En el transcurso de los últimos años, la
posibilidad que tienen ciertos partidos comunistas (o excomunistas) de
participar en el gobierno ha estado a la orden del día. En Alemania, Die
Linke ha participado en ciertos gobiernos regionales y, por cierto,
sigue participando. El partido ha discutido la posibilidad de participar
en el gobierno federal. En Grecia y en los Países Bajos, la coalición
de izquierda Syriza y el Socialistische Partij han anunciado claramente
su voluntad de entrar al gobierno. La holgada mayoría del Partido
Socialista Francés, durante las recientes elecciones parlamentarias del
2012, ha eliminado la duda sobre una nueva participación en el gobierno
del Partido Comunista Francés. El PCF y, en Italia, la Rifondazione
Comunista y el Partido de los comunistas italianos, han participado en
muchos gobiernos en el transcurso de las últimas décadas.
En el 2008, el éxito electoral de
ciertos de estos partidos llevaron a la revista británica de izquierda,
The New Statesman, a concluir: “El socialismo, el socialismo puro,
inalterado, una ideología considerada muerta por los capitalistas
liberales, regresa con fuerza. A lo largo del continente, asistimos a la
tendencia de que partidos de centro izquierda establecidos desde hace
mucho tiempo sean desafiados por otros indudablemente socialistas, que
defienden un sistema económico en el que los intereses del capital se
subordine al de los simples trabajadores[1]”.
Desgraciadamente, esta visión sobre un
brillante futuro socialista para Europa ha sido rebasada por los últimos
resultados electorales, y, más importante aún, por la evolución
política de estos partidos.
La tragedia italiana
La mayoría de estos partidos fueron
creados después de la contra revolución de terciopelo de Gorbachov. En
Italia, durante su congreso en Rimini, en 1991, el histórico Partido
Comunista Italiano (PCI) se transformó en un partido social-demócrata
ordinario. Ese mismo año, los comunistas italianos fundaron el Partito
della Rifondazione Comunista (Partido de la refundación comunista). En
el seno de la Rifondazione, el debate sobre la estrategia del partido
quedó abierto durante mucho tiempo… Cuando Bertinotti accedió a la
presidencia el debate se aceleró. Durante el 5º Congreso de la
Rifondazione, en febrero de 2002, Bertinotti presentó sus 63 tesis como
una suma de “innovaciones”. Descubrió una “nueva clase obrera” nacida en
Génova en el 2001; un “nuevo concepto de partido”. Rechazando el
partido de vanguardia, que se había vuelto “obsoleto”, lo remplazó por
un partido concebido como una suma de “movimiento de movimientos”.
Descubrió Igualmente, una “nueva definición del imperialismo”, según la
cual el mundo ya no se divide en bloques capitalistas rivales y la
guerra ha dejado de ser un medio mediante el cual se lo reparten de
manera periódica. El antiguo centralismo democrático fue remplazado por
el derecho a formar tendencias[2]”.
Tras 36 meses de innovación, la
dirección de la Rifondazione Comunista se declaró lista para participar
en el gobierno, junto a los demócratas cristianos de Romano Prodi y la
socialdemocracia de D’Alema. Durante el 6º Congreso del PRC, en marzo de
2005, Bertinotti afirmó que su partido debía ser la fuerza motriz de un
proceso de reforma. Y la participación en el gobierno se volvió un paso
necesario en dicha dirección. En el discurso de clausura del Congreso
afirma: “El gobierno, incluso el mejor, no es más que un paso, un paso
de compromiso. El partido debe situarse en una posición que deje ver su
estrategia, a fin de mostrar que quiere ir más lejos […][3]”. Para
prevenir críticas contra el PRC, que formaba parte de una coalición
favorable a la UE junto al antiguo presidente de la Comisión Europea,
Romano Prodi, Bertinotti no encuentra mejor excusa que la gastada
pirueta de la socialdemocracia: “Debemos difundir la idea de que los
movimientos y el partido deben guardar su autonomía respecto al
gobierno. El partido no debe ser identificado con el gobierno. Debe
mantener su propia línea y una estrategia activa separada de éste [4]”.
El archiconocido miembro del grupo
Bildelberg, Romano Prodi, estaba presente en el Congreso y percibió muy
bien el giro del dirigente de Rifondazione: “He aquí un partido
socialista de izquierdas que acepta el desafío de gobierno[5]“.
En menos de 10 años, Bertinotti
consiguió colocar un importante potencial revolucionario bajo el control
del sistema. En el año 2007, el PRC se suma a la coalición del “Olivo”.
Sin una clara oposición de izquierdas anticapitalista a la
participación en la guerra en Afganistán y a las medidas de austeridad
del gobierno de Prodi, la derecha llenó el vacío político y Berlusconi
llegó al poder. El PRC perdió toda su representación parlamentaria en la
debacle de la izquierda electoral. Es la experiencia más reciente que
muestra los estragos que puede ocasionar el revisionismo. Actualmente,
el movimiento comunista italiano atraviesa una profunda crisis.
Francia: Comunistas en el gobierno (1981, 1987)
El siglo XX probó ya el fracaso de los
que pretenden modificar el equilibrio de poder en favor de la clase
obrera mediante mayorías en el seno del parlamento burgués.
En la euforia de la victoria electoral
de Miterrand en 1981, el secretario general del PCF, George Marchais,
envió a 4 comunistas al gobierno para modificar “el equilibrio de
poder”. El dirigente del PCF, Roland Leroy, lo explicaba así: “Nuestra
presencia concuerda bien con nuestra misión y nuestra estrategia:
utilizar cada oportunidad, incluso el más pequeño paso hacia adelante,
para construir un socialismo original mediante medios democráticos[6]”.
