11 de Mayo de 2014 21:48
Estados Unidos es como el clásico alumno abusador de la clase que no
respeta a sus compañeros de aula ni a sus maestros, y se cree con
derecho a hacer cualquier cosa, con tal de conseguir su propósito de
avasallar a todos y sojuzgarlos.
Washington actúa así desde ya hace
mucho tiempo, y ese comportamiento se ha agravado últimamente ante el
evidente hecho de que ya la mayoría de los pueblos rechazan su
prepotencia imperial, y se unen para enfrentar su comportamiento de
superioridad.
El mundo es como una escuela, donde
todas las naciones deben aprender unas de otras, relacionarse entre sí
con respeto y solidaridad, y especialmente convivir en paz, en bien de
la humanidad.
Por supuesto que en cada centro
educacional existe un reglamento disciplinario, y para ello en el
planeta donde vivimos hay leyes y reglas elementales de respeto que la
Organización de Naciones Unidas (ONU) y Tribunales Internacionales deben velar y exigir porque se cumplan.
Sucesivas administraciones
norteamericanas han hecho caso omiso a las normas de las ONU, y son cada
vez más graves las violaciones que protagoniza la Casa Blanca, como la
de este fin de semana de ordenar a Rumania “atrapar” en el aire a un
alto dirigente ruso, al cerrarle el espacio aéreo al avión en el cual
viajaba.
Cierto es que el gobierno de Bucarest es
débil y teme al explotador del aula, o del mundo, como también es
verdad que otros se prestan para proceder de esa manera a cambio de
remuneraciones sustanciosas o por chantajes de Estados Unidos.
Similar hizo Washington con el
presidente de Bolivia el pasado año, cuando instruyó a varios de sus
aliados europeos que no le permitieran utilizar los corredores aéreos a
la nave oficial de Evo Morales, poniendo en juego la vida de un
dignatario latinoamericano.
Ambos hechos no tenían precedente alguno
en la historia contemporánea, pero al parecer ya son otra práctica del
Pentágono, como protagonizar guerras o invasiones de rapiña contra
diversos países, que considera adversarios, asesinar mandatarios, o
subvertir el orden a través de los denominados “golpes suaves”, que de
blandos tienen poco porque promueven la violencia, como es el caso
actual de Venezuela.
Ya a Estados Unidos no le basta con
bloqueos, como el que le impone a Cuba desde hace más de 50 años,
acciones terroristas y proyectos sediciosos a través de las redes
sociales como el denominado Zunzuneo, igualmente aplicado a esa isla
caribeña para intentar dominarla.
Tampoco le es suficiente con la
utilización de mercenarios, hoy llamados finamente “contratistas”, para
crear conflictos en Siria, en Ucrania, o en cualquier otro rincón de la
tierra donde le venga en gana a Washington ejercer su poderío, sin medir
las consecuencias.
El abusador del aula ya está
verdaderamente enloquecido porque su autoritarismo es cada vez más
limitado, ante la fuerza que han ganado otros uniéndose, o simplemente
respondiendo como se merecen los inquilinos de la Casa Blanca.
Entonces, la interrogante es cuándo las organizaciones internacionales
pondrán freno, y a la vez tratamiento médico a la demencia
norteamericana, que está poniendo en juego la paz en el mundo, y que ya
supera los parámetros permisibles.
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