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domingo, 1 de diciembre de 2013

SINDICATOS A LA DERIVA


 

Cuando era joven, me apunté a unas Comisiones Obreras, que prometían entonces  un sindicalismo de nuevo tipo. Esta concepción se contraponía a  los sindicatos de tipo viejo,  que por regla general, se organizan de manera  jerárquica  y, una vez han adoptado esta forma de organización, son poco permeables a la crítica,  especialmente cuando el arribismo y el burocratismo se instalan.

Dentro de las organizaciones sindicales jerárquicas, hay una tendencia ha hacer caso omiso de las críticas de izquierda y  considerar,   de alguna manera, que fomentan la división  y que con ello ayudan al enemigo. No tiene por qué ser siempre  así, pero esta es una posición que se suele dar con frecuencia y es posible que yo mismo en algún momento de mi ya larga vida de lucha  la haya defendido.

En los periodos  en los que  los sindicatos celebran sus congresos, el deseo de unidad es abrumador y esto juega a favor de las direcciones establecidas. En estos eventos, los éxitos se acostumbran a atribuir a los de arriba y la culpa de los retrocesos recaen en  la derecha y en  la clase capitalista. Ahora, por ejemplo, se culpa de todos los fracasos a la austeridad y las leyes antisindicales que han sido impuestas de manera “unilateral”.

Sin embargo,  lo que está ocurriendo es exactamente lo que era de  esperar de la derecha y de los capitalistas. Por esto, en las situaciones actuales, los sindicatos deberían ser capaces de mirarse al espejo y reflexionar sobre las razones principales que se esconden detrás de sus  fracasos, entre las que yo me atrevo a situar: la no comprensión de las características de la crisis, la inexistencia de una buena estrategia de combate, la falta de una verdadera solidaridad obrera, el arribismo en todos los niveles y una tendencia al sectarismo e incluso  competencia mercantilista  entre ellos mismos.

Las distintas huelgas generales de los últimos tiempos y el amplio apoyo que suscitaron,  podrían haber sido el comienzo de algo nuevo.  Pero los viejos hábitos no se han disuelto.

En definitiva, estamos atrapados por un momento en el que las organizaciones sindicales han quedado a la deriva. No acaban de detectar que se aproximan a una derrota general. Hay una permanente  negación de los propios errores y de las lecciones históricas. El miedo a la autocrítica y las inercias acomodaticias, los están conduciendo cada vez más cerca del precipicio.

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