Por Diego Taboada
Por Diego Taboada
A nur, mi hija imaginada.
Soy escéptico. Lo soy por experiencias
vitales, cotidianas, y lo soy por experiencias políticas – éstas, menos
que las primeras -. Uno no ejerce de escéptico por voluntad propia ni
por pose; en lo que a mí se refiere, este escepticismo impenitente viene
dado por muchos factores.
El primero, el haber nacido en un país
al que le han usurpado consciente y calculadamente la memoria del
anti-fascismo, considerándola, incluso, como un ingrediente cultural anacrónico o inútil para la construcción democrática de la memoria colectiva.
El segundo, el haber sido socializado
desde la sangre hasta el alma – caso de existir – con los lugares
comunes y las hipócritas mentiras de la transición española.
El tercero, mi condición de hijo de
emigrantes gallegos retornados, lo que es mismo que decir que uno ha
tenido que acostumbrarse a contragusto desde su más tierna infancia a
ser el otro en el país de acogida y el otro en el país de origen. El otro,
no sólo por su condición de emigrante, sino también por su negativa a
integrarse social y profesionalmente a cambio de renunciar a la
antropología profunda de su pensamiento como comunista y a cambio de
renunciar a la galleguidad cultural, lingüística e histórica que lo ha construido como sujeto mestizo.
Y el cuarto, sencillamente, por haber sido sutilmente excluído en mi intento de dedicarme al periodismo de modo profesional
y con mis armas de sociólogo, así como por haber observado desde dentro
el patético tráfico de influencias y favores recíprocos que las élites culturales,
políticas, periodísticas y editoriales gallegas cuecen entre sí desde
las opacas puertas giratorias que conectan a las redacciones de los
periódicos y a las cúpulas de los partidos políticos clásicos.
En este maquiavélico juego en el que
todos juegan estratégicamente a censurar a quien molesta sin atender a
explicaciones ni nombrar al censurador que censura al censurado, no hay
teoría que valga; lo único que hay son intereses familiares, de casta de
intocables históricos, por así decirlo, sólidamente cristalizados dentro y fuera
de Galicia. Intereses, por cierto, que siempre se han silenciado dentro
de Galicia bajo dos espúreas justificaciones, a saber : “Me limito a
cumplir órdenes” ó “trato de conservar mi trabajo”. Nada nuevo, así se
comporta la humana conditio en estas lides.
La política y la comunicación en la civilizatio neoliberal
son agua y h2o. He visto como se contagían mutuamente y como colonizan
el imaginario cotidiano. Lo he palpado con la misma intensidad con la
que se sienten los latidos del corazón. Ahora pueden imaginar ustedes
las terribles consecuencias que ello puede tener para un país como
Galicia, una nación sin estado con la memoria suspendida, secuestrada, y
con una agresión económica y demográfica de alto impacto, el hecho de
que la propaganda corporativa de masas haya colonizado todos sus
espacios – Públicos y privados. Físicos y mentales – a través de una
oferta cultural basura y de una oferta política de prefabricación rápida
que se ha ido generalizando con el tiempo : la búsqueda del reconocimiento y el efecto imitación de
los productos político-culturales venidos del eje
Washington-Madrid-Bruselas, en efecto, tiene sus costes cuando relaja la
lucha por los derechos civiles.
Cabe decir, sin ánimo de resultar
dramático, que en este país que amo con la misma intensidad con la que
lo odio, cualquier conato de proyecto político o cultural que los
poderes autonómicos han intuído como peligroso por confiar en un exceso de democracia
o participación ciudadana, ha sido directamente ignorado, silenciado y
abandonado por los propios poderes públicos que deberían haberlo
conservado y consolidado. La razones son evidentes : del mismo modo que monsieur Pablo Iglesias habla de la existencia de castas
– en sentido antropológico, así es, puesto que castas familiares y
económicas las hay en todos los estados y naciones – en el estado
español, así también podríamos hablar de castas de intocables que hacen uso de significantes como galleguismo, catalanismo, andalucismo.. etc, como
un mero recurso retórico que instrumentaliza el campo cultural para
justificar privilegios legales y fiscales de familia. El que esté libre
de pecado, por favor, que tire la primera piedra. Si se atreve.
Me aterra el contexto actual en España.
Vivimos en una dictadura de hecho y de derecho que mezcla las
estructuras mentales tradicionales heredadas de cuatro décadas de
barbarie – el llamado franquismo cultural, aún no superado – con las no
menos tradicionales mentiras opiáceas heredadas de la transición
española y el realismo determinista que entroniza al modelo neoliberal como único modelo de desarrollo posible.
Pesado fardo es, sin duda, siete décadas de violencia, conspiraciones,
opacidades y contumaz negación de los derechos humanos más elementales,
bien sea con la recurrencia a la razón – fascista – de estado, bien sea
con la recurrencia a la razón – liberal – de estado, bien sea con la
sumisión ciega de todos los poderes públicos al economicismo más burdo.
Durante estos años de emergencia de
Podemos y con la experiencia contemporánea del 15-M y las marchas de la
dignidad, una cosa me ha quedado clara; la primera, que los ciudadanos
desencantados a los que podemos ha tratado de dar voz y organizar
políticamente han conseguido su espacio a costa de una
des-ideologización muy peligrosa que puede devenir en formas
autoritarias de populismo, de mal populismo – si es que existe populismo
bueno, que lo dudo -.
