por Antonio Maestre
04.11.2013
Los mineros tienen memoria. Recordaron a los políticos que se
presentaron en el funeral de los seis compañeros que iban allí a hacerse
la foto, que no se acordaron de ellos cuando exigían unas condiciones
dignas de trabajo.
El privilegio es una gracia, honor o
permiso garantizado por una élite o gobierno a un individuo.
Históricamente los estratos privilegiados han sido la nobleza y el
clero. Sus privilegios y prebendas todavía se mantienen en la
actualidad. Los 6 privilegiados que han muerto esta semana no pertenecen
a la casa real, ni a la curia episcopal, ni siquiera a la nobleza de
rancio abolengo que persiste en pleno siglo XXI en este país. Los seis
privilegiados muertos han sido seis mineros que han fallecido asfixiados
por el grisú. Seis obreros ahogados comiendo tierra. Metáfora de la
existencia de la clase obrera a la que pertenecen.
Un privilegio es el que permite a la
Duquesa de Alba hoy en día casarse en el altar mayor de la Catedral de
Sevilla. Privilegio es que en 1431 un rey te conceda la propiedad de una
villa y su castillo y en 2002 el Ayuntamiento con dinero público compre
el castillo a la familia heredera. Lo que los mineros tienen se llaman
derechos, derechos ganados para ejercer su trabajo lo más dignamente
posible, un trabajo antiguamente reservado a los esclavos. Francisco
Umbral definió el trabajo de la mina cuando en 1992, en otra noche
negra, fueron cuatro en vez de seis. “Cuatro mineros que sólo sabían
enterrarse en la mina cada mañana, resucitar al sol y los hijos cada
tarde, ganarse el negro jornal picando carbón, partiéndose la espalda,
condecorándose el pecho de silicosis, derrumbando aludes de oro (para
otros) cada vez que acertaban con la piqueta”.
Derechos ganados.
En 1962, en España, cuando lo único que
se permitía a un obrero era agachar la cabeza y la huelga estaba
prohibida, unos pocos mineros se atrevieron en las cuencas mineras de
Asturias a decir que no, y revelarse. El 7 de abril en Mieres siete
picadores se negaron a bajar al Pozo Nicolasa, era el origen de la
Huelgona, exigían un aumento de sueldo para poder sacarse un jornal
decente ante la dureza de la capa que debían afrontar ya que cobraban a
destajo. La empresa les respondió con una carta de despido.
Al día siguiente de los 170 trabajadores
del Pozo Nicolasa, 140 decidieron parar y apoyar a los 7 mineros
despedidos. La ola de solidaridad no se terminó en Nicolasa, todos los
pozos de la empresa Fabrica de Mieres comenzaron a parar en cascada.
Días después los mineros de Hulleras de Turón, Mina tres amigos, Minas
de Figaredo y Hulleras de Riosa se unían al paro. El sentimiento de
compañerismo y solidaridad prendía como una mecha de barreno, hasta que
finalmente toda la cuenca paró.
La represión a la que se vieron
sometidos los mineros y sus familias por atreverse a desafiar al régimen
se refleja en la historia de Anita “La Perruca”, una mujer republicana y
luchadora desde su niñez, enlace de los maquis con solo 10 años. Anita
Sirgo, que así se llamaba “La Perruca”, estaba casada con un minero.
Durante la huelga de 1962, junto con varias mujeres más, organizaban
reuniones clandestinas de concienciación y solidaridad. La Brigada
político-social usó con ella una de las tácticas que solían utilizar
para humillar a las mujeres, la convirtió en una rapada. Ni quitarle el
pelo a navaja, ni las palizas que la dejaron sorda de un oído doblegaron
el espíritu de las mujeres del carbón. La huelga continúo.
Tres semanas después de que los 6
mineros de Pozo Nicolasa pararan el río Nalón ya no bajaba teñido de
negro. La huelga ya era un éxito, más de 50.000 mineros habían parado y
la huelgona trascendía Asturias, se había convertido en la mayor
rebeldía obrera a la que se había enfrentado el franquismo. La respuesta
del régimen es declarar el estado de excepción. Sería la primera vez
que los medios publicasen algo en referencia a la huelga.
Días después 102 intelectuales firmaron
un manifiesto en el que pedían a Manuel Fraga que los conflictos
laborales debían resolverse mediante la negociación y rechazando la
violencia. Las palizas de la policía, la intimidación y el hambre,
provocado por el cierre de los economatos mineros, fueron la respuesta
del régimen. A pesar de ello la huelga de los mineros resistió, lo que
provocó que más de un mes después del inicio del paro el ministro
franquista José Solís se desplazara a Asturias a negociar con una
representación de los mineros.
Diez días después el gobierno franquista
aprueba una subida del precio pagado por el gobierno a las empresas
mineras por la hulla que permitiría mejorar las condiciones salariales
de los mineros.
Los mineros, un mes y medio después,
vieron cómo su lucha había conseguido todas sus exigencias laborales. La
subida del precio pagado por la hulla permitió incluso doblar el sueldo
de los trabajadores.
