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miércoles, 13 de agosto de 2014

LA EXTREMA DERECHA EN UCRANIA Y LA RESISTENCIA DEL DONBASS


Escrito por  Miguel Á. Parra

A diferencia de las cruces célticas y demás logotipos fascistas, en Donetsk -Y en Kiev en la defensa de símbolos antifascistas- hemos visto ondear banderas rojas con la hoz y el martillo, banderas de la armada soviética y banderas rusas. 
Desde que el pasado mes de febrero un golpe de estado expulsara del poder en Ucrania al ex presidente Yanukovich y en el este del país se sucedieran diversas proclamaciones de Repúblicas Populares que entraran en conflicto con el gobierno de Kiev, se ha escrito mucho sobre la guerra civil que ha estallado en el país ex soviético. Se trata de una problemática compleja, con un hondo trasfondo histórico y un problema de identidades nacionales.

El golpe de estado responde a una disputa entre oligarquías que representan intereses contrapuestos. Por un lado, teníamos al Presidente Yanukovich, cuyo gobierno se veía manchado de fuertes acusaciones de corrupción, y las reticencias en los últimos tiempos a llegar a un acuerdo de integración en la Unión Europea. Por otro lado, la UE presionaba en favor de ese acuerdo, y Rusia jugaba el papel contrario, fomentando la posibilidad de un acercamiento entre ambos países. Los Estados Unidos, rivales geoestratégicos de Rusia y por lo tanto interesados en la integración de Ucrania en la UE, apoyaba enérgicamente esta opción. En dicha situación, y en el contexto del Euromaidán (Una especie de imitación de las primaveras revolucionarias y el 15M pero sin el componente progresista de las anteriores), una serie de revueltas violentas se sucedieron en Kiev, tomando la plaza de la Independencia de forma permanente. Entre las barricadas se podían ver militantes de extrema derecha ataviados de escudos, cascos y armas, y luciendo simbología fascista tales como cruces célticas o mensajes como el tristemente célebre “14/88”. El llamado “Sector Derecho” entraba en escena, utilizando las movilizaciones -dentro de las cuales había todo tipo de sectores ya que se expresaba un descontento, pero hegemonizadas por un discurso derechista- como caballo de troya.

Des del comienzo de las protestas es fácil ver que reina en ellas un ambiente de anticomunismo, con quema de banderas y de simbología soviética, llegando al extremo de echar abajo una histórica estatua de Lenin entre gritos victoriosos. Mientras que en el resto del mundo se trataba de vincular las protestas ucranianas a la ola de revueltas progresistas que azotan varios países, los acontecimientos se esfuerzan por demostrar que la película tiene en realidad otro argumento.

