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viernes, 20 de diciembre de 2013

¿ POR QUÉ RAÚL CASTRO BRILLÓ EN SUDÁFRICA; Y OBAMA NO SOLO NO LO EXCLUYO, SINÓ QUE ACEPTO TODO?. INCLUSO SALUDARLO



Raúl a Obama en perfecto inglés: `Señor Presidente, yo soy Raúl Castro´


Prácticamente todos los medios de comunicación del mundo se han hecho eco del saludo entre el presidente estadounidense, Barack Obama, y el líder cubano Raúl Castro en el funeral de Nelson Mandela. Algunos se han remitido al saludo casual entre Fidel y Bill Clinton durante la Cumbre del Milenio del año 200o en la ONU, pero esta vez no ha habido casualidad y sin embargo los medios no han hecho las preguntas pertinentes y mucho menos han buscado las respuestas correctas.

¿Por qué el presidente de Cuba ocupó un lugar tan prominente en la ceremonia, ya que entre las más de cien importantes personalidades extranjeras presentes sólo hablaron seis: potencias o grandes economías como Estados UnidosChina,  la India y Brasil y el vecino más ligado históricamente a Sudáfrica, Namibia?

¿Por qué estaba Raúl Castro ubicado exactamente frente al lugar por el que entró el presidente Obama, de modo que era inevitable un encuentro entre ambos?

¿Por qué el presidente de Estados Unidos, que en otros escenarios se ha negado a aceptar la presencia del líder cubano, no pudo hacerlo esta vez, ni tampoco logró evitar la preminencia otorgada  al presidente de Cuba?

Una cuarta pregunta que sí ha intentado responder alguna prensa: ¿Qué consecuencias, si las tiene, traerá lo ocurrido en las relaciones entre ambos países?

Para comenzar a responder hay que remitirse al apoyo prolongado y decisivo de Cuba a la lucha contra el Apartheid y por la liberación de los pueblos africanos del colonialismo. El propio Nelson Mandela resumió así los orígenes de la relación de Cuba con el Congreso Nacional Africano (ANC):

“¿Dónde hay un país que haya solicitado la ayuda de Cuba y que le haya sido negada? ¿Cuántos países amenazados por el imperialismo o que luchan por su liberación nacional han podido contar con el apoyo de Cuba?

Debo decir que cuando quisimos alzarnos en armas nos acercamos a numerosos gobiernos occidentales en busca de ayuda y solo obtuvimos audiencia con ministros de muy bajo rango. Cuando visitamos Cuba fuimos recibidos por los más altos funcionarios, quienes de inmediato nos ofrecieron todo lo que queríamos y necesitábamos. Esa fue nuestra primera experiencia con el internacionalismo de Cuba”.

El líder al que se honró en el estadio de Soweto estableció claramente la relación entre la victoria de las tropas cubanas en la batalla de Cuito Cuanavale y el fin del Apartheid en Sudáfrica:

“¡La decisiva derrota de las fuerzas agresoras del apartheid destruyó el mito de la invencibilidad del opresor blanco! ¡La derrota del ejército del apartheid sirvió de inspiración al pueblo combatiente de Sudáfrica! ¡Sin la derrota infligida en Cuito Cuanavale nuestras organizaciones no habrían sido legalizadas! ¡La derrota del ejército racista en Cuito Cuanavale hizo posible que hoy yo pueda estar aquí con ustedes! ¡Cuito Cuanavale marca un hito en la historia de la lucha por la liberación del África austral! ¡Cuito Cuanavale marca el viraje en la lucha para librar al continente y a nuestro país del azote del apartheid! La decisiva derrota infligida en Cuito Cuanavale alteró la correlación de fuerzas en la región y redujo considerablemente la capacidad del régimen de Pretoria de desestabilizar a sus vecinos.

