Domingo, 24 de Noviembre de 2013 00:10
Este domingo se juega en Honduras una batalla cardinal para el futuro geopolítico de América Latina
y el Caribe. La omnipresencia política y mediática de la embajadora de
EEUU en la campaña evidenció la imperiosa ambición del Norte por
mantener esa trinchera bajo su tutela.
Casi cuatro años y medio después del
primer golpe de Estado del siglo triunfante en la región, buena parte
de las fuerzas que se reagruparon en torno al Frente de la Resistencia
están a un paso del regreso. Xiomara Castro, candidata por el partido
Libertad y Refundación (LIBRE) y compañera de José Manuel Zelaya (el
presidente destituido y despachado en pijama hacia Costa Rica aquel 28
de junio de 2009), peleará palmo a palmo las presidenciales del domingo
con el candidato oficialista, en un sistema electoral exento de segunda
vuelta.
Su contrincante -al margen de los otros
seis aspirantes- es el abogado Juan Orlando Hernández, del gobernante
Partido Nacional. Diputado desde 1998 y Presidente del Congreso Nacional
en los últimos cuatro años, JOH centró su campaña en el eje de la
“inseguridad”, apadrinando la recién parida Policía Militar y con el
slogan-promesa de “un soldado en cada esquina”, en un país que, según
Naciones Unidas, tiene la tasa de homicidios más alta del mundo.
Por estos días, Hernández aseguró que de
llegar a la presidencia promoverá un mayor acercamiento con Estados
Unidos y buscará un acuerdo con el FMI.
De la embajada baja línea
Precisamente, el rol que viene jugando
Washington, sobre todo a través de su embajadora Lisa Kubiske, se
convirtió en uno de los condimentos más relevantes de la contienda
electoral. A través de un notorio poder de influencia en la
institucionalidad hondureña y un lugar privilegiado en los medios de
comunicación, Kubiske se erigió en llamativa protagonista de los
comicios.
En una entrevista al diario El Tiempo,
el 30 de octubre, sugirió a los electores “pensar bien qué candidato va
a crear más empleo y el ambiente en el cual el sector privado sienta
confianza para invertir”.
bre, invitada por el
gobierno a supervisar la entrega de tarjetas de identidad en barrios
capitalinos, cuestionó: “El problema es que no hay mucha transparencia
en cuanto al financiamiento de la campaña”. Cuatro días antes había
recomendado a los miembros de mesas “ser responsables y dar a conocer
los datos de forma ética” y a la ciudadanía “mantenerse vigilante y
pendiente”.
El 8 de noviembre, la embajadora
aprovechó la ceremonia de graduación de la Universidad de San Pedro Sula
para aconsejar a los jóvenes: “Conozcan a los candidatos y sus
propuestas políticas. ¿Cuáles reflejan su propia visión? ¿Cuáles pueden
ser realísticamente implementadas porque han sido bien pensadas, tomando
en cuenta como pueden ser financiadas?”.
Y tras insistir en el llamado a la
participación electoral (“¡Vayan a votar! Den la vida a la democracia,
el poder del voto es de ustedes”), sinceró el trasfondo de su exhorto:
“No sería honesta si no les dijera que sus decisiones también serán
importantes para los Estados Unidos. Lo que sucede en Honduras
tiene un impacto directo sobre el bienestar de Estados Unidos y de la
región centroamericana. Nuestros dos países están unidos por lazos de
comercio, cultura y seguridad. Pero esa alianza no debe darse por
sentada. Siempre hemos apoyado y seguiremos apoyando, pero ustedes deben
tomar la iniciativa. Esa iniciativa la pueden tomar el día de las
elecciones”.
Esa misma noche, Kubiske dialogó con la
prensa y ya casi parecía una funcionaria hondureña. Pidió a los
candidatos que no acepten “dinero sucio” para financiar sus campañas y
hasta se animó a hacer un anuncio premonitorio: “Debido a lo apretado de
las elecciones, es probable que esa misma noche no se obtengan los
resultados de los comicios”. También informó que sólo la embajada de
EEUU pondrá más de 100 observadores.
Pero Kubiske no sólo apeló a su retórica: la embajada organizó, además, el concurso “Tu voto, tu héroe”, en
el cual los participantes debían crear un héroe o heroína de cómic que
“promueva la participación ciudadana en el proceso electoral”. El
ganador del certamen se ganó una consola de videojuegos.
La intervención norteamericana en la
campaña no se limitó al estrellato de la diplomática. En su primer
discurso ante la OEA dedicado a América Latina, el lunes pasado, el secretario de Estado John Kerry se refirió a Honduras: “Todos tenemos una oportunidad de ayudar a garantizar que esta elección sea transparente, pacífica y justa”.
Con evidentes intereses distintos a los
de la Casa Blanca, una docena de senadores de EEUU también manifestó su
preocupación mediante una carta a Kerry en la que expresan que Honduras
“padece instituciones frágiles y un poder judicial sitiado que han
hecho poco para castigar a los perpetradores de la violencia, fomentando
un clima de impunidad”.
Golpe a golpe
La preocupación remite a los
innumerables ataques que sigue padeciendo la Resistencia. El último
crimen se produjo el 23 de octubre, cuando fue baleado Manuel Murillo,
ex camarógrafo de Zelaya y militante de LIBRE, quien había sido
secuestrado por la policía en 2009.
Según un informe de la ONG canadiense
Rights Action, entre mayo de 2012 y octubre de 2013 fueron asesinados 35
candidatos, 18 de LIBRE.
Ampliando este panorama en el tiempo, la
ola represiva ya se llevó puesta, desde el golpe de 2009, la vida de
unos 300 militantes, más de 100 eran campesinos. Otro blanco elegido han
sido los trabajadores de la comunicación: desde 2009 se reportaron al
menos 28 periodistas asesinados.
La apuesta al “socialismo democrático”
Bajo esa consigna y con la promesa de
una Asamblea Constituyente que refunde el país, LIBRE buscará romper con
100 años de bipartidismo. Su plan de gobierno incluye, entre otros
ejes, la eliminación del modelo económico neoliberal, la recuperación de
los recursos naturales, la descentralización del Estado, el fin de la
militarización con la creación de una Policía Civil Comunitaria y la
apuesta a la integración regional a través de organismos como la Celac.
En síntesis, Honduras
se juega este domingo la posibilidad de recuperar su soberanía, retomar
el proceso que se cortó de cuajo hace cuatro años e intentar revertir
una larga historia de desigualdad, corrupción y violencia estructural.
Como contrapartida, Estados Unidos
arriesga una importante trinchera que mantiene desde hace décadas y que
tiene como centro de operaciones la base militar de Palmerola,
plataforma de ataque contra el gobierno de Nicaragua y las guerrillas
centroamericanas en los ´80 y desde donde se cocinó el golpe de 2009.
Y lo fundamental: el resultado de este
domingo será, seguramente, un factor clave para la futura correlación de
fuerzas en la región, entre el proyecto que crece y se alimenta bajo la
tutela del norte, hoy bajo el seudónimo de la Alianza del Pacífico, y
los procesos que, aún con diferencias, intentan caminar mirando desde el
sur.
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