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jueves, 19 de diciembre de 2013

NOTAS SOBRE EUROPA

Jueves, 19 de Diciembre de 2013 

Una aportación marxista al debate entre Marina Albiol Guzmán [1] y Jaume Giner Santos [2] 
 
Cuando hablamos de Europa hablamos de un concepto que, a lo largo de los siglos, ha evolucionado. Fundamentalmente, Europa ha pasado de ser un territorio a ser algo político, que sólo en los últimos años ha conseguido cristalizar.






Sobre Europa lleva a cabo una reflexión Marina Albiol Guzmán, tomando el pulso a la conciencia de la clase trabajadora y las capas populares, y reflexionando para situar la necesidad de construir otra Europa, que responda a sus intereses de clase. Jaume Giner Santos no entiende el carácter del escrito de Marina Albiol Guzmán, y consciente o inconscientemente la cuestiona en base a una serie de abstracciones que carecen de cualquier fundamento materialista. Cuando Marina Albiol Guzmán baja al corazón de las masas para intentar hacer avanzar sus posiciones de clase Jaume Giner Santos se sitúa en el dogmatismo y olvida que la lucha de clases ya en el pasado siglo superaba el marco de los estado-nación, y prueba de ello fue la Guerra Nacional Revolucionaria de los pueblos de España y del mundo entero, luchando bajo el nombre de “Brigadas Internacionales”, para hacer frente a la burguesía de España y, también, de Europa. El mayor ejemplo de heroísmo de la clase trabajadora que ha dado la Historia fue en el marco de una lucha que sólo a los ojos de un analfabeto político puede parecer que se diera en el marco del estado-nación, cuando lo que se estaba disputando era la correlación de fuerzas a nivel europeo entre las fuerzas del progreso y del socialismo, entre las fuerzas que defendían los intereses de clase del Bloque Popular y las fuerzas del Bloque Dominante histórico.

Para analizar la cuestión de Europa y vertebrar un discurso sobre ella necesitamos saber qué es Europa, pero también cuál es la visión –la aspiración, el anhelo, como sitúa Marina Albiol Guzmán- de las masas, pues es necesario “responder a sus anhelos [de las masas]”, en palabras de Lenin [3], porque los marxistas actuamos en función de la subjetividad concreta –histórica- de las masas. Analizar de forma fría Europa, al margen de las masas, relega el debate a un plano abstracto que carece del menor interés para la lucha de clases, construyéndose sin la clase que debe ser un objeto activo en la lucha política y en la elaboración teórica, y con la cual la organización política debe mantener una relación dialéctica. “La emancipación de la clase obrera debe ser obra de la propia clase obrera”[4]. No se puede hacer un planteamiento sobre Europa al margen de la subjetividad con la que las masas enfrentan la lucha de clases.

Es cierto que, como toda construcción en la superestructura, la cuestión de Europa no es neutra, no es una construcción al margen de la lucha de clases, si no que tiene su origen en la esencia misma de la lucha de clases. Hay una invención de una historia oficial del territorio Europa para justificar que debía acabar siendo una unidad -fundamentalmente, pero no sólo- económica y un ente político.

Pero, siendo una construcción ideológica del Bloque Dominante, de la burguesía, es asumida por la clase trabajadora. No olvidemos que “las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante”[5]. Por lo tanto, Europa es, se convierte, en un anhelo para el Bloque Social Subordinado.

El análisis de Jaume Giner Santos no puede convencer a nadie que haya simplemente ojeado El Manifiesto Comunista en alguna ocasión. Señalar que Europa no es un anhelo para millones de ciudadanos porque no responde a sus intereses de clase es no comprender nada acerca de la hegemonía, y, en suma, no comprender nada acerca de la lucha de clases.

Cuestión diametralmente distinta es que, como venimos señalando algunos/as marxistas desde hace años, la actual crisis es una crisis de sobreproducción, y este tipo de crisis tiene consecuencias más allá del campo puramente económico: al ser incapaz la infraestructura de dar respuesta entra en crisis todo el sistema de dominación que se había construido sobre la misma. Dicho con otras palabras: es la actual crisis del capitalismo la que provoca la erosión del poder espiritual dominante, de forma que, más allá de la capacidad de la izquierda para articular una respuesta se produce una crisis social, política, ideológica… Y este es un contexto, por lo tanto, en el que la confianza en la construcción burguesa de Europa puede verse mermada, porque las bases materiales que la encumbraron están en crisis.