A partir de ese momento los acontecimientos se agilizan. El golpe se lleva a cabo, formándose un nuevo gobierno y Yanukovich marcha a Rusia.
El fascismo se manifiesta en todo su esplendor
Des del momento en que el golpe es victorioso, a la par que se se recomponen las instituciones, la violencia no cesa en las calles. El Partido Comunista de Ucrania denuncia firmemente el golpe, y ello provoca una campaña de violencia inusitada contra ellos. Militantes y cargos públicos suyos son agredidos públicamente, hasta el punto de que su secretario general, Pyotr Simonenko, fue agredido con cócteles molotov a la salida de unos estudios de televisión1. La ola de violencia no se reduce solamente a los comunistas, sino que también las bandas fascistas queman la sede de los sindicatos en Odessa con decenas de muertos2 y publican vídeos en las redes sociales en los que se ve como ejecutan cruelmente a activistas antifascistas en medio de un halo patriótico3.
Mientras tanto, la nueva mayoría parlamentaria en Kiev traslada a las instituciones el anticomunismo visceral y se anuncia a finales de Julio la disolución en la Rada del grupo parlamentario comunista. Entre las banales acusaciones, se encuentran “la posible implicación del KPU en acciones que ponían en riesgo la soberanía y la integridad territorial del país, comprometían la seguridad y estaban encaminadas a realizar un golpe de Estado”4, todo un alarde de cinismo teniendo en cuenta que son disueltos precisamente tras un golpe de estado orquestado por aquellos que realizan la propia acusación. El principal partido de extrema derecha, Svoboda (Con referentes internacionales tan ideológicamente definibles como Fiamma Tricolore en Italia), obtiene varios ministerios y la vicepresidencia del gobierno. Cabe destacar que, al sucederse el incendio del edificio sindical en Odesa, su diputada Irina Farion vitoreó la acción para a continuación expresar “Que los demonios se quemen en el infierno”.
El clima de hostilidad iba en aumento. El Partido Comunista es ilegalizado en dos regiones, y los rabinos aconsejaban a los judíos abandonar Kiev ante el temor a que se sucedieran progromos.
Las nuevas Repúblicas y la entrada en escena de Rusia
Otra de las grandes consecuencias del golpe de estado y la caída de Yanukovich con la consiguiente entrada de elementos nacionalistas ucranianos en el gobierno, ha sido el amplio movimiento secesionista en el este del país. La precursora fue la península de Crimea, con un elevado porcentaje de población rusófona. Rusia aprobó el envío de un contingente militar a la zona y tomó posiciones. A continuación, Crimea se autoproclamó república independiente y posteriormente solicitó su incorporación a la Federación Rusa, que fue aceptada por ésta pero no reconocida por organismos internacionales como la ONU.
Al mismo tiempo, se iban proclamando otras Repúblicas independientes en el este ucraniano. Tal era el caso de Donetsk, Lugansk y Járkov, que además optaron por definirse como Repúblicas Populares. En algunos casos la proclamación de la independencia fue refrendada por las urnas masivamente. Los habitantes de las regiones rebeldes se encontraron con el reto de defender su soberanía frente al gobierno de Kiev y construir los cimientos de un nuevo estado. En varias ciudades milicias y ciudadanos tomaron los edificios oficiales para hacer efectivo el poder popular.
Dentro de los amplios sectores que participan en la proclamación de las repúblicas populares están los miembros del Partido Comunista, actuación que les valió el ser señalados por la extrema derecha ucraniana como artífices del separatismo y por ende enemigos del estado. Mas allá de los comunistas, el movimiento ha contado desde el principio con una amplia amalgama ideológica que va des del nacionalismo ruso hasta sectores del anarquismo pasando por la izquierda.
La lucha en el Donbass y sus actores
La presencia de ciertos sectores del nacionalismo ruso, algunos de ellos con un pasado vinculado a la extrema derecha, ha sido fuente de acalorados debates en sectores de la izquierda. Uno de los motivos es que, una vez proclamadas las repúblicas de Donetsk y Lúgansk, éstas se han confederado en el estado de Nueva Rusia, recuperando la denominación de una región histórica. Al hacerlo, han utilizado como bandera la cruz de San Andrés azul sobre fondo rojo, inspirada en la bandera de proa de la Armada Rusa. El parecido de esta insignia con la bandera de la Confederación sudista en la guerra civil estadounidense ha hecho saltar las alarmas, generando una confusión innecesaria, y se ha utilizado como supuesta “prueba” de la sintonía con la extrema derecha.
Pero lo cierto es que en las manifestaciones contra los golpistas en Kiev, y también en las marchas pro independencia en el este, la simbología preponderante ha sido la pro soviética y la pro rusa. A diferencia de las cruces célticas y demás logotipos fascistas, en Donetsk -Y en Kiev en la defensa de símbolos antifascistas- hemos visto ondear banderas rojas con la hoz y el martillo, banderas de la armada soviética y banderas rusas.