En lugar de obtener un socialismo
original, la clase obrera francesa debió soportar un Código de trabajo
desregulado, una seguridad social reducida y la desconexión de los
salarios de la subida de la inflación. Seis años más tarde, en julio de
1997, la dirección del PCF volvió a hacer lo mismo. Tres ministros
comunistas se alían al gobierno de la “izquierda plural”
(PS-PCF-Verdes-MDC) llegada al poder después de las grandes luchas de
1995. ¿Resultado? En dicho gobierno hubo más privatizaciones que en la
suma de las administraciones de derecha de Juppé y Balladur. La
privatización de Air France fue supervisada por el ministro comunista de
Transporte, Jean-Claude Gayssot. Air France, France Télécom, las
compañías de seguros GAN y CIC, la Sociedad Marsellesa de crédito, CNP,
Aeroespacial, todas ellas fueron “abiertas al capital”. La dirección del
PCF continuaba en el gobierno de “Jospin-el guerrero” cuando, en 1999,
Francia apoyó el bombardeo de Yugoslavia por la OTAN.
Por supuesto, se hicieron ciertas
concesiones a las exigencias sindicales, pero, como ocurrió en 1936 con
el gobierno del Frente popular, básicamente fueron resultado de las
grandes luchas que precedieron o acompañaron la victoria electoral de la
izquierda.
Pretender modificar en el hemiciclo
parlamentario, el equilibrio de poder, en favor de la población
trabajadora es absurdo a los ojos de todos aquellos que observan el
circo electoral, que ven a los miles de grupos de presión y las
comisiones de expertos pagados por los grupos de negocios con el fin de
influir directamente en las decisiones políticas. Y para mostrar de qué
manera “la riqueza ejerce su poder indirectamente, pero con mayor
eficacia” (retomando las palabras de Engels) el mejor lugar son los
Estados Unidos. En el año 2000, los 429 candidatos con mejor
financiación en sus campañas ocuparon los 429 primeros lugares en el
Congreso estadounidense. Sólo los lugares del 430 al 469 fueron dados a
candidatos con menos “fortuna”[7].
Si hay una conclusión de toda la época
del neoliberalismo, es ésta: la evidencia de que la influencia de los
grupos más poderosos del capital sobre los Estados nación, las
instituciones europeas y las instituciones financieras internacionales
nunca han sido tan abiertas y descaradas. Las decisiones reales son la
prerrogativa del ejecutivo desde hace numerosas décadas y el Parlamento
no es más que un instrumento para ratificar las decisiones que ya se han
tomado a nivel gubernamental. Cada vez más, las leyes se preparan en
los despachos ministeriales, y actualmente, en los grupos de presión de
las firmas más importantes. Una paz duradera y el progreso social
requieren una sociedad socialista y una transformación radical de la
sociedad. La vía parlamentaria hacia el socialismo reposa en la ilusión
de que el gran capital va a aceptar retroceder y que llegará a ceder sin
más el aparato del Estado a la clase obrera cuando ésta esté
suficientemente representada en el Parlamento.
Naturalmente, debemos ser conscientes
que actualmente la mayoría de la gente en Europa ve el orden social
actual como el único posible.
Un proceso revolucionario requiere
flexibilidad táctica, la adaptación a la realidad política, una adecuada
evaluación del objetivo de cada batalla, un conocimiento exacto de las
contradicciones de clase y de las correlaciones de fuerza, así como
grandes alianzas.
Nosotros luchamos por reformas, luchamos
por reforzar la fuerza política y organizativa de los trabajadores. No
le decimos a la población: “Resolveremos esto por vosotros”, sino que
les decimos: “Tomar vosotros mismos el destino en vuestras manos”. En
cada batalla, los trabajadores adquieren experiencia y nuestro deber es
introducir la perspectiva socialista a largo plazo. Incluso en la lucha
por las reformas, lo decisivo no es el parlamento o las elecciones, sino
las luchas. Todos los avances del movimiento obrero ha sido resultado
de un combate organizado, en la realización de la campaña, y creando
correlación de fuerza en las calles.
La Izquierda europea
El 8 y 9 de mayo de 2004, los 2 partidos
ya mencionados, el PRC y el PCF, se encuentran entre los fundadores del
Partido de la Izquierda Europea. Bertinotti es nombrado presidente.
El Partido de la Izquierda Europea es un
salto cualitativo de la evolución hacia el reformismo (de izquierdas),
declara uno de sus fundadores, el presidente del Partido del Socialismo
Democrático (PDS), Lothar Bisky. En una entrevista realizada por la
revista Freitag, explica: “Para las fuerzas políticas de la Unión
Europea que tienen como origen el movimiento obrero revolucionario, el
Partido de la Izquierda Europea significa un nuevo paso cualitativo en
el proceso de adaptación del socialismo de izquierdas[8]”.
Ni en el Manifiesto de la Izquierda
Europea ni en sus estatutos, se hace referencia a la propiedad privada
de los medios de producción, a las crisis económicas inherentes al
sistema, a la competencia asesina que se libra entre las empresas
monopolistas, o al reparto del mundo entre las principales potencias
imperialistas. El partido de la Izquierda europea promete “una
alternativa progresista”, la “paz”, la “justicia social”, un “desarrollo
sostenible” y otras hermosuras que nadie quisiera rechazar [9].
Todo queda dicho de forma vaga dentro de
los límites del sistema y sus relaciones de propiedad. Es un esfuerzo
vano el buscar la menor referencia a la estrategia de la revolución
social. Al contrario, el Partido se centra básicamente en la “reforma en
profundidad” de las instituciones del sistema. “Queremos hacer que las
instituciones electas – el Parlamento Europeo y los parlamentos
nacionales – tengan más poder y posibilidades de control [10]”.
Die Linke
Un
partido importante en el seno de la Izquierda Europea es el partido
alemán de la izquierda, Die Linke. Es el resultado de la unificación, en
el año 2007, del Partido del socialismo democrático (PDS, el partido
que sucedió al principal partido en la RDA, el SED) y el WASG (los
socialdemócratas de izquierda desilusionados, responsables de sindicatos
y grupos trotskistas de Alemania del Oeste).
