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lunes, 9 de febrero de 2015

PAREMOS LA GUERRA DE UCRANIA


lunes, 9 de febrero de 2015

 
Una Ucrania económicamente colapsada y prácticamente en suspensión de pagos está a punto de lanzarse a la aventura de una nueva guerra en Europa, tras la de los balcanes de la extinta Yugoslavia, impulsada por la OTAN, los Estados Unidos, prestos a reforzar su intervención con envío de más mercenarios y armamento, y la UE que, tras las sanciones a Rusia por su apoyo político y humanitario a las repúblicas del Donbass, emplea a la Alemania de Merkel como ariete europeo contra la paz.  

Decía von Clausewitz que la guerra era la continuación de la política por otros medios. Se le olvidó decir que también lo era de la economía. En el conflicto de Ucrania ha existido y existe también una guerra económica. Comenzó cuando un sector de las élites económicas y políticas quisieron imponer por la fuerza un vínculo con la UE contra la decisión del gobierno legalmente constituido del Presidente Yanukovich. Para ello no dudaron en convertir esta nueva fase de la antigua “revolución naranja” en una “revolución parda”, apoyada en los grupos nazis seguidores del criminal de guerra Stepan Bandera. En esta vuelta de tuerca, de nuevo la UE, los Estados Unidos y diversas agencias injerencistas tuvieron un papel relevante en el apoyo a los sectores más reaccionarios de la sociedad y a los poderes económicos ucranianos. Las riquezas naturales que se encuentran en el subsuelo de Ucrania son una de las razones principales de la avidez de las potencias capitalistas europeas y norteamericana que pretenden jugosos beneficios mediante alianzas con las oligaquías locales.

La represión contra organizaciones y partidos de izquierda y el asesinato de militantes de los mismos tras el ascenso al poder del nuevo gobierno surgido del golpe de Estado llevado a cabo por una alianza de sectores de extrema derecha y liberales, y la negación de los derechos a su propia cultura y lengua a la población ucraniana de origen ruso (alrededor de un 20%) precipitaron la insurrección de la región del Donbass (repúblicas de Lugansk y Donetsk). 
 
La prensa occidental les tilda de separatistas prorrusos pero lo cierto es que, junto a la defensa de su identidad como pueblos, a los rebeldes del Donbass les une su antifascismo, profundamente arraigado en la memoria de los acontecimientos criminales de los sectores de la sociedad ucraniana que colaboraron con las tropas invasoras alemanas en la II G.M. Los bombardeos criminales sobre población civil de ambas repúblicas por parte del ejército uncraniano, decidido a aplastar la rebelión democrática a sangre y fuego, han sido la respuesta, como antes lo fue en el resto del territorio la ilegalización de partidos de izquierda, entre ellos el comunista, y el asesinato de decenas de personas, quemadas vivas en la Casa de los Sindicatos.

Pero el conflicto no afecta sólo a Ucrania. Hay un interesado deseo por parte de las potencias capitalistas occidentales de criminalizar a Rusía como responsable de los acontecimientos que se viven en Ucrania.
 
 Este deseo arranca desde la Revolución Naranja de 2004 y ha tenido sus puntos álgidos, después de que la población de Crimea decidiera por aplastante mayoría y en referéndum democrático unirse a Rusia, en las sanciones económicas y en las amenazas de la OTAN, en las acusaciones de que los rebeldes antifascistas del Donbass recibían armas de Rusia, mientras miembros militares de países de la OTAN entrenaban y daban apoyo a unidades del ejército ucraniano, y en la provocación del atentado de falsa bandera perpetrado contra el avión de la compañía Malaysia Airlines en el que viajaban 298 personas del que intentaron culpar a los antifascistas de Donetsk y a Rusia por la supuesta provisión de tecnología militar a los rebeldes para hacerlo. Esto último no fue probado, existiendo indicios más que sobrados de que los disparos provinieron del ejercito ucraniano en la zona, razón por la cual la comisión internacional de investigación sobre este terrible suceso ha ido, oportunamente, provocando silencio informativo sobre el asunto.

Hay un intento de aislar a Rusia en sus propias fronteras por parte de la OTAN y de arruinarla económicamente, buscando que los dirigentes rusos pierdan la paciencia hasta ahora demostrada para así justificar una escalada en el clima bélico ucraniano que implique al vecino ruso.

La huida hacia adelante del gobierno ucraniano envuelto en sus propias tensiones sociales, producto de sus crisis económica y política, y de una guerra contra los antifascistas del Donbass que está perdiendo, se está viendo azuzada por las potencias de la UE, principalmente Alemania, y por la OTAN. Ello está activando una espiral de violencia que bien pudiera implicar bélicamente un conflicto de dimensiones hasta ahora desconocidas en Europa, sobre todo si tenemos en cuenta que tanto Ucrania como Rusia poseen armas nucleares.

Es dudoso que el encuentro entre Merkel, Hollande y Putin dé los frutos deseados para la paz en el este de Europa y ello porque no es suficiente el alto el fuego y la interposición de cascos azules de la ONU, sino una paz justa que implica el reconocimiento de los derechos de soberanía de las repúblicas del Donbass, el fin de la represión contra la población ucraniana de origen ruso y las organizaciones de izquierdas, así como su relegalización por parte del gobierno ucraniano, y el cese de la intromisión desestabilizadora de la UE y la OTAN en Ucrania y contra Rusía.

En cualquier caso, quienes amamos la paz llamamos a la movilización de la sociedad española contra una guerra imperialista que vuelve a retotraernos a los peores recuerdos de la II G.M.

Marat

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