Este hecho, conjuntamente con la lucha de nuestro pueblo dentro del país, fue crucial para hacer entender a Pretoria que tenía que sentarse a la mesa de negociaciones”.

Por esa razón, el presidente de Cuba fue el orador que cerró el homenaje internacional a Nelson Mandela. Raúl Castro fue presentado por la coordinadora nacional del ANC, Bapela Mbete, que como reseña el diario Granma: “al invitar al Presidente cubano a hacer uso de la palabra, recordó, visiblemente emocionada, que representaba al país que había contribuido a liberar a Sudáfrica; al país vencedor en la batalla de Cuito Cuanavale, que tanto impacto tuvo para la lucha contra el apartheid”.

Las palabras de Mbete, como las referencias de Mandela a Cuba, que permitirían entender el por qué del papel de Raúl Castro en la ceremonia, han sido absolutamente silenciadas por los grandes medios de comunicación pero Obama tuvo que escucharlas, al igual que las pronunciadas en el mismo sentido por el vicepresidente del ANC, Ciryl Ramaphosa, al concluir el discurso de Raúl .

Tomando en cuenta esa historia y la gratitud de Mandela hacia Cuba, expresada particularmente en su amistad con Fidel, los organizadores del acto decidieron otorgar al presidente cubano un espacio de honor. E hicieron más, colocaron a Raúl Castro en un lugar en que al presidente de Estados Unidos le era inevitable encontrarlo de frente al entrar al escenario. Como es obvio, el gobierno estadounidense conoció con anterioridad el protocolo del homenaje y no tuvo más remedio que aceptarlo.

Sudáfrica no es Colombia, el país en que se organizó la más reciente Cumbre de las Américas, al que EE.UU. impuso la exclusión de Cuba de ese cónclave, ni tampoco es Panamá, la sede del próximo evento de ese tipo en 2015.

La nación refundada por Mandela pertenece al mundo nuevo que obligó a Barack Obama a replantearse su decisión de invadir Siria y el presidente norteamericano no está en condiciones de imponerle protocolos, negarle invitados o cancelarle oradores, un escenario al que deberá adaparse EE.UU. de manera creciente en buena parte del planeta. Su cambio del guerrerismo bushista hacia el soft power obamista es un intento de responder a esa necesidad, aunque Obama preserve  su papel de tribunal y verdugo en las ejecuciones que ordena a través de los drones.

Respondiendo a esa realidad, en el funeral de Mandela, Obama acató lo que los sudafricanos organizaron, no tenía otro camino para aprovechar ese escenario y lanzar su discurso demagógico.

Tampoco podía negarse a saludar al líder cubano en un contexto como ese, sería una torpeza colosal que mancharía el homenaje en contradicción con el legado de Nelson Mandela que el presidente norteamericano trata de mostrar como propio.

De algún modo, el Secretario de Estado John Kerry, lo reconoció ante la congresista cubanoamericana Ileana Ross Lehtinen que lo increpó durante una audiencia legislativa en el Capitolio de Washington: “Hoy era un día para homenajear a Nelson Mandela. El presidente estuvo en un funeral internacional y no eligió quién asistía”.

El gobierno de Estados Unidos está cada vez más cuestionado por su cerco contra Cuba, lo sucedido en Soweto es una gota en un vaso cada vez más lleno y empuja en la dirección del cambio. El ex canciller británico David Owen, interrogado al respecto por la BBC, expresó: “Esto abre el camino para que mejoren las relaciones entre ambos, algo que se necesita desde hace mucho tiempo”.

Y sí, si el gobierno de Barack Obama quisiera aparentar un mínimo de coherencia con el legado de Nelson Mandela, aprovecharía la positiva acogida mundial de este encuentro para avanzar en la relación con Cuba.