El WASG, compuesto por el Partido
Socialdemócrata (SPD) y los Verdes, nació en el año 2005 tras las
protestas suscitadas contra el gobierno de Gehrard Schröder. La reforma
Hartz IV, que retiraba el subsidio de desempleo al cabo de un año de
introducir a los parados en un sistema de asistencia social, creó un
enorme sector de salarios bajos. Las consecuencias de la reforma Hartz
IV han sido desastrosas. Un informe de las Naciones Unidas[11] sobre la
situación social en Alemania muestra que en la actualidad el 13% de la
población vive por debajo del nivel de pobreza y que 1.3 millones de
personas, aun teniendo trabajo, precisa de una ayuda suplementaria pues
sus ingresos no son suficientes para la subsistencia. La pobreza
infantil afecta a 2.5 millones de niños. Algunos estudios muestran que
25% de los escolares acuden a clase sin haber desayunado. Asistimos al
incremento de la pobreza entre las personas ancianas debido a pensiones
modestas que disminuyen por la reducción del salario. Actualmente hay
8.2 millones de personas con empleos temporales o “mini-jobs” – de menos
de 400 euros por mes. De los nuevos empleos, el 75% son precarios. Todo
esto le hace “el agosto” a los súper-ricos. En Alemania, en el 2010,
había 924 mil millonarios, es decir, habían aumentado el 7.2% en tres
años.
Esta “reforma” dividió al partido
socialdemócrata y llevó al antiguo ministro socialdemócrata Lafontaine a
abandonar al partido. Le siguieron federaciones enteras del movimiento
sindical alemán. Estos tránsfugas crearían el WASG. El partido unificado
WASG-PDS se convirtió en “Die Linke” y en 2009 obtuvo el 11.9% de los
sufragios en las elecciones federales, logrando 78 asientos. Su número
de miembros rondaba los 80.000.
Pero tres años más tarde, según los
sondeos más recientes, Die Linke tiene problemas para rebasar el
antidemocrático umbral del 5% que se aplica a todas las elecciones,
tanto nacionales como regionales. En mayo de 2012, perdió sus asientos
en los Parlamentos federales y regionales de Schleswig-Holstein (del 6%,
los votos pasaron al 2.2%) y de Renania del Norte-Westfalia (del 5.6%
al 2.5%). El número de miembros disminuyó a menos de 70.000.
La nueva socialdemocracia
Die Linke adoptó un programa durante su
congreso en Erfurt, en el 2011. Se presenta como una síntesis entre las
tendencias marxistas y los realistas muy reformistas [12].
“Die Linke, como partido socialista,
opta por alternativas, por un futuro mejor” (p.4). Este futuro incluye,
con gran justeza, “una vida con seguridad social, con un ingreso mínimo
asegurado exento de sanciones y al abrigo de la pobreza, así como una
protección total contra la dependencia, con una pensión obligatoria para
todos, que se apoye en la solidaridad, al abrigo de la pobreza, con
educación aceptable, gratuita, accesible para todos, con diversidad
cultural y participación de todos en la riqueza cultural de la sociedad,
con un sistema de impuestos justo que reduzca las cargas impuestas a
los ingresos bajos y medios, pero que las aumente a los altos ingresos,
apuntando sustancialmente a las grandes fortunas para hacer efectiva la
democracia y hacer valer la ley contra el poder exorbitante de las
grandes compañías, con la abolición de toda forma de discriminación
basada en el sexo, edad, estatus social, filosofía, religión, origen
étnico, orientación sexual e identidad, o basada en incapacidades de
cualquier género”.
Pero no se sabe con certeza si estas
buenas intenciones se concretarán en este sistema capitalista o si se
debe abolir este sistema. En un pasaje se puede leer: “Necesitamos un
sistema económico y social diferente: el socialismo democrático” (p.4).
Se critica la “economía social de mercado” como “un compromiso entre el
trabajo asalariado y el capital que nunca ha eliminado la explotación
depredadora de la naturaleza ni las relaciones patriarcales en las
esferas públicas y privadas”. En otros pasajes, el problema no es el
sistema sino el “capitalismo sin restricciones” (p.58), el “modelo
político neoliberal” (p.56) y los “mercados financieros desregulados”
(p.15).
El texto evoca un “largo proceso de
emancipación en el que el dominio del capital es revertido mediante las
fuerzas democráticas, sociales y ecológicas”, que llevará a una
“sociedad de socialismo democrático” (p.5). En otro lugar del documento,
la clave del cambio social es la cuestión de la propiedad. “Mientras
que las decisiones tomadas por las grandes compañías se orienten hacia
los beneficios deseados más que hacia el bien público, la política
estará sujeta a chantajes y se minará la democracia”.
Más adelante, “la propiedad pública” se
limita “a los servicios de interés general de infraestructura social, a
las industrias del sector energético y al sector financiero” (p.5). Y
el programa copia la vieja tesis socialdemócrata de “la democracia que
se extiende a la toma de decisiones económicas y somete todas las formas
de propiedad a normas emancipadoras, sociales e ideológicas. Sin
democracia en la economía, la democracia permanece imperfecta […]”. De
modo que este “orden económico democrático diferente” será una economía
de mercado regulada. “Someteremos la regulación del mercado de la
producción y de la distribución a un marco y a un control democrático,
social y ecológico”. “El mundo de los negocios debe estar sometido a un
severo control de la competencia” (p.5).
La clase obrera no tiene ningún rol en
la conquista del poder político. Es cuestión de “mayorías ganadoras”
(p.20) y el “socialismo democrático” podrá llevarse a cabo en el seno de
estructuras “democráticas” de la constitución alemana y de un “estado
social de derecho”.
