30 de Diciembre de 2013 22:10
El decadente imperio de Estados Unidos está histérico y desesperado
ante el creciente avance internacional de China y su influencia en
Latinoamérica,
... región considerada todavía por
la Casa Blanca su traspatio, y donde Beijing intensifica sus vínculos
políticos, económicos y comerciales.
A juicio de expertos, son numerosos los
ejemplos que demuestran que el gigante asiático le arrebata terreno en
todo el mundo a Washington, y particularmente en América Latina, en detrimento del viejo dominio norteamericano sobre la Patria Grande.
China ha incrementado sus nexos en todas
las esferas con los países latinoamericanos envueltos en procesos
revolucionarios, como Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador y Cuba, por
citar algunos, y emprende megaproyectos conjuntos de desarrollo
económico y social en esas naciones.
Entre los más recientes figuran el “Gran
Vivienda”, de Venezuela, el canal y la vía ferroviaria interoceánicas
en Nicaragua y Bolivia, respectivamente, y el ensamblado de automóviles
en Cuba, entre otros ya materializados o en ejecución.
Al mismo tiempo, le quita el sueño a
Washington el denominado eje chino-ruso, que sin duda alguna ha
modificado la correlación de fuerzas en el mundo, y ha puesto en estado
de coma su hasta ahora supremacía unipolar.
Moscú también ha profundizado las relaciones con América Latina
en diferentes campos, y además, junto a Beijing, logró impedir en el
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que el régimen
norteamericano consumara su pretensión de invadir Siria, con el respaldo
de sus aliados de la en crisis Unión Europea (UE).
Reportes de prensa difundidos
recientemente refirieron que el binomio China-Rusia puede llevar a la
bancarrota a Estados Unidos, que dicho sea de paso, parece apostar por
la fuerza, como acostumbra a hacer, para conseguir frenar la influencia
de ambas potencias.
Otras informaciones publicadas en las
últimas horas revelaron que Washington planea una eventual guerra
biológica contra territorio ruso, mientras refuerza su capacidad militar
en Japón para preparar una supuesta agresión castrense al gigante
asiático.
Ambos posibles planes de Estados Unidos
no son otra cosa que el pataleo propio de un imperio que transita hacia
su desmoronamiento, que por su política agresiva pierde cada vez más
influencia, y su poderío planetario se vislumbra sentenciado a muerte.
Implicarse en conflictos bélicos con Moscú o Beijing seria cavarse su propia tumba.
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