13.10.2014
Hasta el 5 de Septiembre, 3 879 personas han fallecido por la
enfermedad/ Hoy, el “Hambre: el mayor riesgo a la salud en el mundo”.
¿Qué hacer?
Leí el reporte La amenaza del virus en
cuyo contenido aparece la percepción de Thomas Frieden, director del
Centro de Control de Enfermedades estadounidense, sobre la epidemia del
momento, a saber: “En los 30 años que llevo trabajando en sanidad
pública, lo único que he visto como esto es el SIDA. Tenemos que
trabajar ahora para que [esa enfermedad] no sea el próximo SIDA del
mundo”.
La información consultada también da cuenta que, según los últimos datos
de la Organización Mundial de la Salud, hasta el pasado 5 de Septiembre
un total de 8 033 personas habían sido infectadas en el mundo por la
epidemia que se registra desde Marzo en África occidental y que es la
más grave desde que se identificó la enfermedad en 1976. De éstas, 3 879
personas han fallecido.
Asimismo, destaca que el Banco Mundial estima que el impacto económico
del Ébola puede llegar hasta los 32 600 millones de dólares a finales de
2015; que esa institución ha movilizado 400 millones de dólares en
asistencia de emergencia a los tres países más afectados; y que el FMI
(Fondo Monetario Internacional) ha liberado 130 millones en créditos en
la misma dirección.
No es mi intención en este momento, evaluar la actitud de ese Banco y
ese Fondo respecto al emergente flagelo enseñoreado en África. Por el
momento, apenas le recuerdo a mis lectores/as que en Cuba ante el Ébola, un divorcio de la migajasignifiqué
que la Mayor de las Antillas es motor de la solidaridad
internacionalista, precisamente de cara al nuevo azote a la humanidad —y
sin tener el ¿beneficio? de esas instituciones financieras.
Mas, sí deseo llamar la atención a propósito de Iniciativa mundial sobre la reducción de las pérdidas y el desperdicio de alimentos,
un documento del Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) que en su acápite “Las
causas de las pérdidas y el desperdicio de alimentos dependen de
condiciones específicas”, manifiesta:
“En términos generales, las pérdidas y el desperdicio de
alimentos se ven influenciados por las decisiones tomadas en la
producción y el procesamiento, patrones y tecnologías,
infraestructura y capacidad internas, cadenas comerciales y canales de
distribución, poder adquisitivo de los consumidores y prácticas de uso
de alimentos.
“Las pérdidas y el desperdicio de alimentos en los países de
ingresos bajos se deben a limitaciones técnicas y de dirección muy
diversas en las técnicas de cosecha, el almacenamiento, el transporte,
el procesamiento, las instalaciones de refrigeración (en
condiciones climáticas difíciles), la infraestructura, los
sistemas de envasado y la comercialización. Los principales
sectores afectados son la pesca, la producción agrícola y el
procesamiento. Los actores de estos sectores se enfrentan
también al problema del acceso de sus productos a los
mercados. Si los mercados no son accesibles o si los precios
de mercado son demasiado bajos, los agricultores y pescadores
dejarán que productos buenos se desperdicien”.
Debo advertir que con la lectura de ese documento de la FAO no encontré
algo que acreditara ocupación alguna provenientes de los citados Banco y
Fondo para remontar el grave problema acerca de la alimentación que
pende sobre millones y millones de desposeídos/as de la Tierra. Y tengo
presente que en esas instituciones internacionales están
mayoritariamente representadas las economías más sobresalientes del
mundo capitalista.
Entretanto, a mi memoria volvió lo que expuse hace cinco años en Los hambrientos requieren más voluntad política mundial,
a tono con una Cumbre de la FAO efectuada entonces en la que solo hubo
un pronunciamiento por erradicar de forma definitiva el Hambre “lo antes
posible”, muy a pesar que en aquel momento un niño moría de hambre cada
seis segundos.
Debo escribir también que el asunto del Hambre hace bastante tiempo se
ha apoderado en medida nada depreciable de la propia África que ahora es
víctima del Ébola. Al respecto, me referí al genocidio en silenciopatentizado
en Agosto de 2011 cuando la misma FAO convocó a una reunión urgente de
alto nivel en Roma con ministros y expertos con vistas a buscar
soluciones a la grave hambruna que azotaba/¿dejó de azotar? esa región.
Justamente en aquella oportunidad, me detuve para preguntar: ¿por qué
asistimos a una hambruna descomunal en el Continente Negro, si existe
capacidad para extinguir ese flagelo? Y me respondí: porque predominan
las relaciones capitalistas de producción, distribución, cambio y
consumo —incluido el saqueo de las Empresas Trasnacionales.
Ahora, como complemento, apunto que no estoy en condiciones de
certificar que en los días que corren tanta barbaridad haya cambiado
substancialmente. Si no, fíjese usted en el siguiente dato avalado por
el Programa Mundial de Alimentos: “Hambre: el mayor riesgo a la salud en
el mundo”. Por demás, le invito a ver los diez puntos que le acompañan.
Así, a esta altura por lo menos me siento en la obligación moral —sin
despreciar la amenaza del virus emergente— de llamar la atención acerca
Hambre, esa epidemia que hace tanto tiempo es causante de desdichas
abominables, incluso mucho mayor que el Ébola, y que hoy día todavía
carece de la atención que recibe la enfermedad en boga. Urge igualmente,
pues, hacer más y más para el bien de muchísimas personas en todo el
Tercer Mundo y hasta en el Primer Mundo.
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