Los servicios de inteligencia deberán
ser abolidos, pero el “control democrático” del ejército y de la policía
serán suficientes para transformarlos en herramientas del socialismo.
La participación en el gobierno
Según el programa, la participación en
el gobierno sólo tiene sentido si se basa en el “rechazo al modelo
político neoliberal”, si supone un cambio “social y ecológico” y si
puede mejorar el nivel de vida de la población. En tal caso, “el poder
político de Die Linke y los movimientos sociales podrán ser reforzados” y
“el sentimiento de impotencia política que existe entre numerosas
personas podrá ser eliminado” (p.56).
Uno se pregunta cómo pudo adoptarse esta
posición sólo poco después de la debacle de lo que siempre había sido
presentado como un notable ejemplo de la estrategia del partido: el
desastre de Berlín. En agosto de 2010, Die Linke se hundió en las
elecciones del Senado de Berlín. En 10 años de participación en el
gobierno berlinés, el partido sufre una debacle, pasando del 22.3% al
11.5%.
Durante 10 largos años, la coalición
gubernamental SPD-Die Linke gobernó a la capital alemana. Se cierran
numerosas guarderías, se recortan las indemnizaciones sociales y se
privatizan 122.000 viviendas sociales. Die Linke votó a favor de la
privatización parcial del sistema berlinés de tranvías, hizo campaña
contra la paridad nacional de salarios de los trabajadores del sector
público (que todavía ganan considerablemente menos en el Este) y se
manifestó contra los esfuerzos de devolver a la titularidad pública la
sociedad de agua de Berlín. Contribuyó igualmente a privatizar una parte
del principal hospital de Berlín – lo que se traduciría en una
degradación de las condiciones de trabajo y una disminución de los
salarios.
Mathias Behnis, politólogo y vocero del
frente de resistencia contra la privatización de la sociedad berlinesa
de distribución del agua, y Benedict Ugarte Chacón, politóloga y vocera
de la iniciativa berlinesa contra el escándalo bancario, establecieron
un balance particularmente negro en el periódico Junge Welt del 20 de
agosto de 2011[13]. La coalición SPD-PDS (en esos momentos se trataba
todavía del PDS; que más tarde participaría en la creación de Die Linke)
hizo saber claramente desde el inicio de 2002 qué vía tomaría, al
aprobar un fondo de riesgo para la Bankgesellschaft Berlín. Asume los
riesgos de un fondo inmobiliario creado por la banca por un monto de
21.6 mil millones de euros. Desde entonces, la Región de Berlín
administra las pérdidas anuales de esta banca. El PDS estuvo de acuerdo
en garantizar las ganancias a los accionistas de estos fondos, con ayuda
del dinero público.
Al mismo tiempo, dirigió una política
monetaria estricta en detrimento, por ejemplo, de los subsidios a los
ciegos en el 2003, o de los billetes sociales para el transporte público
urbano en el 2004, después de que los gobiernos federales suprimieran
los subsidios. Fueron necesarias enormes protestas sociales para
reintroducir estos billetes, pero a un costo mucho más elevado.
Las guarderías y las universidades
dejaron de subvencionarse. Esto detonó vehementes protestas entre los
estudiantes y el congreso del PDS, el 6 de diciembre de 2003, en el
lujoso hotel Maritim en el centro de Berlín, tuvo que ser protegido de
los estudiantes por la policía antimotines, que hizo evacuar la calle
con brutalidad.
En mayo de 2003, los padres fueron obligados a participar hasta con 100 euros en la compra de manuales escolares.
Die Linke en Berlín es igualmente
responsable del deterioro de la situación de miles de inquilinos. En
mayo de 2004, el gobierno regional de Berlín vendió 65.700 casas de la
sociedad pública de alojamiento GSW al ventajoso precio de 405 millones
de euros a un consorcio al que pertenece el Whitehall-Fund de la banca
de inversión Goldman Sachs y la sociedad de inversión Cerberus. En el
2010 permitió a estas sociedades entrar a la Bolsa y transformar miles
de alojamientos berlineses en objetos de especulación.
Suprimió igualmente los subsidios a los
propietarios que ponían su casa en alquiler social, sin preocuparse en
lo más mínimo de qué le ocurriría a los inquilinos. En los antiguos
apartamentos, hasta entonces muy baratos, ocupados sobre todo por
trabajadores con bajos salarios y por desempleados, los alquileres
aumentaron en 17%.
El agua pasa a ser mercancía
En 1999, el antiguo gobierno vendió el
49.9% de la antigua sociedad de distribución del agua berlinesa a RWE y a
Vivendi (Veolia). El PDS obtuvo el puesto de ministro de Economía en el
2002 pero no hizo ningún cambio. El precio del agua aumentó un 33%.
Bajo el antiguo gobierno, el PDS hizo campaña contra la privatización
parcial del agua. Pero el ministro del PDS, Wolf, hizo exactamente
aquello contra lo que combatía: garantizar los beneficios de los
accionistas privados y beneficiarse él mismo de los precios elevados del
agua.
En el acuerdo de coalición de 2006, Die
Linke y el SPD hablaron de comprometerse al retorno de la sociedad de
distribución del agua a la autoridad municipal. Pero no se hizo nada.
Peor aún, se opusieron por todos los medios a un gran movimiento
extraparlamentario en favor de la publicación del acuerdo secreto de
privatización de la sociedad de distribución del agua. Más de 666.000
personas reclamaron que fuera objeto de un referéndum. La coalición hizo
campaña contra esta acción. Aceptaron el referéndum, obtenido
forzosamente, pero siguieron oponiéndose a toda iniciativa legal de la
población.
Todo lo que pueden decir en su defensa,
es la eterna cantinela de los socialdemócratas: “Sin nosotros, hubiese
sido peor”. Pero no, hubiese sido bastante parecido, o incluso mejor,
pues mediante su participación paralizaron una parte del potencial de
resistencia.