Lo ocurrido este diez de diciembre se inscribe en el reclamo universal para que Estados Unidos cambie su política hacia la Isla. El propio Obama y su Secretario de Estado reconocieron semanas atrás el carácter obsoleto de la misma, incluso para cumplir los objetivos de “cambio de régimen” que Washington preconiza desde hace más de cinco décadas hacia la Isla y que este gobierno continúa enarbolando. La repercusión  de este saludo guarda estrecha relación con eso y si no fuera así, una representante de los interesados en mantener el status quo con Cuba, como Ros-Lehtinen, no hubiera reaccionado del modo en que lo hizo.

La mayoría de los oradores extranjeros en el funeral de Nelson Mandela representaban grandes potencias, Cuba es la potencia moral que Estados Unidos no ha logrado doblegar. Su política exterior de principios es una de las causas por la que Washington se ha empeñado en derrocar la Revolución de Fidel y Raúl Castro, y es también la que ha hecho posible un escenario en que el jefe del imperio se incline -a los ojos del mundo- ante el presidente de una Isla con once millones de habitantes cuya economía bloquea y cuyo gobierno intenta derrocar. Demasiado subversivo para que el periodismo de superficie que se practica en los grandes medios, ese que no se hace preguntas, intente  buscar respuestas. (Publicado en CubAhora)


Mandela ha muerto ¿Por qué ocultar la verdad sobre el Apartheid?

Fidel Castro Ruz

Quizás el imperio creyó que nuestro pueblo no haría honor a su palabra cuando, en días inciertos del pasado siglo, afirmamos que si incluso la URSS desaparecía Cuba seguiría luchando.
La Segunda Guerra Mundial estalló cuando, el 1ro. de septiembre de 1939, el nazi-fascismo invadió Polonia y cayó como un rayo sobre el pueblo heroico de la URSS, que aportó 27 millones de vidas para preservar a la humanidad de aquella brutal matanza que puso fin a la vida de más de 50 millones de personas.

La guerra es, por otro lado, la única actividad a lo largo de la historia que el género humano nunca ha sido capaz de evitar; lo que llevó a Einstein a responder que no sabía cómo sería la Tercera Guerra Mundial, pero la Cuarta sería con palos y piedras.

Sumados los medios disponibles por las dos más poderosas potencias, Estados Unidos y Rusia, disponen de más de 20 000 —veinte mil— ojivas nucleares. La humanidad debiera conocer bien que, tres días después de la asunción de John F. Kennedy a la presidencia de su país, el 20 de enero de 1961, un bombardero B-52 de Estados Unidos, en vuelo de rutina, que transportaba dos bombas atómicas con una capacidad destructiva 260 veces superior a la utilizada en Hiroshima, sufrió un accidente que precipitó el aparato hacia tierra. En tales casos, equipos automáticos sofisticados aplican medidas que impiden el estallido de las bombas. La primera cayó a tierra sin riesgo alguno; la segunda, de los 4 mecanismos, tres fallaron, y el cuarto, en estado crítico, apenas funcionó; la bomba por puro azar no estalló.

Ningún acontecimiento presente o pasado que yo recuerde o haya oído mencionar, como la muerte de Mandela, impactó tanto a la opinión pública mundial; y no por sus riquezas, sino por la calidad humana y la nobleza de sus sentimientos e ideas.

A lo largo de la historia, hasta hace apenas un siglo y medio y antes de que las máquinas y robots, a un costo mínimo de energías, se ocuparan de nuestras modestas tareas, no existían ninguno de los fenómenos que hoy conmueven a la humanidad y rigen inexorablemente a cada una de las personas: hombres o mujeres, niños y ancianos, jóvenes y adultos, agricultores y obreros fabriles, manuales o intelectuales. La tendencia dominante es la de instalarse en las ciudades, donde la creación de empleos, transporte y condiciones elementales de vida, demandan enormes inversiones en detrimento de la producción alimentaria y otras formas de vida más razonables.

