LEANDRO
ALBANI – Tras casi 40 días de combates entre los mercenarios del Estado
Islámico y las guerrillas kurdas, la situación en el norte de Siria es
cada vez más tensa. La injerencia extranjera que busca desbaratar la
resistencia, el rol de Turquía y EEUU, y la inédita experiencia del PKK.
Las regiones de Kobane, Jazire y
Afrin -en el norte de Siria- se convirtieron en un tablero en el que las
pujas por el control político y económico se exacerban a cada minuto.
Si bien los combates son entre el grupo terrorista autodenominado Estado
Islámico (EI) y las fuerzas guerrilleras kurdas (YPG/YPJ, integrantes
del Partido de los Trabajadores del Kurdistán -PKK-), lejos están de ser
los únicos actores del conflicto.
Las tres ciudades en las que
viven kurdos, yezadíes, asirios y otros minorías reciben el fuego del
EI, que busca desarticular las conquistas del PKK junto a los
pobladores, en un hecho inédito para Medio Oriente: el nacimiento de una
nueva de organización social y política con una posición de izquierda,
surgida luego de más de tres décadas de lucha insurgente y a casi cuatro
años del comienzo del conflicto interno en Siria.
El PKK, con sus organizaciones
legales respaldadas por la guerrilla, lleva adelante un nuevo modelo de
sociedad, regida por la democracia directa, las asambleas populares, el
respeto a la diversidad de las diferentes nacionalidades que habitan
Medio Oriente, la defensa del medio ambiente y el empoderamiento de las
mujeres como factor determinante en la liberación. Sobre este último
punto, el ejemplo concreto es la propia resistencia de la insurgencia en
Kobane, encabezada por las comandantes y guerrilleras del PKK que
enfrentan al Estado Islámico.
El confederalismo democrático,
ideología que rige al PKK, no está siendo defendido solamente en el
terreno a través de las armas. Pocas semanas atrás, los pueblos de
Kobane, Jazire y Afrin dieron a conocer su Constitución, texto que
defiende la pluralidad en Medio Oriente y traza las líneas generales de
una nueva forma organizativa (1).
El “laboratorio político” que los
kurdos llevan adelante en el norte de Siria profundizó los temores de
varios sectores. El EI busca destruir a las fuerzas guerrilleras del PKK
porque entiende que su islamismo ortodoxo y prehistórico choca de forma
directa con el confederalismo democrático, antítesis de la ideología
del Estado Islámico.
Estados Unidos sigue empecinado
en derrocar al gobierno sirio del presidente Bashar Al Assad, y a su vez
observa con preocupación el desarrollo creciente de las fuerzas del
PKK. Más aún cuando la insurgencia kurda no busca la creación de un
nuevo Estado (algo estipulado en la Constitución recién creada, en la
que se indica que se respetará plenamente la unidad territorial siria),
sino que impulsa autonomías y formas de autogobierno.
Por su parte, el Estado turco
teme -hoy más que nunca- el avance de las políticas del PKK,
organización a la que ha combatido desde hace más de 30 años. Desde la
asunción al poder de Recep Tayyip Erdogan, ahora presidente de Turquía,
la política de represión contra el pueblo kurdo que habita territorio
turco fue constante y sistemática. Los intentos de diálogos de paz
impulsados por el PKK y la sociedad kurda fueron abortados una y otra
vez desde la administración de Erdogan. El temor del gobierno turco ante
la firmeza de la guerrilla kurda quedó en evidencia por su postura:
discursivamente rechaza al Estado Islámico y a su vez traba los intentos
de los kurdos de Turquía en cruzar la frontera con Siria para sumarse a
la resistencia en Kobane.
Desde las YPG/YPJ, y desde el
movimiento kurdo en general, se denunció en reiteradas ocasiones que el
gobierno de Erdogan financia y arma al Estado Islámico. También
advirtieron que el Estado turco protege el reclute de mercenarios y
hasta puso a su disposición un hospital para atender a los terroristas
heridos.