Después de sufrir un golpe en las
elecciones, se quejaron de no haber podido imponer sus puntos de vista
al SPD. Hubo “restricciones a la libertad del movimiento”, dijo el
dirigente del partido Klaus Lederer. Naturalmente, pero cuando prometes
entrar a un gobierno para cambiar las cosas, no debes sorprenderte si, a
fin de cuentas, la gente te pregunta qué has cambiado.
En los gobiernos regionales de
Mecklemburgo-Pomerania Occidental, de Brandeburgo, y de Berlín, el
partido participó en las restricciones y en los cierres.
Sin embargo, el Congreso de Erfurt
concluyó que la participación en el gobierno tenía sentido. La
participación en gobiernos locales e incluso federales apenas se discute
en el seno del partido. El ala derecha de la dirección ha aprovechado
incluso los malos resultados recientes para reclamar que el partido
renuncie a su “deseo de permanecer en la oposición”. Debe declarar
abiertamente su intención de buscar participar en todos los niveles de
gobierno, particularmente con su “compañero natural de coalición”, el
SPD. Dietmar Bartsch, uno de sus principales voceros, es apoyado por el
partido los cinco Länder del este, donde la organización es más
numerosa. En el Este, la participación en el gobierno se ha vuelto la
norma.
Oskar Lafontaine, considerado
representante de la izquierda del partido, nunca se ha opuesto a que el
partido se embarque en las coaliciones de gobierno – al contrario. Es
keynesiano y sueña con una especie de Estado providencia socialmente
limitado a nivel nacional. El regreso a los años 70. Junto con sus
compañeros no deja de formular los “principios” o “condiciones” que se
deben cumplir para participar en el gobierno.
“No podemos dejar al SPD y a los Verdes
gobernar solos. Lo social sólo es posible con nosotros”. Ése era el
título del texto de base de la dirección del partido durante su congreso
en Rostock en el 2010. “Die Linke puede gobernar, incluso mejor que los
demás. Y nosotros, en el Mecklenburgo-Pomerania Occidental tenemos
ideas muy claras sobre qué se debe mejorar y cómo hacerlo”, declara
Steffen Bockhahn, presidente regional de Die Linke en el Land
Mecklenburgo-Pomerania Occidental[14]. “Debemos tener alternativas a la
coalición CDU-FDP”, dicen los dirigentes del partido. ¡Como si el SPD y
los Verdes no estuvieran de acuerdo en hacer pagar la crisis a los
trabajadores! Ya no hay crítica radical hacia estos partidos.
Die Linke afirma que combina las
protestas sociales y políticas, elaborando alternativas y
transformaciones políticas en el marco del gobierno. Pero es evidente
que actualmente no existe la correlación de fuerza que haga posible
ejercer tal presión sobre los gobiernos que les fuerce a realizar
importantes reformas en favor del pueblo. La única consecuencia de la
participación gubernamental es que paraliza los movimientos de masas y
los integra al sistema, como ya lo hemos visto en Berlín.
Las experiencias de la participación
comunista en los gobiernos europeos han probado que esta participación
no detiene las privatizaciones, la regresión social, ni siquiera la
participación en guerras imperialistas. Estas experiencias han mermado
la confianza en los partidos que han participado en esos gobiernos y han
mostrado que no hay diferencia con otros partidos. La participación en
un gobierno burgués donde los monopolios capitalistas dominan, debilita a
las fuerzas anticapitalistas.
En Grecia
Sin embargo, algunos partidos rechazan
aprender las lecciones de dichas experiencias. Prueban que se han vuelto
auténticos partidos socialdemócratas, listos a remplazar a los
antiguos, hoy desacreditados.
En Grecia, cuantas más posibilidades hay
de una victoria electoral, más aceptable hace su programa la sección
local del Partido de la Izquierda Europea, Syriza, para la dirección de
la UE y la burguesía griega. Su programa gubernamental [15] se presentó
como un “plan para poner fin a la crisis”. “El propósito es unir al
pueblo alrededor del programa gubernamental de Syriza con el fin de
liberar a Grecia de la crisis, de la pobreza y su mala reputación”. No
se menciona en ningún sitio el sistema capitalista como el causante de
la crisis: tan sólo es más el resultado de la gestión “neoliberal”. El
programa se presenta como social y fiscalmente equitativo. Promete la
anulación de las medidas más insoportables y antisociales, el aumento al
salario mínimo, la restauración del antiguo nivel de protección contra
el desempleo y enfermedad. Promete suprimir los impuestos especiales a
los bajos y medianos ingresos. Pero este plan sólo pretende la
“estabilización de los gastos básicos alrededor de un 43% del PIB,
frente al 36% del memorándum, y a un máximo del 46% del PIB”. La idea es
poner a Grecia en “el promedio actual en el seno de la zona euro”. Es
un programa que no va más allá del marco capitalista. “Organizaremos el
relanzamiento de la producción del país con importantes impulsos para
apoyar el desarrollo de industrias competitivas”. Sólo promete congelar
la privatización de entidades públicas de importancia estratégica que
aún eran públicas en 2010, cuando estalló la crisis. Sobre la deuda, el
programa busca un compromiso con la burguesía de la UE. Está muy por
debajo del programa de 10 puntos de Syriza de las elecciones del 6 de
mayo, que exigía “una moratoria en el pago de la deuda, negociaciones
para anular ciertas deudas (no la deuda, como exige el KKE) y la
regulación de la deuda restante para incluir provisiones para el
desarrollo económico y el empleo [16]”. El 8 de mayo, después de las
primeras elecciones, Alexis Tsipras, el dirigente de Syriza, presenta un
programa de cinco puntos como base para la formación de un “gobierno de
izquierdas”. Ahora sólo platea “la creación de una comisión de
auditoría internacional para investigar las causas del déficit en
Grecia, con una moratoria en el pago de la deuda en espera de la
publicación de los resultados de la auditoría [17]”.
