12.05.2015
Desde la otra vertiente, la de barlovento, allá donde se ubica el enorme campo de tiro del ejército español y de la OTAN, en Pájara, retumban ruidos de morteros y ráfagas de metralletas, estruendos de destrucción y guerra. Son las 7 de la mañana de lo que, esperaba, fuera un sosegado sábado.
El domingo pasado me desplazaba en barco (con Líneas Armas) desde Gran Canaria. Entre el pasaje viajaba una “compañía” de no menos de 300 soldados; harían escala en Fuerteventura y, al día siguiente, se desplazarían por aire al continente vecino, África, para participar en “juegos de guerra”, en Mali.
¿Qué hace la soldadesca española desplazada en ese país africano? ¿Y qué en Afganistán, en Somalia, en…?
¿Cómo podemos quedar impávidos ante los movimientos de tropas con bandera española en territorios alejados de las fronteras hispanas? Si los ejércitos, pagados con los dineros de todos los ciudadanos, son defensivos, ¿de qué enemigos nos pretenden proteger?
Mientras, en Canarias miles de familias se encuentran sin ingresos estables; casi un treinta por ciento de niñas y niñas viven por debajo de los umbrales de pobreza; cierran unidades de salud dificultándose la atención sanitaria a las personas que la precisan; las pensionistas encuentran mayores dificultades para llegar a final de mes con sus menguantes pensiones; en los centros educativos se sufren recortes en sus plantillas docentes que dificultan mejores opciones educativas para la población escolar; cada día expulsan de sus casas a familias por no poder hacer frente a abusivas hipotecas,…
Suenan cerca tambores de guerra, para saquear otras tierras destruyendo la vida que en ellas habita; pero también para advertirnos que, llegado el caso, somos sobrantes (innecesarios) a la codicia ilimitada de los explotadores y opresores de este sistema inhumano y bárbaro.
Rafa R. Marrero
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