Marina Albiol Guzmán, en su escrito, habla “de la Europa que venció al nazismo, la Europa de la libertad y de las conquistas sociales”, a lo que Jaume Giner Santos responde: “Europa, ciertamente, jamás ha sido el emblema de la libertad y menos desde la concepción de libertad que tenemos los marxistas (…) Y qué decir del nazismo... primeramente que no fue Europa quien lo destruyó, sino la Unión Soviética (…)”, para acabar preguntando a Marina Albiol Guzmán: “¿No recuerdas cuál fue la posición de los europeos, compañera Marina?”

A este respecto, Marina Albiol Guzmán sitúa la reflexión en la subjetividad colectiva, en la “nostalgia”, y es cierto que en el imaginario popular Normandía tiene más peso que Stalingrado. Pero Jaume Giner Santos vuelve a rechazar la aproximación a la subjetividad de las masas que hace Marina Albiol Guzmán para intentar articular un discurso que no se sostiene, y donde se equivoca nuevamente, porque planteado de forma objetiva ni Europa ni la Unión Soviética destruyó el nazismo. El nazismo fue combatido –no destruido- por la clase trabajadora y las capas populares de España, de Europa y del mundo entero, no por ningún Estado abstracto. Lo que hizo que la posición del Estado soviético fuese distinta a la del resto de estados fue el carácter de clase al que respondía en ese momento, y es fruto de la correlación de fuerzas que se lograron unas alianzas u otras, y de un tipo u otro cada una. Señalar que la URSS, por el mero hecho de ser la URSS, respondía a unos intereses de clase favorables para la clase trabajadora es caer en el idealismo.

Así “en octubre del mismo año [1934], cuando la reacción española ahogó en sangre la insurrección armada de los mineros asturianos, alzados a la lucha contra la amenaza fascista, una ola de solidaridad con ellos se extendió por todo el País soviético. Las obreras del complejo textil moscovita “Triojgórnaya Manufactura” (Las Tres Montañas) (que lleva el nombre de Félix Dzerzhinski) acordaron destinar medio día de jornal al Fondo de Ayuda a los mineros asturianos. Secundando su iniciativa, los trabajadores de la Unión Soviética reunieron tres millones de pesetas para las familias de las víctimas del terror fascista” (la cursiva es mía).

“El 2 de agosto [de 1936] se celebraron en numerosas empresas mítines de solidaridad con el pueblo español (…) al día siguiente, la Plaza Roja de Moscú y las calles adyacentes se llenaron de gente (…) aquel mismo día se celebró otro gran mitin de solidaridad con los antifascistas españoles en la Plaza de Palacio, de Leningrado (…) en todas partes, los trabajadores acordaron por unanimidad hacer colectas y recoger ropa, efectos y víveres para el Fondo de Ayuda a los antifascistas españoles”[6]. Fue la conciencia del pueblo soviético y su movilización la que fijó la posición del Estado soviético a lo largo del tiempo –más allá de los intereses no de clase, si no de Estado que pudiera tener la URSS-. Porque, si bien la República Española fue ayudada por la URSS, hubo otros procesos históricos en los que la URSS se desentendió o actúo de manera antimarxista (y no digo que actuará mal, y no digo, tampoco, que no estuviese justificada su actuación: sólo que actuó contra el pensamiento de Marx y Engels). Pero esto nos llevaría a otro debate. En cualquier caso, lo que queda claro es la tergiversación que hace Jaume Giner Santos, interpretando torticeramente a Marina Albiol Guzmán, pues esta lo sitúa en lo que “Europa significa” “para la clase trabajadora”, no valorando los hechos históricos si no, como ya hemos señalado, la subjetividad de la clase trabajadora.