Antes de las nuevas elecciones del 17 de
junio, su “programa de gobierno” se limita a denunciar los préstamos
(negociados con la Troika) remplazando sus condiciones por “otras que no
pongan en duda la soberanía nacional de Grecia y la supervivencia
económica de nuestro país. No se aceptarán sin más condiciones como la
prioridad en el rembolso de préstamos o el embargo de la propiedad del
Estado, acordada con los acreedores por el memorándum…” No hay
reivindicaciones radicales que busquen hacer pagar a los responsables de
la crisis (los burgueses griegos, europeos, otros bancos…), ni medios
para imponer sus medidas. Todo será negociado. El programa no espera
imponer “la anulación del régimen fiscal cero para las compañías
navieras y la Iglesia”, sino que “busca un acuerdo” con la industria
marítima para suprimir las 58 exenciones. No se dice nada sobre la
creación de un gobierno capaz de imponer sus propias medidas. Quiere
“elevar el nivel de impuestos al mismo nivel que el resto de la UE”,
donde la totalidad de la carga recae en las espaldas de la población
trabajadora. En ninguna parte se plantea la cuestión del control de la
administración o del sistema económico por los trabajadores. ¿Quién va a
controlar a los patrones, a los banqueros? Nada sobre la policía, el
ejército. Syriza se queda en el seno de la OTAN, de la UE.
Las duras lecciones del pasado
Las experiencias confirman las
posiciones de Marx, Lenin y la Tercera Internacional a este propósito.
Rechazan toda la participación, a excepción de situaciones en las que el
fascismo constituya una amenaza real, en el caso de una situación que
pueda dar lugar a una transición hacia un gobierno realmente
revolucionario, esto es, en situaciones prerrevolucionarias importantes
con luchas de clase y correlación de fuerzas favorable (como se daban en
Chile a principios de los años 1970, en Portugal en 1975…). En estas
situaciones es posible que debamos sellar alianzas con fuerzas que
representan capas no proletarias, pero que son igualmente oprimidas por
los monopolios o amenazadas por el fascismo o enemigos exteriores. Pero
sólo a condición de que este poder evolucione o desee evolucionar hacia
la democracia popular y el socialismo, hacia un Estado diferente
controlado por los trabajadores. No fue el caso de Chile, donde la
reacción masacró a socialistas y comunistas metiéndolos en el mismo
saco.
El gobierno de los trabajadores, tal y
como fue propuesto por la Tercera Internacional, se entiende como “el
frente unido de todos los trabajadores y una coalición de todos los
partidos de trabajadores, tanto en la arena económica como política,
para luchar contra el poder de la burguesía y, finalmente, para
tumbarla”. “El programa más elemental de un gobierno obrero debe
consistir en armar al proletariado, en desarmar a las organizaciones
burguesas contrarrevolucionarias, en instaurar el control de la
producción, en hacer recaer sobre los ricos el mayor peso de los
impuestos y en destruir la resistencia de la burguesía
contrarrevolucionaria. [18]”.
Dicho gobierno de trabajadores sólo es
posible si nace de las luchas de masas y si es apoyado por las
organizaciones militantes de trabajadores [19].
Aquellos que justifican una coalición
con los partidos políticos burgueses en las instituciones parlamentarias
utilizan a menudo los escritos de Dimitrov sobre el frente unido contra
el fascismo. Es cierto que Dimitrov criticaba a la gente que rechazaba
la política del frente unido contra el fascismo, pero según Dimitrov, el
frente popular antifascista se debe crear en base a un frente unido de
trabajadores. Pide que un gobierno de frente popular tome medidas
revolucionarias anticapitalistas: puede surgir “puede producirse una
situación en que la creación de un gobierno de frente único proletario, o
de frente popular antifascista sea no solamente posible, si no
indispensable en interés del proletariado. […] le exigimos que lleve a
cabo determinadas reivindicaciones cardinales revolucionarias,
congruentes con la situación, como, por ejemplo, el control de la
producción, el control sobre los bancos, la disolución de la policía, su
sustitución por una milicia obrera armada, etc.[20]”.
Dimitrov ponía en guardia contra el
hecho de que, “mantener un frente popular en Francia no significa que la
clase obrera va a apoyar al actual gobierno [21] a toda costa […]. Si,
por una razón u otra, el gobierno existente se muestra incapaz de hacer
pasar el programa del Frente Popular, adopta la línea de retirada ante
el enemigo, de su país y del extranjero, si su política debilita la
resistencia a la ofensiva fascista, entonces, la clase obrera, con el
propósito de reasegurar los lazos del Frente Popular, provocará la
sustitución del actual gobierno por otro[22] […]”.
Es lo que pasó y el PCF tardó mucho
tiempo en comprenderlo. En 1936, tras la victoria electoral de los
partidos de izquierda, se formó el gobierno Blum de socialistas y
radicales, apoyado desde el exterior por el PCF. Una enorme ola de
huelgas ejerció presión sobre el gobierno para forzarlo a satisfacer las
reivindicaciones que se encontraban en el programa del Frente Popular.
Pero, para retomar los términos de su presidente, el gobierno se fijó
como objetivo encontrar una manera de “procurar un alivio suficiente a
aquellos que sufren” en el marco de la sociedad de aquel entonces. Para
Blum, la misión del Frente Popular consistía en “moderar la sociedad
burguesa” y extraer “un máximo de orden, bienestar, seguridad y
justicia”. En esas condiciones, el impacto negativo de la participación
en el gobierno aumentó considerablemente. Las administraciones “de
izquierda” presidiendo sistemas capitalistas históricamente han
desmoralizado y desmovilizado a la clase obrera, y abierto la vía a
partidos y gobiernos conservadores e incluso de extrema derecha.