El rol que juega Turquía en la
actual crisis en Medio Oriente fue puesto en evidencia por el primer
ministro iraquí, Haider Al Abadi, quien anunció que se había comunicado
con el primer ministro turco, Ahmed Davutoglu, y le reclamó que su país
no ataque al Partido de los Trabajadores de Kurdistán. “Turquía no debe
dirigir más operaciones militares contra el PKK en Irak”, declaró Al
Abadi. Ante el parlamento de su país, el premier aseveró que “el PKK
está ahora combatiendo junto con nosotros contra las organizaciones
terroristas. Le hemos dicho a Turquía que ellos deben cesar su actividad
militar contra el PKK dentro de las fronteras de Irak, se lo he dicho
al primer ministro turco en una llamada telefónica unos pocos días
atrás”.
Si bien en el norte de Siria,
especialmente en Kobane, el avance del Estado Islámico es bloqueado por
las fuerzas guerrilleras, el situación sigue siendo crítica. En una
reciente entrevista, la co-presidente del Partido de la Unión
Democrática (PYD, por sus siglas en kurdo), Asya Abdullah, expresó que,
de manera urgente, Naciones Unidas debe abrir un corredor humanitario
entre Kobane, Jazireh y Afrin. La titular del PYD, organización
integrante del PKK, denunció que el Estado Islámico “sigue recibiendo
suministros diarios de armamento y combatientes de lugares como Rakka,
Tal Abyad, Ain Issa, Sarrin, Manbij, Jarabulus”.
Abdullah aclaró también que el EI
argumenta “que el ataque a Kobane está en contra de los Estados Unidos y
que todos deben unirse contra estos enemigos. De esta manera consiguen a
los niños árabes y los hombres jóvenes que participan en el salvajismo.
Muchas familias árabes están huyendo de esta tiranía para proteger a
sus hijos”. La co-presidenta del PYD reiteró que el Estado Islámico es
responsable de la destrucción y el robo en KObane, y manifestó que el
“saqueo y la violación es el foco de la ideología” de la agrupación
yihadista.
Al referirse al gobierno turco,
Abdullah expresó que “por un lado Turquía dice que permitirá a los
Peshmerga (milicia del gobierno kurdo de Irak) llegar a Kobane, mientras
que en el otro se está librando una campaña de desprestigio contra el
PYD y la realidad de Rojava. No consideramos que esto sea apropiado, ya
que el PYD tiene un proyecto político concreto en el ambiente caótico de
Siria, y tiene un propósito claro. Esta campaña de desprestigio no
servirá ni a la situación en Kobane ni a las políticas turcas. Todo el
mundo sabe lo que está bien y lo qué está mal en Kobane, que está
atacando y que está resistiendo. Y que permitir el acceso de los
Peshmerga no es lo mismo que la demanda de la gente de Kobane para un
corredor. Nadie ha hecho una petición oficial al cantón de Kobane o el
YPG/YPJ. Si alguien quiere venir aquí estos son los órganos políticos y
militares para que les expliquemos nuestras demandas”.
Sin dudas, las riquezas naturales
del norte de Siria (petróleo, gas y agua dulce) son un botín preciado
por Estados Unidos y sus aliados. Al mismo tiempo, la Casa Blanca junto a
Turquía y las monarquías del Golfo Pérsico, no dejan de redoblar sus
esfuerzos para derrocar al último gobierno que levanta las banderas del
nacionalismo árabe, como es el caso de la administración de Al Assad,
más allá de los gruesos errores cometidos. Pero ahora, con el
crecimiento del PKK y del movimiento de liberación kurdo se abre un
nuevo panorama, en el cual se frena la restauración más conservadora en
la región, basada en profundas políticas neoliberales (Turquía y las
monarquías del Golfo son el ejemplo) y en la imposición de un Islam
funcional a esas políticas. Y los pueblos del norte de Siria, casi en la
soledad absoluta, resisten ese modelo que se intenta implementar a
sangre y fuego, y del que el Estado Islámico es la cabeza visible.
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