiente y participen, a la vez, en los frentes de masas (distinguiéndose, eso sí, por sus reivindicaciones consecuentes, pedagógicas, radicalizadoras). Pero el único sujeto histórico capaz de llevar a cabo transformaciones sociales es el pueblo trabajador.
Eso no quiere decir que no existan vanguardias (gente con un grado mayor de conciencia de clase). Existen objetivamente y deben organizarse en plataformas que no prioricen el “número” de militantes, lo que las llevaría a rebajar sus principios (como hace López). Los comunistas son minoría por definición y seguirán siéndolo, pero eso no quiere decir que vivan aislados de las masas: para ligarse a ellas están los frentes de lucha concretos, desde las asambleas de barrio hasta las luchas sindicales.
Por desgracia, López tiene claro su dogma. Como recomienda el telediario, lo mejor para enfrentar a los comunistas es tacharlos de anticuados y citar a la URSS (ya se encargará el adoctrinamiento que tenemos desde la cuna de hacer el resto). Muy bien. Para empezar, Montesquieu es siglo y medio más antiguo que Marx. La “separación de poderes” que propone López es, pues, una idea más vieja que el socialismo científico. Y la idea del sufragio universal sin ponderación es más antigua que plantear la salida de la Unión Europea (que ni siquiera existía todavía cuando surgió la reivindicación que ahora recupera López). Así pues, las ideas de López son objetivamente más antiguas que las mías. ¿Puedes refutar esto?
Con respecto a la URSS, es muy curioso. En mi artículo no menciono en ningún momento a dicho país. Pero López conoce el manual de contrainsurgencia a la perfección. No soy un oportunista así que lo diré claramente: quien, siendo anticapitalista, no apoye a la URSS, a la China de Mao o a Cuba, aun con todas las críticas que deben hacérseles a estos proyectos (críticas que, en todo caso, estarán en un plano completamente diferente a las críticas que le hacemos al capitalismo), es un majadero y está tirando piedras contra su propio tejado. Por dos razones: la primera es que constituyen, a diferencia de tantos “foros sociales”, el más serio desafío al capitalismo en toda su historia. La segunda es que mejoraron, a diferencia de tantos “frentes ciudadanistas”, la vida real de muchísima gente y ayudaron a muchos a tener una vida mejor.
Antes de proseguir, un apunte que no me puedo dejar en el tintero: López dice, y con razón, que el pueblo soviético no defendió a la URSS en el 89 y el 91, ya que había dejado de sentir aquello como un proyecto suyo. Es incontestable. Pero, siguiendo el mismo silogismo, ¿por qué sí la defendió en el 41, cuando la Operación Barbarroja desencadenó contra la Unión Soviética la mayor invasión imperialista de la historia de la humanidad? ¿Tal vez porque entonces sí la sentía como algo suyo? ¿O la ecuación sólo es válida cuando sirve para criticar a la URSS?
Sin embargo, todo esto no viene a cuento si hablamos del frente de masas que necesitamos y que, a mi parecer, no será como el que propone López, pero tampoco como una organización leninista y de cuadros. A diferencia de mi organización comunista de cuadros (en la que la defensa del socialismo sí es un requisito sine qua non), el referente político propuesto no tiene entre sus puntos nada que ataña al socialismo real. Todos los puntos que tiene (no al pago de la deuda, banca pública, salida de la UE, depuración de los aparatos del régimen) atañen a la vida real de la población aquí y ahora.
Pero siguiendo a la perfección el manual de “cómo criticar a un comunista”, López prosigue su ataque con otro tópico de lo más vulgar: el pueblo no me comprendería si le hablara de expropiar a la burguesía. Ya se sabe: la imagen del comunista torpe y alucinado con gafitas que habla sobre conceptos extraños sin que nadie le entienda, siendo corrido a escobazos o escopetazos por los campesinos del pueblo. Falacia del muñeco de paja: un clásico.