El gobierno de Blum fue echado abajo dos
años después y bastaron dos años más para que los capitalistas
franceses tomaran la revancha y recuperaran las concesiones que habían
hecho. A iniciativa del Partido Socialista, el gobierno dirigido por el
líder del Partido Radical, Daladier, ilegalizó el PC el 21 de noviembre
de 1939 y sus representantes fueron sometidos a juicio. El 7 de julio de
1940 los mismos representantes radicales y socialistas dieron su voto
de confianza en el gobierno del traidor Pétain.
Incluso en los periodos en los que la
participación en el gobierno puede llevar a la fase de lucha abierta por
el socialismo, es necesaria una extrema vigilancia.
En septiembre de 1947, durante una
reunión donde estaban presentes miembros del nuevo órgano de
coordinación de los partidos comunistas tras la Segunda Guerra Mundial –
el Kominform[23]- los participantes criticaron la línea oportunista del
PCF y del PCI en su política de frente unido durante la ocupación y su
participación subsecuente en el gobierno.
La burguesía tenía interés en cooperar
con los comunistas durante la guerra y después porque era débil. Los
comunistas debieron haber aprovechado esa situación para ocupar puestos
claves, pero no lo hicieron. En lugar de conquistar el apoyo de las
masas para tomar el poder, desarmaron a las masas y sembraron ilusiones
sobre la democracia burguesa y el parlamentarismo.
En lugar de crear la unidad antifascista
a partir de la base, mediante la creación de instrumentos emanados de
las masas, juntando a todas las tendencias que estaban realmente
dispuestas a seguir la vía de lucha por un poder revolucionario, los
dirigentes del PCF y del PCI cometieron el error de construir un frente
por la cima, sobre la base de una representación igualitaria de los
diferentes partidos, cuando el objetivo de los partidos burgueses era
evitar la transformación real del país. Para llevar a la práctica esta
política, los dirigentes del PCF y del PCI adujeron que toda
reivindicación diferente a la de liberación nacional, toda
reivindicación de cambios democráticos radicales y revolucionarios,
expulsaría del frente antifascista a un cierto número de grupos sociales
y de fuerzas políticas.
La reunión criticó al PCF por haber
permitido y hasta facilitado el desarme y disolución de las fuerzas de
la Resistencia bajo el pretexto de que la guerra había terminado y que
una acción contra la política de De Gaulle desembocaría en una
confrontación con los Aliados. Esta concepción facilitó la tarea de los
imperialistas preocupados por reconquistar sus posiciones previas a la
guerra. Creó ilusiones sobre la “democracia” de los imperialistas y su
capacidad de ayudar en la reconstrucción, sin otros objetivos, de las
naciones que fueron liberadas del fascismo.
En general, los delegados en la
Conferencia les reprocharon persistir en las ilusiones de una vía
parlamentaria hacia el socialismo y propagarlas entre las masas en lugar
de movilizarlas contra la política pro-estadounidense de sus gobiernos y
por una alternativa verdaderamente revolucionaria [24].
Ahora menos que nunca
La pregunta persiste: ¿cuál es el
carácter de la sociedad en la que un partido comunista quiere participar
en el gobierno? Es un Estado capitalista. Su base económica es el
capitalismo y su tarea es, obviamente, administrar el capitalismo,
proteger y crear condiciones favorables para el éxito de su desarrollo.
Este Estado adopta una constitución, unas leyes y reglamentaciones que
tienen como objetivo garantizar el orden constitucional, crear las
condiciones para el desarrollo del capital y evitar conflictos en el
seno de la sociedad.
La política hostil hacia los
trabajadores en estos Estados no revela a políticos malvados ni a malos
partidos con maliciosos programas. Mientras la propiedad privada de los
medios de producción reine, mientras las empresas deban competir para
sobrevivir, deberán acumular, aumentar sus ganancias, reducir los
salarios, rechazar las reivindicaciones sociales. A esta ley no se le
pueden oponer “buenos” políticos en el gobierno con ideas y programas
“correctos”.
El capitalismo actual ya no puede, como
esperaba Lafontaine, volver a la época de la llamada “economía social
del mercado” con cooperación social. Fue un episodio que debe ser
situado en el contexto de la rivalidad ideológica entre socialismo y
capitalismo, de la fuerza de los partidos comunistas tras la
Resistencia, cuando podían tomarse en cuenta reivindicaciones a partir
de las ganancias de la fase de reconstrucción de la posguerra.
Esto ya no es posible ni obviamente
necesario en la lógica capitalista. Los 25 millones de desempleados
oficiales de la UE que ejercen una presión sobre los salarios y los
mercados de empleo hoy mundialmente accesibles reducen el precio de la
mano de obra. El costo del desempleo duplica el presupuesto social: los
salarios a la baja aportan menos ingresos a las cajas de la seguridad
social y cada vez hay más beneficiarios a atender con dichos fondos.
El hundimiento del sistema de seguridad
social no es más que una cuestión de tiempo si no hay un combate de
envergadura para hacer que el capital pague impuestos. Además, los
ingresos de los impuestos a los beneficios de las empresas van a la baja
a pesar de que las ganancias crecen: necesitan reducciones
suplementarias de impuestos para reforzar a los capitalistas nacionales
en los mercados internacionales.
El Estado capitalista trabaja para crear
las condiciones favorables para el crecimiento de la rentabilidad de
las empresas, para crearles nuevos mercados gracias a la privatización y
la redistribución del ingreso nacional en favor de los poseedores de
capital. Está ahí para hacer callar o reprimir a la clase obrera
nacional y para garantizar los intereses del capital en otras regiones.
De modo que la participación en
gobiernos en estas condiciones significa únicamente la participación en
la regresión social, incluso aunque logre ralentizarla. Significa
desarmar a la resistencia y darle falsas esperanzas al movimiento
obrero.
Antiguos partidos comunistas han
escogido participar en el poder, sabiendo a menudo que esto significa
gobernar bajo los intereses del capital y formar parte de la destrucción
de los logros sociales obtenidos tras las luchas por parte del
movimiento obrero.
