, 15 de Mayo de 2014 18:54
La desesperación, el odio y el
sentimiento de injusticia, alimentos de la venganza, se ha instalado en
la sociedad española...¿cuáles serán las consecuencias?
El asesinato de Isabel Carrasco, conocida popularmente como “la
política de los treces sueldos”, a manos presuntamente de militantes del
Partido Popular, ha encendido y sobresaltado la vida social y, a nivel
particular, me ha inducido a unas reflexiones, algunas de las cuales me
agradaría compartir
En primer lugar
destacaría que todos, absolutamente todos sin distinción de ideología,
debemos condenar el asesinato. Pero, en lo que a mí respecta, no puedo
olvidar que a esas mismas horas más de doscientos desdichados se
ahogaban frente a las costas de Lampedusa en una nueva tragedia derivada
de un orden socioeconómico que porta en sus entrañas el dolor, la
muerte y la desigualdad.
Muertos de primera y muertos de segunda
Lamentablemente, la noticia ha
pasado casi desapercibida lo que constata, desgraciadamente, la cruel
división entre muertos de primera y muertos de segunda en función del
inicuo “tanto tienes tanto vales”.
Por no hablar de quienes deciden
acabar con su vida a causa de estafas bancarias, condiciones indignas de
trabajo o similares asesinatos, porque moralmente son asesinatos,
perpetrados no mediante balas sino a través del sepulcro blanqueado de
leyes que solo buscan favorecer a los poderosos en detrimento de los más
desfavorecidos. Considero esta forma de matar mucho más indigna que el
crimen, también indigno y sin justificación, de Isabel Carrasco.
En este sentido, los partidos han
decidido suspender sus actos de campaña. La medida me parece adecuada.
Pero me permito echar en falta la misma resolución cuando alguien se
suicida antes de su desahucio, por ejemplo. Reflexionemos sobre este
punto. Por cierto, en su comunicado el PP alude, curiosamente, al
“fallecimiento” de Isabel Carrasco. A esas horas ya se conocía la
identidad y militancia de las presuntas asesinas…
La caverna, como siempre
Quizá una de las aristas más pestilentes en toda la tragedia de ayer haya venido de la boca sucia de la caverna, como siempre…
Así, en las redes se ha
desenmascarado a quienes, antes de conocerse la presunta autoría por
militantes del PP, ya lanzaban sus anatemas contra los escraches
asociándolos de modo ruin y cobarde al horrible asesinato de Isabel
Carrasco. Cuesta trabajo encontrar un ejercicio mayor de maldad y
manipulación. Pero no sorprende. Desgraciadamente no sorprende.
Por otra parte, cierta prensa ya
jadeaba en su frenesí por acusar a la “extrema izquierda”. Carecían de
pruebas y, además, vemos que era mentira. Pero han dejado bien claras
sus intenciones.
En este sentido,
debemos agradecer a un valiente policía jubilado la detención de las
presuntas asesinas, pues de lo contrario tal vez se habría desatado una
feroz caza de brujas contra grupos y personas vinculados a la llamada
“izquierda radical” bajo el pretexto de descubrir al autor del crimen.
La excusa habría servido para incautarse de ordenadores, documentos y
toda la información posible sobre estos movimientos, a mi juicio sin
otro objeto que mantenerlos bajo control para silenciar cualquier
protesta no domesticada. Lo normal en cualquier dictadura, y España no
iba a ser una excepción.
¿Un pretexto para controlar las redes y amedrentar internautas?
El poder político controla la casi totalidad de los medios, pero no las redes. En mi opinión,
tanto la llamada “operación araña” como las medidas que se barruntan
persiguen controlar las redes sociales o, en su defecto, amedrentar a
los usuarios. Nada nuevo, ya Orwell en su novela 1984 hablaba del
“crimental”, es decir, introducir en los ciudadanos el miedo a estar
cometiendo delitos.
Y, desde luego, en las redes se
profieren comentarios inflamados de mal gusto y odio. Pero si las
llamadas autoridades de verdad quieren perseguir comentarios podridos de
odio, xenofobia, racismo, maldad y “apología del delito” no duden en
visitar las webs de extrema derecha o foros policiales. No parece, sin
embargo, que la persecución vaya por esos derroteros. Curioso, muy
curioso. Y altamente significativo.
También, al socaire del hecho de
ayer, tan luctuoso como condenable, se ha hablado de “limpiar las redes
de indeseables”, “apología del delito”, etc. Y me parece muy bien pero,
insisto, hurguen en foros policiales y de extrema derecha porque, en
lenguaje castizo, ahí “se van a poner las botas”. Por no aludir a los
“simpaticos” muchachotes de nuevas generaciones del PP, que exhiben
orgullosos la bandera con el aguilucho, simbología del régimen más
genocida y sanguinario que ha azotado España. Mucho me temo que las
intenciones se dirigen contra otros objetivos.