Tres potencias han hecho descender artefactos en la Luna de nuestro planeta. El mismo día en que Nelson Mandela, envuelto en la bandera de su patria, fue inhumado en el patio de la humilde casa donde nació hace 95 años, un módulo sofisticado de la República Popular China descendía en un espacio iluminado de nuestra Luna. La coincidencia de ambos hechos fue absolutamente casual.
Millones de científicos investigan materias y radiaciones en la Tierra y el espacio; por ellos se conoce que Titán, una de las lunas de Saturno, acumuló 40 —cuarenta— veces más petróleo que el existente en nuestro planeta cuando comenzó la explotación de este hace apenas 125 años, y al ritmo actual de consumo durará apenas un siglo más.

Los fraternales sentimientos de hermandad profunda entre el pueblo cubano y la patria de Nelson Mandela nacieron de un hecho que ni siquiera ha sido mencionado, y de lo cual no habíamos dicho una palabra a lo largo de muchos años; Mandela, porque era un apóstol de la paz y no deseaba lastimar a nadie. Cuba, porque jamás realizó acción alguna en busca de gloria o prestigio.
Cuando la Revolución triunfó en Cuba fuimos solidarios con las colonias portuguesas en África, desde los primeros años; los Movimientos de Liberación en ese continente ponían en jaque al colonialismo y el imperialismo, luego de la Segunda Guerra Mundial y la liberación de la República Popular China —el país más poblado del mundo—, tras el triunfo glorioso de la Revolución Socialista Rusa.

Las revoluciones sociales conmovían los cimientos del viejo orden. Los pobladores del planeta, en 1960, alcanzaban ya los 3 mil millones de habitantes. Parejamente creció el poder de las grandes empresas transnacionales, casi todas en manos de Estados Unidos, cuya moneda, apoyada en el monopolio del oro y la industria intacta por la lejanía de los frentes de batalla, se hizo dueña de la economía mundial. Richard Nixon derogó unilateralmente el respaldo de su moneda en oro, y las empresas de su país se apoderaron de los principales recursos y materias primas del planeta, que adquirieron con papeles.

Hasta aquí no hay nada que no se conozca.

Pero, ¿por qué se pretende ocultar que el régimen del Apartheid, que tanto hizo sufrir al África e indignó a la inmensa mayoría de las naciones del mundo, era fruto de la Europa colonial y fue convertido en potencia nuclear por Estados Unidos e Israel, lo cual Cuba, un país que apoyaba las colonias portuguesas en África que luchaban por su independencia, condenó abiertamente?
Nuestro pueblo, que había sido cedido por España a Estados Unidos tras la heroica lucha durante más de 30 años, nunca se resignó al régimen esclavista que le impusieron durante casi 500 años.
De Namibia, ocupada por Sudáfrica, partieron en 1975 las tropas racistas apoyadas por tanques ligeros con cañones de 90 milímetros que penetraron más de mil kilómetros hasta las proximidades de Luanda, donde un Batallón de Tropas Especiales cubanas —enviadas por aire— y varias tripulaciones también cubanas de tanques soviéticos que estaban allí sin personal, las pudo contener. Eso ocurrió en noviembre de 1975, 13 años antes de la Batalla de Cuito Cuanavale.
Ya dije que nada hacíamos en busca de prestigio o beneficio alguno. Pero constituye un hecho muy real que Mandela fue un hombre íntegro, revolucionario profundo y radicalmente socialista, que con gran estoicismo soportó 27 años de encarcelamiento solitario. Yo no dejaba de admirar su honradez, su modestia y su enorme mérito.

