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martes, 10 de julio de 2012

LA GRAN CORRUPCIO REINA DESCARADAMENTE EN MARRUECOS



Imagine también que el secretario general del Elíseo fuera el consejero delegado de dicho holding. Imagine que este hombre, convertido así en el hombre de negocios más poderoso de la República, fuera también propietario de una cadena de empresas en nombre propio que obtienen concesiones o contratos públicos de forma masiva. Inconcebible, ¿no?

Pues esto no ha terminado todavía . Imagine ahora que el Primer Ministro dispone, por decreto oficial, la inversión de millones de euros de dinero público en una empresa privada que pertenece al secretario general del Elíseo… Y, por último, el golpe de gracia: imagine que la empresa en cuestión es una empresa fantasma sin oficinas ni personal y que, para colmo, ¡presenta como guinda cifras falsas en su plan de negocio!
Si sólo una décima parte de todo esto fuera cierto, caería inmediatamente el presidente francés, arrastrando en su caída al Gobierno e incluso a la Quinta República. Pero esto, que en el caso de Francia es pura ficción inverosímil, es en cambio la dura realidad en Marruecos, país amigo y aliado.
Para quienes aún no lo sepan, el rey Mohamed VI es el accionista mayoritario del grupo SNI, que abarca, entre otros, el mayor banco privado, el mayor operador de la minería y la mayor cadena de distribución del reino. El hombre que dirige este conglomerado tentacular, cuyo volumen de negocios representaba hace unos años el 8% del PIB, se llama Mounir Majidi, y desempeña al mismo tiempo el cargo de secretario privado de Mohamed VI.
Como tal, es el más estrecho colaborador del soberano, puesto que prepara su agenda, organiza sus reuniones, filtra la información que recibe, etc. Este doble papel de Majidi le convierte en el hombre más odiado por la comunidad empresarial marroquí; y necesariamente, ya que, en nombre del rey, les hace una despiadada y desleal competencia, dada su desmedida influencia sobre instituciones financieras como la Caisse de dépôt et de gestion , el Ministerio de Finanzas, la administración tributaria, etc.
Pero el hombre de negocios de la monarquía no se olvida de sus propios intereses. Majidi, propietario también de varias empresas que operan en diversos sectores, no duda, para defender sus negocios personales, en utilizar las palancas del Estado a su disposición. El affaire BaySys , revelado hace dos semanas en el blog del autor de estas líneas, ilustra hasta el ridículo el funcionamiento implacable del “Majidi business”, actualmente en el centro de la corrupción de Estado en Marruecos.
Veamos algunos hechos: En 2010, el secretario particular del rey Mohamed VI entra en contacto con BaySys, un fabricante estadounidense de equipo aeronáutico que estaba busca ndo un socio financiero para salir de un apuro. En lugar de sacar su propio talonario de cheques (y a pesar de disponer de recursos ), Majidi dirige al proveedor americano a la Royal Air Maroc (RAM).
Es pues la aerolínea pública marroquí la que tendrá que desembolsar los aproximadamente 25 millones de euros que necesitaba BaySys, utilizando así el dinero de los contribuyentes… y de paso beneficiándose el propio Majidi. Para ello, el secretario particular del rey crea en agosto de 2010 BaySys Maroc, una cáscara vacía sin instalaciones ni personal que Majidi controla al 100% a través de dos empresas pantalla.
Unos meses más tarde, un decreto oficial del primer ministro marroquí Abbas El Fassi autoriza a la RAM a adquirir participaciones en BaySys Morocco. Y más aún: las previsiones que justifican esta inversión son particularmente extravagantes. Así, se prevé que la sociedad de Majidi realice una facturación anual de 45 millones de euros y un beneficio neto de 4,3 millones de euros… desde su primer año de ejercicio, ¡y sin ningún tipo de hipótesis de cálculo que apoye estas increíbles cifras!
