05 de Mayo de 2014
Panamá, considerada por diversos personajes como la Dubai o la Taiwán de América Latina,
tiene a buena parte de su población viviendo en pobreza y/o en miseria,
sin acceso a servicios públicos y sanitarios decentes. Todo un infierno
para quienes día a día luchan por unas migajas.
Días atrás fue difundida una noticia
que a algunos resultó sorprendente y/o casi increíble, cuyo contenido
es otro ejemplo de cómo la opulencia de unos pocos va de la mano con la
miseria de millones en el planeta; resulta que Panamá, considerada por diversos personajes como la Dubai o la Taiwán de América Latina,
tiene a buena parte de su población viviendo en pobreza y/o en miseria,
sin acceso a servicios públicos y sanitarios decentes. De manera que
desde el punto de vista social, de poco o nada ha servido que el país en
cuestión haya tenido un crecimiento económico elevado y sostenido, que
sea un importante centro de comercio y de finanzas a nivel mundial, y
que ostente impresionantes rascacielos y otras megaconstrucciones (auge
del sector inmobiliario). Todo un paraíso para quienes desean
enriquecerse de cualquier forma, incluso mediante actividades ilícitas
como el narcotráfico (paraíso fiscal), y un infierno para los pobres que
día a día luchan por unas migajas.
A continuación transcribimos parte de la
noticia mencionada al inicio, en la que algunos testimonios dan cuenta
de la desigualdad socioeconómica derivada del capitalismo panameño e internacional:
“Jaime llega todos los días desde
hace 25 años al puesto donde vende revistas, caramelos y muestras de
perfume para llevar el sustento a su familia en un barrio pobre de
Ciudad de Panamá, la capital de los rascacielos más altos de Latinoamérica.
"En Panamá
hay riqueza, lo que pasa es que está mal compartida. Los más ricos se
quieren quedar con todo y no darle nada al pobre, y los políticos sólo
piensan en su progreso", asegura Jaime a la AFP
El gobierno asegura que hay pleno
empleo y que programas sociales permitieron bajar en cinco años la
pobreza del 33% al 26% de los 3,5 millones de habitantes. Pero más de un
tercio del trabajo es informal, miles no tienen agua potable ni
vivienda digna o no acceden a servicios de salud, educación o
transporte.
"Es verdad que Martinelli ha hecho
muchas obras, pero nadie come eso. Si nos quiere ayudar, que baje mejor
el costo de la comida y suba el salario", opina Roberto Bowen, un
guardia de seguridad del humilde barrio El Chorrillo.
"Estas obras a mí no me sirven para
nada, falta más para que el pueblo esté satisfecho. La gente que a mí me
ayuda es ésta, porque a la de plata no le interesamos nosotros", dice
Luis Valdés, señalando a los autos que aborda gritando "mi amigo", para
lavar el parabrisas por un puñado de monedas.
Pese a tener los ingresos de una vía interoceánica por donde pasa el 5% del comercio marítimo mundial, Panamá es, según Cepal, el sexto país más desigual de América Latina.
"Hay un problema serio de
distribución de riqueza y acceso a infraestructuras básicas. Mucha gente
está en la dura (situación difícil) como para decir que estamos en el
'Dubai de las Américas'. El crecimiento económico ha beneficiado a una
élite. Los millonarios son más millonarios, pero a costa del sufrimiento
de los de abajo", comentó a AFP el analista Jaime Porcell. (“Panamá, un "Dubai de las Américas"... con pobreza, https://es-us.noticias.yahoo.com/panam%C3%A1-dubai-am%C3%A9ricas-pobreza-192124139.html).
En el caso de Panamá
se aprecia claramente que el capitalismo es un sistema
económico-cosmovisión intensamente excluyente, y es una muestra de cómo
la élite económica a escala planetaria busca que los Estados intervengan
cada vez menos en sus asuntos, y de esta manera forjar y consolidar un
Nuevo Orden Mundial basado en la libertad plena para las Corporaciones.
Lo que pasa en Panamá es un indicio
evidente de que la corporocracia (neoliberalismo) no está ni
remotamente en peligro de muerte, como advierten algunos analistas, y es
una señal terrible de lo que espera a la humanidad de no haber una
reacción popular masiva en todos los rincones de la Tierra. En sus
manos, los individuos pensantes, críticos, conscientes y solidarios
tienen la responsabilidad de dar forma a una concepción de vida que
dignifique al hombre y contribuya a preservar el equilibrio y la armonía
socioambiental en el orbe.
Por cierto, ¿qué dirá de la situación
social panameña el cantautor y actor Rubén Blades, quien asegura ser un
patriota? Posiblemente no le importe, considerando que hoy día no es
más que un arrastrado ante Estados Unidos y los intereses capitalistas
globales (¿o siempre lo fue?). Quizá Blades señale de forma simplista y
evasiva, que los pobres de Panamá no
salen de su condición porque no quieren, o porque no son más que unos
envidiosos, o porque no trabajan duro como los ricos, o cualquier otra
estupidez con la que los procapitalistas intentan justificar todo el
daño que el capitalismo ha ocasionado en el mundo.
En resumen, podemos indicar que efectivamente Panamá
es un paraíso, pero sólo para unos cuantos sujetos codiciosos, astutos,
maliciosos, explotadores, oportunistas y ladrones con licencia. El
resto vive el infierno cotidiano, librando duras batallas contra el
hambre, la injusticia, la desigualdad y la desesperanza, y soñando con
un futuro en que al menos se le respete un poco.
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