Viernes, 20 de Diciembre de 2013
Los creyentes del sistema piensan y actúan sin conciencia, debido a la propaganda dictada por una élite.
En el sistema capitalista las posibilidades de supervivencia del individuo se limitan al pensamiento estratégico y especulativo.
La estrategia psicológica que
desarrollará el sujeto estará sujeta y previamente establecida en el
marco de unas normas impuestas en el hábitat en el que tendrá que
interactuar con sus semejantes para poder sobrevivir. Esta estrategia
psicológica para poder sobrevivir vendrá determinada por su carácter y
por su grado de adaptación y asimilación dentro del sistema, esto es,
por la propaganda que dicta el propio sistema.
Las capacidades adaptativas del sujeto quedan limitadas en el sistema que interactúa.
Las facultades creativas del individuo quedan muy reducidas o directamente anuladas por el pensamiento impuesto desde arriba.
El pensamiento del hombre por lo
general suele ser unidireccional, esto sucede debido al afán por el
beneficio material dentro de un sistema que prima en esencia el valor
del dinero y que trabaja por y para el capital (trabajo asalariado), y
de cualquier forma que le reporte algún tipo de ganancia o de cualquier
otra índole, el interés particular del hombre en este campo es vital
para su supervivencia.
En una sociedad jerarquiza el hombre
sólo busca medrar a costa de sus semejantes, para eso tiene que competir
e intentar anular a su adversario.
Las técnicas psicológicas que utliliza
el sujeto para poder sobrevivir se reducen al pensamiento especulativo y
estratégico que dictan las normas del sistema.
El pensamiento especulativo y
estratégico crean conflictos internos en el individuo y acaban derivando
en las relaciones que tienen y tendrán con sus semejantes.
Las relaciones humanas en este sistema
generalmente son producto del odio en mayor o menor medida que se dan
entre sus miembros, la intensidad del odio vendrá determinada por varios
factores: el ambiente, la cultura, la propaganda, el carácter del
individuo, el afán de bienes materiales, el afán de fama, el de medro,
etc.
La sociedad del odio es la que más favorece a los intereses de la élite de poder para poder controlar y dirigir a sus súbditos.
El pensamiento especulativo y
estratégico del hombre se debe al interés por los bienes materiales, por
el dinero y por la fama que ha impuesto una élite de poder capitalista
que ha limitado el campo espiritual del hombre y sus relaciones a una
faceta donde las religiones mayoritariamente sirven de chivo expiatorio
para perdonar las actos cometidos por los creyentes del sistema.
Las relaciones humanas se
mercantilizan debido fundamentalmente a la propaganda impuesta desde el
poder y al interés del sujeto por el dinero.
El odio es el motor que pone en marcha y mantiene en funcionamiento el sistema capitalista.
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