El programa de mínimos, expuesto en mi anterior artículo, no consistía en decirle a la gente nada sobre “expropiar a la burguesía”. Consistía en partir de sus problemas (los recortes que se hacen para pagar la deuda) para ir elevando el mensaje político, en un acompañamiento constante, progresivo... porque, indudablemente, para cumplir ese programa de mínimos hace falta expropiar a la burguesía. Seguro que, en un barrio burgués, filosofar sobre la división de poderes de Montesquieu no espanta a la gente, que la entiende muy bien, y en cambio hablar sobre los recortes, los desahucios y los bancos les parece anticuado. Pero en un barrio de trabajadores…
López explica su opción: es que quiere poner en evidencia a los grandes partidos. Estamos de acuerdo, pero es que hay, al menos, dos tácticas para hacerlo, y debemos contraponerlas: 1) Modo de poner en evidencia a los grandes partidos en un barrio obrero: “los políticos son unos miserables: recortan al pueblo para pagar la deuda privada a la banca”. 2) Modo de ponerlos en evidencia en el barrio de José López: “la división de poderes democrática y ciudadana es fundamental”. ¿Cuál funcionará mejor? Próximo capítulo en su barrio.
Hay que hablar de un frente “ciudadano”, insiste López, para no ponerle fácil al enemigo la batalla ideológica. Cierto. Hablando de ciudadanismo no les facilitamos la guerra ideológica. Sencillamente se la ahorramos, al desarmarnos ideológicamente a nosotros mismos
Toda la argumentación de José López gira en torno a que decida la gente, porque “sin democracia política no hay democracia económica”. Intentaré explicar dónde está el error con un ejemplo sencillo: supongamos que mañana se organiza un referéndum para la salida de la UE y el euro. La gente votaría masivamente que no. Supongamos que organizamos una inmensa campaña de agit-prop para convencer a la gente de que debemos salir y volvemos a repetir la encuesta. Da igual. La gente votaría nuevamente que no.
¿Por qué? Porque la gente no es tonta. Los monopolios amenazarían con llevarse toda su pasta. La prima de riesgo se elevaría a 8 millones. La gente votaría “no” porque está amenazada por la oligarquía. La idea de López es cierta del mismo modo que lo era la dialéctica hegeliana: invertida. La formulación correcta sería que “sin democracia económica no puede haber democracia política”.
Gente como López no aprende de la historia. En otro tiempo, el movimiento socialista ya experimentó la decepción de ver frustrada su idea capital: la ilusión de que generalizando el sufragio universal, se llegaría al socialismo. Pero el sufragio universal no acabó con la dictadura del capital, que estaba fuera de su alcance. Incluso hoy, la gente de los barrios normales no es tonta. Muchos preferirían que todos los bancos fueran públicos, pero no por ello votan comunista. Porque intuyen que, antes de permitir ser expropiados, los bancos desencadenarían una invasión de la OTAN y en el resto del mundo sus cadenas televisivas –sus grilletes televisivos- dirían que hemos usado “gas sarín” y que intervienen para salvaguardar los derechos humanos.
Esto enlaza con la cuestión de la violencia. En mi artículo no aparece para nada cierta expresión que emplea, como buen fiscal, López. ¿No sabe López que en este país no hay democracia, que no se puede hablar sobre ciertas cosas? Me limito a hacer un análisis histórico. Hasta ahora, la vía pacífica al socialismo ha sido la vía pacífica al fascismo (que se lo digan a Allende), y además no puede ser de otra forma.
José López le da culto a las urnas. Se ve que el telediario ha hecho mucha mella en la izquierda. Las urnas son un medio como cualquier otro, no el método sagrado. Por no comprenderlo, y por querer forzar la realidad para amoldarla a lo que no comprende, López comete un error abismal y sonrojante al hablar de Venezuela.
He pensado incluso en la posibilidad de que el bueno de José estuviera ironizando; pero no, parece que lo dice en serio. Seremos breves: la revolución venezolana se inició con violencia. Chávez realizó un pronunciamiento armado en el 92, que lo convirtió en un héroe popular. Por eso la gente le votó luego. Además, en Venezuela existen milicias de reservistas preparadas por si se da un golpe contrarrevolucionario. De hecho, el golpe del 2002 no habría podido detenerse de no ser por el apoyo de una parte del ejército, institución que no se caracteriza precisamente por su carencia de armas. De hecho… ¡¡Chávez era militar!! ¿Dónde está la vía pacífica en Venezuela?
Pero esto no atañe exclusivamente a Venezuela, Colombia o la India. Es un problema global. La cosa en realidad es muy sencilla. Dos tíos viven en una aldea. Uno tiene 9 vacas y otro 1. ¿Cómo hará el que tiene 1 para tener 5? ¿Pedirlo por favor? Vale, ¿y si el otro se niega? ¿O es que pensamos que los que han sido capaces de explotar, asesinar, esclavizar, acaparar, torturar sofisticadamente, bombardear hospitales sin piedad, de pronto van a entregar todo por las buenas, convencidos por una “revolución ética” y nuestras caritas de pena?