Por otro lado, plantear la lucha en el marco de los estado-nación, cuando situamos la cuestión de Europa y cuando en 1848 El Manifiesto Comunista ya señalaba “¡proletarios de todos los países, uníos!”[7], o en 1850 abiertamente K. Marx y F. Engels afirman “la nueva revolución francesa se verá obligada a abandonar inmediatamente el terreno nacional y a conquistar el terreno europeo, el único en que puede llevarse a cabo la revolución social del siglo XIX”[8] porque, con el grado de internacionalización del capital en aquellos momentos K. Marx y F. Engels ya observaban que la Revolución debía ser un hecho internacional, es volver al socialismo utópico y a intentar crear pequeñas ínsulas sin ser capaces de analizar que la lucha de clases cada vez se da más a escala global. 

Distinto es que en el proceso de derrota de la izquierda a nivel mundial y con la destrucción del campo socialista en los años ochenta y noventa del pasado siglo la izquierda fuese incapaz de mantener un discurso y una propuesta y acabase arrinconada en estrechos marcos de la lucha de clases, incapaz de ofrecer alternativa alguna al capitalismo. El internacionalismo, como muy bien ha ejemplificado el marxismo latinoamericano a lo largo de su Historia, y en concreto experiencias como la Revolución Cubana a través de dirigentes como Guevara o Fidel Castro, es una seña de identidad de la clase trabajadora.

Los marxistas planteamos una solución global a un sistema de dominación global. ¿Reforma o revolución? La revolución sólo puede darse en momentos concretos de la Historia. Creer que en cualquier momento puede llevarse a cabo una revolución porque las condiciones objetivas –desarrollo del capitalismo, clase trabajadora- están dadas es caer en un voluntarismo izquierdista propio de la tradición blanquista, y señalar que primero debemos hacer las revoluciones “en cada Estado”, como señala Jaume Giner Santos, es volver a posturas dogmáticas sobre la lucha de clases, como si tuviese departamentos estancos, arrancándole el elemento dialéctico y por lo tanto su esencia científica.


De esta forma, desde un punto de vista materialista en el siglo XXI las revoluciones -como enseña América del Sur hoy a cualquiera que sea capaz de mantener los ojos abiertos- son procesos dialécticos en los que, a medida que se producen avances por parte de la clase trabajadora en los estados se producen conquistas en las estructuras supranacionales, o fruto de las contradicciones de las mismas se muestra su invalidez para la mayoría social y surgen, necesariamente, otras nuevas: si la clase trabajadora se hace con el poder en algún país de Europa, inevitablemente erosionará las estructuras de la Unión Europea y variará la correlación de fuerzas y en consecuencia su carácter de clase.

A este respecto, la Historia de España es muy enriquecedora: con la llegada de la República Española en 1931 no hubo mejoras destacables para la clase trabajadora. Y más aún, la clase trabajadora fue duramente reprimida, por ejemplo, en Casas Viejas. Sin embargo, el Frente Popular, que respondía a un interés distinto de clase –pese a la amalgama que lo componía-, fue capaz, con las mismas estructuras de Estado de comenzar procesos democráticos que socavaban las bases de la sociedad existente y abrían la puerta a la construcción del poder popular, lo que provocó la reacción armada de la burguesía, porque la revolución empieza cuando comienzan a mutar los mecanismos represivos y administrativos del estado. La revolución no es una abstracción: es un proceso dialéctico. El problema no es, por lo tanto, “reforma o revolución” en abstracto, el problema es saber que, tras cada paso concreto, el objetivo es la revolución, tener una táctica y una estrategia para la toma del poder, y no la búsqueda de reformas para construir un capitalismo de rostro humano.

Como señala Marina Albiol Guzmán cuando caracteriza la actual Unión Europea: “tenemos claro que esa no es nuestra Europa” (la cursiva es mía), y liga con el pensamiento de Guevara cuando afirma “lo que nos asfixia no es Europa, no son los pueblos que componen nuestro continente (…) sino lo intereses de sus respectivas burguesías”, pues ejemplos hay varios, este es sólo uno: “no tuvimos la menor intención de ofenderla ni de ofender a su Gobierno. Pero también es verdad otra cosa: no tuvimos tampoco la menor intención de defender al Gobierno de Panamá. Queríamos defender al pueblo de Panamá con una denuncia ante las Naciones Unidas, ya que su Gobierno no tiene el valor, no tiene la dignidad de plantear aquí las cosas con su verdadero nombre. No quisimos ofender al Gobierno de Panamá, ni tampoco lo quisimos defender. Para el pueblo de Panamá, nuestro pueblo hermano, va nuestra simpatía y tratamos de defenderlo con nuestra denuncia”[9]. Es necesario, como hace Marina Albiol Guzmán, distinguir gobiernos e intereses de clase con los pueblos y sus intereses de clase.