La participación en el gobierno ha
contribuido a desmovilizar la resistencia tan necesaria y el desarrollo
de un contra-poder. Actualmente, para modificar el equilibrio de las
fuerzas de clase, debemos unirnos en los numerosos combates defensivos
contra la regresión social, con el fin de crear un movimiento político
independiente de trabajadores y de aquellos a quienes se impide trabajar
y difundir una conciencia anticapitalista creciente en el seno del
movimiento obrero.
La debilidad de los comunistas y los
sindicatos con una clara orientación anticapitalista es la principal
causa del dominio agresivo del capital en la mayor parte de los países
capitalistas.
Necesitamos un programa político
alternativo y debemos luchar por él. Que incluya reivindicaciones
inmediatas pero que también la consigna de la abolición de las
relaciones capitalistas de propiedad. Estas reivindicaciones no deben
dirigirse a potenciales socios en el seno de un gobierno de izquierdas
(que no existe), sino a un movimiento obrero organizado y a otras capas
explotadas de la sociedad. Deben dirigirse a los sindicatos, a todo tipo
de organizaciones populares activas en todos los dominios de la lucha
social, democrática, anti-imperialista y cultural.
La verdadera pregunta es saber de qué
manera los partidos comunistas se van a preparar para las batallas que
vendrán, cómo se van a organizar para ser capaces de asumir eficazmente
la carga de las nuevas luchas de la clase obrera y de la población
laboral en sentido amplio. La crisis lleva a grandes masas de
trabajadores a darle la espalda a la socialdemocracia. No debemos
ofrecerles una socialdemocracia renovada. Es necesario un partido
revolucionario que tenga en cuenta el nivel de conciencia actual, que
haga suyos los problemas de la gente, que hable en un lenguaje
accesible, que busque la unidad el mayor número de gente posible en la
lucha. Pero que no olvide sus principios, que mantenga el rumbo hacia
una sociedad en la que no haya explotación del hombre por el hombre, una
sociedad sin propiedad privada de los medios de producción, una
sociedad en la que los trabajadores serán realmente libres y con un
Estado que proteja la libertad de la vasta mayoría contra la opresión de
una minoría.
[1] « Socialism’s comeback », New Statesman, diciembre 2008, http://www.newstatesman.com/europe/2008/12/socialist-partysocialism?page=5.
[2] Fausto Bertinotti e.a., Tesi
maggioranza (tesis de la mayoría), V Congresso Nazionale, 2002, Partito
della Rifondazione Comunista. Todas las citaciones sobre el PRCI
provienen de la obra “La clase obrera en la era de las multinacionales“,
de Peter Mertens:http://www.jaimelago.org/node/7. (Las tesis en italiano: http://www.d-meeus.be/marxisme/modernes/Bertinotti63Tesi.html).
[3] Partito della Rifondazione Communista. VI Congresso Nazionale. Relazione introduttiva del segretario Fausto Bertinotti.
[4] Partito della Rifondazione Comunista. VI Congresso Nazionale. Conclusioni del segretario Fausto Bertinotti.
[5] La Stampa, 4 de marzo de 2005, p. 7, http://www.archiviolastampa.it/.
[6] Le Nouvel Observateur, 10 de febrero de 1984.
[7] Michael Scherer, Amy Paris e.a., « Campaign inflation », en The Mother Jones 400, marzo 2001,http://www.motherjones.com/news/special_reports/mojo_400/index.html.
[8] Junge Welt, 8 de abril de 2004, http://www.jungewelt.de/2004/04-08/004.php.
[9] Parti de la Gauche européenne, « Manifeste du Parti de la Gauche européenne », 10 de mayo de 2004.
[10] Ibidem.
[11] United Nations Economic and Social
Council, 20 de Mayo de 2011. Concluding Observations of the Committee on
Economic, Social and Cultural Rights. Alemania, http://www.agfriedensforschung.de/themen/Menschenrechte/deutsch-un.pdf
[12] Programme of the Die Linke Party http://en.dielinke.de/fileadmin/download/english_pages/programme_of_the_….
[13] Mathias Behnis et Benedict Ugarte
Chacón, ”Die Überflüssigen: Hintergrund. Harmlos, farblos und immer treu
zur SPD. Zehn JahreRegierungsbeteiligung der Linkspartei in Berlin —
eine unvollständige Bilanz des Scheiterns”, https://www.jungewelt.de/loginFailed.php?ref=/2011/08-20/024.php.
[14] Disput, junio de 2010.
[15]http://transform-network.net/de/blog/blog-2012/news/detail/Blog/a-roadmap-for-the-new-greece.html
[20] Georgi Dimitrov, La ofensiva del
fascismo y las tareas de la Internacional en la lucha por la unidad de
la clsae obrera contra el fascismo,http://www.marxists.org/espanol/dimitrov/1935.htm
[21] El gobierno del Frente popular de socialistas y radicales dirigido por Léon Blum, ver más adelante.
[22] Georgi Dimitrov, OEuvres choisies, t. 2, p. 160, Sofia Presse
[23] En 1943 fue disuelta la Tercera
Internacional. Tras la derrota del fascismo, fue restaurada bajo el
nombre de Kominform. Ésta se reunió solamente tres veces. Durante sus
sesiones que se llevaron a cabo del 23 al 26 de septiembre de 1947, se
discutió en detalle la situación en Francia e Italia.
[24] Intervención de Djilas el 25 de
septiembre de 1947. Giuliano Procacci (red.), The Cominform : Minutes of
the Three Conferences 1947/1948/1949, Milan, Fondazione Giangiacomo
Feltrinelli & Russian Centre of Conservation and Study of Records
for Modern History (RTsKhIDNI), 1994, pp 255-257. Citado en Peter
Mertens, « La clase obrera en la era de las multinacionales »: http://www.jaimelago.org/node/7
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