miércoles, 22 de abril de 2015
Cuando
comienza 1941 ya la Alemania hitleriana tenia prácticamente el control total de
Europa, que poco a poco había sido cedido por las potencias occidentales con el
único propósito de redirigir todo ese potencial contra el gran enemigo, la Unión
Soviética.
Para
eso, el alto mando alemán se preparó meticulosamente, reuniendo el máximo de
fuerzas posibles y reservas de materiales para llevar la guerra hasta el ultimo
confín del territorio soviético, era solo una cuestión técnica, la victoria
estaba asegurada.
Así
el día 22 de Junio de 1941 comenzó la ofensiva de acuerdo a los planes que había
elaborado la flor y nata de la ciencia militar occidental, y comenzó el conteo
regresivo esperando el seguro colapso de la gran potencia euroasiática.
En
aquellos primeros días, y ante la ofensiva hitleriana, nadie podía
imaginar algún otro escenario que no fuera la rendición del país de los soviets
y en occidente se preparaban para
compartir el poder con la potencia germana.
Pero
mientras el ejército alemán avanzaba de victoria en victoria hacia el este, el
alto mando soviético evacuaba las industrias fundamentales a la profunda
retaguardia del país como el único camino hacia una futura e improbable
victoria; si embargo el lado soviético le preparaba una insospechada sorpresa.
Las
tropas alemanas llegaron hasta los alrededores de Moscú y de esa nueva victoria se
esperaba el derrumbe del estado socialista, pero después de intentar romper con
la resistencia, al final fueron rechazados y con esa derrota se selló el
destino de la guerra, la marcha triunfal había terminado.
Esa
es la importancia de la Batalla de Moscú, la apuesta del todo por el todo que
debe ganar el mejor y en ella, el pueblo soviético resultó vencedor.
Eso
cambió muchas cosas e implicó que Japón se decidiera por la guerra contra las potencias
occidentales atacando Pearl Harbour solo unos días después, despejando la
posibilidad de abrir un frente en el oriente de la Unión Soviética como se
intentó antes, en 1938 donde los nipones recibieron una contundente derrota.
En ese momento ya no se especulaba con el colapso de la Unión Soviética,
las élites occidentales lo que analizaban era las posibilidades que tendría la
Alemania fascista en esta inesperada situación con la llegada de 1942.
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