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lunes, 26 de enero de 2015

RUSIA: LA ESTRATEGIA DE PUTIN


http://www.granma.cu/mundo/2015-01-22/rusia-la-estrategia-de-putin


Rusia. Kremlim con aviones IBTimes
Rusia ha asegurado que no cederá ante las presiones externas. Foto: Ria Novosti
Si se me permite comenzar por una conclusión personal, diría que el mayor logro de la Rusia actual como país y del presidente Vladimir Putin como estadista, es haber evitado una tercera guerra mundial aun cuando las amenazas, sanciones, provocaciones y cercos militares por parte de Occidente, pudieran conllevar a una respuesta bélica.

Serenidad, seguridad y sabiduría se han dado la mano justo en mo­mentos en que se ha pretendido do­blegar a una nación que ya supo de conflagraciones anteriores, en las que millones de sus hijos perdieron la vida y pudo levantarse de las ruinas causadas por el fascismo.

Con evidente capacidad como es­tratega político y militar, Putin y su equipo de gobierno no solo han frenado el impulso occidental de llevar la pólvora hasta sus fronteras a través de una OTAN ávida de guerras, sino que han desarrollado el po­tencial militar del país con los más mo­dernos medios y equipos y han cam­peado las sanciones, los bajos precios del petróleo y otras dificultades, sin grandes afectaciones sociales pa­ra su población.

Occidente ha apostado por debilitar a Rusia, hacerla fracasar en su desarrollo económico; ha estimulado inconformidades y ha exacerbado tendencias minoritarias en quienes jugaron siempre al oportunismo, unas veces con el disfraz de socialistas y otras con evidente añoranza capitalista.

Fueron tendencias que encontraron abono en los primeros años luego del derrumbe de la Unión So­viética y que, en algunos casos, no han sido arrancadas de raíz to­davía.

Rusia, sin embargo, se ha fortalecido y desarrollado, y su población es beneficiada incuestionablemente. A su vez, el gran país ha ganado respeto y cariño internacionalmente, y no ha descuidado para nada su potencial militar que, unido al pa­triotismo, pueden hacer fracasar cual­quier intento de acciones bélicas contra su territorio.

El acercamiento mayor a Amé­rica Latina; el fortalecimiento de las relaciones con China; la colaboración en aumento con el resto de los países del Brics; la consecución de espacios económicos con naciones vecinas del Asia central, entre otros aspectos, han servido para afianzar su papel en la arena internacional.
También lo es su posición respecto al conflicto en Siria, que evi­tó ma­les mayores cuando todo es­taba de­cidido en Occidente para una agresión directa a esa nación árabe.

Sabido esto —¡y bien sabido!—, Occidente encontró en la vecina Ucrania, el campo propicio para provocar a Moscú. Allí se dio un golpe de estado preparado y financiado desde Washington y se aupó a grupos fascistas que han sembrado el odio y la muerte entre habitantes de una misma nación.

Estalló Ucrania y la población de las regiones más identificadas con Rusia por sus vínculos sanguíneos, idioma, cultura y hasta simpatías políticas, fundamentalmente en Do­netsk, Górlovka y Lugansk, ha buscado en la vecina nación un espacio que le garantice protección y hasta territorio ruso han emigrado cientos de miles de ucranianos que huyen de los ataques emprendidos por un ejército pro occidental.

Rusia ha respondido con ayuda humanitaria millonaria trasladada hasta las poblaciones más vulnerables a las acciones militares y los cercos de las autoridades de Kiev.

También el gobierno ruso ha im­pulsado internacionalmente la realización de negociaciones entre las autoridades ucranianas y las de los territorios rebeldes controlados por milicias locales.

A la par con la guerra, los grandes medios de prensa han encabezado una campaña sin precedentes para culpar a Moscú de todo lo que ocurre en Ucrania, y los líderes occidentales han satanizado —y de qué manera— al presidente Putin, con el fin de debilitar su prestigio en ascenso dentro y fuera de su país. Dicho golpe tuvo el objetivo principal de convertir a Kiev en plataforma para instalar los misiles de la OTAN apuntando hacia Rusia.

A su vez, tanto Estados Unidos como la Unión Europea han aplicado un grupo de sanciones a Moscú, cuyo impacto acumulativo ha provocado afectaciones que van desde la caída de su moneda, el rublo, hasta la imposibilidad de acceder a modernas tecnologías para la explotación petrolera, y otras.

Súmese a esto, la depreciación del precio del petróleo —fundamental fuente de ingresos del país—acción provocada por la superproducción del crudo extraído por Es­tados Unidos usando el método de fractura hidráulica para sacar el gas esquisto existente en las rocas, costosa tecnología que provoca daños ecológicos.
De acuerdo con especialistas en el mercado internacional del petróleo, esta vez no fue la crisis financiera asiática la responsable del desplome de los precios del crudo, sino una acción orquestada desde Washing­ton con la intención de convertir el petróleo en un arma para doblegar a Moscú.

Puede resumirse entonces que el tema Ucrania, las sanciones económicas y el desplome en los precios del petróleo, en su conjunto, son usados por Estados Unidos y Eu­ropa, con el único fin de desestabilizar a Rusia, y entonces, con el cerco de la OTAN y su escudo antimisiles, hacerla presa fácil en una posible confrontación.

Pero Moscú no solo resiste todo ese andamiaje occidental, sino que ha diseñado y lleva adelante una estrategia que de seguro la hará in­vulnerable a los apetitos occidentales, y más fuerte desde todos los puntos de vista.

Su presidente, Vladimir Putin, al ti­món de este gran país, cuenta con un pueblo patriota que lo apoya. De eso dan fe las últimas encuestas en las que el mandatario tiene una ac­ep­tación superior del 80% de los ciudadanos.

Únase a este apoyo interno, la elevada simpatía que tiene en la es­fera internacional y los pasos dados que crean una fortaleza económica, militar y ciudadana, que convierte a Rusia en una nación de presente y de futuro.

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