López admite que la burguesía empleará el monopolio de la fuerza que posee. Y yo le pregunto: ¿entonces cuál es la alternativa? ¿Dejarnos derrotar y ya está? ¿Es más liberador eso que romper dicho monopolio? ¿Se equivocaba, pues, Espartaco en su revuelta de esclavos y habría sido mejor agitar las manitas frente a las falanges romanas en plan 15 M?
López se reclama como el verdadero marxista, al ilustrarnos con el descubrimiento de que Marx abogaba por una revolución política. ¡Genial! En realidad sería política y social a la vez, pero no importa. Ahora bien, ¿cómo entendía Marx eso de la revolución política? ¿Cuatro reformas institucionalistas y superficiales como las que propone López? Leamos el Manifiesto Comunista. Vayamos al final del apartado II (“Proletarios y comunistas”), donde figura el decálogo “de mínimos” propuesto por Marx. Se habla de: expropiación de la propiedad inmueble, abolición de la herencia, confiscación de la fortuna de los rebeldes al poder revolucionario, banco público en régimen de monopolio, nacionalización de los transportes, educación pública y gratuita…
¿No es obvio el carácter eminentemente económico de estas medidas de mínimos? ¿De verdad cree López representar el espíritu de Marx con sus propuestas sobre reformar la ley electoral y la división de poderes? Pero López sigue engrosando su cúmulo de errores, inconsecuencias e insultos a la lógica con otra idea estelar: si él le habla a la gente de “separación de poderes” es porque, aunque desea separar otros poderes del poder económico, hay que ofrecerla a la gente “ideas concretas”, no abstractas, para iniciar una dinámica política emancipadora.
Touché. Todo el mundo sabe que hablar de “división de poderes” o “democracia real” (expresiones que pueden querer decir mil cosas distintas en función de quién las emplee) es más concreto que hablar de negativa a pagar la deuda externa o expropiación bancaria para crear una banca pública (que sólo pueden querer decir una cosa, además bien clarita). Pues no. Lo que hoy día llega a la gente y ayuda a iniciar una “dinámica política” es decirle que para parar los recortes hay que dejar de pagar la deuda (contradicción principal en este momento). Y luego, progresivamente, trabajar en la comprensión de todas las consecuencias que de ello se derivan (la salida de la UE, la expropiación bancaria… y, así, inevitablemente, la depuración del régimen para enfrentar la represión consecuente). Tiene sentido.
Pero elevaré la apuesta: ¿qué es “separación de los poderes del poder económico”? Una abstracción. Si lo llevas a lo concreto, te saldrán las medidas que yo propongo: no al pago de la deuda, salida de la UE, expropiación de la banca. ¿Qué tiene de emancipador, de acelerador de las contradicciones, decir lemas abstractos, frases vacías que no significan nada? Por “oportunismo”, para simpatizar a la gente, López retrasa la llegada de esas conclusiones, se queda en una mera “frase”. A ese ritmo, más vale que venga una raza alienígena a imponernos el socialismo de aquí al próximo millón de años. De lo contrario… estamos jodidos.
En suma, para López los comunistas estamos muy anticuados (a diferencia de la “división de poderes” teorizada en el XVII, que es muy actual), las cosas ya no son como en tiempos de Marx y Lenin (¿quién lo duda?, pero, ¿acaso son iguales que en tiempos de Montesquieu?) y el comunismo estaba en auge en época de Lenin, a diferencia de hoy día. Nuevamente López, al desconocer la historia, prefiere inventársela. ¿Qué auge? Tras el descalabro de la II Internacional social-imperialista, el marxismo revolucionario se hundió y Lenin se quedó solo con cuatro más.
Pero siguió defendiendo las mismas ideas, por el senillo motivo de que eran las únicas que podían impulsar la revolución y porque a la gente no hay que decirle “lo que quiere oír”, sino lo que necesita escuchar. Y, a pesar de ser minoría, los bolcheviques (como nosotros) vivían en una época de crisis, lo que desencadenó la revolución de febrero. Y cuando los socialdemócratas mencheviques demostraron su inconsecuencia, su incapacidad para acabar con la crisis y el sufrimiento social, le tocó el turno a los bolcheviques.
Miremos a nuestro alrededor. Quizá ya estamos viviendo nuestro particular febrero. Más nos vale prepararnos porque cuando la socialdemocracia defraude a las masas, vendrá nuestro Octubre.

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