Marina Albiol Guzmán nos dice: “por ello los trabajadores y trabajadoras de toda Europa, no sólo tenemos que luchar por acabar con los instrumentos que nos oprimen, con las políticas que emanan de la Troika, con las instituciones antidemocráticas o con el sistema financiero sino que, y sobre todo, hemos de combatir el sistema económico que sustenta la Unión Europea”, pues hemos de socavar sus bases materiales, y, al tiempo, los marxistas necesitamos ofrecer una alternativa a nuestra clase, que no puede ser construir una Revolución aislada –insistimos: como hicieron los socialistas utópicos-: nuestra alternativa es la toma del poder en España, en la Unión Europea y en todo el mundo. Como señalaban K. Marx y F. Engels en La ideología alemana “el comunismo, empíricamente, sólo puede darse como la acción “coincidente” o simultánea de los pueblos dominantes, lo que presupone el desarrollo universal de las fuerzas productivas y el intercambio universal que lleva aparejado”[10]. Nuestro proyecto es para toda nuestra clase. Nuestro proyecto es para la emancipación del género humano, para acabar con la explotación de las personas por sus iguales, por lo tanto, un proyecto que enfrenta a la burguesía en todos los niveles de la lucha de clases, desde el pequeño pueblo a la lucha contra la Unión Europea o la OTAN. Puede ocurrirnos, claro, que quedemos aislados como le ocurrió a la URSS, fracasadas las revoluciones en Europa, pero como Lenin, nuestra vocación es la toma del poder en nuestro Estado y más allá.

Acaba Marina Albiol Guzmán diciendo: “Una Europa que responda a los intereses de la mayoría, donde los sectores estratégicos de la economía estén en manos públicas y todos los recursos se utilicen para tener unos servicios públicos de calidad, vivienda y trabajo para todos y todas se dotará de nuevas instituciones, de un nuevo sistema monetario y financiero. No importa el nombre. Lo importante es quien los elegirá, al servicio de quien estarán”. A este respecto habría que señalar que el nombre importa, y sobre la cuestión de los nombres reflexiona ampliamente Lenin en varios escritos. Pero, en cualquier caso, y salvando alguna otra cuestión menor como a la que nos acabamos de referir –y que es mucho más fácil identificar desde fuera que cuando se escribe-, pese a quien pese, Marina Albiol Guzmán representa en su esencia una posición marxista y leninista que es atípica entre quienes nos representan en las instituciones y, sin lugar a dudas, es muy necesaria.


[1] Albiol Guzmán, Marina, En el nombre de Europa, disponible en rebelion.org/noticia.php?id=178026
[2] Giner Santos, Jaume, En el nombre de Europa (respuesta a Marina Albiol), disponible en rebelion.org/noticia.php?id=178328
[3] Lenin, La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, Ediciones en lenguas extranjeras, Pekín, 1975, 4ª reimpresión, p. 39.
[4] Engels, F., Marx, C., Estatutos Generales de la Asociación Internacional de los Trabajadores, Obras escogidas en tres tomos. Tomo II, Editorial Progreso, Moscú, 1973, p. 14.
[5] Engels, F., Marx, K., La ideología alemana. Feuerbach. Contraposición entre la concepción materialista y la idealista, Universitat de Valencia, España, 1994, 4ª edición, p. 58.
[6] Junto a los patriotas españoles en la guerra contra el fascismo, Editorial de la Agencia de Prensa Nóvosti, Moscú, 1986, pp. 13-15.
[7] Engels, F., Marx, C., Manifiesto del Partido Comunista, Obras escogidas en tres tomos. Tomo I, Editorial Progreso, Moscú, 1973, p. 140.
[8] Engels, F., Marx, C., La lucha de clases en Francia, Obras escogidas en tres tomos. Tomo I, Editorial Progreso, Moscú, 1973, p. 232.
[9] Guevara, Ernesto, Intervención en la Asamblea General de la ONU. 1964.
[10] Engels, F., Marx, C., La ideología alemana, Grijalbo, Barcelona, 1974, p. 37.

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