La lucha y la solidaridad de la cuenca
minera consiguió aumentar sus derechos, que otros llaman privilegios, en
una época de represión y silencio. El espíritu que habita en las
cuencas mineras es aquel que dicta que ningún derecho se consigue sin
lucha previa, sin esfuerzo y mancharse de barro. Una actitud que nunca
ha convenido que se extienda y que por eso es uno de los colectivos más
criminalizados por los sectores más conservadores.
Los criminales privilegiados del verano de 2012
50 años después ese ejemplo de
solidaridad, conciencia y lucha obrera es la que llevó el pasado año a
los mineros a luchar por mantener su puesto de trabajo ante el recorte
brutal que el ministro Soria impuso en las ayudas a la minería del
carbón. Precisamente por ser uno de los últimos reductos de lucha
obrera, el gobierno y los sectores de la población que consideran que el
obrero está mejor sin organizar, comenzaron una brutal campaña de
crimimalización y desprestigio de los mineros.
Susana Criado, periodista de
Intereconomía, se unió a la campaña. “180 mineros han comenzado una
marcha hacia Madrid: llegarán el próximo 11 de julio. Luchan por
mantener los privilegios que tienen, que ellos creen que son derechos
pero con los tiempos que corren y con lo deficitario que es el sector
son privilegios. Hay que llamar a las cosas por su nombre”.
Los diarios de la derecha optaron por
silenciar las protestas y la marcha, como hizo La Razón. O por
estigmatizarlas, como hizo el diario ABC, siempre solícito a ayudar a
los suyos. No varió mucho su posición desde la huelgona de 1962.
Esos privilegios por los que luchaban
los mineros son, por ejemplo, prejubilarte a los 44 años con un sueldo
digno después de trabajar 25 años agazapado picando en un hueco de 80
centímetros, si sobrevives.
Los mineros no sólo marchaban por poder
seguir trabajando jugándose la vida, sino porque no se recortara en
seguridad. Algo parece que ocurrió cuando la empresa Hullera
Vasco-Leonesa, para la que trabajan los seis mineros que se dejaron la
vida, despidió a sus responsables de seguridad el pasado mes de marzo por negarse a bajar al pozo al considerarlo peligroso.
Uno de los privilegios más conocidos en
las minas era el de automutilarse para librarse unos días de bajar a la
mina. De la mina hay que salir, cada día si la jornada transcurre
tranquila, para siempre, muerto o prejubilado, o por una temporada,
mutilado o lesionado voluntariamente para coger una baja cuando no
soportas más el tajo. Contaba Lourdes Garzón en un artículo de 1995 en
El Mundo esta práctica conocida en la minería del carbón. “Entonces, se
parte un dedo. Para romperlo dentro de la legalidad no hay más que
colocarlo en el hueco de una madera y machacarlo con otra. Angel eligió
el meñique, para que el destrozo no fuera muy grande. Así y todo,
puestas una al lado de la otra, la mano izquierda, y la derecha tienen
poco que ver. Angel enseña otras bajas. No tan largas. De dos o tres
días. Heridas con un punzón en los brazos”.
No era la autolesión más grave. Algunos
se cortaban el dedo para tomarse un respiro de un año y vivir ese tiempo
al sol. Mutilaciones provocadas por la desesperación del que sabe que
la mina no solo mata en sus entrañas, mata al respirarla, con los
pulmones destrozados por la silicosis. Una enfermedad que te ahoga, como
el grisú, pero fuera de la mina, cuando se creen libre de ella. Para
tratar esa enfermedad tampoco hay fondos, el instituto dedicado a la
silicosis cerrará próximamente porque los recortes del Ministerio de Industria también recortan en seguridad minera.
El llanto por la muerte de 6 privilegiados
Muchos de aquellos que han insultado,
criminalizado y menospreciado las exigencias laborales de los minerales
lloraron amargamente la muerte de estos seis obreros. Aquellos que no
solo dejaron abandonados a los mineros a su suerte, sino que les
insultaron cuando demandaban mantener el puesto que finalmente les costó
la vida, mostraron públicamente el duelo que ahora proporcionaba
réditos en cuestión de imagen.
ABC no dudó en utilizar el dolor de la
mujer de uno de los fallecidos para evidenciar su pesar por la muerte de
seis rudos obreros, otrora privilegiados en sus mismas páginas. La
Razón prefirió lamentarse en su primera. “Una tragedia anunciada”. Desde
luego no fue anunciada por el diario de Lara, que ocultó todo el
conflicto minero el pasado año para no disgustar a Rajoy.
Los mineros tienen memoria. Recordaron a
los políticos que se presentaron en el funeral de los seis compañeros
que iban allí a hacerse la foto, que no se acordaron de ellos cuando
exigían unas condiciones dignas de trabajo. El ministro Soria no se
atrevió a pisar la comarca, sabía que la foto saldría movida. Una
lástima para el ministro, no se pudo aprovechar de la desgracia en
beneficio propio, con lo bien que queda una foto con el casco de la
plebe.
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