Cuba cumplía sus deberes internacionalistas rigurosamente. Defendía puntos claves y entrenaba cada año a miles de combatientes angolanos en el manejo de las armas. La URSS suministraba el armamento. Sin embargo, en aquella época la idea del asesor principal por parte de los suministradores del equipo militar no la compartíamos. Miles de angolanos jóvenes y saludables ingresaban constantemente en las unidades de su incipiente ejército. El asesor principal no era, sin embargo, un Zhúkov, Rokossovski, Malinovsky u otros muchos que llenaron de gloria la estrategia militar soviética. Su idea obsesiva era enviar brigadas angolanas con las mejores armas al territorio donde supuestamente residía el gobierno tribal de Savimbi, un mercenario al servicio de Estados Unidos y Sudáfrica, que era como enviar las fuerzas que combatían en Stalingrado a la frontera de la España falangista que había enviado más de cien mil soldados a luchar contra la URSS. Ese año se estaba produciendo una operación de ese tipo.

El enemigo avanzaba tras las fuerzas de varias brigadas angolanas, golpeadas en las proximidades del objetivo adonde eran enviadas, a 1 500 kilómetros aproximadamente de Luanda. De allí venían perseguidas por las fuerzas sudafricanas en dirección a Cuito Cuanavale, antigua base militar de la OTAN, a unos 100 kilómetros de la primera Brigada de Tanques cubana.

En ese instante crítico el Presidente de Angola solicitó el apoyo de las tropas cubanas. El Jefe de nuestras fuerzas en el Sur, General Leopoldo Cintra Frías, nos comunicó la solicitud, algo que solía ser habitual. Nuestra respuesta firme fue que prestaríamos ese apoyo si todas las fuerzas y equipos angolanos de ese frente se subordinaban al mando cubano en el Sur de Angola. Todo el mundo comprendía que nuestra solicitud era un requisito para convertir la antigua base en el campo ideal para golpear a las fuerzas racistas de Sudáfrica.
En menos de 24 horas llegó de Angola la respuesta positiva.

Se decidió el envío inmediato de una Brigada de Tanques cubana hacia ese punto. Varias más estaban en la misma línea hacia el Oeste. El obstáculo principal era el fango y la humedad de la tierra en época de lluvia, que había que revisar metro a metro contra minas antipersonales. A Cuito, fue enviado igualmente el personal para operar los tanques sin tripulación y los cañones que carecían de ellas.

La base estaba separada del territorio que se ubica al Este por el caudaloso y rápido río Cuito, sobre el que se sostenía un sólido puente. El ejército racista lo atacaba desesperadamente; un avión teleguiado repleto de explosivos lograron impactarlo sobre el puente e inutilizarlo. A los tanques angolanos en retirada que podían moverse se les cruzó por un punto más al Norte. Los que no estaban en condiciones adecuadas fueron enterrados, con sus armas apuntando hacia el Este; una densa faja de minas antipersonales y antitanques convirtieron la línea en una mortal trampa al otro lado del río. Cuando las fuerzas racistas reiniciaron el avance y chocaron contra aquella muralla, todas las piezas de artillería y los tanques de las brigadas revolucionarias disparaban desde sus puntos de ubicación en la zona de Cuito.

Un papel especial se reservó para los cazas Mig-23 que, a velocidad cercana a mil kilómetros por hora y a 100 —cien— metros de altura, eran capaces de distinguir si el personal artillero era negro o blanco, y disparaban incesantemente contra ellos.

Cuando el enemigo desgastado e inmovilizado inició la retirada, las fuerzas revolucionarias se prepararon para los combates finales.

Numerosas brigadas angolanas y cubanas se movieron a ritmo rápido y a distancia adecuada hacia el Oeste, donde estaban las únicas vías amplias por donde siempre los sudafricanos iniciaban sus acciones contra Angola. El aeropuerto sin embargo estaba aproximadamente a 300 —trescientos— kilómetros de la frontera con Namibia, ocupada totalmente por el ejército del Apartheid.

