Publicado en: 29 marzo, 2015
Por Miguel Ángel González Claros
En enero, las fuerzas hutíes derrocaron
el régimen de Ab-Rabbu Mansour Hadi, tomando el palacio presidencial.
Hutíes controlan la capital Sanaa y Taiz, la tercera ciudad más grande
de Yemen y se dirigen hacia Adén. Los hutíes, que pertenecen a la rama
chií zaidí del Islam, conquistaron la capital, Saná, el año pasado para
protestar por el recorte de los subsidios a los combustibles. Ellos
tomaron el control del palacio presidencial en enero de este año y en
febrero forzaron la dimisión de Hadi y sus ministros.
Hadi fue capaz de escapar del arresto
domiciliario en Saná el mes pasado, huyendo a Adén, antiguo protectorado
británico, donde ha organizado las fuerzas militares leales a luchar
contra los hutíes, pidiendo la intervención militar extranjera de los
países del CCG, para restablecer el orden. En febrero, declarándose
todavía presidente, se apoderó de la base aérea de al-Annad y la
estableció como capital temporal, pidiendo a los funcionarios de la ONU
que autorizasen una intervención militar extranjera. Esta estrategia
forma parte de un guión diseñado por Estados Unidos y Arabia, para
justificar la injerencia extranjera, cuya verdadera intención es hacer
retroceder al levantamiento popular. Los enfrentamientos entre las
facciones rivales se intensificaron después de que la rama yemení del
Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS), llevase a cabo atentados
suicidas en dos mezquitas en Saná, matando a más de 130 personas e
hiriendo a más de 300.
Hadi emitió una declaración televisada
pidiendo a las huzíes, ceder el control de Saná y otras ciudades. Él
acusó a Irán de ser el responsable de los avances de los hutíes y se
comprometió a enviar a las milicias de regreso a su provincia natal de
Saada, en el lejano noroeste, en la frontera con Arabia Saudita
El imperialismo estadounidense tiene la
responsabilidad final por el caos que ahora se cierne sobre el
empobrecido país árabe. Pretenden intervenir agresivamente para mantener
su control estratégico del estrecho de Bab-el-Mandab, entre el océano
Índico y el mar Rojo, que conectan Asia y el Golfo Pérsico a Europa.
Arabia Saudita bombardeó instalaciones
clave en Yemen, el jueves, formando parte de una coalición regional en
una campaña contra los hutíes chiíes que han tomado gran parte del país.
Riad con la ayuda de diferentes países, los cuales forman parte del
CGC, se han unido a su coalición para intervenir en el país, al igual
que la invasión y ocupación de Irak, EEUU se escondieron detrás de una
“coalición”, en un vano intento de generar legitimidad diplomática.
Mientras miles de manifestantes se reunieron en la capital de Yemen,
para mostrar su apoyo al grupo hutí.
Arabia Saudita encabezó una coalición
compuesta por 10 países, habían comenzado los ataques aéreos, apuntando a
posiciones hutíes en la capital, Saná.
Donde según fuentes de Al
Jazeera, los ataques llevados a cabo por 100 aviones de Arabia y su
coalición, han destruido lanzadores de misiles de fabricación iraní en
la capital. Yemen fue un campo de batalla entre los marxistas y panárabe
un lado y las fuerzas reaccionarias pro-Saud, por otro, en la
actualidad es el escenario de una guerra entre las milicias chiitas, que
luchan contra los terroristas islámicos.
La campaña aérea comenzó como un
conflicto interno en Yemen, mostrando signos de degenerar en una guerra
de poder entre las potencias regionales. El anuncio de Arabia se produjo
en una conferencia de prensa en Washington por Adel al-Jubeir,
embajador del reino en los Estados Unidos. El conflicto en Yemen es una
guerra de poder no entre Irán y Arabia Saudita, sino entre Teherán y
Washington.
Estados Unidos y Arabia han respaldado a
extremistas sectarios, entre ellos Al Qaeda en Yemen, siendo utilizados
como fuerzas aliadas destinadas a mantener a las milicias hutíes en
jaque. Esto significa que Arabia Saudita y los EE.UU. están
interviniendo en Yemen, sólo después de que los terroristas, a los
cuales se les estaba apoyando, fueran derrotados y el anterior gobierno
colapsado.
Los rebeldes en Yemen, encabezados por
los hutíes, han acusado a Arabia Saudita y Qatar, junto con los EE.UU.,
de interferir en varias ocasiones en la lucha del país para apoyar al
viejo orden y evitar cualquier cambio democrático, las conversaciones
mediadas por la ONU, están quedando cubiertas por un veto ejercido por
Arabia Saudita y Qatar.
Al pueblo yemení no se le permite
determinar sus propios asuntos, incluyendo la invasión militar, que ha
sido provocada, para asegurar que el pueblo de Yemen no determine sus
asuntos por sí mismos, porque no se ajustan a los intereses
estadounidenses.
Riad comenzó a intensificar su apoyo a
grupos vinculados con Al Qaeda en Yemen, que se embarcaron en una
campaña de atentados con coches bomba y tiroteos en la capital y otras
ciudades leales al movimiento pro-democracia. El antiguo régimen en
Yemen es dirigido por Mansour Hadi, quien es respaldado abiertamente por
los EE.UU. y Arabia Saudita. Durante casi 30 años se desempeñó como
vicepresidente durante la dictadura de mano dura de Ali Abdullah Saleh,
que también fue respaldado a capa y espada, por Washington y Riad.
Contrariamente a los medios de
comunicación occidentales, las milicias hutíes, no llevan una política
confesional, pero cumplen una misión patriótica. A pesar de su identidad
religiosa, cultivan una visión pan-islámica y panárabe, ganando así la
simpatía de una gran parte del ejército nacional yemení, incluyendo la
Guardia Republicana y muchas tribus sunitas, lo que explica su increíble
progreso.
La Casa Blanca, en un comunicado, ha
respaldado plenamente la intervención militar, a pesar de que plantea
serias preocupaciones acerca de su legalidad por la violación de la
soberanía de Yemen. El bombardeo aéreo fue lanzado, sin recibir un
mandato del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
La crisis en Yemen es un ejemplo más del
viejo orden, respaldado por los Estados Unidos y sus aliados, entre las
dictaduras árabes del Golfo Pérsico, como un baluarte contra una
protesta popular que podría conducir a la democratización en los países
de Oriente Medio más pobres. Si el levantamiento popular tuviera éxito,
las repercusiones en las monarquías del Golfo autocráticas serían
desestabilizadoras, como en Arabia Saudita, que comparte la frontera sur
con Yemen y es la principal preocupada.
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