Si bien es cierto que algunos de los dirigentes de las jóvenes repúblicas provienen del nacionalismo radical, y en algún momento de sus vidas han pasado por las filas de la extrema derecha, se puede considerar que, si en este momento hubiera -que dentro de la heterogeneidad de un movimiento popular tan extenso puede haberlos- elementos fascistas, sus posiciones políticas lejos de ser preponderantes recaen en la más absoluta marginalidad. La resistencia de las repúblicas populares está en manos de ciudadanos, trabajadores y trabajadoras, y de sus organizaciones. Uno de los dirigentes mas polémicos en este sentido es Pável Gubárev, desde marzo escogido Gobernador Popular de la RP de Dónetsk. Gubárev simboliza ese sector que del nacionalismo de ultraderecha ha virado a otras posiciones, pasando de militar en Unidad Nacional Rusa al Partido Socialista Progresista Ucraniano, de clara tendencia antifascista como se puede apreciar en recientes declaraciones de su propia presidenta Natalia Vitrenko5 . Actualmente pertenece a la Milicia Popular del Donbass. Por otra parte, tenemos la reacción de la ultraderecha europea, dividida entre los partidos que apoyan en Ucrania (que se han destacado más) y los que apoyan la independencia en el Donbass.
Pero estos detalles no dejan de ser poco más que anecdóticos si nos atenemos a las fuentes de las que bebe el movimiento popular en la región, de fuerte inspiración soviética. La posible presencia marginal de elementos de extrema derecha, o el pasado de algunos de sus dirigentes no puede ser de ninguna de las manera elemento influyente en el movimiento, igual que ciertas declaraciones desafortunadas sobre el holocausto judío no pueden ensombrecer la causa palestina, ni el hecho de que el movimiento neonazi defienda su causa6 lo convierte en una causa de extrema derecha. La lucha de la resistencia en el Donbass es una causa popular y antiimperialista, pese a los intereses que pueda tener Putin en la zona o las declaraciones de partidos fascistas europeos.
Si además de la preponderancia de los actores políticos nos fijamos en los elementos estéticos, podemos ver por ejemplo como en el acto de proclamación de la RP de Dónetsk ondeaban banderas soviéticas, se lucía la cinta de San Jorge (símbolo de la lucha contra el fascismo en la II Guerra Mundial y que se exhibe constantemente por parte de los luchadores del Donbass) y sonaba el himno de la URSS7. Puestos a tener en cuenta elementos estéticos, estas imágenes son reveladoras y deberían ser preocupantes para la extrema derecha en lugar de para la izquierda.
Hace pocos días se supo que dos compañeros del estado español, militantes de la UJCE-IU y CJC-PCPE respectivamente, han viajado a la Donetsk para unirse a las milicias y prestar ayuda en aquello que sean útiles. Según sus propias declaraciones, lo hacen inspirados en las brigadas internacionales que vinieron a ayudar a la República Española contra el fascismo en la guerra civil8. Estos compañeros fueron recibidos con los brazos abiertos y convertidos en un icono de la solidaridad antiimperialista. Pero no son los únicos; poco a poco la milicia se va nutriendo de brigadistas de varios países, y la pequeña -por ahora- representación española según recoge la prensa se compone ya de 4 brigadistas.
Conclusiones
El golpe de estado fascista en Ucrania supone la eclosión de un movimiento anticomunista que, tras la caída del bloque socialista, ha ido madurando en las repúblicas exsoviéticas. En la década de 2000 lo hemos visto con la ilegalización de la KSM, la juventud comunista checa, y el intento de hacer lo propio con el partido. Ya en el Parlamento Europeo se intentó equiparar el comunismo y el nazismo, criminalizando a quienes luchan por la libertad y comparándolos con quienes les han torturado y asesinado, además de practicar el genocidio.
La lucha por la defensa de la soberanía de las Repúblicas Populares de Donetsk o Lúgansk es la lucha del pueblo contra el fascismo. Y además, un fascismo apoyado por la oligarquía encarnada en la Unión Europea. El movimiento popular del Donbass no puede sobrevivir si no se genera una amplia red de solidaridad exterior, y la izquierda tiene un papel capital en ello. Cabe pararnos también a pensar en el papel de Rusia. La federación rusa tiene el deber moral de solidarizarse por antifascismo y por razones históricas. Pero eso no da carta blanca a Vladimir Putin para realizar injerencias en el movimiento popular, y el pueblo de Donetsk no debe vender su soberanía al mejor postor. La ayuda de Rusia puede ser necesaria, pero sin condiciones que atenten contra la libertad del pueblo del Donbass.
La victoria de los golpistas sobre las milicias, el pueblo y las repúblicas libres del Donbass sería lamentablemente un soplo de aire fresco para la extrema derecha que intenta alzarse en este contexto de crisis internacional para ofrecer soluciones populistas que atenten contra los derechos humanos y que suponen la salvación de las oligarquías que han detentado el poder económico. Es deber de todo antifascista denunciarlo y apoyar esta lucha popular. Por contra, una victoria del antifascismo y la plena asunción de la soberanía de las Repúblicas supondría un nuevo escenario esperanzador en la escena política internacional. Por lo pronto, el conflicto parece tener un lejano horizonte.
Notas

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