Escribir algo honesto sobre Fidel es
complicado, de antemano sabes que si renuncias a la apología o la
difamación habrán muy pocos que vean con buenos ojos el escrito, así que
lo que viene a continuación es un ejercicio casi suicida…
Mi generación no conoce al Fidel Castro
guerrillero, nunca lo escuchó hablar en la Plaza de la Revolución con
una paloma al hombro ni lo vio bajar de la Sierra Maestra. La imagen que
tenemos sobre él es muy injusta, está permeada por la indetenible vejez
y el desgaste político de alguien que durante décadas se echó sobre los
hombros los destinos de un país, con todas las glorias y penas que esa
responsabilidad significa. Mi generación tiene que hacer un arduo
ejercicio a la hora de valorarlo porque la imagen que nos ha llegado
está deformada por el tiempo y el contexto. Mi generación conoce poco a
Fidel.
Fuimos los últimos testigos que
coincidieron con él en la historia de este país. Hubiera sido
emocionante verlo en la Caravana de la Victoria o en Playa Girón pero
nos tocó presenciar su aparición en una televisión que lo favorecía bien
poco. Hubiera sido tremendo estar entre el pueblo que él tocaba con sus
manos cuando caminaba por los barrios pobres sin preocuparse por su
seguridad personal pero cuando vinimos a tener conciencia política ya
era demasiado tarde, la edad comenzaba a causar sus estragos y sus
salidas públicas eran cada vez menos. Creo que me quedaré con las ganas
de verlo personalmente, de ver si me ocurre como a Daniel Chavarría y me
pongo todo nervioso en su presencia, me quedaré con las ganas de verlo y
viviendo en su misma época es algo imperdonable.
No entendemos aquella frase tan común de
“¡Comandante en Jefe ordene!” aunque quizás hubiéramos dicho igual si
hubiéramos estado en el lugar de nuestros padres. Los tiempos son
distintos y las personas también. Mi abuelo es un combatiente también
que nació un 15 de agosto el año siguiente al de Fidel, con él me une
una relación semejante a la que comparto con el líder, a veces tenemos
desavenencias e incomprensiones pero nos une algo más importante y es
sentirnos parte de algo, ya sea una familia o un proyecto de país
alternativo.
En la mirada sobre Fidel existe sin
dudas un componente generacional, nuestros padres no lo piensan sino que
lo sienten, nosotros no actuamos así porque no somos producto de su
misma circunstancia. En la actualidad unos pueden elogiarlo y otros
difamarlo, lo cierto es que el Comandante tenía razón cuando hace 60
años dijo que la historia sería la encargada de juzgarlo. Por lo pronto
me resultan absurdas las teorías que lo acusan de enriquecerse a
expensas del pueblo, las que lo subestiman o las que lo presentan como
un semidiós que nunca se equivoca.
En algún momento tuve que definir qué
postura tomar hacia Fidel, cómo interpretarlo, opté por encontrar en él a
un ser humano con virtudes y defectos como cualquier otro. Alguien
dotado de un desinterés extremo, inclinado hacia el altruismo, dotado de
disímiles armas sicológicas y de un liderazgo natural. Alguien que
también se equivoca, que compartió los prejuicios sociales existentes en
los 70 y tuvo poco tino para escoger a las generaciones que lo
relevarían en el cargo. Es decir, un ser imperfecto pero humano como yo,
con el semidiós no podría identificarme nunca. Este Fidel que lucha, se
equivoca pero lo vuelve a intentar una y otra vez, ese me parece
admirable.
No sabía qué escribir en el día de su
cumpleaños, creo que el mejor homenaje que puedo hacerle es ser sincero,
al menos es lo que él preferiría. Nunca necesité que dijera en el 2005
que la Revolución se podía destruir, ya lo sabía de antemano, tampoco
necesito que nadie me diga quién es Fidel, ya lo sé. Fidel Castro es un
guerrillero, tan solo por eso merece mi respeto, lo demás, son solo
circunstancias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario