Atilio A. Borón
La escalada desestabilizadora que actualmente sufre
la Venezuela bolivariana tiene un objetivo no negociable: el
derrocamiento del gobierno de Nicolás Maduro. No hay un ápice de
interpretación en esta afirmación. Fue expresada en reiteradas ocasiones
no sólo por los manifestantes de la derecha sino por sus principales
líderes e inspiradores locales: Leopoldo López y María Corina Machado.
En algunas ocasiones se refirieron a sus planes utilizando la expresión
que usa el Departamento de Estado: “Cambio de régimen”, forma amable de
referirse al “golpe de Estado”. Esta feroz campaña en contra del
gobierno bolivariano tiene raíces internas y externas, íntimamente
imbricadas y solidarias en un objetivo común: poner fin a la pesadilla
instaurada por el comandante Hugo Chávez desde que asumiera la
presidencia, en 1999.
Atónitos ante lo inesperado del resultado –que por primera vez le ofrecía al gobierno bolivariano la posibilidad de gobernar dos años y administrar la economía sin tener que involucrarse en virulentas campañas electorales– peregrinaron a Washington para recibir consejos, dineros y ayudas de todo tipo para seguir llevando adelante el plan. Ahora la prioridad era, como lo exigiera Nixon para el Chile de Allende en 1970, “hacer chirriar la economía”. De ahí las campañas de desabastecimientos programados, según recomienda el experto de la CIA Eugene Sharp, la especulación cambiaria, los ataques en la prensa en donde las mentiras y el terrorismo mediático no conocían límites y, luego, “calentar la calle” buscando crear una situación similar a la de Benghazi en Libia que desbaratase por completo la economía y generase una gravísima crisis de gobernabilidad que tornase inevitable la intervención de alguna potencia amiga, que ya sabemos quién es, que acudiese en auxilio para restaurar el orden.
Nada de eso ha sucedido, pero no cejarán en sus propósitos sediciosos. López se entregó a la Justicia y es de esperar que ésta le haga caer, a él y a Machado, todo el peso de la ley. Llevan varias muertes sobre sus mochilas y lo peor que le podría pasar a Venezuela sería que el gobierno o la Justicia no advirtieran lo que se oculta dentro del huevo de la serpiente.
Un castigo ejemplar, siempre dentro del marco de la legalidad vigente, y la activa movilización de las masas chavistas para sostener a la Revolución Bolivariana es lo único que permitirá aventar el peligro de un asalto fascista al poder que pondría sangriento fin a la gesta bolivariana. Y lo que está en juego es no sólo el futuro de Venezuela sino, indirectamente, el de toda América latina.
Borón es Director del PLED, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.
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