Se ha aludido a la “apología del
delito”, que está muy mal, no digo que no, pero que “solo será delictiva
como forma de provocación y si por su naturaleza y circunstancias
constituye una incitación directa a cometer un delito” (artículo 18. 1,
párrafo 2 del vigente Código penal). Y no digo que la apología del
delito sea algo bonito, claro que no, pero prohibir todo lo grotesco,
obsceno y feo, convertiría este país en una suerte de macroprisión. Si
es eso lo que pretenden, convendría que lo manifestaran pronto, alto y
claro.
Es cierto, para qué negarlo, que en
las redes pulula mucho indeseable, esos trolls que amparados en el
anonimato insultan y amenazan, pero esos delitos (a veces meras faltas)
son perseguibles solo a instancia de parte. Por favor, permitan que
seamos nosotros quienes decidamos si denunciamos o no a quien nos
insulta o amenaza. No “desembarquen” en las redes para “protegernos”.
Algunos preferimos perdonar a quien nos insulta, algo, además, muy
cristiano. Y de cualquier modo, es una decisión particular, jamás de un
gobierno.
Particularmente, me han insultado
mucho por mis artículos y nunca he perdido mi tiempo denunciando. Y no
digo que perseguir indeseables esté mal, pero ¿dónde están los límites?
Porque, por poner un ejemplo, todos los domingos, cualquier árbitro de
fútbol podría, con exactamente el mismo derecho, solicitar la
identificación y castigo de quien le insulta. En este sentido, y si me
perdonan la petulancia, les adjunto un artículo que en clave de humor
tuve el placer de escribir sobre este tema, reduciendo al absurdo el
ansia persecutoria de este gobierno: http://www.kaosenlared.net/colaboradores/item/87179-delegaci%C3%B3n-de-gobierno-sancionar%C3%A1-con-500000-euros-los-insultos-y-gestos-inadecuados-en-campos-de-f%C3%BAtbol.html
Reflexionando sobre lo anterior, solo puede deducir
que la actual derecha quiere meter las narices en las redes so pretexto
de insultos y amenazas (que no parece perseguir en webs policiales,
Nuevas generaciones del PP, ni de extrema derecha). La excusa les
permitiría legislar para ultimar su fin auténtico: controlar al
disidente y amedrentar a quien protesta fuera del redil domesticado,
estrangular la protesta que altere los grandes y depravados intereses de
unos pocos. En suma, degenarar la libertad hasta convertir España en un
gigantesto Gran Hermano. El De George Orwell, obviamente, no el de la
televisión (aunque no tengo muy claro cual sería peor).
La desesperación es muy mala consejera
Dejo para el final la reflexión más dura
pero, lamentablemente, la que ha ocupado gran parte de comentarios en
medios y redes: la legitimidad o ilegitimidad de tomar la justicia por
la mano.
Por mi parte considero que lo ideal es
actuar pacíficamente y condeno la violencia venga de quien venga y
vista como vista el que la ejerza. Tras todo acto de violencia se
encierra un fracaso. De índole diversa, pero fracaso a fin de cuentas.
En este sentido, en las redes se
aludía a quienes habiéndolo perdido todo arremeten contra su verdugo, ya
sea político, banquero, empresario, etc. Algunos pueden escandalizarse
pero, desgraciadamente, lo anterior forma parte de la naturaleza humana y
tomar la justicia por la mano no pocas veces nace de una desesperación
inducida por terceros.
Es cierto que la represión ejerce un influjo poderosamente disuasorio. Incluso en personas que han sido injustamente tratados y que rumian su indignación abismados en la soledad y las lágrimas. Pero resulta irresponsable pensar que todos actuarán así. Ver morir a tu ser más querido por falta de asistencia médica, a tus hijos marearse de hambre, a tu cónyuge suicidarse… Arrastrar a millones de personas al dolor, la pobreza y la sed de justicia, en suma, a la desesperación, no parece una actitud responsable. Sobre todo cuando se perpetra para favorecer a golfos y delincuentes de cuello blanco.
Los aplausos y jaleos leídos en redes y escuchados en bares y plazas (¿también se perseguirá a quien se le caliente la boca en el bar?) al albur del asesinato de Isabel Carrasco, evidencian el sentimiento insano, pero humano, de venganza y, desgraciadamente, de sed de sangre. El actual orden socioeconómico está generando legiones de desesperados que todo lo han perdido. Y a quien todo lo ha perdido hasta la cárcel se le representa como una alternativa deseable.
Miles de internautas parecían desear que el asesinato de Isabel Carrasco fuera el primero de una larga serie de venganzas. Espeluznante. He compartido con todos ustedes los motivos (que no la justificación) de lo anterior. A otros les corresponde aportar la solución. Pero en mi modesta opinión aquella camina en sentido contrario al pretendido por las llamadas autoridades. D.E.P la víctima y mis condolencias a sus familiares y seres queridos.
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