La segunda, que para poner el ser –
político – de España en su punto de partida más elemental – El
republicano, laico, plurinacional y confederal -, Podemos es un proyecto
totalmente prescindible; el demos del 15-M no es un demos unívoco sin
configuración de clase y sin ideología; el craso error de izquierda
unida y de Podemos ha sido, por partida doble, y con métodos diferentes,
ser pusilánimes en lo que se refiere a hacer pedagogía
político-cultural de calle. El resultado de la confusión reinante, así
pues, es una izquierda unida agonizando en continuas hemorragias
internas entre sensibilidades liberal-republicanas y social-comunistas
que pueden y deben remar juntas y acercar posturas sobre la cuestión
nacional, el modelo de estado y el modelo productivo-económico deseable
para salir urgentemente de la actual situación.
Hablemos claro : Podemos es un fenómeno
netamente urbano y de redes con poco implante y trabajo social de base.
Su militancia ha interiorizado un discurso estructurado convenientemente
para convencer a la sociedad civil de que es posible trascender el
bipartidismo dinástico auto-retratándose como gente normal – sic – y luchando con la mera buena voluntad
dentro de los mismos marcos lingüísticos, mediáticos y normativos
producidos en la transición española. De nuevo, como hábito cuasi
antropológico en la pedagogía política contemporánea de España, se ha
repetido la misma fórmula consistente en poner al trascendental orador
arriba y en el centro de la plaza mientras la grey aplaude, asiente y
grita emocionada como en un campo de fútbol.
¿ Qué hacer, ahora, con la integración
de inmigrantes en paro, la ayuda y asesoramiento a mujeres maltratadas,
las torturas y deportaciones en los centros de internamiento para
extranjeros, la emergencia social de familias en situación de pobreza
económica, energética, sanitaria y digital absoluta y sin posibilidades
de acceder a los servicios educativos y formativos más básicos y
elementales ?. ¿ Qué hacer con la creación de redes locales de
resistencia al fuertísimo impacto ecológico generado por procesos de
hiper-urbanizacióny actividades extractivas descontroladas ?. ¿ Qué
hacer ante la persistencia de la violencia de deshaucios hipotecarios
sin intermediación judicial ?. ¿ Qué hacer ante los abusos incontrolados
e incontrolables de unas fuerzas de seguridad aupadas, con la reciente
aprobación de la ley mordaza, a la condición de policía judicial
exprés, y qué ante la necesidad de crear redes de desobediencia fiscal a
las desproporcionadas tasas y tributos municipales que soporta el
pequeño comercio ?. ¿ Qué hacer, también, ante la persistencia y
expansión de formas de trabajo esclavas en un absoluto limbo jurídico ?.
¿ Qué hacer ante la guerra de clases que la tecnocracia más
conservadora ejecuta desde la hacienda pública, ahogando fiscalmente a
las familias más humildes, y desde la Audiencia Nacional, dando barra
libre al control social y a la represión física contra la movilización
ciudadana?.
¿ Qué hemos sido capaces de poner en la
mesa para frenar todos estos procesos combinados en los sectores
sociales más débiles y precarios ?. De repente, en todo el Estado, se
han ido poniendo de moda las tan cacareadas candidaturas de unidad municipal
que, a la luz de los hechos, están resultando ser no otra cosa que
meros instrumentos administrativos para la cooptación y arribismo a los
partidos políticos clásicos. De repente, todo el mundo se ha convencido
de que ha descubierto la pólvora mojada de la democracia
liberal-burguesa con asepsia ideológica incorporada y espíritu municipalista.
Tarde o temprano caeremos del sueño y reconoceremos – y si no, al
tiempo – que a la hora de gobernar concorde a un programa, las
diferencias ideológicas, importan. E importan, entre otras cosas, porque
las ideologías son marcos orientativos para la acción programática y
para la organización del trabajo político, marcos que sitúan el campo de
batalla y el sector social en el que se quiere intervenir y cómo.
Importan, entre otras cosas, porque los sujetos y las comunidades
humanas actúan concorde a valores interiorizados y, sobre todo,
prioridades marcadas.
Si de verdad queremos dejar de hacer el
ridículo y recuperar la confianza y la cínica desideologización
disfrazada con pose totalmente aperturista a todo, sin matices,
empecemos a hablar en serio sobre el origen, significante y significado
de palabras como república, federalismo, feminismo, pacifismo,
ecología, decrecimiento, marxismo… y todo ese rico árbol de la filosofía
y la ciencia social que constituye el imaginario clásico y
contemporáneo del espíritu libertario. O, como diría mi respetado
paisano Carlos Taibo, la cultura y la política demo-acrática.
Si empezamos por aquí, quien sabe, los necesarios aspectos técnicos
y resolutivos de un programa de izquierdas vendrán dados con el impulso
y el aporte cultural del pensamiento y la ciencia crítica. Frente al
lugar común que aconseja aliviar tensiones en fórmulas discursivas
armónicas y atrápalo todo, hay que normalizar el hábito y la exigencia de la reflexión crítica con voluntad de intervención social.
El problema de los múltiples fracasos
de la izquierda es de cariz profundamente cultural y pedagógico : con
sujetos blandos y líquidos no se pueden crear oposiciones ni
alternativas sólidas. El frente popular de izquierdas necesario para
trascender el bipartidismo dinástico debería ser, en palabras de
Francisco Fernández Buey, liberal en todo, menos en economía, y
debería armonizar los tiempos y métodos de la política y la
comunicación de movimientos con los tiempos y métodos de la política
institucional.
Vivir, no es fácil. La política, tampoco
lo es. Tanto en una como en la otra es rotundamente cierto que siempre
hay personas que se apropian de palabras y principios que le vienen
demasiado grandes. Tanto en una como en la otra es rotundamente cierto
que cuando hay que recibir aplausos y remar con los más fuertes le salen
a uno amigos hasta debajo de las piedras. Tanto en la una como
en la otra es rotundamente cierto que el riesgo de tomarse la
solidaridad en serio tiene que pagarse con un plus de soledad
intelectual.
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