Lo más aberrante del caso es que estas previsiones tan poco creíbles hayan pasado, sin modificación alguna, cinco altos niveles de verificación del Estado marroquí: la propia memoria de la RAM, después el Ministerio de Finanzas, la Oficina del Primer Ministro (Primatura), la Secretaría General del Gobierno y, finalmente, el Banco Central, que publícó las mismas cifras unos meses después, tal cual, en un documento interno. ¿Es que todos los altos funcionarios marroquíes son unos incompetentes? Por supuesto que no. Simplemente, desde el momento mismo en que el todopoderoso secretario particular del Rey está implicado en un procedimiento, los funcionarios del Estado, por muy arriba que estén situados, firman lo que se les pide que firmen sin hacer preguntas.
Finalmente, la inversión no se realizó porque el negocio capotó por razones que se desconocen (a pesar de múltiples intentos, los responsables de BaySys International han guardado silencio). Pero la forma en que se ha manejado todo este asunto proporciona información sobre la verdadera naturaleza del régimen marroquí: un sistema en el que imperan los conflictos de intereses y donde el tráfico de influencias está en pleno apogeo, al más alto nivel del Estado y con la complicidad de las autoridades elegidas.
Abbas El Fassi, líder de un partido político y exprimer ministro firmante del decreto BaySys también es, casualmente, el padre de Fihr El Fassi, exdirector general de una de las sociedades de Majidi.
La empresa en cuestión, FC Com, domina el mercado de la cartelería publicitaria en Marruecos gracias a las condiciones extremadamente ventajosas que le otorgan los ayuntamientos y entidades públicas. Salaheddine Mezouar, otro líder político y exministro de Finanzas, cofirmante del decreto BaySys, es también uno de los imprescindibles del séquito real . Recientemente ha sido puesto en evidencia por haberse otorgado a sí mismo unas primas elevadísimas, un intercambio de favores con Noureddine Bensouda, actual Tesorero del Reino, ex Director de Tributos y también miembro de la Corte. Y así sucesivamente…
El año pasado, sin embargo, Marruecos también había vivido su “primavera árabe”. Confrontado a los manifestantes que exigían democracia, Mohamed VI había hecho promulgar una nueva Constitución que presuntamente establecía el “buen gobierno” y la “rendición de cuentas”.
Una reforma calificada entonces de “ejemplar” por Nicolás Sarkozy e “histórica” por Alain Juppé. Pero juzguen ustedes mismos: El artículo 36 del nuevo texto fundamental prohíbe expresamente… ¡el tráfico de influencias!, por lo demás un delito que se castiga con penas de dos a cinco años de cárcel según el artículo 250 del Código Penal marroquí.
Pero en Marruecos una cosa es la teoría y otra la práctica. ¿Qué fiscal estaría tan loco como para emprender acciones judiciales contra Mounir Majidi o, en general, contra los miembros de una camarilla protegida por el rey en persona? Jaafar Hassoun, un juez que había tratado de hacer cosquillas a ciertos allegados del monarca, se vio eliminado de la magistratura en 2011, prohibiéndosele ejercer la abogacía y siendo acosado para que abandonara cualquier intento de participar en política.
En ausencia de contrapoderes efectivos, la gran corrupción florece libremente en Marruecos, ante la creciente apatía de una opinión pública decepcionada por tanta falsedad. La prensa independiente, que rugía hasta hace poco, no es hoy más que la sombra de lo que fue, derrotada por una década de acoso judicial y económico. Majidi, que es también el primer anunciante publicitario del país, ha demostrado su capacidad para boicotear periódicos hasta hundirlos en la quiebra.
Hoy, los titulares de prensa más valientes todavía pueden poner en evidencia a segundos espadas como Mezouar o Bensouda. Pero en cuanto nos acercamos al primer círculo real, silencio general. Resulta revelador que el affaire BaySys, a pesar de que “zumbaba” intensamente en internet y las redes sociales (incluso generó en Twitter el hashtag # MajidiGate)…, no haya sido mencionado por un solo periódico marroquí. En cuanto al gobierno islamista de Abdelilah Benkirane, elegido bajo la promesa de luchar contra la corrupción, es igual de silencioso. Y para decirlo con claridad, simplemente irrelevante.
Ahmed Benchemsi

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