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martes, 2 de diciembre de 2014

DIÁLOGOS NUCLEARES. - IRÁN.



La semana pasada los ojos del mundo estaban en Viena, capital de Austria. Allí, el Grupo 5+1 (Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, Rusia y China, más Alemania) e Irán intentaban llegar a un acuerdo sobre el programa nuclear iraní.

El tema estaba sobre la mesa: el programa en cuestión está destinado a usos civiles. Una y otra vez, a partir de aquella premisa, Irán pasó buena parte del tiempo orientando esfuerzos en lograr el levantamiento de sanciones en su contra.

A su vez, Irán, su liderazgo, diplomacia y pueblo mostraron con absoluta transparencia ante el mundo su voluntad de llegar a un acuerdo. Demostraron, en honor a la verdad, que no solo quieren un programa de energía nuclear para usos civiles, sino también afirmaron la necesidad de entablar un diálogo constructivo con todas las naciones.

De hecho, la misma Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) mediante su director general, Yukiya Amano, reconoció los esfuerzos de Irán para declarar las intenciones pacíficas de sus proyectos nucleares.

Consecuentemente, las jornadas de diálogo se caracterizaron por un tono conciliador; incluso el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, reconoció la voluntad iraní para cooperar proactivamente en el tema.

La Unión Europea (UE), Rusia y China hicieron su parte para ser testigos de que cuando existe diálogo, es posible encontrar aspectos de acuerdo común, siempre y cuando se respete la soberanía y la dignidad de las naciones.

Y es que cuando se lee que "Irán no se arrodilla ante el Occidente", la frase es más que una declaración de independencia, es también parte de una crónica de opresión, en donde los poderes -e intereses- de una burocracia mundial de consumo dirigido han atentado contra la vida de al menos dos generaciones de ciudadanos de una nación. Es una frase que se opone a las excesivas e incongruentes peticiones sobre una nación. 



En este caso, la nación es Irán, y las generaciones son sus ciudadanos, imposibilitados de competir equitativamente en un mundo globalizado, tecnocrático a falta de un término mejor.

No obstante, a pesar de las manos estrechadas y las oportunidades de fotos ante los medios internacionales, la tan esperada rúbrica de un documento multilateral no llegó.

Y como si la atmósfera hubiera pasado a otra sala, los titulares asistentes a las reuniones proclamaron una extensión de siete meses. Siete meses en los que podría ocurrir cualquier evento. Siete meses para aclarar diferencias o profundizarlas.

Con tal espacio de tiempo, cabe espacio de sobra para especular sobre las variables que intervienen en la sobrevivencia de la voluntad para llegar a un acuerdo sobre el programa nuclear iraní.

Pero es justamente allí, en la especulación, en donde nace el rumor. Y toda vez que un rumor es tal, la ocasión para malinterpretar manifiesta su horrible rostro.

Es aquí, donde la crónica se pone interesante; en donde no solo se debate la legalidad de un programa de energía nuclear. Aquí es donde ingresan en la escena actores premeditados, regímenes que odian e intentan agudizar las diferencias. Es aquí en este "limbo" de siete meses, en donde la obra destructora de los enemigos de la paz puede o no surtir efecto.

Es aquí, en donde la crónica del pueblo iraní, sus derechos, anhelos y obligaciones se ponen "Detrás de la Razón". 

OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA

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