Mientras las tropas se reorganizaban y reequipaban se decidió con toda urgencia construir una pista de aterrizaje para los Mig-23. Nuestros pilotos estaban utilizando los equipos aéreos entregados por la URSS a Angola, cuyos pilotos no habían dispuesto del tiempo necesario para su adecuada instrucción. Varios equipos aéreos estaban descontados por bajas que a veces eran ocasionadas por nuestros propios artilleros u operadores de medios antiaéreos. Los sudafricanos ocupaban todavía una parte de la carretera principal que conduce desde el borde de la meseta angolana a Namibia. En los puentes sobre el caudaloso río Cunene, entre el Sur de Angola y el Norte de Namibia, comenzaron en ese lapso con el jueguito de sus disparos con cañones de 140 milímetros que le daba a sus proyectiles un alcance cercano a los 40 kilómetros. El problema principal radicaba en el hecho de que los racistas sudafricanos poseían, según nuestros cálculos, entre 10 y 12 armas nucleares. Habían realizado pruebas incluso en los mares o en las áreas congeladas del Sur. El presidente Ronald Reagan lo había autorizado, y entre los equipos entregados por Israel estaba el dispositivo necesario para hacer estallar la carga nuclear. Nuestra respuesta fue organizar el personal en grupos de combate de no más de 1 000 —mil— hombres, que debían marchar de noche en una amplia extensión de terreno y dotados de carros de combate antiaéreos.

Las armas nucleares de Sudáfrica, según informes fidedignos, no podían ser cargadas por aviones Mirage, necesitaban bombarderos pesados tipo Can-berra. Pero en cualquier caso la defensa antiaérea de nuestras fuerzas disponía de numerosos tipos de cohetes que podían golpear y destruir objetivos aéreos hasta decenas de kilómetros de nuestras tropas. Adicionalmente, una presa de 80 millones de metros cúbicos de agua situada en territorio angolano había sido ocupada y minada por combatientes cubanos y angolanos. El estallido de aquella presa hubiese sido equivalente a varias armas nucleares.
No obstante, una hidroeléctrica que usaba las fuertes corrientes del río Cu-nene, antes de llegar a la frontera con Namibia, estaba siendo utilizada por un destacamento del ejército sudafricano.
Cuando en el nuevo teatro de operaciones los racistas comenzaron a disparar los cañones de 140 milímetros, los Mig-23 golpearon fuertemente aquel destacamento de soldados blancos, y los sobrevivientes abandonaron el lugar dejando incluso algunos carteles críticos contra su propio mando. Tal era la situación cuando las fuerzas cubanas y angolanas avanzaban hacia las líneas enemigas.

Supe que Katiuska Blanco, autora de varios relatos históricos, junto a otros periodistas y reporteros gráficos, estaban allí. La situación era tensa pero nadie perdió la calma.

Fue entonces que llegaron noticias de que el enemigo estaba dispuesto a negociar. Se había logrado poner fin a la aventura imperialista y racista; en un continente que en 30 años tendrá una población superior a la de China e India juntas.

El papel de la delegación de Cuba, con motivo del fallecimiento de nuestro hermano y amigo Nelson Mandela, será inolvidable.

Felicito al compañero Raúl por su brillante desempeño y, en especial, por la firmeza y dignidad cuando con gesto amable pero firme saludó al jefe del gobierno de Estados Unidos y le dijo en inglés: “Señor presidente, yo soy Castro”.

Cuando mi propia salud puso límite a mi capacidad física, no vacilé un minuto en expresar mi criterio sobre quien a mi juicio podía asumir la responsabilidad. Una vida es un minuto en la historia de los pueblos, y pienso que quien asuma hoy tal responsabilidad requiere la experiencia y autoridad necesaria para optar ante un número creciente, casi infinito, de variantes.

El imperialismo siempre reservará varias cartas para doblegar a nuestra isla aunque tenga que despoblarla, privándola de hombres y mujeres jóvenes, ofreciéndole migajas de los bienes y recursos naturales que saquea al mundo.

Que hablen ahora los voceros del imperio sobre cómo y por qué surgió el Apartheid.
Tomado de:…

http://lapupilainsomne.wordpress.com/

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